MEJOR POCO, PERO MEJOR

 

En cuanto al problema de mejorar nuestro aparato estatal, la Inspección Obrera y Campesina no debe, en mi opinión, esforzarse por la cantidad ni apresurarse. Hasta ahora es tan poco lo que hemos podido reflexionar y ocuparnos de la calidad de nuestro aparato estatal, que sería legítimo cuidar de que su preparación fuese especialmente seria, de concentrar en la Inspección Obrera y Campesina un material humano de características realmente modernas, es decir, que no sea inferior a los mejores modelos de Europa occidental. Por cierto, esto es algo demasiado modesto para una república socialista, pero los primeros cinco años nos han llenado la cabeza de no poca desconfianza y escepticismo. Involuntariamente, influyen en nosotros esas cualidades, ante los que peroran demasiado o con demasiada ligereza, por ejemplo, sobre la "cultura proletaria": para empezar nos conformaríamos con una verdadera cultura burguesa; para empezar, podríamos prescindir de los tipos más tradicionales de la cultura preburguesa, es decir, de la cultura burocrática o feudal, etc. En los problemas de la cultura, lo más perjudicial es apresurarse y querer abarcar demasiado. Muchos de nuestros jóvenes escritores y comunistas deberían metérselo bien en la cabeza.

Pues bien, en cuanto al problema del aparato estatal, ahora debemos sacar de la experiencia anterior la conclusión de que sería mejor ir más despacio.

Nuestro aparato estatal es hasta tal punto deplorable, por no decir detestable, que primero debemos reflexionar profundamente de qué modo luchar contra sus deficiencias, recordando que esas deficiencias provienen del pasado, que, a pesar de haber sido radicalmente cambiado, no ha sido superado, no ha llegado a la etapa de una cultura que ha quedado en un lejano pasado. Planteo aquí precisamente el problema de la cultura, porque en esto debemos considerar como logrado sólo lo que se ha convertido en parte de la cultura, de la vida diaria y de las costumbres. Pero podemos decir que lo que hay de bueno en nuestro régimen social no fue profundamente meditado, comprendido ni sentido; que fue tomado al vuelo, sin haberlo verificado ni ensayado, sin haberlo confirmado mediante la experiencia, sin haberlo consolidado, etc. Es claro que tampoco podía ser de otro modo en una época revolucionaria, llevó del zarismo al sistema soviético.

Es el momento de que corrijamos esto. Debemos mostrar una saludable desconfianza hacia un avance demasiado rápido, hacia cualquier jactancia, etc. Debemos proponernos comprobar cada uno de los pasos hacia adelante que proclamamos cada hora, que damos cada minuto, y que luego, cada minuto, demostramos que son frágiles, inseguros y confusos. Lo más perjudicial en este caso sería apresurarnos. Lo más perjudicial sería creer que sabemos algo, aunque sea poco; o pensar que disponemos de una cantidad más o menos considerable de elementos para construir un aparato soviético, etc.

No, no tenemos tal aparato, e incluso los elementos del mismo que tenemos son ridículamente escasos, y debemos recordar que para crearlo no debemos escatimar tiempo y que necesitaremos muchos, muchos, muchos años.

¿Qué elementos tenemos para crear este aparato? Sólo dos. Primero, los obreros, entusiasmados por la lucha por el socialismo. Estos elementos no son suficientemente instruidos. Ellos quisieran proporcionarnos un aparato mejor. Pero no saben cómo hacerlo. No pueden hacerlo. No han alcanzado todavía el desarrollo y la cultura que son necesarios para esto. Y precisamente hace falta cultura. En esto nada se puede hacer de golpe, con una embestida, con bríos o energía o, en general, con cualquiera de las mejores cualidades humanas. Segundo, tenemos elementos de conocimiento, educación e instrucción que son ridículamente escasos, en comparación con todos los otros países.

Y aquí no debemos olvidar que aún somos demasiado propensos a compensar esos conocimientos (o creer que podemos compensarlos) con celo, apresuramiento, ,etc.

Para renovar nuestro aparato estatal es preciso que nos propongamos a toda costa: primero, estudiar; segundo, estudiar y tercero, estudiar, y después, comprobar que este conocimiento no quede reducido a letra muerta o a una frase de moda (y esto, no hay por qué ocultarlo, nos ocurre con demasiada frecuencia) sino que se convierta realmente en parte de nuestro propio ser que llegue a ser plena y verdaderamente un elemento integrante de la vida diaria. En una palabra, no debemos plantearnos las exigencias que se plantea la burguesía de Europa occidental, sino las exigencias que son dignas y adecuadas para un país que se ha propuesto convertirse en un país socialista.       

Las conclusiones que deben sacarse de lo antedicho son las siguientes: tenemos que convertir a la Inspección Obrera y Campesina en un instrumento para mejorar nuestro aparato, en una institución realmente ejemplar.

Para que pueda alcanzar el nivel necesario, es preciso lio olvidar la máxima: mide siete veces antes de cortar.

Para ello debemos utilizar lo mejor que tenemos en nuestro sistema social, y utilizarlo con el mayor cuidado, reflexión y conocimiento para crear el nuevo comisariato del pueblo.

Para ello debemos utilizar los mejores elementos que tenemos en nuestro sistema social: en primer lugar, los obreros avanzados, y en segundo lugar los elementos realmente esclarecidos, por los cuales podemos responder que no darán crédito a las palabras, que no dirán una sola palabra contra su conciencia, que no temerán reconocer cualquier dificultad, que no temerán ninguna lucha para lograr el objetivo que seriamente se han propuesto.

Llevamos cinco años de ajetreo tratando de mejorar nuestro aparato estatal, pero ha sido un simple ajetreo, que en estos cinco años ha demostrado ser inútil, o incluso vano, incluso nocivo. Este ajetreo creó la impresión de que trabajábamos, pero en realidad dad sólo entorpecía nuestras instituciones y nuestros cerebros.

Es preciso que por fin las cosas cambien.

Es preciso tomar como norma: mejor poca cantidad, pero mejor calidad. Es preciso tomar como norma: mejor dentro de dos años o aún de tres años, que apresurarse sin ninguna esperanza de formar un buen material humano.

Yo sé que esta norma será difícil de cumplir y aplicar en nuestras condiciones. Sé que la norma opuesta tratará de abrirse paso mediante mil subterfugios. Sé que habrá que oponerle enorme resistencia, que será necesaria una perseverancia diabólica, que en este aspecto el trabajo será, al menos durante los primeros años, infernalmente ingrato; y, sin embargo, estoy convencido de que sólo con este tipo de trabajo podemos lograr nuestro objetivo, y que sólo después de alcanzarlo podremos crear una república realmente digna de llamarse soviética, socialista, etc., etc., etc.

Es probable que muchos lectores hayan encontrado insignificantes las cifras que di como ejemplo en mi primer articulo[1] Estoy seguro de que se pueden hacer muchos cálculos para demostrar que esas cifras son insuficientes, pero considero que por encima de todo cálculo debemos poner otra cosa: nuestro interés por obtener una calidad realmente ejemplar.

Pienso que ha llegado por fin el momento de trabajar con toda seriedad en el mejoramiento de nuestro aparato estatal, el momento en que quizá lo más perjudicial sería apresurarse. Por eso quiero hacer una enérgica advertencia contra el abultamiento de esas cifras. En mi opinión, debemos, por el contrario, ser especialmente parcos con las cifras en este terreno. Hablemos con franqueza. El Comisariato del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina no goza en la actualidad de la menor autoridad. Todos saben que no hay instituciones peor organizadas que las de nuestra Inspección Obrera y Campesina, y que en las condiciones actuales nada podemos esperar de este comisariato del pueblo. Es preciso tenerlo bien en cuenta, si en verdad queremos crear, dentro de unos años, una institución que, primero, debe ser ejemplar; segundo, debe inspirar a todos absoluta confianza y tercero, demostrar a todos que realmente hemos justificado la labor de una institución que ocupa una posición tan elevada como la Comisión Central de Control. En mi opinión, debemos eliminar inmediata e irrevocablemente todas las normas generales respecto de la cantidad de empleados. En lo que se refiere a los empleados de la Inspección Obrera y Campesina, debemos seleccionarlos de un modo especial, y sólo sobre la base de las pruebas más rigurosas. ¿Qué objeto tendría, en efecto, crear un comisariato del pueblo cuyo trabajo se realizara de cualquier manera, que no inspirara la menor confianza, y cuya palabra no tuviese la menor autoridad? Pienso que nuestro principal objetivo, en el tipo de reorganización que ahora nos proponemos, debe ser evitar todo esto.

Los obreros que incorporemos como miembros a la Comisión Central de Control deben ser comunistas irreprochables; y pienso que será necesario hacer mucho todavía para enseñarles los métodos y objetivos de su trabajo. Además, debe haber un número determinado de secretarios para ayudar en este trabajo, a quienes debemos someter a una triple prueba antes de designarlos para esos cargos. Por último, los funcionarios que, en casos excepcionales, decidamos incorporar en seguida como empleados de la Inspección Obrera y Campesina tendrán que responder a las siguientes condiciones:

primero: deben ser recomendados por varios comunistas;

segundo: deben pasar un examen para comprobar sus conocimientos sobre nuestro aparato estatal;

tercero: deben pasar un examen sobre los fundamentos de la teoría de nuestro aparato estatal, los fundamentos de la dirección, el trabajo de oficina, etc.;

cuarto: trabajar en armonía con los miembros de la Comisión Central de Control y su secretariado, de manera tal que podamos responder por la labor de todo el aparato.

Sé que estas exigencias son extraordinariamente rigurosas, y mucho me temo que la mayoría de los colaboradores "prácticos" de la Inspección Obrera y Campesina las consideren irrealizables o las reciban con una sonrisa de .....................

 

[1] Véase el presente tomo, págs. 517-522. (Ed.)

 

 

  Ver el documento completo en