Sumario

 Presentación

Capítulo uno: Rusia en el sistema mundial, ¿Geografía o Historia?
        Rusia en el sistema mundial ¿Geografía o Historia?

Capítulo dos: En los orígenes: la índole del Imperio de los Zares
       La formación británica
       La formación rusa y después soviética
       La desintegración de la URSS: ¿fatalidad o coyuntura creada por la historia reciente?
       ¿Dos pesos, dos medidas?
       El Estado capitalismo contemporáneo

Capítulo tres: Treinta años de crítica al sovietismo (1960-1990)
       Treinta años de crítica del sovietismo (1960-1990)

Capítulo cuatro: Las respuestas de Lenin y Stalin al desafío del siglo   
       Los revolucionarios comunistas ante desafíos de la realidad

Capítulo cinco: ¿La salida del túnel?
       Las características fundamentales del decadente sistema soviético
               Uno: un régimen corporativista
               Dos: un poder autocrítico
              Tres: un orden social estabilizado
              Cuatro: la desconexión del sistema soviético
               Cinco: una superpotencia militar y política
       Las nuevas formas del capitalismo en Rusia
               Uno: la entrada de la nueva Rusia como periferia subalterna del sistema capitalista imperialista contemporáneo
               Dos: un poder autocrático irresponsable
               Tres: un corporativismo deteriorado y debilitado
               Cuatro: un regionalismo descontrolado
              Cinco: Rusia borrada del escenario internacional
               Seis: el desvío ideológico
       ¿Existe una alternativa cuyos rasgos sobresalientes se perfilarían en la Rusia de hoy?

Capítulo seis: La crisis ucraniana y el retorno del fascismo en el capitalismo contemporáneo
                Unidad y diversidad de los fascismos
                La mirada complaciente de las derechas occidentales respecto a los fascismos pasados y presentes
                Los fascismos del Sur contemporáneo
                En conclusión
               La crisis ucraniana, el proyecto euroasiático y el paso grand écart de Putin

Balance y perspectivas
               La historia global tiende trampas peligrosas a sus defensores
               Mis conclusiones acerca del presente y el futuro visible se sitúan en el marco de otra problemática distinta, nueva

 

Presentación

 

Las reflexiones reunidas en esta obra van en contra de los comentarios que circulan actualmente elaborados por la propaganda del coro mediático al servicio de la aristocracia financiera. El Imperio de los Zares, la Unión Soviética, la nueva Rusia son presentados sin cesar como horribles maquinarias despóticas y agresivas, de las cuales los pueblos civilizados de Europa han debido y deberán siempre protegerse. En nuestros días, gracias a la potencia militar de los Estados Unidos y de la OTAN. En las conclusiones de libro retomaré mi crítica a esas opiniones mordaces.

Los textos reunidos aquí se refieren a aspectos complementarios de una historia de Rusia diferente, a lo largo del tiempo, en una perspectiva de historia global que sitúa a Rusia en el sistema mundial en cada una de las etapas sucesivas de su evolución.

Aunque esos textos hayan sido escritos en diversos momentos, que van de 1990 a 2015, todos ellos contribuyen a crear una imagen de Rusia muy distinta a la transmitida por la propaganda de los países occidentales. De hecho, solo sobre la base de una lectura lo más científicamente correcta posible (y corresponde al lector juzgar la calidad de mi intento) se podrán enfocar las diferentes perspectivas que se ofrecen para el futuro de los pueblos de Rusia y de la ex Unión Soviética, así como las condiciones de su resurgimiento en el mundo de mañana.

 

CAPÍTULO UNO

 

Rusia en el sistema mundial ¿Geografía o Historia?

 

El doble derrumbe del sovierismo como proyecto social diferente del capitalismo, y de la URSS —y también de Rusia— como Estado, interpela a todas las teorías que se han podido proponer, tanto en el terreno del conflicto capitalismo/socialismo, como en el análisis de los lugares y funciones de los diversos países y regiones en el sistema mundial. Estos dos ejes de análisis —el primero centrado en la historia; el segundo, en la geografía—, en la mayoría de los casos se excluyen uno al otro.

 

I

En la tradición del marxismo histórico, y particularmente en su versión predominante en la ex-URSS, el único gran problema del mundo contemporáneo reconocido como digno de tratamiento científico era el del paso del capitalismo al socialismo. A partir de Lenin se formuló gradualmente una teoría de la revolución y de la construcción socialista cuyas tesis yo resumiría en los siguientes términos: (I) el capitalismo debe ser finalmente eliminado de todas las partes del mundo por medio de la lucha de clases dirigida por el proletariado; (II) la revolución socialista comenzó en determinados países (Rusia, después China) con preferencia sobre otros porque estos constituían, por diversas razones, «eslabones débiles» de la cadena del capitalismo mundial; (III) en estos países la construcción del socialismo es posible a pesar del atraso que experimentan en su desarrollo; (IV) la transición del capitalismo al socialismo se manifiesta en y mediante el antagonismo entre dos sistemas de Estados, unos convertidos en socialistas, los otros permaneciendo (momentáneamente) capitalistas.

En este tipo de análisis, la historia —que rige las particularidades sociales y políticas que componen las diferentes sociedades del mundo moderno (y entre otras, los «eslabones débiles»)— se destaca hasta el punto de que la geografía del sistema mundial, en la cual se expresan los lugares y funciones diversas de esas sociedades, se le somete integralmente. Por supuesto, el vuelco de la historia, al derribar «el socialismo irreversible» para volver al capitalismo, interpela la teoría de la transición y de la construcción socialista de las que hablamos.

En lo que podría ser un análisis del movimiento de la historia moderna inspirado en el principio fundamental que reside en la base de lo que llamaremos, en aras de la brevedad, la corriente de pensamiento del sistema y de la economía-mundo, la geografía asume otra dimensión. Lo que ocurre al nivel del todo (el sistema— mundo) rige la evolución de las partes que lo constituyen. Los papeles desempeñados por el Imperio ruso y por la URSS se explicarían entonces por la evolución del sistema mundial y es esta la que haría inteligible el derrumbre del proyecto soviético. Al igual que los extremistas del marxismo histórico solo toman en consideración la lucha de clases para dar cuenta de la historia, existe también una posible interpretación extremista del sistema mundo que prácticamente la elimina, debido a que ella sería incapaz de modificar el curso impuesto por la evolución del sistema en su globalidad.

En este punto, yo recordaría también que teorías referentes a la especificidad del lugar particular de Eurasia en el sistema mundial precedieron en varias décadas las formulaciones del sistema— mundo. Ya en los años veinte, historiadores rusos (Troubetskoï y otros) habían hecho propuestas al respecto, echadas al olvido por el conformismo soviético oficial y resucitadas a lo largo de los últimos años.

Aquí yo abogaría por una síntesis de los dos tipos de análisis propuestos, haciéndolo precisamente en el caso ruso-soviético, habiendo ya, por otra parte, defendido en términos más generales esta misma perspectiva que considero resulta enriquecededora para el marxismo (S. Amin, 1992).

 

II

El sistema del mundo, visto entre el año 1000 y el año 1500, está visiblemente compuesto por tres bloques principales de sociedades avanzadas (China, la India, el Medio Oriente) a los cuales se añade después, de forma gradual pero a un ritmo de desarrollo sumamente rápido, un cuarto polo: Europa. Ahora bien, es precisamente en esta región, marginal hasta el año 1000, donde van a concretarse las transformaciones cualitativas de toda índole que darán comienzo al capitalismo. Entre Europa y el Asia oriental —fronteras desde Polonia a Mongolia— se extiende el océano eurasiático, cuya posición en el sistema global de la época dependerá en gran medida de la articulación de los cuatro polos en lo que yo denominé el sistema del mundo antiguo (precapitalista, o tributario si se acepta mi calificación de los sistemas sociales que lo componen). Me parece imposible ofrecer una lectura convincente del nacimiento del capitalismo sin responder simultánemente a dos tipos de cuestiones relativas a: (I) las dinámicas de las transformaciones locales en respuesta a los desafíos que enfrentan las sociedades, en particular las dinámicas de las luchas sociales; (II) la articulación de estas dinámicas que se expresa en la evolución del sistema del mundo antiguo tomado en su globalidad, en particular la transformación de los papeles de las diferentes regiones que lo c'orqpo— nen (y, por tanto, en lo que se refiere a lo tratado aquí directamente acerca de las funciones de la región eurasiática).

 

III

Tomar en consideración el punto de vista global, y relativizar de ese modo las realidades regionales, significa ante todo reconocer que, hasta muy tardíamente en la historia, los dos bloques asiáticos (China y la India) concentran la gran mayoría de la población civilizada del mundo antiguo.

Por añadidura, impresiona la regularidad del crecimiento de esos dos bloques, que crecen en población casi 50 millones de habitantes en cada uno dos siglos antes de C., con cifras, respectivamente, de hasta 330 y 200 millones en 1800 y 450 y 300 en 1850. Esta progresión fabulosa debe compararse con el estancamiento del Medio Oriente a partir, precisamente, de la época helenística. La población de esta última región alcanza probablemente su punto máximo —50 millones— en esta época para declinar enseguida casi de modo regular y estabilizarse en torno a los 35 millones en vísperas de la revolución industrial y de la penetración europea (recordemos, asimismo, por ejemplo, que la población de Egipto, que había sido de 10 a 14 millones de habitantes en determinadas épocas de la Antigüedad faraónica, descendió a 2 millones de habitantes en 1800, y que la decadencia de Mesopo— tamia y de Siria fue del mismo tipo). Esta situación debe compararse también con el estancamiento de la Europa bárbara hasta el año 1000 (de 20 millones de habitantes dos siglos antes de C. a probablemente menos de 30 hacia el año 1000; después, con la explosión europea (180 millones de habitantes en 1800, 200 en 1850).

Se comprende entonces que Europa, cuando toma conciencia de sí misma, se verá realmente obnubilada por la consecución del objetivo de relacionarse, e incluso de conquistar, a ese fabuloso Oriente. Hasta una época tan tardía como el siglo XVIII, el Imperio chino sigue siendo para los europeos la referencia suprema, la sociedad más civilizada, la mejor administrada, y sus tecnologías las más finas y las más eficaces (Etiemble, 1972). Además, su poderío es tal que solo a partir de finales del siglo XIX se considera la posibilidad de atacarla. Por el contrario, la India, más frágil, había sido ya conquistada y su colonización había desempeñado un papel decisivo en el avance británico. La seducción del Extremo Oriente es el resorte principal que mueve las iniciativas de Europa. El descubrimiento —de pasada— y después la conquista de las Américas absorberá las energías europeas durante tres siglos. La función de Eurasia debe situarse en esta perspectiva.

El Medio Oriente, que defino como la región heredera del helenismo (que hace la síntesis de cinco culturas: Egipto, Mesopotaia, Siria-Fenicia, Grecia-Anatolia, Irán), constituye un tercer polo de civilización avanzada.

La intensidad de los intercambios entre estos tres polos rige pues, naturalmente, la dinámica del mundo antiguo. Esas «Rutas de la Seda», como se les ha llamado, atravesaban la región meridional de Eurasia, el Asia central, del mar Caspio a China, al sur de la estepa Kazakh, del Tian Shan y de Mongolia (S. Amin, 1991).

No obstante, el estancamiento relativo del polo del Medio Oriente (por motivos cuyo análisis no compete a este estudio) tiene como resultado una decadencia gradual de esos intercambios. Esta evolución tendrá al menos dos consecuencias importantes. La primera es que-Europa, al tomar conciencia de ello a partir de las Cruzadas, verá en el Medio Oriente no la región rica a ser conquistada de por sí, sino la zona de tránsito que hay que atravesar o circunvalar para llegar a las verdaderas regiones interesantes de Asia. La segunda es que China y la India desviarán gradualmente su mirada del Oeste hacia el Este para asegurarse las periferias que van a interesarles verdaderamente en Corea, en Japón, en Vietnam y en el Sudeste Asiático. Los dos polos orientales no se interesarán en la búsqueda activa de relaciones con el Medio Oriente en decadencia, y mucho menos con Europa. La iniciativa, pues, se concentrará en manos de los europeos. El océano eurasiático y el océano marítimo serán entonces los dos medios de paso en competencia para permitir a los europeos llegar a Asia.

 

IV

Europa, como ya se dijo, es marginal hasta el año 1000. Al igual que Africa —que lo seguirá siendo después del año 1000—, Europa constituye una zona en la cual los pueblos todavía no se han verdaderamente asentado ni constituido en sociedades estatales tributarias. Pero esta periferia pobre del sistema antiguo va a despegar súbitamente, desde la estructura particular que asocia .............................

  

 

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