Tabla de contenidos

1)  Universidad como empresa

2)  Precarización del conocimiento

3)  Productividad del trabajo y ciencia

4)  Ciencia patriarco-burguesa

5)  Política burguesa y la tecnociencia

6)  Beneficio o ciencia crítica

7)  Crisis de la tecnociencia y fe

 

Nota: documento para la charla-debate celebrada en la universidad de Leioa el pasado 11 de abril de 2018 organizada por el colectivo Zientzi Herria. Este documento es una actualización de otro anterior titulado Emancipación nacional y praxis científico-crítica,[1]de noviembre de 2001 para debate interno y colgado en la Red cuatro años después.

 

1. Universidad como empresa

 

«Los tiempos de la Educación no son los tiempos de la producción, los tiempos de la pedagogía no son los tiempos de las necesidades empresariales. La reforma ha sujetado los tiempos de la Educación al extractivismo corporativo y su herramienta es la estandarización, es decir, la capacitación en serie, para ser productivos. La pregunta es ¿para quién?, para participar de un mercado que se devora a sí mismo, como los veloces y transgénicos tiempos de la monsantización, que extrae los nutrientes de lo que le da vida, pero a la vez va restando las posibilidades de vida a la tierra, porque esa vida incluye el veneno.»[2]

 

Estas palabras de Andrés Sarlengo nos incitan a entrar al debate porque presentan al menos cuatro decisivas cuestiones sobre la educación y la universidad, sobre eso que llamamos «ciencia», sobre el capitalismo y sobre la vida. Por monsantización se entiende la producción, venta y compra de «ciencia», es decir, la fuerza productiva inserta en el capital constante que cada día exige mayores inversiones, más seguridad sociopolítica y más certidumbre económica para que las ganancias que genera terminen siendo más rentables que la tasa media de beneficio, que es de lo que se trata. Decimos que la «ciencia» se produce, se vende y se compra, y se falsifica, porque Monsanto «es investigado por el juez federal de California, Vince Chhabria, acusado de haber pagado 250 mil dólares a científicos para enunciar que el glifosato no es dañino a la salud. La revista Science publicó una investigación al respecto».[3]

Andrés Sarlengo habla de Educación, con mayúscula, para diferenciarla de la educación burguesa, la dominante e impuesta por el capital, la que abarca la totalidad del proceso de «capacitación en serie» de la fuerza de trabajo, una de cuyas etapas es la universidad. Es por esto que debemos recurrir a unas palabras de Borroka para seguir avanzado:

A día de hoy no tenemos un sistema educativo propio ni controlado por la clase trabajadora. Y la opresión estructural de la clase trabajadora vasca comienza en las aulas de clase, y en la más tierna infancia. Euskal Herria es de los mayores lugares de Europa donde se practica la segregación escolar. Concentrando a alumnos y alumnas de clase baja en ciertos centros de enseñanza (hijos e hijas de familias inmigrantes, alumnos con necesidades educativas especiales...). Siendo todo ello una fábrica de reproducción de la desigualdad social más extrema y que debería dar asco a las directivas de nuestros flamantes y éticos centros de estudio y a los diversos gobiernos y no les da en absoluto. Para ellos el sistema educativo actual, es lo que es realmente, una fábrica de procesamiento para aportar piezas a la patronal y desechar otras para el ejército de reserva. Un lugar a donde puede ir la policía a impartir temario o a detener. Un sitio donde negar el derecho a huelga al alumnado, criminalizar al sindicalismo estudiantil, recortar derechos de trabajadores, calentar butaca académica y levantar la bandera de unos valores que ya no se usan se cree compatible. Escuela nacional vasca o barbarie.[4]

 

Escuela nacional vasca quiere decir también universidad nacional vasca, euskaldun, y para el tema que aquí nos reúne, las relaciones entre el pueblo trabajador y la «ciencia», significa debatir también un proyecto revolucionario de ciencia-crítica cuyas bases esenciales deben enseñarse ya desde la primera educación, siempre en permanente relación con la pedagogía popular que simultáneamente ha de vivirse en el entorno social, familiar, afectivo que envuelve a la primera infancia, porque la pedagogía liberadora es colectiva y dialéctica[5]o no es. Pero este proyecto choca frontalmente con la «universidad-empresa», como la define Marta Clar, controlada por la «casta universitaria»[6]que aplica las directrices teledirigidas realmente desde las grandes multinacionales[7]tal como sostiene Alejandro Arias.

En efecto, hemos sabido hace unos días que el capital saudí está comprando prestigiosas universidades norteamericanas aprovechando un viaje que tenía como objetivo básico el estrechamiento de lazos militares, económicos y políticos entre ambas potencias.[8]Verónica Landa ha desgranado las empresas que subvencionan las muchas cátedras privadas en diferentes universidades: Banco Santander, UB-Zurich, Burger King, Mango, Dow Chemical, Repsol, Endesa, Abertis, Novartis, Telefónica, La Caixa... y hasta la Iglesia,[9]por no hablar de las «Relaciones Milicia-Universidad».[10]

La subsunción en el capitalismo del entero proceso educativo, que no sólo la universidad, tiene entre otros objetivos también el de producir «consumidores pasivos y trabajadores flexibles» según razona Vicente Gutiérrez.[11]Tal finalidad explica el porqué de estas palabras de Alberto Garzón: «En la universidad hay clientelismo, caciquismo y tiranías brutales».[12]Son características típicas de la disciplina laboral burguesa. La universidad-empresa tiene la función de multiplicar la productividad y reducir en lo posible las resistencias que la frenan, porque como dice Christian Felber: «La escuela es un engranaje del capitalismo: educa para que cada uno busque el éxito a costa del otro»,[13]o sea, educa según la esencia misma del individualismo metodológico que sustenta la ideología burguesa. Nacho Valverde detalla otras características frecuentes en las universidades del Estado español, centrándose en la precarización del profesorado, en las contrataciones irregulares de profesores visitantes sin ningún tipo de control público, etcétera.[14]

La precarización del trabajo universitario supone una serie de efectos negativos globales que afectan tanto a las condiciones de vida del profesorado, a su capacidad de reciclaje formativo, como a la efectividad pedagógica de la universidad, pasando por la reducción de los derechos laborales y sindicales de las y los trabajadores precarizados, etc., tal como investigó en 2013 Ma J. Díaz Santiago.[15]La precarización se ha multiplicado con el tiempo. En 2016, J. J. Castillo y P. More sintetizaron en este decálogo las conclusiones de su investigación:

1) La precarización de las perspectivas de carrera académica es un marco limitante y omnipresente en la información recogida. 2) Por ello mismo, constatamos la difícil, o casi imposible, construcción de identidades académicas firmes, y previsibles. 3) Los salarios, en este contexto, son, en una alta proporción muy bajos y sin garantías, y muchos no llegan ni siquiera al salario mínimo. 4) Hemos encontrado una carga de trabajo docente e investigadora extensa, muy extensa, además de mal pagada. 5) Hemos constatado la pertinencia de estudiar «todas las formas de trabajo» para poder conocer esa carga total de trabajo y su repercusión en la vida de las personas. 6) También, una escasez de convocatorias de puestos de trabajo estables y, en consecuencia, el fomento de la competencia entre iguales y una permanente lucha por conseguirlos, que mina la posibilidad de la acción colectiva y solidaria. 7) Los «beneficios» de la estabilidad en el empleo, de las perspectivas de carrera (véase el relato de Roberto) tanto para las personas que trabajan, como para la investigación, la docencia y publicaciones, para la Universidad y para la Sociedad. 8) La importancia de considerar las políticas cruzadas sobre las y los docentes e investigadores, desde los Gobiernos, nacionales, autonómicos, Rectorales, Decanales, Departamentales... 9) La constatación de la falta de propuestas «globales» del profesorado en su conjunto a estos problemas de precarización de una gran mayoría, que «ignoran» –nos dicen los entrevistados– la situación real de estos colectivos más vulnerables y vulnerados en detrimento de una Universidad Pública de calidad; aparte de retóricas sobre la captación de talento, los problemas presupuestarios, etc. Y 10) Constatando esta falta de rigor, creemos que se puede afirmar que faltan estudios comprometidos con las políticas de cambio que se fundamenten en estudios serios, rigurosos, factibles, que atiendan a identificar realmente estos colectivos, que, hemos encontrado en nuestro estudio –preliminar aún– como un recurso formado y comprometido, imprescindible para mejorar la Universidad Pública.[16]

 

En este mismo año, Mª J. Díaz Santiago sacó a la luz el impacto negativo de la precarización del trabajo científico en las mujeres:

El análisis de los discursos muestra las contradicciones que emergen cuando aparecen ciertos temas donde las posiciones de género son marcados: maridos que trabajan el mismo área (recursos humanos) y que no priorizan la conciliación, reproducción de roles que lleva a estancar carreras profesionales, la familia, el desempleo, la temporalidad, etc., son indicadores que hacen del género un aspecto a tener en cuenta no solo en la condición de personas investigadas sino, también como investigadoras e investigadores.

El proceso de investigación, como en el caso de una tesis doctoral, requiere de periodos de introspección que son difíciles de asumir en un momento como el actual, donde el propio sistema capitalista está ávido de tiempo y la actividad intelectual, intensiva en tiempos de trabajo basados en su carácter vocacional, hace recaer en el investigador la responsabilidad única de su óptima ejecución. Realizar una tesis doctoral a través de una figura precarizada como puede ser un profesor asociado, que quiere hacer carrera académica, puede ser enriquecedor pero a la par provocar un alargamiento de los tiempos de realización de la misma que se magnifican cuando se tienen responsabilidades familiares. De ahí que, al tamizarla a través de la perspectiva de género se vea una mayor dificultad añadida para una parte importante de la población investigadora.[17]

 

[1]Emancipación nacional y praxis científico-crítica, 2 de noviembre de 2005 ( http://www.rebelion.org/).

[2]Andrés Sarlengo: Sueltos, O pensar de a ratos..., 10 de julio de 2017 ( http://rebelion.org/docs/236932.pdf).

[3]Cuando la ciencia se compra, 10 de junio de 2017 ( https://www.pagina12.com.ar).

[4]Borroka Garaia da!: La burguesía de aquí y de allá segrega escolarmente a la infancia vasca, 8 de abril de 2018 ( https://borrokagaraia.wordpress.com).

[5]Lidia Turner Martí: El pensamiento pedagógico de Ernesto Che Guevara,Edit. Capitán San Luis, La Habana 2007, pp. 89-90.

[6]Marta Clar: ¿De qué hablamos cuando hablamos de «universidad empresa» y «casta universitaria»?,22 de enero de 2018 ( https://www.izquierdadiario.es/).

[7]Alejandro Arias: ¿Quién dirige realmente las Universidades públicas?(Parte I), 23 de octubre de 2017 ( https://laizquierdadiario.com/).

[8]Grif Peterson/Yarden Katz: Las universidades estadounidenses están en venta y Arabia Saudí ha puesto el ojo en ellas, 8 de abril de 2018 ( https://www.eldiario.es/).

[9]Verónica Landa: ¿Universidad – Empresa? Las empresas detrás de las cátedras privadas de la UB, 31 de enero de 2018 ( http://www.izquierdadiario.es/).

[10]Jesús Salgado Alba: Política de defensa y la relación civil-militar(https://revistamarina.cl).

[11]Vicente Gutiérrez: «El mito de la Escuela nos domestica y prepara para ser consumidores pasivos y trabajadores flexibles», 4 de febrero de 2017 ( https://www.eldiario.es/).

[12]Alberto Garzón: «En la universidad hay clientelismo, caciquismo y tiranías brutales», 7 de abril de 2018 ( http://ctxt.es/es/).

[13]Eduardo Azumendi: «La escuela es un engranaje del capitaliso: educa para que cada uno busque el éxito a costa del otro», 10 de febrero de 2018 ( https://www.eldiario.es/).

[14]Nacho Valverde: Más allá de l URJC: las irregularidades en las universidades españolas, 7 de abril de 2018 ( http://www.publico.es/).

[15]María José Díaz Santiago: «Experiencia no académica: el profesorado asociado como actor doblemente precarizado», Sociología del Trabajo, nueva época, no 78, primavera de 2013, pp. 51-71.

[16]J. J. Castillo y Paloma More: «Por una sociología del trabajo académico. La precarización del trabajo de enseñar e investigar en la Universidad», Sociología del Trabajo, nueva época, no 88, otoño de 2016, p. 24.

[17]María José Díaz Santiago: «El proceso de producción científica en condiciones de precarización», Sociología del Trabajo, nueva época, no 88, otoño de 2016, pp. 41-42.

 

 

 

 

 

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