LA NUEVA INTERNACIONAL
El triunfo, en octubre de 1917, de la revolución rusa encabezada por Lenin tuvo un eco gigantesco en Europa ya que, por primera vez en la Historia, una organización proletaria accedía al poder y la bandera roja flameaba en los mástiles como enseña de un Estado. Algo realmente inimaginable muy poco antes.
En marzo de 1919, como prueba de que consideraban exportable su revolución, los bolcheviques crearon la Tercera International, o Internacional Comunista, en el seno de una reunión que contó con escasa presencia extranjera y ninguna española. El tema de la Tercera Internacional, no obstante, fue discutido entre los socialistas españoles, quienes decidieron en el congreso nacional del PSOE de diciembre de aquel año continuar en la Segunda Internacional y sólo unirse a la comunista si, en el entreacto, tenía lugar un proceso de unificación de ambas.
Del 17 de julio al 7 de agosto de 1920 una vez mas volvió a reunirse la Tercera Internacional, y ahora oficialmente con el fin de informarse se hallaban presentes sendas delegaciones hispanas: una del PSOE y otra de la CNT. A ambas fuerzas les seducía fuertemente el experimento ruso, pero la atracción era aún mayor en algunas áreas de los socialistas, cuyas Juventudes ya en diciembre de 1919 habían decidido, por su cuenta y riesgo, solicitar el ingreso en la nueva Internacional. Llevadas por ese motivo las tensiones, en el seno del PSOE, al máximo, en abril de 1921 tuvo lugar la escisión definitiva de los procomunistas, escisión que en Vizcaya estuvo capitaneada por Oscar Pérez Solís, un asturiano que llego a Bilbao para sustituir a Emilio Beni en la dirección de «La Lucha de Clases», y con muchos menos ánimos que el por Facundo Perezagua, quien después de una travesía del desierto había vuelto a la disciplina del PSOE, del que, como se recordara, le expulsaron en 1915.
De Perezagua ya hablamos suficientemente en el capítulo anterior, por lo que antes de seguir adelante me detendré un momento en la tumultuosa e increíblemente contradictoria figura de Oscar Pérez Solís. De el sabemos que nació en Bello (Aller), hijo de un capitán de Infantería de Marina, quien le impuso —pues no se sentía atraído por el uniforme— su ingreso en la Academia de Artillería de Segovia. Con el grado de teniente fue destinado a Canarias, donde se hizo anarquista. Trasladado a Valladolid, entró en contacto con el socialismo en 1909, ingresando clandestinamente en el PSOE un año mas tarde hasta que, descubierta su filiación, hubo de causar baja en el Ejercito, dedicándose por entero a la lucha política. Desterrado en 1919 de Valladolid por un delito de lesa majestad, marchó a Bilbao, asistiendo al citado congreso de abril de 1921 que tuvo por marco a Madrid. Fue precisamente Pérez Solís el encargado de leer la declaración de ruptura en un acto convocado al efecto en la Casa del Pueblo, sorprendiendo su actitud, pues anteriormente no sólo se había mostrado moderado, sino también como uno de los defensores mas decididos de la permanencia del PSOE en la Segunda International. Este documento, por tantas razones histórico, lo firmaron el propio Pérez Solís y Perezagua por Bilbao, Éibar e Irún, Mariano García Cortes por Sestao y Vitoria, Torralba por Valmaseda y Gallarta, Salmerón por Deusto, Luzurriaga por Begoña, López por Ortuella y Baracaldo, y Virginia González por San Julián de Musques.
Aunque se ha pretendido lo contrario, la desafección comunista supuso un serio revés para el PSOE. Sus Juventudes, en todo el mapa español, pero sobre todo en Vizcaya, prácticamente se fueron en bloque a la Tercera Internacional y tardaron mucho tiempo en poder reconstituirse, aunque al poco de coronar esa meta la influencia bolchevique, siempre latente en ellas, condujo a su fusión con las Juventudes Comunistas, de lo que resultó las Juventudes Socialistas Unificadas, en la que la dirección real estaba en manos de los comunistas.
En el partido sucedió algo de la especie, ya que en el antes mencionado congreso que sancionaría la escisión, trece de las dieciocho agrupaciones socialistas vascas optaron por romper la vieja obediencia y adscribirse a la nueva. Después, en marzo de 1922, al tener lugar el I Congreso del Partido Comunista de España, la fuerza numérica mas importante de cuantas participaron en el procedía del País Vasco y mas concretamente de Vizcaya. La nueva organización irrumpió con fuerza en Euzkadi, ya que aunque era minoritaria en el cuadro general de la época y no contaba con demasiados lideres relevantes en sus filas, poseía unas huestes a las que los pocos años de sus miembros le daban un gran brío. Tanto que en el verano de 1921, coincidiendo con las protestas levantadas por la guerra de Marruecos, los comunistas pensaron ya en desencadenar una revolución armada que contaría como palanca principal con sus correligionarios de la zona minera. Un dirigente del PC, Eduardo Ugarte, visitó Vizcaya con tal motivo, pero sea porque al final faltaron las condiciones ínfimas para pasar a la acción o porque las autoridades, adelantándose, detuvieron a una serie de militantes y clausuraron su periódico, «La Bandera Roja», el caso es que la revuelta no tuvo lugar. Por cierto, y ya que hemos hablado del órgano de los comunistas Vizcaínos, es conveniente decir que estos últimos contaron en esos años (1921-1922) con un diario propio, «Las Noticias», que se imprimía en los talleres de «Euzkadi», para lo cual el EBB había solicitado y obtenido el visto bueno del obispo de Vitoria. El objetivo del plan no era otro que erosionar a los socialistas por su izquierda. «Las Noticias» tenia como director al aragonés Jesús Escartín, siendo su verdadero inspirador Pérez Solís, director de la citada «Bandera Roja».
Los seguidores de Lenin, que comenzaron su marcha en solitario organizando huelgas y provocando Con la llegada de los comunistas, el partido de Pablo Iglesias se rompió en dos. alteraciones del orden público, controlaban el Sindicato Minero de Vizcaya, a cuyo frente se puso a un antiguo cartero, José Bullejos, así como los sindicatos de Artes Graficas y el de la Construcción. Por cierto que el Sindicato Minero estuvo fuertemente influido desde el primer momento por los animadores de la corriente bolchevique y en el iniciaron su carrera algunos dirigentes luego celebres como Dolores Ibarruri, Pasionaria, cuyo primer articulo apareció en las paginas del órgano del Sindicato, «El Minero Vizcaíno». También dominaban los comunistas una serie de Casas del Pueblo, entre otras las de Bilbao, Gallarta, Ortuella, Somorrostro, Galdames y a medias la de San Sebastián. No es de extrañar que aludiendo a este panorama Bullejos escribiera que en los comienzos de la actividad del PCE su principal campo fue Vizcaína, tanto porque aquí disponía de la mas importante fuerza sindical como por haber elegido la patronal aquella región para comenzar la ofensiva económica.
Esta ofensiva, consistente por un lado en el cierre de las minas deficitarias y por otro en la disminución de los salarios de los empleados en ellas, cuando continuaban funcionando, reportó forcejeos muy duros, y el propio Bullejos, que había predicado la huelga desde un balcón de la Casa del Pueblo de Gallarta, fue gravemente herido por unos pistoleros a sueldo de la patronal mientras que desde esa localidad se dirigía a Ortuella, ingresando, después de ser dado de alta, en prisión, donde hubo de permanecer mas de un año.
La violencia era general y la practicaban todos, desde los patronos a los socialistas y comunistas. En agosto de 1923 varios de estos últimos comandados por Pedro García Lavid, hermano del jefe de la Juventud Comunista de Vizcaya y andando el tiempo, ya en plena Guerra Civil, jefe de la 61° Brigada Mixta del Ejercito de Maniobra, se apostaron en las cercanías de la sede del diario bilbaíno «El Liberal" con el doble propósito de volarlo y asesinar a Prieto. Fracasaron en ambos intentos al haber sido descubiertos casualmente por el policía y luego polémico escritor Mauricio Carlavilla (Mauricia Karl), así como en la conducción, el citado mes, de una huelga general, en el curso de la cual recibió serias heridas Pérez Solís, quien durante los cinco meses que paso en el hospital recibía asiduamente las visitas del jesuita de Deusto padre Chalbaud, iniciándose entonces su conversión al catolicismo y a las posiciones políticas mas integristas. La citada huelga general, que figura por derecho propio entre las de carácter revolucionario registradas aquellos años, tuvo su ápice el día 23 cuando las fuerzas del Orden Publico, tras un intenso tiroteo en el curso del cual resultaron dos obreros muertos, tomaron al asalto la Casa del Pueblo.
DE PRIMO DE RIVERA A LA REPUBLICA
Al sobrevenir la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, en el País Vasco sólo fueron seriamente molestados los anarcosindicalistas, en el campo obrero, y los aberrianos, en el nacionalista. Ambos grupos vieron sus centres clausurados y su Prensa suprimida, mientras que un cierto número de sus dirigentes fueron a parar a la cárcel. Por lo que hace al PC, la actitud oficial era al principio conciliatoria, hasta el punto de que siguió publicándose «La Bandera Roja», órgano de expresión del grupo, y el gobernador civil de Vizcaya recibió a Bullejos, prometiendo la reapertura de las Casas del Pueblo y los sindicatos bajo su control si colaboraban. No aceptaron la oferta, y el 25 de diciembre, perseguidos ya sin contemplaciones, intentaron, según el P. Policarpo de Larrañaga, un esfuerzo revolucionario para sacudirse su yugo, provocando desordenes en muchos pueblos. La violencia fue particularmente sensible en Baracaldo, Ortuella, La Arboleda, Deusto, Arrigorriaga, Dos Caminos y Éibar, pero fracasaron en parte porque el sindicato abertzale no secundó el movimiento y tampoco la UGT, ya que los socialistas, como bien dice Larrañaga una vez en marcha la dictadura procuraran conquistar primero la benevolencia de Prima de Rivera y, mas tarde, su favor y favoritismo.
Algunas decenas de comunistas, a consecuencia de estos sucesos, fueron a parar a la cárcel, y, entre ellos, Bullejos, que acabo en la de Chinchilla. Salió mucho antes de lo supuesto gracias a una amnistía que redujo a unos pocos meses su sentencia de un año, regresando de nuevo a Vizcaya, en donde volvería a ser detenido. Consecuentemente, en vista de que resultaba imposible trabajar, se exilió. Ese mismo camino había escogido Pérez Solís, quien, que sepamos, estuvo en Paris y en Moscú.
Precisamente en la capital francesa tuvo lugar, en 1924, una reunión de representantes de la diversas federaciones comunistas de España, entre ellas la vizcaína, decidiéndose constituir una Comisión Ejecutiva compuesta por tres secretarios, que vivirían en Francia, y por dos vocales con residencia en el interior, uno en Vizcaya y otro en Asturias. Al poco de este encuentro se celebró otro, en el mes de junio, ahora en Bilbao, saliendo de el elegido Pérez Solís como secretario del PC. La Policía, sin embargo, no dormía, y prueba de ello es que varios de los participantes en el conclave comunista fueron detenidos, y aunque Pérez Solís pudo escapar lo capturaron unos meses mas tarde, en Barcelona, yendo a parar a una cárcel local, en donde paso mas de dos años y en donde el padre Gafo obtuvo su conversión definitiva. Tan publica y radical fue esta que el general Primo de Rivera le dio un bien pagado cargo en el monopolio estatal de combustibles, la CAMPSA, iniciando así una nueva singladura que le llevaría a figurar, anos después, entre los exponentes del alzamiento militar franquista, en Oviedo. Miembros del Somaten bilbaíno desfilan por la Gran Vía. Primo de Rivera anno a las «gentes de orden» contra la emergencia de las fuerzas de izquierda.
1925 contempló, además de la detención de Pérez Solís, el nombramiento de un nuevo secretario general en la persona del hasta entonces secretario del Sindicato Minero Vizcaíno, el tan citado Bullejos, lo que demuestra que Vizcaya continuaba poseyendo un carácter de provincia motor dentro del movimiento comunista de España. Algo que trascendió dos anos después cuando habiéndose decidido implantar en el interior el bureau político es decir, la mas alta instancia del PC, se eligió como sede la villa de Bilbao. No olvidemos tampoco que la conferencia nacional del partido tuvo lugar en un caserío cercano a Durango, en presencia de un destacado miembro de la Internacional Comunista, el polaco Valetzky, quien ya antes de la revolución rusa había sido colaborador de Lenin. Al caer la Monarquía, en abril de 1931, todas las fuerzas políticas actuantes en el marco vasco entraron en efervescencia, incluidos los comunistas, que pese a su activismo y resolución eran todavía muy poca cosa. Tan poca que su candidatura a las elecciones a Cortes formada por Bullejos, Astigarrabía, Larrañaga y Zapirain sólo obtuvo el 0,5 por ciento de los votos, encajando, pues, una derrota aplastante. Pero la perspectiva general, desde un punto de vista revolucionario, era buena, por lo que ya en mayo comenzaron a debatirse las resoluciones del ejecutivo de la Tercera International, que sobre el problema nacional, tan de actualidad en Euskalerria, había redactado una declaración del siguiente tenor:
«El Partido debe tener sobre esta cuestión tanta más actividad cuando que los centros proletarios mas importantes de España son, precisamente, Cataluña y Vizcaya, donde la explotación de la clase obrera está ligada a la opresión nacional. El Partido debe propagar par todo el país el derecho de Cataluña, Vasconia y Galicia a disponer de ellas mismas hasta la separación. Debe defender este derecho con gran energía entre los obreros de España para destruir su mentalidad hostil al nacionalismo Catalán, vasco y gallego. En Cataluña, Vasconia y Galicia los comunistas deben hacer comprender a los obreros y campesinos la necesidad de su estrecha unión con los obreros y campesinos revolucionarios de España para llevar con éxito la lucha contra el imperialismo español, desenmascarar las vacilaciones y capitulaciones de los nacionalistas, llamando a las masas a usar libremente de manera absoluta su derecho a disponer de ellas mismas hasta la separación, afirmando siempre que el objetivo del Partido Comunista es el de crear de las ruinas del imperialismo español la libre federación ibérica de repúblicas obreras y campesinas de Cataluña, Vasconia, España, Galicia y Portugal ([1])».
[1] Al objeto de distinguir al Partido Comunista de Euzkadi del Partido Comunista de España emplearé, para citar al primero, sus siglas euskéricas, EPK, y, al segundo, las castellanas, PCE. En el periodo que va desde la fundación del PCE al nacimiento del EPK, recurro a las siglas PC, sin más.