INDICE

           Introducción
EL METODO DE BALANCEI.
POPOV
          Introducción al estudio del balance de una economía nacional.
N. LITOSHENKO
          Método de elaboración del balance de una economía nacional.
A. PREOBRAZHENSKI
          El equilibrio económico del sistema de la URSS
LA EFICIENCIA DE LAS INVERSIONES
ROZONTUL
         Métodos de cálculo de la eficacia de las inversiones de capital.
LA PLANIFICACION A LARGO PLAZO
A. BAZAROV
         Criterios y métodos de la planificación
SAROV
          El objetivo del plan
G. STRUMILIN
         Objetivos y métodos de elaboración del plan quinquenal ...
A. KOVALEVSKI
         Sobre la construcción del plan general
APENDICES
GOSPLAN

 

 

INTRODUCCION

  

I

El conjunto de trabajos que ofrecemos en el presente volumen—parte de las discusiones que tuvieron lugar en la Rusia soviética antes de la promulgación del I Plan Quinquenal, sobre los objetivos y los métodos de la planificación —no presenta únicamente un interés que pudiéramos denominar «historicista». Evidentemente, dada la penuria bibliográfica existente sobre uno de los períodos más decisivos de la historia contemporánea, este aspecto documental justificaría, por sí solo, su publicación. No se trata, sin embargo, de un simple acarreo de datos que permita una mejor comprensión de los fenómenos que, en dicho momento, tienen lugar. Una «lectura» que se limitara a la mera constatación de los problemas que se plantean al inicio de la planificación soviética seria, ciertamente, desde nuestra perspectiva, y también en su contexto original, una «lectura» parcial y simplificadora.

Porque, en primer lugar, el debate que se desarrolla en aquellos momentos no es un debate teórico, ni tampoco un simple debate sobre cuestiones económicas. Todo debate económico en el que se plantea la opción sobre la que debe basarse el desarrollo económico de un país supone—en cuanto elección coherente dentro de un marco de posibilidades—una previa elección de orden político. Lo supone tanto explícita como implícitamente. Lo supone en cuanto debe tener en cuenta—y más durante el período de construcción del socialismo—la relación de fuerzas existente entre las distintas capas y clases sociales que configuran la estructura social del Estado en el momento en que se considera la opción.

Porque—y, en este sentido, cierta «imaginería de Epinal» ha contribuido a enturbiar, aún más, los problemas—el triunfo de la Revolución —de una Revolución con mayúsculas que, de un modo idealista, se presenta como culminación, finalización de un proceso—, la toma del poder, en términos más exactos, por los representantes políticos de una clase—o de una alianza de clases y capas de la sociedad—no significa, en modo alguno, la consumación de la revolución, sino, simplemente, su continuación en otras circunstancias. Unas circunstancias cualitativamente diversas—aunque sólo sea en cuanto al dominio, al menos formal, del aparato del poder, o, mejor, a la pérdida del aparato del poder por la clase anteriormente dominante— que indican simplemente una variación cualitativa de la relación de fuerzas existente entre las distintas clases,

Pero no hemos de olvidar que dichas clases—y las capas en que se subdividen —permanecen, en cuanto tales, relativamente inalteradas tras la toma del poder y que, por consiguiente, sólo basándonos en la existencia real de dichas clases —aunque carezcan, dada la situación histórica que en dicho momento pueda crearse, de una representación pública de carácter político—, en la necesidad de pactar, explícita o implícitamente, alianzas o coincidencias entre dichas capas y clases alcanzaremos el único modo de que sobreviva el nuevo régimen. Alianzas o coincidencias que, pese a su carácter necesario, no borran, sin embargo, sino que las hacen públicas, las contradicciones—antagónicas o no— de tales clases en cuanto se refiere a sus intereses, y, por consiguiente, a su comportamiento, respecto al nuevo poder.

En este sentido, una opción económica supone siempre un análisis, explícito o implícito, de posibilidades que tiene en cuenta tres órdenes de factores: en primer lugar, la realidad económica sobre la que pretende actuar; en segundo lugar, las fuerzas políticas abierta o soterradamente existentes (en cuanto tales expresan en el plano de la política—en el plano del poder político—la fuerza—el poder—de las distintas clases y capas de la sociedad); en tercer lugar, las diferentes opciones ideológicas que se manifiestan dentro del partido—en este caso, el bolchevique—en el poder. El equilibrio resultante de esta conjunción de planos que aparece en la realidad, y en el análisis de la misma, dará lugar a que sean tomadas en consideración una u otra opción. Implícita o explícitamente, las discusiones sobre la planificación nos conducen a los problemas más fundamentales de las alianzas o coincidencias entre las capas y ciases sociales en el período de la construcción del socialismo.

 

II

 

Lenin, en su prólogo a la segunda edición rusa de «El desarrollo del capitalismo en Rusia»[1] —julio de 1907—, afirmaba:

«Sobre la base económica concreta de la revolución rusa, son objetivamente posibles dos caminos fundamentales de su desarrollo y desenlace:

O bien la antigua economía terrateniente, ligada por millares de lazos al derecho de servidumbre, se conserva, transformándose lentamente en una economía puramente capitalista, de tipo «junker». En este caso, la base del tránsito definitivo del sistema de pago en trabajo al capitalismo es la transformación interna de la economía terrateniente basada en la servidumbre; y todo el régimen agrario del Estado, al transformarse en capitalista, conserva aún por mucho tiempo los rasgos de la servidumbre. O bien la revolución rompe la antigua economía terrateniente, destruyendo todos los restos de la servidumbre y, ante todo, la gran propiedad terrateniente. En este caso la base del tránsito definitivo del sistema del pago en trabajo al capitalismo es el libre desarrollo de la pequeña hacienda campesina, que recibe un enorme impulso gracias a la expropiación de las tierras de los terratenientes a favor de los campesinos, y todo el régimen agrario se transforma en capitalista, puesto que la descomposición del campesinado se realiza con tanta mayor rapidez cuanto más radicalmente son eliminados los resabios de la servidumbre. Con otras palabras, o bien la conservación de la masa principal de la propiedad de los terratenientes y de los principales pilares de la vieja «superestructura»; de aquí el papel preponderante del burgués liberal-democrático y del terrateniente, el rápido paso a su lado de los campesinos acomodados, la degradación de la masa de campesinos que no sólo es expropiada en enormeescala, sino que, además, es esclavizada por los distintos sistemas de rescate propuestos por los kadetes[2].

Los albaceas de semejante revolución burguesa serían los políticos de tipo parecido a los «octubristas»[3]. O bien la destrucción de la propiedad de los terratenientes y de todos los pilares principales de la vieja «superestructura» correspondiente; el papel predominante del proletariado y de la masa de campesinos con la neutralización de la burguesía vacilante; el desarrollo más rápido y libre de las fuerzas productivas sobre la base capitalista con la mejor situación posible, en la medida que es en general posible en las condiciones de la producción mercantil, de las masas obreras y campesinas. De aquí la creación de las más favorables condiciones para la ulterior realización por la clase obrera de su verdadera misión fundamental, la de la transformación socialista. Naturalmente, son posibles las más variadas combinaciones de los elementos de tal o cual tipo de evolución capitalista, y sólo unos pedantes incorregibles pretenderían resolver las cuestiones peculiares y complicadas, que surgen en tales casos, únicamente por medio de citas de alguna que otra opinión de Marx que se refiera a una época histórica distinta».

 

Otros dos rasgos importantes merecen destacarse en la configuración del marco económico en que se producen las primeras disposiciones económicas tras la revolución de octubre: de un lado, el crecimiento de la industria durante los primeros años del siglo XX (tras el estancamiento que tiene lugar entre 1899 y 1906, en que la tasa de crecimiento industrial no llega al 1,5 por 100, desde dicho año hasta 1913 osciló alrededor de un ritmo del 6 por 100 anual, modificándose además algunos de sus rasgos característicos por la aparición de un fuerte mercado interior y del capitalismo financiero); en segundo lugar, la creciente dependencia económica del capitalismo extranjero (tanto por la penetración económica de las empresas foráneas que tenían en sus manos sectores claves como el combustible y la metalurgia, y un gran porcentaje del capital industrial—en 1913, el 47 por 100 del capital, invertido en sociedades anónimas, era extranjero).

Pero este incipiente desarrollo capitalista no resistió las tensiones provocadas por la guerra europea. En 1917, la fundición de hierro descendió en un 30 por 100 con respecto a 1913; la producción agrícola descendió en un 25 por 100; la deuda exterior ascendía a quince mil millones de rublos (Rusia dependía financieramente de Inglaterra y Estados Unidos) ... Los tres años de guerra habían llevado al país a la extenuación y a la bancarrota. En estas condiciones, se produce la Revolución de Octubre.

 

III

 

La toma del poder por los soviets suponía una transformación radical de las relaciones de fuerza existente entre las distintas clases sociales. Pero, en modo alguno, suponía, no ya una desaparición de las formas de producción existentes—pese a los decretos transformadores que el poder soviético promulgaría en su etapa inicial—, y, menos aún, la hegemonía de una clase en el poder. Si los bolcheviques consideraban que el nuevo estado debía basarse en la alianza de las clases obrera y campesina, la realidad social del país mostraba un cuadro de relaciones de fuerza entre las distintas clases mucho más compleja.

Ejemplo de cuanto decimos son los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente, que comenzaron el 15 de noviembre.

«Los resultados generales de las elecciones, según los datos de 54 circunscripciones (entre 79), indicaban que habían votado por el partido de la clase obrera (por los bolcheviques) algo más de nueve millones de electores (el 25 por 100), y por los partidos pequeño-burgueses (social-revolucionarios y mencheviques) más de 22 millones y medio (el 62 por 100), y por los partidos de los terratenientes y la burguesía (kadetes y otros) más de cuatro millones y medio (el 13 por 100). De 715 diputados, 412 eran social-revolucionarios y solamente 183 bolcheviques. Pero en los grandes centros industriales los bolcheviques iban a la cabeza de la votación, por delante de todos los demás partidos... Los bolcheviques ocupaban el primer lugar de la votación en noventa ciudades. Votó por los bolcheviques, además de la clase obrera, la mitad del ejército. Los campesinos votaron en su mayoría por los social-revolucionarios».[4]

 

En estas complejas circunstancias, el poder soviético iba tomando las primeras medidas transformadoras de la estructura económica del país. Se crea el Consejo Superior de Economía Nacional, que «debe ser un órgano de lucha en la esfera de la economía, igual que lo es el Consejo de Comisarios del Pueblo en la esfera de la política»[5]. En su programa de acción se afirman como puntos fundamentales: la nacionalización de la gran industria, la implantación del deber general de trabajar, la ordenación del transporte y de las finanzas, el encauzamiento de la industria hacia la producción de paz, y la organización de la circulación de mercancías.

El 3 de enero de 1918, el CEC de toda Rusia adoptó la «Declaración de derechos del pueblo trabajador». En ella se afirma: «II. Habiéndose señalado como misión esencial abolir toda explotación del hombre por el hombre, suprimir por completo la división de la sociedad en clases, instaurar la organización socialista de la sociedad y lograr la victoria del socialismo en todos los países, la Asamblea Constituyente decreta...:

  1. Queda abolida la propiedad privada de la tierra. Se declara patrimonio de todo el pueblo trabajador toda la tierra, con todos los edificios, el ganado de labor, los aperos de labranza y demás accesorios agrícolas.
  2. Se ratifica la ley soviética sobre el control obrero y el Consejo Superior de Economía Nacional, con objeto de asegurar el poder del pueblo trabajador y como primera medida para que las fábricas, minas, ferrocarriles y demás medios de producción y de transporte pasen por entero a ser propiedad del Estado obrero y campesino.
  3. Se ratifica el paso de todos los bancos a propiedad del Estado obrero y campesino, como una de las condiciones de la emancipación de las masas trabajadoras del yugo del capital (...)

»III. 3. La Asamblea Constituyente considera la ley soviética de anulación de los empréstitos concertados por los gobiernos del zar, de los terratenientes y de la burguesía como un primer golpe asestado al capital bancario, financiero internacional, y expresa la seguridad de que el poder de los Soviets seguirá firmemente esta ruta hasta la completa victoria de la insurrección obrera internacional contra el yugo del capital»[6].

 

Días más tarde, la Asamblea Constituyente se negaba a aprobar esta declaración. Los representantes bolcheviques y social-revolucionarios «de izquierda» se retiraban de la sesión. Horas más tarde era disuelta la Asamblea Constituyente.

La disolución de la Asamblea Constituyente era la expresión política del enfrentamiento de intereses contradictorios. Pero la Revolución era también el resultado de un conjunto de intereses convergente, que planteaban igualmente una línea política y económica no homogénea. El 13 de enero de 1918 inauguraba sus sesiones el III Congreso de los Soviets de toda Rusia. Participaban en el Congreso un total de 1.387 delegados con voz y voto, de los cuales dos terceras partes eran bolcheviques. El Congreso ratificó la «Declaración...»,[7] al tiempo que aprobaba la ley sobre la socialización de la tierra.

«La socialización de la tierra era el punto central del programa agrario de los social-revolucionarios. Según ellos, la entrega de la tierra a los campesinos sobre la base del principio igualitario, manteniendo en pie la propiedad privada capitalista sobre los demás medios de producción, aseguraría el paso al socialismo... La abolición de la propiedad privada sobre la tierra, conservando la propiedad privada sobre los restantes medios de producción, manteniendo en pie la producción mercantil-capitalista, lejos de contener, intensificaría la afluencia del capital a los agricultores y reforzaría la desintegración de la población campesina en diversas capas sociales... Por eso los bolcheviques combatían decididamente las ilusiones relacionadas con la socialización de la tierra. No obstante, tanto en el decreto sobre la tierra como en la ley sobre su socialización, recogieron y llevaron a la práctica el punto sobre el disfrute igualitario de la tierra... Los bolcheviques hacían en este punto una concesión a los campesinos trabajadores»[8].

 

Este juego de alianzas debería realizarse a partir de entonces en el nuevo marco creado por la guerra civil y la intervención extranjera.

 

IV

 

En estas condiciones, la situación política habría de influir en gran medida en la marcha de la economía. Por una parte, la continuación de la guerra mundial aparecía como una amenaza decisiva. La firma del tratado de paz de Brest-Litovsk se presentaba como el resultado de la imperiosa necesidad de sobrevivir. Pero su firma rompería los restos de la débil alianza que se mantenía en el poder—sería el pretexto de la ruptura —. El 14 de mayo se reunía en Moscú el IV Congreso Extraordinario de los Soviets que ratificaba el tratado de paz; los social-revolucionarios «de izquierda» se opusieron a la ratificación, al día siguiente abandonaban el Gobierno.

En aquel momento,

 «en Rusia existía una trama muy peculiar de diferentes sistemas económicos. En la primavera de 1918, dábanse en el país elementos de cinco sistemas económico-sociales distintos: 1) el de la economía patriarcal (que era, en grado considerable, una economía natural); 2) la pequeña producción de mercancías (de la que formaban parte la mayoría de las explotaciones campesinas, vinculadas con el mercado); 3) el capitalismo privado; 4) el capitalismo estatal, y 5) el socialismo. De estos cinco tipos de economía, los fundamentales eran el socialista, que constituía la fuerza dirigente de la economía nacional; la pequeña producción de mercancías que predominaba cuantitativamente en el país, y el sistema capitalista, representado por las empresas industriales no nacionalizadas, las explotaciones agrícolas de los campesinos ricos y el comercio privado»[9].

 

¿Podemos denominar propiamente «sistema socialista» al sistema derivado de las nacionalizaciones? ¿Constituía «la fuerza dirigente de la economía nacional»? Sería preciso matizar estas afirmaciones ya que en su interior juegan elementos que posteriormente influirían de modo decisivo en la marcha hacia el socialismo. Es cierto que el poder soviético decretaba nacionalizaciones a un ritmo creciente. Si en los primeros días de la Revolución de Octubre había tomado en sus manos el Banco del Estado, el 14 de diciembre se decreta la nacionalización de la Banca privada. El 26 de enero de 1918 se publica el decreto de confiscación de los capitales por acciones de los bancos hasta hace poco privados. El 26 de enero, el Gobierno publica un decreto anulando los empréstitos interiores y extranjeros concertados por el azar y el Gobierno provisional... Simultáneamente con la nacionalización de las empresas industriales avanzaba la nacionalización del transporte; en enero se decretó la nacionalización de la Marina Mercante... El comercio exterior fue nacionalizado por decreto de 22 de abril de 1918.

Pero, si era posible decretar nacionalizaciones, no era tan fácil hacerse cargo de las riendas de la administración de los sectores nacionalizados. Era preciso que se mantuvieran en la dirección de las empresas quienes hasta entonces las habían regido, concediendo, incluso, ventajas económicas extraordinarias para que no abandonaran sus puestos. Ciertamente, el poder soviético intenta controlarlos: procura que los obreros puedan hacerse cargo de la empresa, o al menos controlar a sus dirigentes. En la práctica, esto no resulta fácil. Quedan de este modo enquistados en la administración de la producción elementos cuando menos no revolucionarios. El problema de la contabilidad pasará así a ser un problema clave del poder soviético. Un poder, por otra parte, que, en los primeros momentos, no se concibe como el único estado socialista, sino como el primero, al que inmediatamente seguirían otros, producto de las revoluciones al caer. En frase de Mande!:

«Los dirigentes bolcheviques no concebían en este momento la victoria de su revolución más que como un anillo de una cadena de revoluciones internacionales; la revolución victoriosa en los países industrialmente avanzados, principalmente en Alemania, debería crear la base de partida necesaria para una rápida transición hacia una economía socialista»[10].

 

Mandel aporta en apoyo de su afirmación una importante cita de Lenin, quien años después decía:

«Cuando hace tres años nos preguntábamos cuáles eran las tareas y las condiciones de la victoria de la revolución proletaria en Rusia, decíamos siempre claramente que esta victoria no sería duradera sin ser apoyada por la revolución proletaria en Occidente, y que era preciso, para apreciar convenientemente nuestra revolución, situarse exclusivamente en el punto de vista internacional. Para que nuestra victoria sea duradera es preciso que la revolución proletaria triunfe en todos los países capitalistas, o al menos en varios de los más importante»[11].

Pero esta esperanza en una serie de revoluciones pronto se verá truncada; el fracaso de la revolución espartaquista en Alemania sería el golpe más duro que ............................................

 

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