NUESTRA REVOLUCIÓN

(A PROPÓSITO DE LAS NOTAS DE N. SUJÁNOV)[1]

 

I

En estos días he hojeado las notas de Sujánov sobre la revolución. Salta a la vista sobre todo la pedantería de todos nuestros demócratas pequeñoburgueses y de todos los héroes de la II Internacional. Sin hablar de que todos son extraordinariamente pusilánimes, de que incluso los mejores de ellos se fortalecen con salvedades cuando se trata de la menor desviación del modelo alemán; sin hablar de este rasgo común a todos los demócratas pequeñoburgueses, y que se puso de manifiesto con suficiente elocuencia durante toda la revolución, lo que salta a la vista es su imitación servil del pasado.

Todos ellos se llaman a sí mismos marxistas, pero su concepción del marxismo es insoportablemente pedante. No han comprendido lo decisivo en el marxismo: su dialéctica revolucionaria. Incluso las claras indicaciones de Marx de que durante la revolución es necesario ser flexibles al máximo[2] no las han comprendido en absoluto, e incluso les han pasado inadvertidas, por ejemplo, las manifestaciones de Marx en su correspondencia —creo que fue en 1856— cuando expresa la esperanza de que una guerra campesina en Alemania, capaz de crear una situación revolucionaria, se combine con el movimiento obrero.[3] Llegan a eludir esta clara indicación y dan vueltas alrededor de ella como un gato en torno de un tazón de leche caliente.

Su conducta es la de cobardes reformistas que temen apartarse de la burguesía; más aun, romper con ella; y al mismo tiempo cubren su cobardía con la más desenfrenada fraseología y jactancia. Pero lo evidente en todos ellos, incluso desde un punto de vista puramente teórico, es su absoluta incapacidad para comprender las siguientes consideraciones marxistas: hasta ahora han visto un camino determinado de desarrollo del capitalismo y de la democracia burguesa en Europa occidental, y no están en condiciones de concebir que este camino pueda ser tomado como modelo sólo mutatis mutandis, sólo con ciertas correcciones (por completo insignificantes desde el punto de vista del desarrollo general de la historia mundial).

Primero: la revolución vinculada con la primera guerra imperialista mundial. En tal revolución debían aparecer rasgos nuevos, o variaciones, resultantes precisamente de la guerra, pues jamás conoció el mundo guerra semejante que tuviera lugar en una situación similar. Comprobamos -que hasta ahora la burguesía de los países más ricos no ha logrado "normalizar" las relaciones burguesas después de la guerra. Mientras tanto, nuestros reformistas pequeños burgueses, que se dicen revolucionarios, consideraban y continúan considerando como límite (además, que no se puede pasar) las relaciones burguesas normales. E incluso su concepción de lo "normal" es extraordinariamente formal y estrecha.

Segundo: Les es por completo ajena la idea de que dentro de las leyes generales del desarrollo de la historia mundial no quedan en manera alguna excluidos, sino por el contrario, presupuestos, ciertos períodos peculiares de desarrollo, tanto en lo que hace a la forma como al orden de sucesión de ese desarrollo. Por ejemplo, no se les ocurre siquiera que Rusia, que se encuentra en la línea divisoria entre los países civilizados y los países que por primera vez son arrastrados de modo definitivo, por esta guerra, a la civilización —todos los países orientales, no europeos—, que Rusia debía manifestar ciertos rasgos distintivos, aunque acordes, claro está, con la línea general del desarrollo mundial, pero que diferencian su revolución de todas las que se produjeron en los países de Europa occidental e introducen algunas innovaciones parciales al desplazarse la revolución a los países de Oriente.

Por ejemplo, no puede ser más vulgar el argumento, que aprendieron de memoria durante el desarrollo de la socialdemocracia en Europa occidental, de que nosotros no hemos madurado aún para el socialismo, de que —como se expresan ciertos "eruditos" señores que militan en sus filas— en nuestro país no existen las premisas económicas objetivas para el socialismo. A ninguno de ellos se les ocurre preguntarse: ¿Y un pueblo que se encontró en una situación revolucionaria como la que se creó durante la primera guerra imperialista? ¿No podía, influido por su situación sin salida, lanzarse a una lucha que le brindara aunque más no fuese algunas perspectivas de asegurar condiciones un tanto inusuales que le' permitieran un más amplio desarrollo de la civilización?

"Rusia no ha alcanzado un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que haga posible el socialismo." Todos los héroes de la II Internacional, y entre ellos, por cierto, Sujánov, se empecinan en esta tesis. Repiten de mil maneras diferentes esta tesis indiscutible, que les parece decisiva para juzgar nuestra revolución.

Pero qué ocurre si la situación, que arrastró a Rusia a la guerra imperialista mundial en la cual estuvieron involucrados todos los países más o menos influyentes de Europa occidental y la hizo testigo de la víspera de las revoluciones que se estaban gestando o que parcialmente habían comenzado en oriente, originó circunstancias que pusieron a Rusia y su desarrollo en una posición que nos permitió alcanzar precisamente esa combinación de una "guerra campesina" con el movimiento obrero, sobre la que escribió en 1856 nada menos que un "marxista" como Marx como una de las posibles perspectivas para Rusia.

¿Qué ocurre si esta situación absolutamente sin salida, que multiplicó los esfuerzos de los obreros y campesinos, nos brindó la posibilidad de crear, de manera diferente que en todos los países de Europa occidental, los requisitos fundamentales de la civilización? ¿Ha cambiado a causa de ello la línea general de desarrollo de la historia mundial? ¿Ha cambiado la correlación básica cutre las clases básicas de todos los países que son o han sido arrastrados al curso general de la historia mundial?

¿Por qué entonces, si para construir el socialismo se requiere determinado nivel cultural (aunque nadie puede decir cuál es este determinado "nivel cultural", pues es diferente en cada país de Europa occidental), no podemos comenzar por la conquista, en forma revolucionaria, de los prerrequisitos para ese determinado nivel de cultura, ydespués, con ayuda del poder obrero y campesino y del sistema soviético, pasar a alcanzar a las demás naciones?

16 de enero de 1923. 

 

 

II

Dicen ustedes que para construir el socialismo hace falta civilización. Muy bien. ¿Pero entonces por qué no podíamos crear primero tales prerrequisitos de civilización en nuestro país, como la expulsión de los terratenientes y los capitalistas rusos, y después iniciar el movimiento hacia el socialismo? ¿En qué libros han leído que es inadmisible o imposible semejantes variaciones del habitual orden de sucesión histórica de los acontecimientos?

Creo que Napoleón escribía: On s'engage et puis... on voit, que en traducción libre quiere decir: "Primero hay que entablar una batalla seria y después ver qué ocurre". Pues bien, nosotros entablamos en 1917, primero un combate serio, y después analizamos detalles de desarrollo (desde el punto de vista de la historia mundial son por cierto detalles) como la paz de Brest, la NEP, etc. Y hoy no cabe duda de que hemos triunfado en lo fundamental.

Nuestros Sujánov, sin hablar ya de los socialdemócratas que están más a la derecha, nunca soñaron siquiera que las revoluciones pueden hacerse de otra manera. Nuestros filisteos europeos nunca soñaron siquiera que las futuras revoluciones en los países orientales, que poseen una población mucho más vasta y una diversidad mucho más vasta de condiciones sociales, presentarán sin duda rasgos aun más particulares que la revolución rusa.

No es necesario decir que el manual escrito siguiendo a Kautsky fue muy útil en su época. Pero ya es tiempo de renunciar a la idea de que en él se habían previsto todas las formas del desarrollo de la subsiguiente historia mundial. Y sería oportuno decir que quienes piensan de tal modo son simplemente tontos.

17 de enero de 1923.

 

Publicado el 30 de mayo de
1923 en el periódico Pravda, núm.
Firmado: Lenin.

Se publica de acuerdo con la copia mecanografiada
de las notas del secretario cotejada con el texto del periódico.

 

 

[1] 107 El artículos de Lenin Nuestra revolución fue escrito a propósito de los tomos tres y cuatro del libreo Notas sobre la revolución del destacado menchevique N. Sujánov (1922). El Diario de los secretarios de turno de Lenin, el 24 de diciembre de 1922 dice: "A Vladímir Ilich le sacaron el libro de Sujánov Notas sobre la revolución, tomos III y IV", y en la siguiente nota, del 29 de diciembre: "Los médicos le permitieron leer. Vladímir Ilich lee Notas sobre la revolución de Sujánov (tomos III y IV". Lenin comenzó a dictar sus notas el 16 y continuó el 17 de enero de 1923. En el diario se lee el 17 de enero: "Vladímir Ilich llamó por media hora entre las seis y las siete. Leyó  e introdujo correcciones en las notas acerca del libro de Sujánov sobre la revolución. Durante 10 ó 15 minutos dictó la continuación de las mismas".

El artículo fue entregado a la Redacción de Pravda por N. K. Krúpskaia sin título; la Redacción del diario le dio el título que tiene.  504

[2] Es evidente que Lenin tiene en cuenta la caracterización de la Comuna de París "como una forma política perfectamente flexible" en el trabajo de C. Marx "Laguerra civil en Francia" (véase C. Marx y F. Engeís, Obras escogidas, Buenos Aires, Ed. Cartago, 1957, pág. 358) y la elevada apreciación de la "flexibilidad de losparisienses" que hizo Marx en la carta a L. Kugelman del 12 de abril de 1871. (Ídem, pág. 755.) (Ed.)

[3] Lenin se refiere al siguiente párrafo de la carta de Marx a Engels del 16 de abril de 1856: "En Alemania todo dependerá de la posibilidad de apoyar la revolución proletaria con alguna segunda edición de la guerra campesina. Entonces todo marchará perfectamente". (Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pág. 749.)(Ed.)

 

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