INDICE

Introducción
Capítulo I. SIDOROVA T. N.— EL TRABAJO EN LA PRODUCCION SOCIAL Y LA FORMACION DE LA PERSONALIDAD DE LA MUJER
Capítulo II. EMELIANOVA E. D.— LA ACTIVIDAD SOCIOPOLITICA DE LAS MUJERES
Capítulo III. SERGUEIEVA G. P.— LA FORMACION DE LA MUJER EN LAS CONDICIONES DEL PROGRESO TECNOCIENTIFICO
Capítulo IV. NOVIKOVA E. K.— EL PAPEL DE LOS SINDICATOS EN LA REGULACION DE LAS CONDICIONES LABORALES Y EN LA ORGANIZACION DE LA VIDA Y EL DESCANSO DE LAS TRABAJADORAS
Capítulo V. Y AZYKOVA V. S.— LA VIDA COTIDIANA SOCIALISTA, LAS MUJERES Y SU TEMPO LIBRE
Capítulo VI. YANKOVA Z. A.—EL PAPEL DE LA MUJER EN LA VIDA DIARIA DEL HOGAR Y LA FAMILIA
Capítulo VII. FONARIOV A. M., KAPLAN L. I.— LA EDUCACION PREESCOLAR EN LA URSS
Capítulo VIII. DANIL0VA E. Z.— FORMACION DE UN NUEVO CONCEPTO DE LA MUJER.
Conclusión

  

INTRODUCCION

 

En este siglo de ritmo vertiginoso y de hondas mutaciones sociales, iniciadas por la Gran Revolución Socialista de Octubre de 19I7, y en medio de la revolución tecnocientífica desplegada en la segunda mitad de siglo, y que ejerce un influjo transformador sobre todas las vertientes de la actividad humana, el problema de la mujer viene adquiriendo una significación de mayor actualidad cada día.

Se observa en todos los países un incremento impetuoso de la actividad social de las mujeres. Estas aparecen más decididamente cada día en el escenario del quehacer histórico, se profundizan y diversifican sus vínculos con la sociedad y, por tanto, va evolucionando su personalidad individual. Asistimos a un proceso de comprensión por la mujer de su papel en la sociedad como protagonista activo de la historia y crece en ella la conciencia de ser partícipe de los asuntos sociales y de su responsabilidad ante ellos.

Hoy día, las mujeres están incorporadas en su masa a las labores extradomésticas, participan ampliamente en las actividades sociopolíticas y sigue teniendo gran trascendencia su papel en la familia.

Ante esta creciente actividad social de la mujer es un imperativo de la época superar Por completo la discriminación legalizada de sus derechos, que tiene lugar en una serie de países, y el ejercicio, no sólo de derecho sino de hecho, de su igualdad en la sociedad y la familia. En el plano laboral, se trata de conseguir la igualdad económica del hombre y la mujer, incluido el derecho al trabajo, una igual retribución por el mismo trabajo, iguales oportunidades de estudiar y capacitarse, libre opción del oficio y de promoción laboral y una especial protección del trabajo de la mujer. La vida exige con insistencia resolver la contradicción entre la actividad profesional y social de la mujer, de un lado, y sus funciones de madre, de otro; demanda destruir los obstáculos que impiden el desarrollo individual de la mujer.

Fue en la Unión Soviética donde, a raíz del triunfo de la revolución socialista, se propiciaron por vez primera en la historia de la Humanidad las premisas socioeconómicas y políticas para superar la desigualdad social entre ambos sexos y establecer de hecho la igualdad de la mujer en la sociedad y la familia.

La experiencia del primer país socialista en el cometido de resolver la cuestión femenina y de conseguir la igualdad social de la mujer en todas las esferas de actividad se estudia y va aplicándose con espíritu creativo en los países socialistas y los que se hallan en vías de desarrollo. Los progresos de la Unión Soviética en este plano despiertan vivo interés entre los trabajadores del mundo capitalista que sostienen una lucha enconada por la emancipación social de la mujer en sus respectivos países.

La experiencia de la Unión Soviética cobra mayor relieve después de la celebración en 1975 del Año Internacional de la Mujer que constituyó una etapa notable en la lucha por los derechos femeninos, por la felicidad de los niños, por la democracia, la independencia nacional y la paz en el mundo entero.

Este libro que ofrecemos al lector es un intento de esclarecer algunos aspectos de la condición de la mujer soviética, demostrar los avances del País de los Soviets en la solución del problema femenino y los cauces seguidos en este cometido: brindar a la mujer condiciones óptimas para una feliz maternidad y para el desarrollo pluridimensional de su personalidad.

  

Capítulo I.

EL TRABAJO EN LA PRODUCCION SOCIAL Y LA FORMACIONDE LA PERSONALIDAD DE LA MUJER

 

Más de medio siglo de historia del Estado soviético ha demostrado con toda evidencia que la sociedad socialista tiene objetivamente hondo interés por incorporar ampliamente a la mujer a la construcción socialista. Sin su participación activa hubiese sido imposible el auge económico, político y cultural de la Unión Soviética.

La intervención femenina en la producción social tiene que ver con la solución de un problema de suma importancia como es el de formar el nuevo tipo de personalidad de la mujer, una mujer independiente, exenta de prejuicios, segura de sus fuerzas, altamente instruida y socialmente activa, que conjuga de forma armoniosa la riqueza espiritual con la perfección física.

El hombre adquiere personalidad cuando cobra conciencia de sus funciones sociales, cuando alcanza el verdadero significado de ser protagonista directo en el proceso histórico. El criterio principal de personalidad es la encamación más cabal por el individuo de los rasgos típicos de su clase, de su grupo social (la capacidad de transformar conscientemente la realidad, de razonar por sí solo, de crear algo nuevo para el progreso). El proceso de formación de la personalidad se asienta en el trabajo. Aquí es donde el hombre, transformando la naturaleza, se transforma a sí mismo. En el proceso laboral tiene tusar además una interacción entre los hombres y surgen entre ellos unas relaciones determinadas de producción.

En más de una ocasión Lenin llamó la atención sobre la importancia de la formación de la personalidad de la mujer en el socialismo por haber sido precisamente ella la más explotada y oprimida por el zarismo, los capitalistas y los terratenientes v además, por el propio estilo patriarcal de vida familiar. En la Rusia prerrevolucionaria, las mujeres en su masa se hallaban apartadas de la producción social. De los 63 millones que contaba Rusia en aquel entonces, tan sólo 6 millones percibían su propio salario, proporción que en las ciudades era de 8 a 2 y en el campo de 55 a 4.[1]

Las que trabajaban en 'las empresas capitalistas eran objeto de una brutal explotación y de discriminaciones, pero, con todo, su participación en el proceso productivo constituía un paso adelante en comparación con su modo de vida de antes. La gran industria maquinizada elevaba la autonomía de la mujer, impulsaba su conciencia de clase y su solidaridad proletaria en la lucha por emanciparse del yugo del capital, el único camino certero para su manumisión social.

La gran masa de la población femenina de la vieja Rusia vivía, sin embargo, en medio de un hermetismo patriarcal. Millones de mujeres trabajaban en pequeñas explotaciones agrícolas y en las labores domésticas.

El carácter del trabajo en las explotaciones individuales privaba a la mujer de los contactos sociales que se establecen entre los hombres agrupados en el proceso productivo, cumpliendo un trabajo conjunto, y que contribuyen a la toma de conciencia del trabajador. Los quehaceres domésticos estrechaban los horizontes de la mujer, determinando en notable medida una cosmovisión individualista pequeñoburguesa.

El hecho de que la actividad de la mujer se limitara a las labores de la casa conducía a una dependencia económica respecto del marido, con el agravante de que los derechos de propiedad del hombre, consagrados por 'la ley, ahondaban más aún esa dependencia. Así, según la legislación de aquel entonces, sólo los hombres podían poseer tierras; a las mujeres no les era dado tener su parcela. La dependencia económica acarreaba otras formas de desigualdad, consagradas no sólo por las leyes, sino también por la religión y las tradiciones.

El estado de subyugación en el que se halló la mujer durante siglos la convirtió, como definiera Lenin, en el “elemento de la población que se encontraba en un estado de máximo atraso y estancamiento”[2].

El paso de la economía particular doméstica al trabajo productivo social es considerado por el marxismo-leninismo una condición esencial para la emancipación social de la mujer v el desarrollo pleno de su personalidad.

Engels dice que “la manumisión de la mujer exige, como condición primera, la reincorporación de todo el sexo femenino a 1.a industria social”[3].

 Esta tesis la desarrolló posteriormente Lenin y fue la base de la política del Estado Soviético a la hora de dar solución al problema femenino.

Los clásicos del marxismo-leninismo ponían el acento en dos. aspectos del problema: la necesidad de incorporar a la mujer a la industria social y, al propio tiempo, la de socializar las explotaciones privadas domésticas y eximir a las mujeres de las labores, improductivas y faltas de creatividad, de la casa, que no contribuyen al desarrollo de su personalidad, sino que, por el contrario, lo frenan.

La mujer cumple una función social específica en la sociedad, pues no sólo interviene junto con el hombre en la................................

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