Sumario
11 Una breve premisa metodológica
Capítulo primero
¿Qué es el liberalismo?
Una serie de preguntas embarazosas
La revolución norteamericana y la revelación de una verdad embarazosa
El papel de la esclavitud entre las dos riberas del Atlántico
Holanda, Inglaterra, Estados Unidos
Irlandeses, indios y habitantes de Java
Grozio, Locke y los padres fundadores: una lectura comparada
El historicismo vulgar y la eliminación de la paradoja del liberalismo
Expansión colonial y renacimiento de la esclavitud: las posiciones de Bodino, Grozio y Locke
Capítulo segundo
Liberalismo y esclavitud racial: un singular parto gemelar
Limitación del poder y surgimiento de un poder absoluto sin precedentes
Autogobierno de la sociedad civil y triunfo de la gran propiedad
El esclavo negro y el siervo blanco: de Grozio a Locke
Pathos de la libertad y disgusto por la institución de la esclavitud: el caso Montesquieu
El caso Somerset y configuración de la identidad liberal
«No queremos ser tratados como negros»: la rebelión de los colonos
Esclavitud racial y posterior degradación de la condición del negro «libre»
Delimitación espacial y delimitación racial de la comunidad de los libres
La Guerra de Secesión y el reinicio de la polémica que se desarrolla con la revolución norteamericana
«Sistema político liberal», «modo liberal de sentir» e institución de la esclavitud
De la afirmación del principio de la «inutilidad de la esclavitud entre nosotros» a la condena de la esclavitud en cuanto tal
Capítulo tercero
Los siervos blancos entre metrópoli y colonias: la sociedad proto-liberal
Franklin, Smith y los «residuos de esclavitud» en la metrópoli
Desocupados, mendigos y casas de trabajo
Liberales, vagabundos y casas de trabajo
El siervo como soldado
Código penal, formación de una fuerza de trabajo bajo coacción y proceso de colonización
Los siervos por contrato
El «gran robo herodiano de los niños» pobres
Centenares o miles de miserables «diariamente ahorcados por nimiedades»
Una totalidad de características singulares
Trabajo asalariado y categorías de la esclavitud
Capítulo cuarto
¿Eran liberales la Inglaterra y los Estados Unidos de los siglos XVIII y XIX?
¿Eran liberales la Inglaterra y los Estados Unidos de los siglos XVIII y XIX?
El liberalismo imposible de encontrar en la Norteamérica de Tocqueville
Dominio absoluto y obligaciones comunitarias de los propietarios de esclavos
Tres legislaciones, tres castas, una «democracia para el pueblo de los señores»
Los libres, los siervos y los esclavos
Inglaterra y las tres «castas»
La reproducción de la casta servil y los inicios de la eugenesia
El liberalismo imposible de encontrar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
Liberalismo, «individualismo propietario», «sociedad aristocrática»
La «democracia para el pueblo de los señores» entre los Estados Unidos e Inglaterra
Capítulo quinto
La revolución en Francia y en Santo Domingo, la crisis de los modelos inglés y norteamericano y la formación del radicalismo en las dos riberas del Atlántico
El primer inicio liberal de la revolución francesa
Parlamentos, dietas, aristocracia liberal y servidumbre de la gleba
La revolución norteamericana y la crisis del modelo inglés
La transfiguración en tono universalista de la «democracia norteamericana para el pueblo de los señores»
Los colonos de Santo Domingo, el modelo norteamericano y el segundo inicio liberal de la revolución francesa
Crisis de los modelos inglés y norteamericano y formación del radicalismo francés
El inicio liberal de la revolución en América Latina y su resultado radical
Estados Unidos y Santo Domingo-Haití: dos polos antagónicos
Liberalismo y crítica del radicalismo abolicionista
La eficacia a largo plazo de la revolución negra desde abajo
El papel del fundamentalismo cristiano
¿Qué es el radicalismo? El contraste con el liberalismo
Liberalismo, auto-celebración de la comunidad de los libres y ocultación de la suerte deparada a los pueblos coloniales
La cuestión colonial y el desarrollo diferente del radicalismo en Francia, Inglaterra y Estados Unidos
El reflujo liberal del radicalismo cristiano
Liberalsocialismo y radicalismo
Capítulo sexto
La lucha por el reconocimiento de los instrumentos de trabajo en la metrópoli y las reacciones de la comunidad de los libres
Los excluidos y la lucha por el reconocimiento
El instrumento de trabajo se convierte en ciudadano pasivo
Invención de la ciudadanía pasiva y de la libertad negativa y restricción de la esfera política
«Leyes civiles» y «leyes políticas»
Despolitización y naturalización de las relaciones económicas y sociales
Liberalismo y radicalismo: dos distintas fenomenologías del poder
La nueva autorrepresentación de la comunidad de los libres como comunidad de los individuos
Derechos económicos y sociales, «hormiguero» socialista e «individualismo» liberal
¿Las críticas al liberalismo como reacción antimoderna?
«Individualismo» y represión de las coaliciones obreras
Reivindicaciones de los derechos económicos y sociales y paso del liberalismo paternalista al liberalismo socialdarwinista
Capítulo séptimo
El Occidente y los bárbaros: una «democracia para el pueblo de los señores» de dimensiones planetarias
Autogobierno de las comunidades blancas y empeoramiento de las condiciones de los pueblos coloniales
Abolición de la esclavitud y desarrollo del trabajo servil
Expansión de Europa a las colonias y difusión en Europa de la «democracia para el pueblo de los señores»
Tocqueville, la supremacía occidental y el peligro de la «miscegenation»
La «cuna vacía» y el «destino» de los indios
Tocqueville, Argelia y la «democracia para el pueblo de los señores»
Capítulo octavo
Autoconciencia, falsa conciencia, conflictos de la comunidad de los libres
Vuelta a la pregunta: ¿qué es el liberalismo? Los bien nacidos, los libres, los liberales
La pirámide de los pueblos
La comunidad de los libres y su dictadura sobre los pueblos indignos de la libertad
Cómo enfrentar en forma oportuna la amenaza de los bárbaros de la metrópoli
La tradición liberal y sus tres teorías de la dictadura
Las enfermedades de la comunidad de los libres: psicopatología del radicalismo francés
La literatura del interminable ciclo revolucionario francés: de la «enfermedad» a la «raza»
La «enfermedad» como síntoma de degeneración racial
Gobineau, el liberalismo y los mitos genealógicos de la comunidad de los libres
Disraeli, Gobineau y la «raza» como «clave de la historia»
Eliminación del conflicto, búsqueda del agente patógeno y teoría del complot
El conflicto de los dos liberalismos y las acusaciones recíprocas de traición
¿La comunidad de los libres como comunidad de la paz? Operaciones de limpieza y tierras coloniales
La autoconciencia orgullosa de la comunidad de los libres y el surgimiento del «patriotismo irritable»
El «patriotismo irritable» de Tocqueville
El conflicto de la idea de misión, desde la revolución norteamericana hasta la Primera Guerra Mundial
Capítulo noveno
Espacio sagrado y espacio profano en la historia del liberalismo
Espacio sagrado y espacio profano en la historia del liberalismo
Historiografía y hagiografía
La revolución liberal como entrecruzamiento de emancipación y des emancipación
La perspectiva de la larga duración y de la comparación
Realización del gobierno de la ley en el ámbito del espacio sagrado y profundización del abismo con respecto al espacio profano
Delimitación del espacio sagrado y teorización de una dictadura planetaria
El triunfo del expansionismo colonial: El liberalismo como ideología de la guerra
Oscilaciones y límites del modelo marxista
Capítulo décimo
Liberalismo y catástrofe del siglo XX
Lucha por el reconocimiento y golpes de estado: el conflicto en la metrópoli
Lucha por el reconocimiento de los pueblos coloniales y amenazas de secesión
Des-humanización de los pueblos coloniales y «canibalismo social»
La «solución final y completa» de la cuestión india y negra
Del siglo XIX al XX
Después de la catástrofe y más allá de la hagiografía: La herencia permanente del liberalismo
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
INDICE DE NOMBRES
Sobre el autor Notas
Una breve premisa metodológica
¿En qué se diferencia este libro de las historias del liberalismo ya publicadas y que en número creciente continúan viendo la luz? ¿O puede realmente dar a la luz algo novedoso como promete el título? Al final del recorrido, el lector dará su propia respuesta; por ahora, el autor puede limitarse a una declaración de intenciones. Para formularla le puede servir de ayuda un gran ejemplo. Ajustándose a escribir la historia del derrumbe del Antiguo Régimen en Francia, Tocqueville observa a propósito de los estudios sobre el siglo XVI:
«Creemos conocer muy bien la sociedad francesa de aquella época porque vemos claramente cuánto brillaba en su superficie, porque conocemos hasta en los detalles más particulares la historia de sus más célebres personajes y porque críticos geniales y elocuentes nos han hecho completamente familiares las obras de los grandes escritores que la ilustraron. Pero acerca de cómo eran conducidas las acciones, acerca de la verdadera práctica de las instituciones, acerca de la posición exacta de unas clases respecto a las otras, acerca de la condición y los sentimientos de aquellas que aún no habían logrado hacerse escuchar ni ver, acerca del fondo mismo de las opiniones y de las costumbres, tenemos solo ideas confusas y a menudo llenas de errores».[1]
No hay motivo para no aplicar la metodología tan brillantemente formulada por Tocqueville al movimiento y a la sociedad de la que él es parte integrante y prestigiosa. Solo porque pretende llamar la atención sobre aspectos que considera larga e injustamente olvidados hasta ahora, el autor habla en el título de su libro de «contrahistoria». Por lo demás, se trata de una historia, de la cual es necesario precisar solo el objeto: no el pensamiento liberal en su pureza abstracta, sino el liberalismo, es decir, el movimiento y la sociedad liberales en su concreción. Como para cualquier otro gran movimiento histórico, por supuesto, se trata de investigar las elaboraciones conceptuales, pero también, y en primer lugar, las relaciones políticas y sociales en las que se expresa, además del vínculo más o menos contradictorio que se establece entre estas dos dimensiones de la realidad social.
Y por tanto, al comenzar la investigación, estamos obligados a plantearnos una pregunta preliminar sobre el objeto del que pretendemos reconstruir la historia: ¿qué es el liberalismo?
D. L.
CAPÍTULO PRIMERO
I. ¿Qué es el liberalismo?
1. Una serie de preguntas embarazosas
Las respuestas concernientes a la pregunta que nos hemos planteado no dejan lugar a dudas: el liberalismo es la tradición de pensamiento que centra su preocupación en la libertad del individuo, que, por el contrario, ha sido desconocida o pisoteada por las filosofías organicistas de otra orientación. Bien, así las cosas, ¿dónde ubicar a John C. Calhoun? Este eminente estadista, vicepresidente de los Estados Unidos a mediados del siglo XIX, entona un himno apasionado a la libertad del individuo, que él — remitiéndose también a Locke— defiende enérgicamente contra toda violación y contra toda interferencia indebida del poder estatal. Y eso no es todo. Junto a los «gobiernos absolutos» y a la «concentración de poderes», no se cansa de criticar y condenar el fanatismo[2] y el espíritu de «cruzada»[3], a los que contrapone el «compromiso» como principio inspirador de los auténticos «gobiernos constitucionales»[4]. Con la misma elocuencia, Calhoun defiende los derechos de las minorías: no se trata solo de garantizar mediante el sufragio la alternancia en el gobierno de partidos distintos: como quiera que sea, un poder excesivamente amplio es inaceptable, aunque esté limitado en el tiempo y atemperado por la promesa y por la perspectiva de invertir periódicamente los papeles en la relación entre gobernantes y gobernados![5]. Sin lugar a duda, estas parecerían ser todas las características del pensamiento liberal más maduro y más seductor; pero, por otro lado, desdeñando las medias tintas y la timidez o la pusilanimidad de aquellos que se limitaban a aceptarla como un «mal necesario», Calhoun proclama, por el contrario, que la esclavitud es «un bien positivo» al cual la civilización no puede renunciar en modo alguno.
Es cierto que denuncia repetidas veces la intolerancia y el espíritu de cruzada, pero no para poner en discusión la sumisión de los negros o la caza despiadada de los esclavos fugitivos, sino siempre y solamente para denigrar a los abolicionistas, estos «ciegos fanáticos»[6], los cuales consideran que «su obligación más sagrada es recurrir a todo esfuerzo para destruir» la esclavitud, una forma de propiedad legítima y garantizada por la Constitución[7]. En consecuencia, entre las minorías defendidas con tanto vigor y tanta sabiduría jurídica, no están los negros. En este caso, la tolerancia y el espíritu de compromiso más bien parecen transformarse en su contrario: si el fanatismo lograra realmente llevar a término el loco proyecto de la abolición de la esclavitud, conseguiría con ello «la extirpación de una u otra raza»[8]. Y dadas las relaciones concretas de fuerza existentes en los Estados Unidos, no era difícil imaginar cuál de las dos habría de sucumbir: los negros podían sobrevivir solo a condición de ser esclavos.
Y entonces: ¿Calhoun es o no liberal? Ninguna duda alberga al respecto lord Acton, figura relevante del liberalismo de la segunda mitad del siglo XIX, consejero y amigo de William E. Gladstone, uno de los grandes protagonistas de la Inglaterra del Ochocientos. A los ojos de Acton, Calhoun es un campeón de la causa de la lucha contra el absolutismo en todas sus formas, incluido el «absolutismo democrático»: los argumentos que utiliza son «la verdadera perfección de la verdad política»; dicho brevemente, tenemos que vérnoslas con uno de los grandes autores y de los grandes espíritus de la tradición y del panteón liberales[9].
Aunque con un lenguaje menos enfático, a la pregunta que nos hemos planteado parecen responder de manera afirmativa, todos los que en nuestros días celebran a Calhoun como «un marcado individualista»[10], como un campeón de la «defensa de los derechos de la minoría contra los abusos de una mayoría inclinada a la prevaricación[11]», o bien como un teórico del sentido de la medida y de la auto-limitación que debe ser propio de la mayoría[12]. Exenta de dudas se revela una casa editora estadounidense, empeñada en publicar en tono neoliberal a los «Clásicos de la Libertad», entre los cuales está bien presente el eminente estadista e ideólogo del Sur esclavista[13].
La pregunta que nos hemos planteado no surge solo a partir de la reconstrucción de la historia de los Estados Unidos. Estudiosos de la revolución francesa, muy prestigiosos y de segura orientación liberal, no vacilan en definir como «liberales» a esas personalidades y a esos círculos que tendrían el mérito de ser contrarios a la desviación jacobina pero que, por otro lado, se empeñan tenazmente en la defensa de la esclavitud colonial. Se trata de Pierre-Víctor Malouet y de los miembros del Club Massiac: son «todos propietarios de plantaciones de esclavos»[14]. Entonces, ¿se puede ser liberal y esclavista al mismo tiempo? No es esta la opinión de John S. Mill, a juzgar al menos por la polémica desatada por él contra los «sedicentes» liberales ingleses (entre los que se hallan quizás Acton y Gladstone) que, en el curso de la guerra de Secesión, se alinearon en masa y «furiosamente a favor de los Estados del Sur» o por lo menos observaban un comportamiento frío y malévolo con respecto a la Unión y a Lincoln[15].
Nos hallamos frente a un dilema. Si a la pregunta formulada aquí (¿Calhoun es o no liberal?) respondemos de manera afirmativa, ya no podremos mantener en pie la tradicional (y edificante) configuración del liberalismo como pensamiento y volición de la libertad. Si por el contrario, respondemos negativamente, nos hallaremos ante una nueva dificultad y una nueva pregunta, no menos embarazosa que la primera: ¿por qué entonces tendremos que continuar atribuyendo la dignidad de padre del liberalismo a John Locke? Es cierto que Calhoun habla de la esclavitud de los negros como de un «bien positivo»; sin embargo (aunque sin recurrir a un lenguaje tan agudo) también el filósofo inglés —a quien, por otra parte, el autor estadounidense se remite explícitamente— considera obvia y pacífica la esclavitud en las colonias y contribuye personalmente a la formalización jurídica de esta institución en Carolina. Participa en la redacción de la norma constitucional sobre la base de la cual «todo hombre libre de Carolina debe tener absoluto poder y autoridad sobre sus esclavos negros, cualquiera que sea la opinión y religión de estos[16]». Locke es «el último gran filósofo que trata de justificar la esclavitud absoluta y perpetual[17]». por otra parte, esto no le impide denigrar con palabras de fuego la «esclavitud» política que la monarquía absoluta quería imponer (Dos tratados sobre el gobierno, de ahora en adelante TT, I, 1); de manera análoga, en Calhoun la teorización de la esclavitud negra como «bien positivo» se desarrolla paralelamente a la alerta contra una centralización de poderes que corre el riesgo de transformar a «los gobernados» en «esclavos de los gobernantes».[18] En realidad, el estadista norteamericano es propietario de esclavos, pero también el filósofo inglés tiene sólidas inversiones en la trata negrera[19]. Más bien, la posición del segundo resulta más comprometedora aún, pues, de una forma u otra, en el Sur esclavista, del cual Calhoun es representante, ya no había lugar para el traslado de los negros desde África en una horrible travesía, que condenaba a muchos de ellos a la muerte incluso antes de su arribo a América.
¿Queremos hacer valer la distancia temporal para diferenciar la posición de los dos autores enfrentados aquí, y excluir de la tradición liberal solo a Calhoun, que continúa justificando o celebrando la institución de la esclavitud todavía en pleno siglo XIX? A tal diversidad de tratamiento habría reaccionado con indignación el estadista del Sur, quien, con relación al.........................................