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Introducción

 

En el libro La Lógica de Hegel y el Marxismo[1], publicado el año 2009, se hizo un estudio exhaustivo de la lógica objetiva de G. W. F. Hegel; esta materia es el contenido del volumen primero de La Ciencia de la Lógica, obra cumbre del filósofo alemán. Nuestro trabajo se estructuró de la siguiente manera. En primer lugar, se tomó el texto de Hegel como punto de partida, ya sea mediante una cita textual, un resumen o un extracto; después, se intentó dar a la oscuridad hegeliana la mayor inteligibilidad posible con el propósito de obtener la médula del pensamiento del filósofo; por último, se colocó sobre los pies ese núcleo esencial mediante el rescate del contenido racional de los postulados hegelianos.

En este Resumen presentamos tanto el pensamiento de Hegel como la interpretación marxista del mismo completamente decantados, separados de todo el complicado aparato intelectivo utilizado para llegar a ellos, pero sin alterar para nada su esencia. De esta manera, queremos hacer accesible nuestro trabajo a una cantidad más grande de lectores.

Vivimos una época de dominio absoluto de la filosofía idealista y de la lógica tradicional. Pareciera ser que la ciencia, que ha alcanzado metas superlativas, se la pudiera pasar muy bien sin el método dialéctico y la ontología hegelianas. Pero esto es completamente erróneo. Si echamos una mirada, aunque sea muy superficial, sobre las producciones científicas modernas, nos encontramos con una deslumbrante apariencia tras la cual se oculta la ignorancia más aterradora. La física y la cosmología actuales, que han producido resultados muy brillantes, están sin embargo gravadas por el pesado lastre de teorías absurdas, como la de la relatividad, la del big bang y la de la metafísica cuántica. Esto ha impedido que, en la época de la revolución tecnológica más profunda de la historia, se logre formular una visión científica del universo, y en lugar de ello se hayan generado concepciones metafísicas, en última instancia teístas, envueltas en cualquier enredada fórmula matemática, esencialmente falsa, como la ecuación de campo de Einstein, los “teoremas” de Stephen Hawking y Penrose, etcétera, que llevan indefectiblemente a la fabricación de universos absurdos, inverosímiles, tanto o más que los de las cosmologías de las diversas religiones y de las más antiguas filosofías.

La lógica objetiva de Hegel es la ontología más completa que el pensamiento humano haya producido, pero en la forma invertida de una sustancia espiritual. Vuelta sobre los pies, conforme a la prescripción marxista, obtenemos la ontología materialista-dialéctica que es el fundamento de la teoría científica del universo. La reivindicación de la filosofía de Hegel, principalmente de su lógica objetiva, es un prerrequisito para que la teoría marxista pueda dar cima a la tarea de discurrir una concepción verdaderamente científica del universo. Después de la caída del socialismo real, la alborozada burguesía internacional decretó el fin de la historia. Los afanes de la historia universal se habían visto recompensados con la eliminación de la faz de la tierra del régimen inhumano del socialismo y la instauración de la forma superior del capitalismo, que a los ojos de la clase dominante era el régimen que correspondía a la naturaleza humana del individuo, en donde ésta podría desenvolverse plenamente y el cual debería extenderse por toda la eternidad.

Una corriente de pensamiento, heredera directa de la teoría marxista que presidió la conquista del poder por el proletariado ruso y la posterior formación del sistema de países socialistas pero que ya había recorrido un largo camino en su metamorfosis en una ideología burguesa o pequeño burguesa apenas cubierta con una delgada capa de barniz marxista, tuvo en el derrumbe del socialismo existente, que a esas alturas era ya un régimen en el cual el capitalismo se restauraba a pasos agigantados, la dorada ocasión para dar libre curso a su propósito de revisar y, al final, negar abiertamente la teoría marxista y se unió así al coro de quienes consideraban que las “profecías” de Marx quedaban totalmente desacreditadas por la historia. Esos marxistas de nombre pronto renegaron hasta de su apelativo y se sumaron a la legión de los detractores del socialismo marxista

En los días que corren, la filosofía marxista ha dejado de ser una fuerza actuante en el régimen de producción capitalista; es, cuando mucho, una rareza que se aborda en muy escogidos cenáculos universitarios y siempre, invariablemente, con el propósito de desvirtuar los principios marxistas y sustituirlos con proposiciones cada vez más abiertamente burguesas.

La teoría marxista del socialismo tiene su base más firme en la lógica de Hegel. Marx y Engels descubren el otro que el capitalismo tiene en su interior como la esencia del mismo, es decir, como el otro en el que tiene que convertirse fatalmente, siguiendo en esto fielmente los conceptos que expresa Hegel en la doctrina de la esencia contenida en su Ciencia de la Lógica.

La lógica objetiva de Hegel es, ya dijimos, el reflejo invertido de las leyes de la realidad. La vigencia de estas prescripciones tiene la fuerza de la necesidad ineluctable. El capitalismo es ese régimen social solamente porque tiene en si mismo su negación, que es el socialismo. El devenir del capitalismo es el devenir del socialismo. Las “profecías” de Marx tienen, como vemos, una sólida base de sustentación.

Es precisamente en la Lógica de Hegel en donde la intelectualidad pequeño burguesa deberá encontrar los elementos teóricos necesarios para desentrañar las condiciones y circunstancias de la nueva fase de la revolución. La primera tarea será, desde luego, poner en claro el proceso por el cual el socialismo tuvo una primera aparición, llegó a un punto culminante y luego reculó hasta una restauración plena del capitalismo; después de esto, será imperioso desvelar los elementos de su negación que se gestan en el seno de la fase actual del capitalismo.

Todo esto implica, necesariamente, la reivindicación plena de la teoría revolucionaria y su desarrollo creador para enfrentar las nuevas condiciones.

 

Monterrey, N. L., julio de 2017

 

 

  

VOLUMEN PRIMERO

 

LA LOGICA OBJETIVA

 

LIBRO PRIMERO. LA DOCTRINA DEL SER

 

Primera Sección

 

Primer Capítulo. Determinación (Cualidad)

  

  1. Ser.
  2. La Nada.
  3. Devenir.

 

En la "Ciencia de la Lógica"[2], Hegel inicia su estudio con las abstracciones vacías que son el ser y la nada, éstas son idénticas a sí, extrínsecas entre sí, sin relación una con la otra. Por todo ello carecen de objetividad: no existe el ser absoluto excluyente del no-ser (ser de los eléatas) ni existe la nada absoluta, excluyente del ser (la nada de la filosofía oriental).

Hegel, encarnación de la especulación, toma estas abstracciones rígidas, les comunica movilidad y lleva a cada una de ellas a convertirse en su contrario: el ser puro es el mismo que la pura nada y ésta lo mismo que aquel, el ser y la nada son idénticos; el ser es en la nada y la nada es en el ser, ambos son inseparados e inseparables. El ser y la nada continúan siendo abstracciones vacías pero ahora ya no están separadas, sino que cada una está en unidad indisoluble con la otra; esto es un acercamiento a la objetividad; pero aún en el terreno de la abstracción: refleja la naturaleza más general de lo existente, es decir, la unión indisoluble en ello del ser y el no-ser, pero sin ninguna otra determinación.

La identidad del ser y la nada es la identidad de los diferentes: el ser es diferente de la nada y la nada es diferente del ser, ambos son completamente diferentes. En virtud de esa diferencia el ser que está en unión con la nada existe desapareciendo en ésta y la nada que está en unión con el ser existe desapareciendo en él; este desaparecer de uno en el otro es el devenir.

En el devenir el ser y la nada están inseparados e inseparables; en cuanto cada uno de ellos está en unidad con su otro no existen, es decir, existen pero como desapareciendo uno en el otro, como eliminados, como momentos. Sin embargo, puesto que ser y nada son diferentes, cada uno existe en el devenir en unidad con su otro; el devenir es entonces la diferencia de dos unidades: la unidad del ser con la nada y la unidad de la nada con el ser. El devenir se halla así en una doble determinación: en la una es la nada como inmediata que traspasa al ser y en la otra es el ser como inmediato que traspasa a la nada. Esta diferencia de las dos unidades en el devenir es el nacer y el perecer. El devenir es, entonces, la diferencia de las unidades de la nada con el ser y del ser con la nada y el desaparecer en cada unidad de uno en el otro, es decir, el movimiento del nacer al perecer.

Esta categoría del devenir, a la que Hegel declara haber incorporado todo lo que Heráclito había desarrollado sobre la misma, es el segundo resultado del impulso que aquel ha dado a las categorías abstractas del ser y la nada; después de haberlas llevado hasta la identidad las conduce a la diferencia y de ahí de nuevo a la identidad y a la diferencia obteniendo como resultado el concepto del devenir. El devenir es todavía una abstracción vacía integrada por las dos abstracciones vacías del ser y la nada pero dotadas de movimiento dialéctico. Dentro de su abstracción, constituye una aproximación más a la objetividad: expresa el paso incesante del ser a la nada y de la nada al ser porque ser y nada son idénticos y diferentes y cada uno es inmediatamente su otro. El movimiento que ha impreso Hegel a las categorías abstractas del ser y la nada lo ha llevado a otra categoría igualmente abstracta, la del devenir. Hegel ha cumplido así con un prerrequisito para hacer salir de la abstracción al pensamiento y llevarlo al terreno de lo concreto: darle movilidad a las categorías abstractas del ser y la nada: de aquí en adelante esa misma dialéctica del pensamiento lo ha de conducir a acercarse cada vez más a la objetividad hasta instalarse plenamente en ella.

Como vemos, Hegel presenta la adquisición por el pensamiento humano de las leyes fundamentales, que a la vez son las más generales, de la estructura y el movimiento del ser, de lo que existe, como el resultado del movimiento de los propios pensamientos. Por las exigencias de su filosofía y de la marcha del conocimiento humano mismo, el principio de que todo lo que existe es y no es al mismo tiempo y de que el existir es un constante fluir, un incesante paso del existir al no existir, tiene que ser presentado como procediendo de la dialéctica misma de los pensamientos impulsada por la intuición del filósofo y no como lo que es en la realidad, es decir, el resultado de la generalización de los conocimientos adquiridos en la actividad práctica humana. Es así como la máxima abstracción con valor objetivo de lo existente, que tiene su origen en la práctica humana, adquiere la forma del producto de un movimiento autónomo de dos abstracciones vacías. Las categorías de la unidad y de la diferencia del ser y el no-ser y del devenir, que aquí son un resultado, van a ser el fundamento de las demás categorías que desarrolla Hegel en su lógica.

La lógica de Hegel empieza por necesidad completamente alejada de la objetividad; es un movimiento dentro del pensamiento mismo por el cual se va dando a las categorías de la lógica antigua fluidez y concreción para que se acerquen a una objetividad que se postula como regida por la dialéctica; este postulado tiene su origen en una intuición de una instancia superior del pensamiento, el pensamiento especulativo que ha tomado cuerpo en nuestro filósofo.

Esta necesidad inmanente de la filosofía Hegeliana sienta las bases para la mistificación que le es característica: en primer lugar, es el propio pensamiento, el que negando una de sus partes, da a luz a la especulación, la cual permite construir un sistema de pensamientos reflejo de la objetividad; en segundo lugar, el pensamiento especulativo se reconoce a sí mismo en ese sistema como la sustancia de la objetividad.

Nacer y perecer son lo mismo, el devenir. Pero estas direcciones del devenir son diferentes, por ello se compenetran y se paralizan mutuamente. En la dirección del perecer el ser traspasa a la nada pero la nada es inmediatamente lo opuesto de sí mismo, el traspasar al ser, el nacer. En la dirección del nacer la nada traspasa al ser pero el ser es inmediatamente lo opuesto de sí mismo, el traspaso a la nada, el perecer. Cada uno, el ser y la nada, se eliminan en sí mismos y en su opuesto. El equilibrio del nacer y del perecer es el devenir mismo. Este equilibrio es el desaparecer del ser en la nada y de la nada en el ser.

La categoría del devenir, aunque más cercana a la objetividad que sus progenitoras, el ser y la nada, es todavía una categoría vacua, sin ninguna otra determinación; es la expresión del simple fluir del ser en la existencia: el ser aparece y desaparece en la existencia.

El pensamiento —Hegel— no está satisfecho con el deslizarse entre sus manos del objeto y lo retiene en el desaparecer del ser en la nada y de la nada en el ser; se transforma en el desaparecer del desaparecer, es decir, en la detención del devenir en el momento del ser; es el traspasar del devenir al ser determinado.

En esta parte de su Lógica Hegel toma el objeto que está ahí, en la existencia, y procede al análisis de las determinaciones de su ser. La categoría del ser determinado tiene así una mayor objetividad que las anteriores pero no, desde luego, toda la objetividad.

Hegel hace el estudio de la estructura y movimiento del ser determinado. Tiene como punto de partida las categorías que el pensamiento intelectual ya había desarrollado sobre el ser a los cuales da también fluidez y movimiento, los llena de contenido y los organiza y sistematiza de acuerdo con las mismas determinaciones que la actividad práctica ha descubierto en el ser del mundo objetivo y que se resumen todas en su no-ser, su ser otro y su pasar a otro que en última instancia es la esencia; estas nuevas formas de pensamiento, que conservan y superan a las de la antigua lógica, son un fiel reflejo de las determinaciones del ser en su movimiento hacia la esencia.

 

[1]Robledo Esparza, Gabriel, La Lógica de Hegel y el Marxismo, Biblioteca Marxista, Sísifo Ediciones, Centro de Estudios del Socialismo Científico, Primera Edición, México, 2009.

[2]Hegel, G.W.F., Ciencia de la Lógica, traducción directa del alemán de Augusta y Rodolfo Mondolfo. Solar, S.A., Hachette, S.A., Buenos Aires, Argentina, 2a. Edición castellana, 1968.

 

 

 

 

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