FILOSOFIA Y SOCIALISMO

Consideraciones sobre filosofía, política del proletariado, economía, historia, etc. desde el punto de vista marxista

Publicado por primera vez en 1899. 

 

Indice
Pequeña nota referente al autor 
Nota del traductor  
Prefacio para la edición francesa 

FILOSOFIA Y SOCIALISMO

Cartas a G. Sorel

I.       20 de abril de 1897 
II.     24 de abril de 1897 
III.    10 de mayo de 1897  
IV.    14 de mayo de 1897 40
V.     24 de mayo de 1897 53
VI.    28 de mayo de 1897 66
VII.  16 de junio de 1897  
VIII. 20 de junio de 1897 
IX.    2 de julio de 1897
X.    15 de septiembre de 1897
Post-Scriptum a la edición francesa.
Apéndice I. Negación de la negación.
           (Fragmentos del Anti-Dühring)  
Apéndice II. Tres cartas de F. Engels 

 

PEQUEÑA NOTA REFERENTE AL AUTOR

Filósofo y pedagogo italiano, nació en Cassino en 1843 y murió en 1904. Estudió en Nápóles, formando parte de la escuela hegeliana, donde primero enseñó pedagogía, pasando en 1887 a enseñar filosofía a Roma. Pertenece a la escuela socialista de Carlos Marx, habiendo sido uno de los líderes del partido socialista democrático en Italia y profesado el materialismo histórico. Sus obras son: Doctrina de Sócrates (Nápoles, 1871), Moral y Religión (1873), De la enseñanza de la historia (Turín, 1876), Del concepto de la libertad (1878), Los problemas de la filosofía de la historia (Roma, 1887), Del socialismo (1889), Ensayos de la concepción materialista de la historia (1896),Socialismo y filosofía (1899), Del materialismo histórico (1902).

De Filosofía y Socialismo esta es la primera versión que se publica en castellano.

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Por qué leer a Labriola

(Manual Sacristán)

  

Muchas páginas de Antonio Labriola (1843-1904) pueden ser muestras del discurso laxo, hasta gárrulo, frecuente entre los compadres académicos de finales del siglo XIX, sobre todo en los países latinos. Discurso que quiere ser «sabroso», de «nacional», «recia» y «popular raigambre», «donoso» o «tonitruante» cuando hace al caso, pero que no parece aspirar siquiera a realizar la concreción de las ideas. Más de una vez se ha dado cuenta el mismo Labriola de la escasa exigencia de algunos de sus textos o cursos, y ha dicho algo al respecto. Así escribía, recordando (o acaso trascribiendo) su lección inaugural de noviembre de 1900: «Todos los años reanudo con viva emoción y con gran placer este curso extraordinario de filosofía de la historia. Mis oyentes podrán ver y reconocer por si mismos que en estas lecciones, en las que no evito la oratoria y la entonación rápida y fácil de la conferencia, utilizo un estilo muy distinto del que es característico de mi curso ordinario de ética y de pedagogía. En éste me atengo rigurosamente a la estricta técnica de la lección, como es propio de los temas que se tratan para cumplir explícitamente la junción precisa de educar y enseñar. Aquí, en cambio, nos encontramos en el más vasto campo de la cultura.» (Da un secolo all'altro, I, en Antonio Labriola, Saggi sul materialismo storico, a cura di V. Gerratana e A. Guerra, Roma, Editori Riuniti, 1964, pág. 341. Todas las indicaciones de páginas se refieren en lo que sigue a este volumen.) «Atenerse rigurosamente», «estricta técnica», «función precisa»: innecesaria acumulación de fajas, indicio de excesiva gordura. El que la «cultura» aparezca, por contraste, como un ámbito sin rigores confirma esa sospecha.

El verbalismo, complacido unas veces y otras vergonzante, puede hacer hoy incómoda la lectura de Labriola, no sólo porque es un vicio intelectual, sino también porque los vicios del discurso propio de la cultura académica contemporánea son casi contrapuestos a ése. Aquella charlatanería finisecular fingía una «cortés» concordia con el interlocutor, era «galana» hasta en la disputa y pasaba por alto mucha cosa: los compadres académicos se entendían confesándose y perdonándose recíprocamente su debilidad y su impostura. Los compadres académicos de hoy, en un ambiente de concurrencia mucho más feroz, son impostores como el jugador de póker: hablan dura, seca, petulantemente. El guiño estamental significa ahora: «eres lo suficientemente cínico, compadre, puedes entrar en el gremio».

El tema principal de los escritos de Antonio Labriola es el socialismo. No son escritos de propaganda política, ni tampoco referentes a temas de organización. Son escritos teóricos. Su laxo estilo pone a veces en la tentación de arrinconarlos y olvidarlos junto con los varios trastos que produjo la literatura socialista en el periodo que va de la senilidad de Engels a la madurez de Lenin y la juventud de Lukács, Korsch, Gramsci. La perspectiva contemporánea, que es para el marxismo una perspectiva post-staliniana, ignora ya frecuentemente que el seco, pobre y, metafísico discurso zdanovista casi resulta una bendición cuando uno llega a él desde la difusa cháchara característica, si no de Kautsky o de Bernstein (y menos de Hilferding), sí de la tropa intelectual de la socialdemocracia anterior a la guerra del 14.

Tanto, pues, la genérica garrulería de un academicismo hoy anacrónico cuanto la más específica de una literatura socialista a menudo sólo declarativa, casi nunca capaz de llevar hasta el final el trabajo del concepto y frecuentemente incapaz de proponérselo, podrían haber sepultado la obra de Labriola, e incluso hacer de ella un contramodelo, un prototipo de vicios que evitar, en el momento del renacer del marxismo en torno a la Revolución de Octubre. Lo notable y sorprendente es que en esa nueva fase autores que, junto con Lenin y Lukács, acuden a la memoria de quien piensa en aquellos años —Korsch y Gramsci— han recibido inspiración de Antonia Labriola (Gramsci), o han encontrado en sus escritos, ya formuladas, orientaciones que ellos mismos iban consiguiendo laboriosamente (Korsch). Esto sugiere que en la obra escrita de Labriola (y posiblemente mucho más en su influencia personal directa, como suele ocurrir) hay algo lo suficientemente valioso como para que su enunciado, aunque sea mera declaración, compense de mucha palabra conceptualmente inútil y de la misma falta de realización del concepto. Identificar ese algo es indicar la persistente utilidad de leer a Labriola.

La intención intelectual de Labriola era precisamente luchar contra esos vicios de época y ambiente, era una intención de criticismo, rigor, cautela intelectual. En la Vª carta a Sorel escribe Labriola una fórmula que expresa bien su ambición de un «pensamiento crítico, conscientemente experimental y cautamente antiverbalista». Además, sus campañas por una buena lectura de Marx —frente a las interpretaciones torpes o fantasiosas del positivismo italiano de la época (particularmente de Loria)— y su conocimiento directo y amplio del maestro —muy superior sin duda, y por significativo ejemplo, al que tenía Sorel— documentan la seriedad que Labriola puso en su esfuerzo. Las condiciones de su vida son probablemente la causa principal de que las intenciones intelectuales quedaran en sus escritos casi meramente enunciadas, como tales intenciones, sin llegar a realizarse suficientemente en la concreta resolución o elaboración de problemas.

Labriola hizo sus estudios universitarios en Nápoles, durante los años sesenta, en un ambiente hegeliano que explica el tema de su primer escrito filosófico extenso, Una risposta alia prolusione di Zeller (1862), una recusación del ¡volvamos a Kant! característico de la filosofía alemana de aquellos años. Hasta 1877 se extiende un período difícil durante el cual Labriola se gana la vida con un modesto empleo en la prefectura de Nápoles, con traducciones y con encargos de clase en institutos de enseñanza media. Es también una época de desgracias familiares, señaladamente la muerte de un hijo. De todos modos, durante esos años Labriola ha leído a autores cuyo pensamiento estará siempre presente en su obra (Feuerbach), y ha escrito algunos trabajos filosófico-académicos: Origine e natura delle passioni secondo l’Etica di Spinoza (1866); La dottrina di Socrate secondo Senofonte, Platone ed Aristotele (1870); Della liberta morale (1873); Morale e religione (1873), Dell’insegnamento della storia (1876).

En 1877, al ganar la plaza de profesor ordinario de Filosofía Moral y Pedagogía en la Universidad de Roma, Labriola es un profesor de filosofía formado en una tradición ítalo-hegeliana (Spaventa) y todavía muy influenciable por modas ideológicas, como el herbartismo. No es un pensador resuelto. Tampoco ha mostrado una orientación precisa del pensamiento en materias sociales y políticas, aunque sí interés por los aspectos prácticos del trabajo universitario y cultural. El mismo año de 1877 acepta la dirección del Museo de Instrucción y Educación de Roma, y en 1879 viaja por Alemania estudiando la organización de la enseñanza en ese país por encargo del ministerio italiano.

A finales de los años setenta la temática político-social va cobrando importancia en el pensamiento y en la actividad de Labriola. En 1878 ha escrito un ensayo Del concetto della libertà, y poco después se le ve en relación con radicales y socialistas. Seguramente le impulsa también a la ocupación política su interés por la filosofía de la historia, consolidado y ayudado materialmente por el encargo de esa cátedra en Roma a partir de 1887. Ese mismo año Labriola se manifiesta varias veces a propósito de cuestiones políticas o político-culturales: contra la reconciliación del estado italiano con la Iglesia, por la reorganización de los estudios de filosofía en un sentido anti-metafísico, para definirse como «teóricamente socialista».

Labriola no es en esa época ni marxista ni buen conocedor de Marx. El escrito Del socialismo (1889), algo posterior a esa fase, no es todavía un texto marxista. En cambio, su actividad tiene ya elementos propiamente políticos y más o menos efectivamente socialistas: Labriola. apoya públicamente las manifestaciones de los obreros parados de la construcción (Roma, 1888-89), hace agitación obrera contra la alianza de guerra (la Tríplice), habla a los obreros de las acerías de Temí y propaga la formación de un frente unitario democrático contra la guerra. La conferencia Del socialismo está también dirigida a obreros. (Se dio en el Circulo Obrero de Estudios Sociales de Roma.)

El final, al menos, de ese mismo período ha debido de ser la época de más intenso estudio de Marx por parte de Labriola. Pues cuando en 1890 Labriola escribe a Friedrich Engels, enviándole algunos escritos suyos, muestra ya inequívocamente resultados de una lectura sistemática de Marx, incluso de producciones juveniles de éste y de Engels, acerca de las cuales Labriola parece mejor informado y, desde luego, más interesado que la mayoría de los marxistas de la época. (Engels, dicho sea de paso, no ha hecho nunca un juicio meditado sobre Labriola; ha oscilado entre el aplauso a ciertas producciones de éste que tampoco eran nada del otro mundo, como In memoria del Manifesto dei comunisti, y una ironía algo despectiva que no estaba más justificada.)

El mismo año que con Engels, Labriola empieza su correspondencia con el patriarca de la socialdemocracia italiana, Filippo Turati. Pero apenas fundado el Partido Socialista (1892), en cuya preparación ha intervenido, Labriola descubre sus discrepancias, cada vez más importantes, con Turati. En estos años la actividad política de Labriola es intensa. En 1893 conoció personalmente a Engels (en el congreso de Zürich), y tuvo que ver con la «justicia» por motivos políticos, pese a que su status de socialista era muy académico.

Los escritos marxistas de Labriola proceden de los años 1895-1903. El primero es el citado In memoria del Manifestó dei comunisti (1895). C roce, por entonces aún ex-alumno entusiasta de Labriola, promovió la edición del texto. En 1896 apareció Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare. Y en 1899 el ensayo traducido en el presente volumen, Discorrendo di socialismo e di filosofía, unas cartas a Georges Sorel. Los tres ensayos se habrían completado con un cuarto —Da un secolo all'altro— que quedó sin terminar al morir Labriola el 2 de febrero de 1904. Las principales actividades de sus últimos años fueron polémicas, determinadas por la primera de las «crisis del marxismo», la de finales y principios de siglo (Bernstein dentro de la socialdemocracia, Sorel, Croce fuera de ella). Labriola siguió dando sus clases universitarias hasta fines del curso 1902-03. . . . . . . . . . . [ . . . . . . . . . .] . . . . 

 

 

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