PREFACIO.
En el séptimo volumen de las Obras Escogidas de V. I. Lenin en doce tomos hemos incluido los más importantes trabajos y discursos de Lenin correspondientes al período comprendido entre julio de 1917 y febrero de 1918, es decir, el período en que se preparó y realizó la Gran Revolución Socialista de Octubre y los primeros meses de Poder soviético.
Abre el tomo una relevante obra del marxismo creador —El Estado y la revolución—, escrita en agosto y septiembre de 1917 y publicada en un libro en 1918.
La primera guerra mundial de 1914-1918 aceleró el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, agravó en grado extraordinario las contradicciones del sistema de producción capitalista y la principal de ellas (entre el trabajo y el capital), condujo a una crisis revolucionaria en distintos países imperialistas e inició "una cadena de revoluciones proletarias socialistas".
Los oportunistas que militaban entonces en la socialdemocracia internacional combatían la doctrina marxista de la revolución socialista y de la dictadura del proletariado, así como la destrucción de la máquina estatal burguesa y su sustitución con otra, proletaria. Propugnaban la idea do la integración pacífica del capitalismo en el socialismo, en tanto que los ideólogos anarquistas de la pequeña burguesía se pronunciaban, en general, contra todo Estado, incluido, el Estado de la dictadura del proletariado.
En febrero de 1917, la autocracia fue derrocada en Rusia; pero la revolución no se detuvo ahí, sino que siguió desarrollándose. Por eso, el problema de la actitud de la revolución socialista del proletariado ante un Estado adquirió magna importancia teórica y práctica.
En la obra El Estado y la revolución, Lenin expuso y desarrolló de manera sistemática la doctrina del Estado, concebida por Marx y Engels, como una categoría socio-histórica vinculada indisolublemente al carácter clasista de la sociedad.
La situación política interior de Rusia —que cambiaba con rapidez en aquel período—, el crecimiento arrollador del proceso revolucionario y la contraofensiva de respuesta de la reacción en julio de 1917 requerían que el Partido Comunista supiera modificar a tiempo y con decisión su táctica de lucha. Surgió el problema de hacer pasar el poder político a manos del proletariado, de llevar a cabo la revolución socialista. En sus obras A propósito de las consignas, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla,
¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder? y algunas otras, Lenin trazó y argumentó un programa de medidas urgentes que permitieran al Estado proletario sacar a Rusia de la crisis política, militar y económica y, al mismo tiempo, sentaran las bases de la etapa inicial de la edificación del socialismo. Este programa expresa las principales leyes objetivas del desarrollo de la revolución socialista, comunes a todos los países.
En el tomo se publican después, en orden cronológico, documentos de tanta importancia histórica como el Informe sobre la paz, presentado al II Congreso de los Soviets de toda Rusia el 26 de octubre (8 de noviembre) de 1917, el Informe y el Decreto acerca de la tierra, la Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado (III Congreso de los Soviets) y el conocidísimo artículo ¿Cómo debe organizarse la emulación? En este trabajo se esclarecen la primera experíencia práctica de la nueva organización del trabajo, trabajo libre, no forzado; los gérmenes de la función desempeña el trabajo humano, completamente nueva en la historia universal, como una necesidad natural, como una actividad cuyo fin no es obtener sólo ventajas personales, sino satisfacer las necesidades de toda la colectividad laboral, de toda la sociedad.
Todos los trabajos y discursos incluidos en este volumen han sido traducidos de la 5ª edición en ruso de las Obras Completas de V. I. Lenin, preparada por el Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al CC del PCUS, indicándose al pie de cada trabajo el tomo y las páginas correspondientes.
La editorial.
EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN.
La doctrina marxista del estado y las tareas proletariado en la revolución.[1]
Prefacio a la primera edición.
El problema del Estado adquiere en la actualidad una importancia singular tanto en el aspecto teórico como en el político práctico. La guerra imperialista ha acelerado y enconado extraordinariamente el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La monstruosa opresión de las masas trabajadoras por el Estado, que se funde más y más estrechamente con las omnipotentes asociaciones de los capitalistas, adquiere proporciones cada día más espantosas. Los países adelantados se convierten —y al decir esto nos referimos a su “retaguardia”— en presidios militares para los obreros.
Los inauditos horrores y calamidades de esta larguísima guerra hacen insoportable la situación de las masas y aumentan su indignación. Progresa a todas luces la revolución proletaria internacional, y su actitud ante el Estado adquiere una importancia práctica.
Los elementos de oportunismo acumulados durante decenios de desarrollo relativamente pacífico crearon la corriente del socialehovinismo imperante en los partidos socialistas oficiales del mundo entero.
Esta corriente (Plejánov, Potrésov, Breshkóvskaya, Rubanóvich y, luego, en una forma levemente velada, los señores Tsereteli, Chernov y Cía., en Rusia; Scheidemann, Legien, David y otros, en Alemania; Renaudel, Guesde y Vandervelde, en Francia y en Bélgica; Hyndman y los fabianos,[2]en Inglaterra, etc., etc.), socialismo de palabra y chovinismo de hecho, se distingue por la adaptación vil y lacayuna de “los jefes del socialismo” a los intereses no sólo de “su” burguesía nacional, sino precisamente de “su” Estado, pues la mayoría de las llamadas grandes potencias hace ya largo tiempo que explotan y esclavizan a muchos pueblos pequeños y débiles. Y la guerra imperialista es precisamente una guerra por el reparto y la redistribución de esta clase de botín. La lucha por arrancar a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesía en general, y de la burguesía imperialista en particular, es imposible sin combatir los prejuicios oportunistas acerca del “Estado”.
Comenzamos por examinar la doctrina de Marx y Engels sobre el Estado, deteniéndonos con minuciosidad singular en los aspectos de esta doctrina olvidados o tergiversados de un modo oportunista. Luego analizaremos especialmente la posición del representante principal de estas tergiversaciones, Carlos Kaustky, el líder más conocido de la II Internacional (1889-1914), que tan dolorosa bancarrota ha sufrido durante la guerra actual. Por último, haremos el balance fundamental de la experiencia de la revolución rusa de 1905 y, sobre todo, de la de 1917. Esta última está terminando, al parecer, en los momentos actuales (comienzos de agosto de 1917) la primera fase de su desarrollo; pero toda esta revolución, en términos generales, puede ser comprendida únicamente como un eslabón de la cadena de revoluciones proletarias socialistas suscitadas por la guerra imperialista. Así pues, la actitud de la revolución socialista del proletariado ante el Estado adquiere no sólo una importancia política práctica, sino la mayor actualidad, pues se trata de explicar a las masas lo que deberán hacer para sacudirse, en un porvenir inmediato, el yugo del capital.
El Autor.
Agosto de 1917.
Prefacio a la segunda edición.
Esta edición, la segunda, apenas contiene modificaciones. No se ha hecho más que añadir el apartado 3 al capítulo II.
El Autor.
Moscú
17 de diciembre de 1918.
Capítulo I. La sociedad de clases y el estado.
1. El estado, producto del carácter inconciliable de las contradicciones de clase.
Con la doctrina de Marx acaece hoy lo que ha ocurrido repetidas veces en la historia con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los líderes de las clases oprimidas en su lucha por la emancipación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les sometían a constantes persecuciones, acogían sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso y las campañas más desenfrenadas de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de la doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta y envileciéndola. En semejante “corrección” del marxismo se dan hoy la mano la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano y adulteran el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano y ensalzan lo que eso parece ser aceptable para la burguesía. Todos los socialchovinistas son ahora —¡bromas aparte!— “marxistas”. Y los científicos burgueses alemanes, que todavía ayer eran especialistas en pulverizar el marxismo, hablan con frecuencia creciente, ¡de un Marx “nacional-alemán” que, según ellos, educó las asociaciones obreras tan magníficamente organizadas para la guerra de rapiña!
Ante tal situación, ante la inaudita difusión de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión consiste, sobre todo, en restablecerla verdadera doctrina de Marx acerca del Estado. Para ello es necesario citar numerosos y largos pasajes de las propias obras de Marx y Engels. Es claro que las
citas largas hacen pesada la exposición y en nada contribuyen a darle un carácter popular. Pero es imposible en absoluto prescindir de ellas. Habrá que citar del modo más completo posible todos los pasajes, o, al menos, todos los pasajes decisivos de las obras de Marx y Engels sobre el problema del Estado, para que el lector pueda formarse por sí mismo una noción del conjunto de ideas de los fundadores del socialismo científico y del desarrollo de estas ideas, así como para demostrar documentalmente y patentizar con toda claridad la tergiversación de estas ideas por el “kautskismo” hoy imperante.
Comencemos por la obra más difundida de F. Engels —El origen de la familia, la propiedad privaday el Estado—, de la que ya en 1894 se publicó en Stuttgart la sexta edición. Deberemos traducir las citas de los originales alemanes, pues las traducciones rusas, con ser tan numerosas, son en gran parte incompletas o deficientes en extremo.
“El Estado —dice Engels, resumiendo su análisis histórico— no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera a la sociedad; tampoco es “la realidad de la idea moral”, ni “la imagen y la realidad de la razón”, como afirma Hegel[3]. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos inconciliables, que es impotente para conjurarlos. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido de la sociedad pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado” (págs. 177-178 de la sexta edición alemana).
En este pasaje se expresa con plena claridad la idea fundamental del marxismo en cuanto al papel histórico y a la significación del Estado. El Estado es producto y manifestación de la inconciliabilidad de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en la medida en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son inconciliables.
En este punto importantísimo y cardinal comienza precisamente la adulteración del marxismo, la cual sigue dos direcciones fundamentales.
De una parte, los ideólogos burgueses —y, sobre todo, pequeñoburgueses—, obligados por la presión de hechos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado existe únicamente donde hay contradicciones de clase y lucha de clases, “corrigen” a Marx de tal manera que el Estado resulta ser un órgano de conciliación de las clases. Según Marx, el Estado no podría surgir ni mantenerse si fuera posible la conciliación de las clases. A juicio de los profesores y publicistas pequeñoburgueses y filisteos —¡que a cada paso invocan benévolos a Marx!— resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del “orden” que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. En opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra. Para ellos, amortiguar los choques significa conciliar, y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha con el fin de derrocar a los opresores.
Por ejemplo, durante la revolución de 1917, cuando el problema de la significación y del papel del Estado se planteó precisamente en toda su magnitud, en el terreno práctico, como un problema de acción inmediata y, además, de masas, todos los eseristas (socialistas-revolucionarios) y mencheviques[4]cayeron en el acto y por entero en la teoría pequeñoburguesa de la “conciliación” de las clases “por el Estado”. Innumerables resoluciones y artículos de los políticos de ambos partidos están saturados de esta teoría pequeñoburgusa y filistea de la “conciliación”. La democracia pequeñoburgusa jamás podrá comprender que el Estado es el órgano de dominación de una clase determinada, la cual no puede conciliarse con su antípoda (con la clase opuesta a ella). La actitud ante el Estado es uno de los síntomas más patentes de que nuestros eseristas y mencheviques no son, en modo alguno, socialistas (cosa que nosotros, los bolcheviques, hemos demostrado siempre), sino demócratas pequeñoburgueses con una fraseología casi socialista.
De otra parte, la adulteración “kautskiana” del marxismo es bastante más sutil. “Teóricamente”, no se niega ni que el Estado sea el órgano de dominación de una clase ni que las contradicciones de clase sean inconciliables. Pero se pasa por alto o se oculta lo siguiente; si el Estado es un producto de la inconciliabilidad de las contradicciones de clase, si es una fuerza situada por encima de la sociedad y que “se divorcia más y más de la sociedad”, resulta claro que la liberación de la clase oprimida es imposible no sólo sin una revolución violenta, sino también sin destruir la máquina del Poder estatal creada por la clase dominante y en la que toma cuerpo dicho “divorcio”. Como veremos más adelante, Marx llegó a esta conclusión, teóricamente clara de por sí, con la mayor precisión, tomando como base un análisis histórico concreto de las tareas de la revolución. Y esta conclusión es precisamente —como expondremos con todo detalle en las páginas siguientes— la que Kautsky... ha “olvidado” y falseado.
2. Los destacamentos especiales de hombres armados, las cárceles, etc.
“...Frente a la antigua organización gentilicia (de tribu o de clan)[5]—prosigue Engels—, el Estado se caracteriza, en primer lugar, por la agrupación de sus súbditos según divisiones territoriales…”
Esta agrupación nos parece “natural”, pero requirió una larga lucha contra la antigua organización en gens o en tribus.
“...El segundo rasgo característico es la institución de una fuerza pública, que ya no es el pueblo armado. Esta fuerza pública especial hácese necesaria porque desde la división de la sociedad en clases es ya imposible una organización armada espontánea de la población... Esta fuerza pública existe en todo Estado; y no está formada sólo por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las cárceles y las instituciones coercitivas de todo género, que la sociedad gentilicia (de clan) no conocía...”
Engels desarrolla la noción de esa “fuerza”, denominada Estado, que brota de la sociedad, pero se sitúa por encima de ella y se divorcia cada vez más de ella. ¿En qué consiste, principalmente, esta fuerza? En destacamentos espéciales de hombres armados, que disponen de cárceles, etc.
Tenemos derecho a hablar de destacamentos especiales de hombres armados, pues la fuerza pública, propia de todo Estado, “no es ya” la población armada, su “organización armada espontánea”.
[1]Lenin escribió el libroEl Estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución en agosto y septiembre de 1917, en la clandestinidad (en Razliv y Helsingfors). La obra vio la luz en 1918, en Petrogrado.
La segunda edición apareció en 1919. Lenin agregó un nuevo apartado, Cómo planteaba Marx la cuestión en 1852, al segundo capítulo. El libro ha alcanzado gran difusión en la URSS y en el extranjero.
[2]Fabianos: miembros de la Sociedad Fabiana, organización reformista inglesa fundada en 1884. Esta sociedad debe su nombre al caudillo romano Fabio Máximo (s. III a. n. c.), llamado Cunctátor (El Contemporizador) por su táctica expectante, que consistía en rehuir los combates decisivos en la guerra contra Aníbal. Los miembros de la Sociedad Fabiana eran principalmente intelectuales burgueses: científicos, escritores y políticos (S. y B. Webb, Bernardo Shaw, Ramsay MacDonald y otros); negaban la necesidad de la lucha de clase del proletariado y de la revolución socialista y afirmaban que el paso del capitalismo al socialismo es posible únicamente por medio de pequeñas reformas y transformaciones paulatinas de la sociedad. Lenin definió el fabianismo como "una tendencia de oportunismo extremo". En 1900, la Sociedad Fabiana ingresó en el Partido Laborista. El "socialismo fabiano" es una de las fuentes de la ideología laborista. Durante la primera guerra mundial (1914-1918), los fabianos mantuvieron una posición socialchovinista
[3]Hegel expuso la teoría del Estado en la parte final del libro Grundlinien der Philosophie des Rechts("Fundamentos de filosofía del Derecho"), publicado en 1821. Marx hizo un amplio análisis del libro de Hegel (§§ 261-313, en los que se trata del Estado) en su obra Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho. Las conclusiones a que llegó Marx como resultado del análisis crítico de las concepciones de Hegel fueron comentadas por Engels, en su artículo Carlos Marx, con las siguientes palabras: "Partiendo de la filosofía hegeliana del Derecho, Marx llegó al convencimiento de que la clave para comprender el proceso del desarrollo histórico de la humanidad no hay que buscarla en el Estado, presentado por Hegel como "la culminación del edificio", sino, por el contrario, en "la sociedad civil", de la que Hegel hablaba con tanto desprecio"
[4]Eseristas (Socialistas-revolucionarios): partido pequeñoburgués fundado en Rusia a fines de 1901 y comienzos de 1902. Los eseristas reivindicaban la abolición de la propiedad privada de la tierra y la entrega de ésta a las comunidades campesinas, según el principio de su usufructo igualitario. No veían las diferencias de clase entre el proletariado y el campesinado, velaban la disociación del campesinado en clases y las contradicciones en su seno -entre los campesinos pobres y los kulaks (burguesía rural)- y rechazaban el papel dirigente del proletariado en la revolución. Eran peculiares de los eseristas el aventurerismo en política y, como principal método de lucha contra el zarismo, el terrorismo individual.
Después de triunfar la revolución democrática burguesa de febrero de 1917, los eseristas, en unión de los mencheviques, fueron el principal punto de apoyo del Gobierno Provisional contrarrevolucionario, del que formaron parte los líderes de dicho partido, En los años de la intervención extranjera y de la guerra civil en Rusia, los eseristas lucharon contra el Poder soviético.
Mencheviques: corriente oportunista en la socialdemocracia rusa, una de las tendencias del oportunismo internacional. Quedó formada en el II Congreso del POSDR (1903) con adversarios de la Iskra leninista. Al elegirse en el congreso los organismos centrales del partido, los leninistas obtuvieron la mayoría ("bolshinstvó"), en tanto que los oportunistas quedaron en minoría ("menshinstvó"). Tal es el origen de las denominaciones "bolcheviques" (mayoritarios) y "mencheviques" (minoritarios). Los mencheviques rechazaron el programa revolucionario del partido, la hegemonía del proletariado en la revolución y la alianza de la clase obrera y del campesinado, propugnando un acuerdo con la burguesía liberal.
Al ser derrotada la revolución de 1905-1907, los mencheviques pretendieron liquidar el partido revolucionario clandestino del proletariado. En 1917 colaboraron en el Gobierno Provisional burgués, y después de triunfar la Gran Revolución Socialista de Octubre se unieron a otros partidos contrarrevolucionarios en la lucha contra el Poder soviético
[5]Organización gentilicia (de tribu o de clan) de la sociedad: régimen de la comunidad primitiva o primera formación socioeconómica que conoce la historia de la humanidad. La comunidad gentilicia era una colectividad de consanguíneos, unidos por lazos económicos y sociales. El régimen gentiliciopasó por dos períodos de desarrollo: el matriarcado y el patriarcado. Este último culminó en la transformación de la sociedad primitiva en una sociedad dividida en clases y en el surgimiento del Estado. La propiedad social en los medios de producción y la distribución igualitaria de los productos constituían la base de las relaciones de producción del régimen primitivo, lo que correspondía, en lo fundamental, al bajo nivel de desenvolvimiento de las fuerzas productivas y a su carácter en aquel período.
Véase acerca del régimen de la sociedad primitiva: C. Marx, Extracto del libro de Conway Lloyd Morgan "La sociedad antigua”. F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
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