INDICE
    6 ..... Agradecimientos
    7 ..... Saludo de Esteban Volkov
    9 ..... Prólogo de Rob Sewell
  33 ..... Prefacio de los autores a la edición inglesa de 1969
 
  39 Qué defendieron realmente Lenin y Trotsky
  39 ..... ..... 1. De la historia del bolchevismo (I)
  45 ..... ..... 2. De la historia del bolchevismo (II)
  71 ..... ..... 3. La teoría de la revolución permanente
  93 ..... ..... 4. Trotsky y Brest-Litovsk
101 ..... ..... 5. El surgimiento del estalinismo
115 ..... ..... 6. La lucha de Lenin contra la burocracia
133 ..... ..... 7. El socialismo en un solo país
169 ..... ..... 8. Conclusión
173  Lecciones de Octubre
221 ..... ..... Notas
229 ..... Apéndice: Las últimas cartas de Lenin
249 ..... Bibliografía

AGRADECIMIENTO DE LOS AUTORES

Nos gustaría dar las gracias a todos aquellos que han contribuido a la reedición de esta obra. Además, queremos expresar nuestra gratitud en particular a las siguientes personas por su inestimable ayuda: Emil Vaughan y Ana Muñoz, por su dedicación a este libro, en especial por su trabajo técnico y comentarios; a Tracy Howton, Steve Jones, Sue Norris y Vicki Pulydorou, por corregir los textos.

Por último, queremos agradecer a Esteban Volkov —nieto de León Trotsky— su continuo apoyo y, en especial, por su saludo a esta nueva edición.

 

SALUDO DE ESTEBAN VOLKOV

De un lado encontramos a los defensores incondicionales de la clase obrera y de la revolución socialista: León Trotsky y un reducido grupo de valerosos y genuinos revolucionarios marxistas leninistas, teniendo como única arma el cortante filo de la verdad, luchando para parar y erradicar el cáncer del estalinismo y de la contrarrevolución burocrática en la Unión Soviética, enfrentándose a un inmenso ejército de delincuentes intelectuales, así como de asesinos profesionales, que trabajaban en estrecha comunión. Los primeros por millares, mercenarios de la pluma, entre los cuales se encuentra Monty Johnstone, ejemplar típico de esta vasta fauna de falsificadores de la historia y calumniadores profesionales, generosamente pagados en todos los confines del planeta por el Kremlin con el dinero sustraído al sufrido pueblo ruso, y que de hecho sólo repetían, como discos rayados, las instrucciones emanadas de Moscú.

Estos criminales de toda laya son los directamente responsables de la traición, usurpación y destrucción de la revolución socialista en Rusia y hoy en día pueden admirar orgullosamente “su obra”. Y también son los que han retrasado históricamente el advenimiento de la más urgente y cara esperanza del género humano: la implantación del socialismo en la Tierra.

La deuda de gratitud del régimen capitalista con esta jauría de enemigos y enterradores del socialismo no tiene precio.

Crear confusión en las filas de los explotados, denostando y desacreditando sus armas ideológicas, así como encarcelando y asesinando a sus dirigentes, ha sido y seguirá siendo el arma más común de los explotadores para mantener sus privilegios.

  

 

PRÓLOGO

 

Hace ahora más de treinta años que este libro se publicó por primera vez. Aunque re editado en 1972 y 1976, lleva años agotado. Fue una respuesta a Monty Johnstone, en aquel entonces un importante teórico del Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB), que en octubre de 1968 publicó una revisión de la figura de León Trotsky en Cogito, el periódico de la Liga Juvenil Comunista (YCL), las juventudes del CPGB. Alan Woods y Ted Grant aprovecharon aquella oportunidad para, en una detallada respuesta, explicar la verdadera relación entre las ideas de Lenin y las de Trotsky, falsificada sistemáticamente por los estalinistas desde que inventaron el “trotskismo” en 1924. Pero este libro no fue un ejercicio académico, sino un llamamiento político a las bases del CPGB y la YCL a descubrir la verdad sobre Trotsky y regresar al programa revolucionario de Lenin: “Es el deber de todos los compañeros de estas organizaciones”, afirman los autores, “prepararse teóricamente para las grandes tareas a las que nos enfrentaremos”.

 

El artículo de Cogito

El artículo de Cogito —titulado Trotsky: Sus ideas— fue el primero de una trilogía. El segundo —Trotsky y la revolución mundial— apareció en mayo de 1976. El tercero —que iba a titularse La política trotskista hoy— no llegó a publicarse. El ataque de Monty Johnstone contra Trotsky era una valiosa oportunidad para abrir un debate sobre las cuestiones fundamentales entre la base de la YCL y del CPGB, sobre todo porque hasta ese momento era impensable tener una discusión abierta sobre el trotskismo. Pocos años antes, Betty Reid escribía un artículo vitriólico en Marxism Today (la revista del CPGB) titulado El trotskismo en Gran Bretaña hoy, en el que advertía a la militancia contra cualquier vinculación a grupos trotskistas:

“Debemos dejar claro que todos estos grupos, sin excepción, están para destruir el partido, debilitar y confundir al movimiento obrero británico. Tenemos que explicarlo, tenemos que avisar contra esta vinculación. Por último, debemos tener claro que el partido se encuentra unido en su determinación de luchar por el socialismo y no tolerará ningún tipo de vinculación con esta gente, o cuando aparezcan fracasaremos en la lucha por nuestra política” (Marxism Today, septiembre 1964. Subrayado en el original).

Incluso Monty Johnstone creía que el debate llegaba “con gran retraso”, a lo que Woods y Grant añadían: “Para ser exactos, con un retraso superior a cuatro décadas”.

Los argumentos de Johnstone contra Trotsky no son nada originales. Como veremos, son un refrito de las calumnias del pasado, aunque con una presentación más refinada. Una parte considerable de esta obra se ocupa inevitablemente de la historia del bolchevismo. Por lo tanto, hay que considerar su publicación como un complemento a los libros Bolshevism: The road to revolution, de Alan Woods, en el que se tratan en gran profundidad los temas políticos previos a la Revolución de Octubre, y Rusia: De la revolución a la contrarrevolución, de Ted Grant, que analiza los aspectos fundamentales de la historia soviética desde la Revolución hasta nuestros días[1]. La presente obra es una brillante introducción al tema y merece la más amplia audiencia en las filas del movimiento obrero y comunista. Al fin y al cabo, el libro va dirigido en primer lugar a todos los activistas obreros y juveniles. Tras los tormentosos acontecimientos de los últimos treinta años, especialmente el colapso del estalinismo en Rusia y Europa del Este, las ideas que contiene son ahora todavía más relevantes que antes.

 

¿Por qué se escribió el artículo?

El debate sobre Trotsky en la YCL no surgió en ese momento por casualidad. 1968 fue un año clave. En mayo había estallado en Francia una huelga general revolucionaria que duró seis semanas —la mayor de la historia—. Diez millones de trabajadores ocuparon las fábricas. El Estado fuerte de De Gaulle quedó paralizado. Aquel magnífico movimiento podía fácilmente haber terminado con el capitalismo en Francia —de no haber sido por la política y la conducta de los dirigentes del Partido Comunista Francés—. El a la sazón primer ministro, Pompidou, escribió en sus memorias: “La crisis era mucho más seria y profunda: el régimen estaba al borde del colapso, no se podía salvar con una simple remodelación del gabinete. No era mi opinión lo que estaba en cuestión. Era el general De Gaulle, la V República y, en gran medida, el propio gobierno de la República” (Colin Baker, Revolutionary Rehearsals, p. 24).

El 24 de mayo, De Gaulle recurrió de nuevo al plebiscito como voto de confianza en su persona. Pero fue imposible, ninguna imprenta francesa quiso imprimir las papeletas. Después lo intentó en Bélgica, pero los trabajadores belgas se negaron en solidaridad con sus colegas franceses. A los cinco días, De Gaulle desapareció. Había huido a Baden-Baden, en la antigua República Federal Alemana. Según Pompidou, quería retirarse de la vida política “presa de un ataque de desmoralización”. Los esfuerzos del general Massu consiguieron que De Gaulle regresara a París. El desmoralizado De Gaulle le diría al embajador estadounidense: “El juego ha terminado. En pocos días los comunistas tomarán el poder”. El poder estaba en manos de la clase obrera. Por desgracia, el Partido Comunista Francés, cuya influencia entre la clase obrera era decisiva, fue incapaz de aprovechar la oportunidad para llevar adelante la revolución socialista, y en su lugar canalizó el movimiento hacia la derrota.

Después del largo período de relativa “armonía” social que siguió a la Segunda Guerra Mundial, el Mayo francés volvía a poner la revolución en el orden del día. Sacudió al movimiento obrero europeo y provocó un debate que afectó a la base de los partidos comunistas y en especial a la juventud. Esto explica en parte el renovado interés por las ideas de Trotsky. Pero los acontecimientos franceses no fueron el único motivo de malestar en las filas comunistas. En agosto, la burocracia rusa enviaba sus tanques a Checoslovaquia para aplastar el intento del gobierno Dubcek de introducir “reformas” democráticas. Una vez más, al igual que cuando en 1956 la URSS invadió Hungría, el movimiento comunista se veía sacudido hasta los cimientos. En sus bases existía una enorme polarización. En todos los partidos aparecieron divisiones, en especial entre las alas estalinista y “eurocomunista”, y una capa importante de los militantes se cuestionaban lo que ocurría en la URSS y la estrategia de su dirección tanto nacional como internacionalmente. En medio de este fermento sale a la superficie la cuestión de Trotsky y su papel en el movimiento obrero.

En la otra parte del planeta, el imperialismo norteamericano libraba una brutal guerra en el Sudeste Asiático, encontrándose con la heroica resistencia vietnamita. El año comenzó con la llamada “ofensiva del Tet”, que puso a los norteamericanos a la defensiva. La lucha revolucionaria del pueblo vietnamita hizo estallar una radicalización estudiantil sin precedentes en Inglaterra, Europa y EEUU, donde sectores de jóvenes buscaban una salida en las ideas revolucionarias. La crisis en los partidos comunistas tuvo como consecuencia inevitable que las ideas de Trotsky —demonizadas durante mucho tiempo por los estalinistas— comenzaran a encontrar cierto eco entre las nuevas capas llegadas a la política y también entre los jóvenes comunistas.

Para cortar ese proceso y controlar a las bases de la YCL, se le encomendó a Monty Johnstone escribir una exposición moderna de Trotsky y sus ideas. Era un recurso peligroso, porque hablarle —incluso con distorsiones— a las bases de la YCL sobre Trotsky y sus ideas generaría un interés mayor por él y su obra. Pero a la dirección del CPGB no le cupo otra alternativa. Monty Johnstone aceptó el desafío y comenzó su serie de tres artículos en Cogito. El debate se abrió, y Alan Woods y Ted Grant le dieron la bienvenida. Este libro sigue siendo la respuesta más clara a las calumnias y falsificaciones de los estalinistas. Por esta razón, no hemos dudado en reeditarlo, como contribución a la conmemoración del 60° aniversario del asesinato de León Trotsky.

  

La reflexión posterior de Monty Johnstone

Últimamente, Monty J ohnstone ha modificado su postura sobre Trotsky. El año pasado afirmó: “Hoy escribiría de forma diferente varios aspectos de lo escrito en 1968, en particular sobre el socialismo en un solo país”.

En julio de 1992, el compañero Johnstone escribió un nuevo artículo, publicado por la Sociedad de Historia Socialista, con el título Nuestra historia: Una nueva valoración de Trotsky. Aunque éste no es el lugar para una crítica detallada de este artículo, es evidente que su opinión cambió. A la luz de los acontecimientos, consideraba que “es necesario revisar nuestros juicios”.

Seríamos los primeros en dar la bienvenida al cambio de postura de Monty Johnstone, pero por desgracia el cambio es más aparente que real. Por ejemplo, todavía recurre a citas fuera de contexto, que sólo sirven para caricaturizar la posición de Trotsky en varias cuestiones fundamentales. Bastarían unos pocos ejemplos ...............[..............]

 

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