SOBRE EL COOPERATIVISMO [1]
I
Me parece que no se presta atención suficiente al movimiento cooperativo en nuestro país. No todos comprenden que ahora, a partir de la Revolución de Octubre, y a pesar de la NEP (por el contrario, en este sentido habría que decir: a causa de la NEP), nuestro movimiento cooperativo adquiere una gran significación. En los sueños de los viejos cooperativistas hay mucha fantasía; tanta, que a menudo resultan cómicos. ¿En qué consiste esta fantasía? En que la gente no comprende la significación fundamental, esencial, de la lucha política de la clase obrera por derrocar la dominación de los explotadores. Nosotros hemos derrocado la dominación de los explotadores, y mucho de lo que era fantástico, incluso romántico, incluso trivial, en los sueños de los viejos cooperativistas, es ahora sencilla realidad.
En efecto, dado que el poder estatal está en manos de la clase obrera, dado que a este poder estatal le pertenecen todos los medios de producción, la única tarea que nos resta es organizar a la población en cooperativas. Con la mayoría de la población organizada en cooperativas, el socialismo, que antes despertaba justificadas burlas, sonrisas y actitudes desdeñosas por parte de quienes estaban convencidos, y con razón, de la necesidad de librar la lucha de clases, la lucha por el poder político, etc., logrará forzosamente su objetivo. Ahora bien, no todos los camaradas advierten la enorme, la infinita importancia que adquiere ahora organizar en cooperativas a la población de Rusia. Al adoptar la NEP hicimos una concesión al campesino en su calidad de comerciante, una concesión al principio del comercio privado; precisamente de ello emana (al contrario de lo que algunos creen) la inmensa importancia del movimiento cooperativo.
Lo que necesitamos, en síntesis, es organizar en cooperativas a la población de Rusia, en escala suficientemente amplia, bajo la NEP, pues ahora hemos encontrado el grado de conjugación del interés privado, del interés comercial privado, con la verificación y control de este interés por el Estado, el grado de su subordinación a los intereses generales, lo que antes constituyó un escollo para muchos socialistas. En efecto, el poder del Estado sobre todos los grandes medios de producción, este poder en manos del proletariado, la alianza de este proletariado con millones y millones de pequeños y muy pequeños campesinos, la garantía de que la dirección del campesinado la ejerce el proletariado, etc., ¿no es eso todo lo necesario para construir la sociedad socialista completa partiendo de las cooperativas, sólo de las cooperativas, que antes ridiculizábamos por mercantilistas y que ahora, bajo la NEP, merecen también en cierto modo el mismo trato? ¿No es eso todo lo necesario para construir la sociedad socialista completa? No es todavía la construcción de la sociedad socialista, pero sí todo lo necesario y suficiente para ello.
Pues bien, esta circunstancia misma es subestimada por muchos de nuestros militantes dedicados al trabajo práctico. Desprecian nuestras cooperativas, no comprenden su excepcional importancia, en primer lugar desde el punto de vista de los principios (la propiedad del Estado sobre los medios de producción), y en segundo lugar desde el punto de vista del paso al nuevo sistema por el camino más sencillo, más fácil y más aceptable para el campesino.
Y esto, una vez más, es de importancia fundamental. Una cosa es trazar planes fantásticos para construir el socialismo mediante todo tipo de asociaciones obreras, y otra aprender en la práctica a construir el socialismo de modo tal que cada pequeño campesino participe en ella. Esa es la etapa que hemos alcanzado ahora, y es indudable que, después de haberla alcanzado, la aprovechamos muy poco.
Al implantar la NEP fuimos demasiado lejos, pero no porque atribuimos demasiada importancia al principio de la empresa y el comercio libres; fuimos demasiado lejos porque perdimos de vista las cooperativas, porque ahora las menospreciamos, porque ya empezamos a olvidar la enorme importancia de las cooperativas desde los dos puntos de vista arriba indicados.
Me propongo ahora exponer al lector lo que puede y debe hacerse cu la práctica y de inmediato, sobre la base del principio "cooperativo". ¿Con qué recursos es posible, y necesario, desarrollar de inmediato este principio "cooperativo", de modo tal que resulte claro para todos su significado socialista?
Es necesario organizar la cooperación políticamente, de suerte que no sólo represente en general y siempre ciertas ventajas, sino que estas ventajas sean de índole puramente material (interés bancario favorable, etc.). Se debe conceder a las cooperativas préstamos del Estado, superiores aunque sea en pequeña medida a los préstamos que se otorgan a las empresas privadas, incluso a la industria pesada, etc.
Todo régimen social necesita, para surgir, del apoyo financiero de una clase determinada. Huelga mencionar los centenares de millones de rublos que costó el nacimiento del capitalismo "libre". Ahora debemos comprender, para obrar en consecuencia, que el régimen social al que hoy debemos prestar una ayuda extraordinaria es el régimen cooperativo. Pero hay que ayudarlo en el verdadero sentido de la palabra, es decir, no bastará interpretarlo como una ayuda similar a la que se presta a cualquier tipo de actividad cooperativa, sino que por ayuda debemos entender el apoyo al comercio cooperativo, en el cual deben participar en forma efectiva masas verdaderamente grandes de la población. Entregar una prima al campesino que participa en el comercio cooperativo es sin duda una forma acertada de ayuda, pero el problema es verificar el carácter de esa participación, verificar si es conciente, y verificar su valor. Cuando un cooperativista llega a una aldea y abre allí un almacén cooperativo, la población, a decir verdad, no participa; pero al mismo tiempo, y guiada por sus propios intereses; se apresurará a tratar de participar.
Este problema tiene otro aspecto. No nos queda mucho por hacer, desde el punto de vista de un europeo "civilizado" (ante todo que sepa leer y escribir) para inducir absolutamente a todos a que participen, no de manera pasiva, sino activa en las operaciones de las cooperativas. A decir verdad, nos resta "sólo" una cosa: lograr que nuestro pueblo sea tan "civilizado" como para comprender todas las ventajas que representa la participación de todos en la labor de las cooperativas, y para que organice esa participación. "Sólo" eso. Ninguna otra sabiduría se necesita ahora para avanzar hacia el socialismo. Mas para realizar ese "sólo" es preciso una verdadera revolución, un período de desarrollo cultural de todo el pueblo. Por lo tanto, nuestra norma debe ser: la menor cantidad posible de lucubraciones y vueltas.
En este sentido, la NEP es un progreso, pues se adapta al nivel del campesino más comente y no le exige nada superior. Pero se requerirá toda una época histórica para lograr que por medio de la NEP el conjunto de la población tome parte en la labor de las cooperativas; en el mejor de los casos lograremos esto en una o dos décadas. No obstante, será una época histórica distinta, y sin esta época histórica, sin terminar con el analfabetismo, sin un grado adecuado de eficiencia, sin preparar suficientemente a la población para que se acostumbre a recurrir a los libros, y sin la base material para ello, sin lo suficiente, en cierta medida, para asegurarla, por ejemplo, contra las malas cosechas, el hambre, etc., sin esto no podremos alcanzar nuestro objetivo. Lo necesario ahora es aprender a combinar el amplio campo de acción revolucionario, el entusiasmo revolucionario que hemos revelado, y revelado ampliamente, y coronado con un éxito completo; aprender a combinar esto con (estoy casi dispuesto a decirlo) la habilidad necesaria para ser un comerciante inteligente y eficiente, lo que basta para ser un buen cooperativista. Cuando hablo de habilidad me refiero a la habilidad de ser un comerciante culto. Que lo entiendan bien los rusos, o los campesinos, que piensan: el que comercia es buen comerciante. Esto es por completo equivocado. Es cierto que comercian, pero de ahí a ser un comerciante culto hay mucha distancia. Comercian ahora al estilo asiático, pero para convertirse en un buen comerciante es necesario comerciar al estilo europeo. Están separados de eso por toda una época.
Termino: hay que otorgar a las cooperativas una serie de privilegios económicos, financieros y bancarios; en esto debe consistir el apoyo de nuestro Estado socialista al nuevo principio según el cual debe organizarse la población. Pero esto es sólo el bosquejo general de la tarea; no define ni describe en detalle todo el contenido de la tarea práctica, es decir, debemos encontrar qué forma de "prima" concederemos (y las condiciones en que la concederemos) por incorporarse a las cooperativas,, forma de prima que nos permita prestar ayuda suficiente a las cooperativas, forma de prima que preparará cooperativistas cultos. Y cuando existe la propiedad social de los medios de producción y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía el sistema de cooperativistas civilizados es el sistema del socialismo.
4 de enero de 1923.
II
Cada vez que escribí acerca de la nueva política económica, cité siempre mi artículo de 1918 acerca del capitalismo de Estado[2]. Esto, en más de una ocasión, despertó dudas entre algunos camaradas jóvenes. Pero sus dudas giraban principalmente en torno de cuestiones políticas abstractas.
Les parecía que no se debía calificar de "capitalismo de Estado" a un régimen en el que los medios de producción pertenecen a la clase obrera, a una clase obrera que tiene el poder estatal. Sin embargo no advertían que utilicé la expresión "capitalismo de Estado", en primer lugar, para establecer la vinculación histórica entre nuestra posición actual y la posición adoptada en mi polémica contra los llamados comunistas de izquierda; también expuse entonces que el capitalismo de Estado sería superior a nuestra economía actual. Para mí era importante mostrar la continuidad entre el capitalismo de Estado común y el capitalismo de estado poco común, incluso muy poco común, al que me referí cuando introduje al lector en la nueva política económica. En segundo lugar, para mí siempre tuvo gran importancia el objetivo práctico. Y en relación con nuestra nueva política económica el objetivo práctico consistía en entregar concesiones, las cuales, sin duda alguna, en las condiciones imperantes en nuestro país, representarían un tipo puro de capitalismo de Estado. Así es cómo argumenté sobre el capitalismo de Estado.
Pero hay otro aspecto de la cuestión, en el cual podríamos necesitar el capitalismo de Estado, o por lo menos una equiparación con él. Se trata de las cooperativas.
No hay duda de que las cooperativas, en el Estado capitalista, son instituciones capitalistas colectivas. Tampoco hay duda de que en nuestras actuales condiciones económicas, cuando combinamos las empresas capitalistas privadas —pero sólo sobre la base de la tierra socializada, y sólo bajo el control del Estado obrero— con las de tipo efectivamente socialista (los medios de producción, la tierra en que se hallan las empresas y todas las empresas en conjunto pertenecen al Estado), surge el problema de un tercer tipo de empresas, las cooperativas, que antes no eran consideradas como un tipo independiente que se diferencie fundamentalmente de las otras. Bajo el capitalismo privado, las empresas cooperativas se diferencian de las empresas capitalistas lo mismo que las empresas colectivas se diferencian de las empresas privadas. Bajo el capitalismo de Estado, las empresas cooperativas se diferencian de las empresas capitalistas estatales, en primer lugar porque son empresas privadas, y en segundo lugar, porque son empresas colectivas. Bajo nuestro sistema actual, las empresas cooperativas se diferencian de las empresas capitalistas privadas porque son empresas colectivas, pero no se diferencian de las empresas socialistas si la tierra en que se hallan y los medios de producción pertenecen al Estado, es decir, a la clase obrera.
Esta circunstancia no la tenemos suficientemente en cuenta cuando se discute sobre las cooperativas. Se olvida que debido a los rasgos peculiares de nuestro régimen estatal, nuestras cooperativas adquieren una significación en verdad excepcional. Si dejamos a un lado las concesiones, que dicho sea de paso no han alcanzado en el país un desarrollo importante, en nuestras condiciones la cooperación casi siempre coincide plenamente con el socialismo.
Me explicaré. ¿Por qué eran fantásticos los planes de los viejos cooperativistas, a partir de Robert Owen? Porque soñaban con trasformar pacíficamente la sociedad moderna en socialismo sin tener en cuenta problemas tan fundamentales como el de la lucha de clases, la conquista del poder político por la clase obrera, el derrocamiento de la dominación de la clase explotadora. Por eso tenemos razón cuando consideramos que ese socialismo "cooperativo" es puramente fantástico, y que es romántico y hasta trivial, el sueño de trasformar a los enemigos de clase en colaboradores de clase y a la guerra de clases en paz de clases (la llamada paz civil) mediante la simple organización de la población en cooperativas.
Es indudable que teníamos razón desde el punto de vista de la tarea fundamental de la actualidad, ya que no se puede establecer el socialismo sin la lucha de clases por el poder político en el Estado.
Pero fíjense cómo han cambiado ahora las cosas, debido a que el poder estatal está en manos de la clase obrera, a. que el poder político de los explotadores ha sido abatido y todos los medios de producción (excepto los que el Estado obrero voluntariamente, por cierto tiempo y en determinadas condiciones, cede a los explotadores en forma de concesiones) pertenecen a la clase obrera.
Ahora tenemos el derecho de decir que para nosotros el simple desarrollo de la cooperación (salvo la "pequeña" excepción indicada más arriba) se identifica con el desarrollo del socialismo, y al mismo tiempo nos vemos obligados a reconocer que se ha producido un cambio radical en toda nuestra visión del socialismo. Este cambio radical consiste en que antes poníamos el acento fundamental, y así debía ser, en la lucha política, en la revolución, en la conquista del poder, etc. Ahora el acento cambia y se desplaza hacia el trabajo pacífico, organizativo, "cultural". Diría que el acento se desplaza hacia el trabajo educativo, si no fuera por nuestras relaciones internacionales, si no fuera porque tenemos que luchar en escala mundial por nuestra posición. Pero si dejamos esto a un lado y nos limitamos a las relaciones económicas internas, en realidad el acento de nuestro trabajo se desplaza hacia la educación.
Se nos plantean dos tareas principales, que constituyen la época. Una, reorganizar nuestro aparato, que no sirve en absoluto, y que recibimos íntegramente de la época anterior; en cinco años de lucha no lo reorganizamos drásticamente, y no podía ser de otro modo. Nuestra segunda tarea es el trabajo educativo entre los campesinos. Y el objetivo económico de este trabajo educativo entre los campesinos es organizar a éstos en cooperativas. Si se hubiera organizado a todos en cooperativas ahora nos afirmaríamos con ambos pies en terreno socialista. Pero organizar a todos en cooperativas presupone tal grado de cultura del campesino (precisamente del campesinado como inmensa mayoría de la población ), que sin una revolución cultural esa organización no puede lograrse.
Nuestros adversarios nos dijeron más de una vez que emprendíamos una tarea temeraria al proponernos implantar el socialismo en un país insuficientemente culto. Pero ellos se equivocaron porque comenzamos por el extremo opuesto al que prescribe la teoría (la teoría de todo género de pedantes) y porque en nuestro país la revolución política y social precedió a la revolución cultural, esa misma revolución cultural frente a la cual, no obstante, estamos ahora.
Esta revolución cultural sería hoy suficiente para convertir a nuestro país en un país completamente socialista, pero presenta inmensas dificultades, tanto de carácter puramente cultural (pues somos analfabetos) como material (pues para ser cultos debemos alcanzar cierto desarrollo de los medios materiales de producción, debemos tener cierta base material).
6 de enero de 1923.
Publicado por primera vez el 26
y 27 de mayo de 1923, en Pravda,
núms. 115 y 116.
Firmado: N. Lenin.
Se publica de acuerdo con la copia
mecanografiada de las notas del
secretario cotejada con el texto
del periódico.
[1] Lenin se proponía detenerse en el problema del cooperativismo en su informe al X Congreso de toda Rusia de Soviets. En el plan del informe, que elaboró en la primera mitad de diciembre, anotó: "La Unión Central de Sociedades de Consumidores: su significación especial". Vladímir Ilich solicitó a L. M. Jinchuk, presidente de esa institución datos sobre la actividad del movimiento cooperativo. en enero de 1923 N. K. Krúpskaia solicitó para Vladímir Ilich literatura sobre cooperativismo; le fue enviado un conjunto de libros sobre el tema.
Los artículos Sobre el cooperativismo y Nuestra revolución (A propósito de las notas de N. Sujánov) (véase el presente tomo, págs. 446-453 y 454-457) fueron entregados por N. K. Krúpskaia al Comité Central en mayo de 1923. El Buró Político aprobó el 24 de mayo la siguiente resolución: "Decidir la más rápida publicación de los artículos de Vladímir Ilich entregados por N. Konstantínovna, con la indicación de su fecha". El 26 de junio el Buró Político discutió el problema del cooperativismo a la luz del nuevo planteamiento en los artículos de V. I. Lenin.
Las ideas leninistas sobre la cooperación del campesinado sirvieron de base para la resolución del XIII Congreso del PC(b)R "Sobre el cooperativismo" y "Sobre el trabajo en el campo". "La línea fundamental del partido en cuanto a este problema, señaló el Congreso, fue indicada en el último artículo de Lenin Sobre el cooperativismo. Lenin expuso en este artículo el programa de desarrollo de la cooperación de la población rural, como medio fundamental de marcha hacia el socialismo en un país campesino... La actual situación del campo subraya con extraordinaria evidencia lo acertado del camino señalado por el camarada Lenin y exige la concentración de la atención fundamental del partido, en primer término en la cooperación del pequeño productor que deberá desempeñar un papel gigantesco en la tarea de la construcción del socialismo". 496
[2] Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXIX, "Infantilismo 'de izquierda y la mentalidad pequeñoburguesa". (Ed.)