EL ARTE Y LA VIDA SOCIAL
I[1]
El problema de la relación entre el arte y la vida social ha desempeñado siempre un papel muy importante en. todas las literaturas que han alcanzado cierto grado de desarrollo. En la mayoría de los casos este problema ha sido resuelto y se resuelve en dos sentidos diametralmente opuestos.
Unos decían y dicen: el hombre no ha sido hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre; la sociedad no ha sido hecha para el artista, sino el artista para la sociedad. El arte debe contribuir al desarrollo de la conciencia humana, al mejoramiento del régimen social.
Otros rechazan de plano esta opinión. Según ellos, el arte es un objetivo en sí; convertido en un medio de alcanzar otros objetivos ajenos a él, aunque sean los más nobles, equivale a rebajar el mérito de la obra de arte[2].
La primera de estas dos opiniones ha hallado brillante expresión en nuestra literatura avanzada de la década del 60.[3] Sin hablar ya de Písarev, quien por su extrema unilateralidad la convirtió casi en una caricatura[4], podemos nombrar a Chernishevski y Dobroliúbov como a sus más acreditados defensores en la crítica de aquellos tiempos. En uno de sus primeros artículos de crítica, Chernishevski decía;
“El arte por el arte” es hoy día una idea tan extraña como “la riqueza por la riqueza”, “la ciencia por la ciencia”, etc. Todas las actividades humanas deben servir al hombre si no se quiere que sean vanas y ociosas ocupaciones; la riqueza existe para ser utilizada por el hombre; la ciencia, para ser su guía; el arte también debe ser de alguna utilidad esencial, y no servir de placer “estéril”.
Según Chernishevski, la importancia de las artes, y en especial de “la más seria de ellas”, la poesía, reside en la masa de conocimientos que difunden en la sociedad.
“Las artes —dice— o más bien la poesía (sólo ella, pues las demás artes muy poco es lo que hacen en este sentido), difunden en la masa de los lectores una cantidad enorme de conocimientos y —lo más importante— les hace conocer los conceptos elaborados por la ciencia. De ahí la formidable importancia de la poesía para la vida.”[5] La misma idea se expresa en su famosa disertación Las relaciones estéticas entre el arte y la realidad. De acuerdo con la decimoséptima tesis, el arte no sólo reproduce la vida, sino que la explica; sus obras tienen a menudo “el valor de un juicio sobre los fenómenos de la vida”.[6]
Para Chernishevski y para su discípulo Dobroliúbov, la principal significación del arte consiste en reproducir la vida y enjuiciar sus fenómenos[7]. Los críticos literarios y los teóricos del arte no eran los únicos en mantener esta opinión. No en vano Nekrásov decía que su musa era “la musa de la venganza y del dolor”. En una de sus poesías, el ciudadano se dirige al poeta con estas palabras:
Y tú, poeta, elegido de los dioses,
Heraldo de verdades eternas:
No creas que quien no tiene pan
Es indigno de tu lira profética;
No creas que los hombres han caído para siempre:
No ha muerto Dios en el alma do los hombres,
Y los sollozos de un corazón creyente
Siempre serán escuchados por ella.
Sé un ciudadano, y sirviendo al arte,
Vive para el bien de tu prójimo,
Somete tu genio a un sentimiento
de amor a todo el universo.[8]
Con estas palabras el ciudadano Nekrásov expresó su propia interpretación de la misión del arte. Y así, exactamente, era como la entendían también las más destacadas figuras de las artes plásticas, por ejemplo, de la pintura. Perov y Kramskói anhelaban, como Nekrásov, ser “ciudadanos” al servir al arte; lo mismo que él “enjuiciaban” en sus obras los fenómenos de la vida”[9].
El punto de vista opuesto sobre la misión de la creación artística tuvo un poderoso defensor en el Pushkin de la época de Nicolás. Todo el mundo conoce, naturalmente, sus poesías La plebe y Al poeta. El pueblo, que exige del poeta que mejore con sus cantos las costumbres de la sociedad, recibe de él una rociada despectiva y hasta pudiéramos decir insolente:
¡Fuera! Al pacífico poeta
Nada podéis importarle.
Quedad petrificados en el vicio,
La voz de la lira no os despertará.
Sois repulsivos como una tumba;
Por vuestra estulticia y maldad
Habéis tenido hasta ahora
Vergajos, ergástulas y cadalsos.
¿Qué más queréis, esclavos insensatos?
En los siguientes versos, tantas veces citados, Pushkin expone el concepto de la misión del poeta:
No hemos nacido para la agitación de la vida
Ni para el combate o la ambición;
Hemos nacido para la inspiración.
Para las oraciones y las dulces melodías.[10]
Aquí tenemos la llamada teoría del arte por el arte en su. expresión más nítida. Por algo los adversarios del movimiento literario de la década del 60 citaban a Pushkin con tal agrado y con tanta frecuencia[11].
¿Cuál de estas dos opiniones diametralmente opuestas sobre la misión del arte debe considerarse acertada?
Antes de intentar resolver esta cuestión, es preciso advertir que está mal planteada. Este problema, lo mismo que todos los problemas análogos, no puede ser considerado desde el punto de vista del “deber”. Si los artistas de determinado país huyen en determinado momento de “la agitación de la vida y el combate", y en otros momentos, por el contrario, buscan con ansia el combate y la agitación que inevitablemente lo acompaña, ello no se debe a que alguien les imponga desde fuera distintas obligaciones (“deberes”) en épocas diferentes, sino a que en determinadas condiciones sociales, tienen cierto estado de ánimo, y en otras condiciones, otro. Por consiguiente, para enfocar como es debido la cuestión, no debemos enfocarla desde el punto de vista de lo que debería ser, sino desde el punto de vista de lo que fue y de lo que es. Así, pues, plantearemos la cuestión de esta manera:
¿Cuáles son las condiciones sociales más importantes entre aquellas que determinan en los artistas y en las personas quese interesan vivamente por la creación artística la aparición y arraigo de la tendencia al arte por el arte?
Cuando nos acerquemos a la solución de este problema, no nos será difícil resolver otro problema, estrechamente relacionado con aquél y no menos interesante:
¿Cuáles son las condiciones sociales más importantes, entre aquellas que determinan en los artistas y en las personas que se interesan vivamente por la creación artística, la aparición y arraigo de la llamada concepción utilitaria del arte, es decir, la tendencia a atribuir a sus obras “la significación de un enjuiciamiento de los fenómenos de la vida”?
La primera cuestión nos obliga a recordar una vez más a Pushkin.
Hubo una época en que Pushkin no defendía la teoría del arte por el arte. Hubo una época en que no rehuía el combate, sino que lo buscaba. Fue la época de Alejandro I. Entonces no pensaba que el “pueblo” debía contentarse con los vergajos, las ergástulas y los cadalsos. Al contrario, en su oda Libertad exclamaba indignado:
¡Ay! Dondequiera que dirijo la mirada,
Látigos por todas partes, por todas partes cadenas,
La ignominia de leyes nefandas,
Lágrimas impotentes de esclavitud;
Por todas partes el poder arbitrario
En la tenebrosa noche de los prejuicios, etc.
Posteriormente, sus ideas sufrieron un cambio radical. En la época de Nicolás I adoptó la teoría del arte por el arte. ¿A qué se debió ese cambio tan profundo?
El comienzo del reinado de Nicolás I se señaló por la catástrofe del 14 de diciembre[12], que ejerció enorme influencia sobre el desarrollo ulterior de nuestra “sociedad” y sobre el propio destino de Pushkin. Con los derrotados “decembristas” desaparecieron de la escena los representantes más cultos y avanzados de la “sociedad” de entonces, lo que no pudo por menos de rebajar considerablemente su nivel moral e intelectual.
“Aunque entonces era yo muy joven —dice Herzen—, recuerdo que con la subida de Nicolás al trono, la alta sociedad cayó a ojos vistas en la degradación y se hundió aún más en la abyección y el servilismo. La independencia aristocrática y la intrepidez caballeresca de los tiempos de Alejandro desaparecieron con el año 1826.”[13]
Era muy duro para un hombre sensible e inteligente vivir en una sociedad como aquélla.
“En torno —dice Herzen en otro artículo— todo era soledad, silencio; ni un eco, ni un sentimiento humano, ni una esperanza. Y por añadidura, todo era extraordinariamente chato, necio, mezquino. La mirada que buscaba simpatía no encontraba más que la amenaza lacayuna o el temor; la gente la rehuía o la agraviaba.”
En sus cartas de la época en que fueron escritas La plebe y Al poeta, Pushkin se queja todo el tiempo del aburrimiento y la vulgaridad imperantes en nuestras dos capitales. Mas lo que le hacía sufrir no era sólo la chabacanería de la sociedad que le rodeaba. También le amargaban la vida sus relaciones con las "altas esferas”.
En Rusia está muy difundida la enternecedora leyenda de que, en 1826, Nicolás I "perdonó” generosamente a Pushkin sus "juveniles devaneos” políticos y hasta se convirtió en su magnánimo protector. Pero los hechos no ocurrieron así ni mucho menos. La realidad fue que Nicolás y su mano derecha en esta clase de asuntos, el jefe de la gendarmería A. J. Benkendorf, no “perdonaron” nada a Pushkin, y su “protección” se manifestó en una larga serie de insoportables humillaciones.
“Pushkin —informaba Benkendorf a Nicolás en 1827—, después de haber hablado conmigo, expresó en el club inglés gran entusiasmo por Vuestra Majestad y obligó a las personas que comían con él a brindar por la salud de Vuestra Majestad. No por eso deja de ser un pícaro redomado, pero si logramos dirigir su pluma y sus palabras, ello será de utilidad.”
La última frase de este pasaje nos revela el secreto de la “protección” dispensada a Pushkin. Se le quiso convertir en un cantor del régimen. Nicolás I y Benkendorf se habían propuesto llevar su musa, rebelde en otros tiempos, al camino de la moral oficial. Cuando, después de la muerte de Pushkin, el mariscal de campo Paskévich escribió a Nicolás:
“lamento la desaparición de Pushkin como escritor”, el zar le contestó: "comparto por entero tu opinión, pero puede decirse muy bien que en él lloramos el futuro y no el pasado”[14].
Lo que quiere decir que este inolvidable emperador no apreciaba al desaparecido poeta por las grandes obras que había escrito durante su corta vida, sino por lo que podía haber escrito bajo la oportuna vigilancia y dirección de la policía. Nicolás esperaba de Pushkin obras "patrióticas” por e................
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