NUESTROS OBJETIVOS la teoría como arma de la revolución
El bajo nivel teórico del proletariado español —que le nace fácilmente accesible a la influencia de ideologías extrañas a sus intereses y necesidades— constituye una de las grandes debilidades de nuestro movimiento revolucionario. Es indudable la desproporción que existe entre la capacidad revolucionaria, el espíritu de heroísmo de nuestra clase obrera y su formación política. Diariamente se derrochan caudales de heroísmo, tesoros de abnegación sin que puedan ser debidamente aprovechados a causa de que el proletariado actúa sometido a la doble influencia ideológica de los anarquistas y de la socialdemocracia.
Entre las grandes tareas que se imponen a nuestro Partido en los momentos actuales, una de ellas, y no la menos importante, es la de elevar el nivel teórico de la clase obrera, la de crear cuadros de militantes debidamente preparados, con una concepción clara de la dialéctica de la lucha de clases y del proceso de la revolución, la de emprender en el frente teórico una guerra a muerte contra todas las ideologías ajenas a nuestra clase, y en particular contra el confusionismo doctrinal, ideológico, que propagan nuestros enemigos y que pretendan infiltrar en nuestras filas para servir los intereses de las clases dominantes. Estas, en su lucha contra la revolución, intentan corromper la conciencia de nuestra clase, enturbiar su concepción política, obscurecer su visión sobre los problemas esenciales, desviarla, en fin, de la línea justa, por medio de concepciones doctrinales, de teorías que, revolucionarias en apariencia, son en realidad profundamente contrarrevolucionarias. La influencia ideológica de la burguesía tiene en ellas su principal agente de penetración en las filas del proletariado.
«Sin teoría revolucionaria —afirma Lenin— no hay movimiento revolucionario posible. » Efectivamente, nosotros, comunistas, consideramos la teoría como un arma poderosa de la revolución, como instrumento de lucha en manos de la clase obrera. Concebida como arma de combate, es innegable nuestro propósito de hacerla servir a los intereses actuales de la revolución, del movimiento revolucionario de las masas y sus luchas contra las clases dominantes.
Uno de los objetivos de las clases dominantes en el momento actual—cuando las masas en plena ebullición revolucionaria quieren forjarse una ideología claramente clasista y se orientan hacia nosotros—consiste en engañarlas, en sembrar en ellas el mayor confusionismo. Toda una serie de artículos, revistas, folletos y libros se escriben con el propósito de desorientar a las masas y desviar su evolución. No se trata sólo de una literatura que combate abiertamente al marxismo, falseándolo o no, según las necesidades de la polémica; uno de los métodos preferentemente utilizados por la burguesía es el de propagar, con la máscara seudocomunista, concepciones de contenido específicamente burgués. Es a través de este género de literatura como se intenta corromper teóricamente a nuestra clase.
A esta clase de literatura corresponden revistas del tipo Comunismo, sedicente órgano teórico de los trotskistas españoles. Estos responden a las grandes cuestiones que la revolución plantea con soluciones francamente contrarrevolucionarias. Así lanzan las consignas como las de apoyo a los socialistas para que tomen «plenamente el Poder» y «de Cortes ordinarias democráticamente elegidas», consignas que pretenden oponer a las expuestas por nuestro Partido. Así también negando el carácter democrático burgués de nuestra revolución trabajan por aislar al proletariado de los campesinos, por debilitar la base de la revolución y conducirla, por lo tanto, a su fracaso.
El maurinismo, igualmente, es uno de los conductos por los cuales penetra en el campo proletario la ideología pequeño-burguesa. Toda la literatura de Maurin es una impúdica falsificación del marxismo, de la cual se derivan perjuicios incalculables para el movimiento proletario.
Bolchevismo se propone cubrir la gran laguna de nuestro movimiento revolucionario, dotándole del arma teórica que precisa. Su objetivo principal —formación de una clara conciencia de clase, de una ideología netamente proletaria, de una concepción realmente marxista— no podrá cumplirse sino en lucha constante, tenaz, con todas las ideologías rivales, por medio de un combate despiadado contra todas las teorías confusionistas que objetivamente sirven los intereses de la contrarrevolución. Será una Revista de lucha y no académica; muy objetiva, pero apasionada, intransigente, huyendo de toda concesión doctrinal al adversario. Bolchevismo ocupará una de las primeras trincheras en el campo de la revolución y será la vanguardia en el frente teórico de la clase obrera.
JOSÉ BULLEJOS
ANTE EL IV congreso del partido
el pleno del comité central y sus resoluciones
En circunstancias de inmensa trascendencia histórica, cuando la revolución atraviesa uno de sus momentos más decisivos, se ha reunido el Pleno del Comité Central de nuestro Partido. Efectivamente, el proletariado y los campesinos se encuentran ante un viraje brusco de la situación, ante una nueva fase en la cual la contrarrevolución —movilizando todas sus fuerzas para aplastar a las masas e instaurar su dictadura abierta— tropieza con la resistencia heroica de éstas. Durante los últimos meses, paralelamente a las grandes batallas de orden económico que se han librado (huelgas de Sevilla, Barcelona, Vizcaya, Gijón, etc.), y en las cuales la ofensiva corresponde a la burguesía, se han producido una serie de hechos cuya importancia para el desarrollo de la revolución es inmensa y que permiten conocer perfectamente la nueva relación de fuerzas. La desorganización provocada en las filas obreras a partir de los primeros días de septiembre, a causa de las traiciones de los jefes socialfascistas y del oportunismo traidor de los líderes del anarcorreformismo; los efectos desmoralizadores que produjeron en el movimiento proletario las grandes derrotas de Barcelona y Zaragoza del pasado verano, ofrecieron la posibilidad a las clases dominantes de conquistar posiciones ventajosas para oponerse al desarrollo de la revolución y emprender una vigorosa ofensiva contra ésta. Primero se impone la ley de Defensa de la República, instrumento de combate dirigido contra el proletariado y los campesinos; después se establece el decreto de recogida de armas, inspirado en el propósito de desarmar a los obreros agrícolas y a los campesinos y de impedir la acción revolucionaria de éstos contra las tierras de los grandes propietarios, de impedir la invasión de los cotos de caza, haciendas y propiedades de los latifundistas. En todo el frente —mientras la reacción organiza públicamente sus demostraciones y la prensa clerical monárquica y reaccionaria predica abiertamente la guerra contrarrevolucionaria— se emprende el ataque contra la clase obrera, y en particular contra sus organizaciones revolucionarias, Partido Comunista, Federación Anarquista Ibérica, Sindicatos de Sevilla, Barcelona y Vizcaya, etc.
La concentración de todas las fuerzas reaccionarias y la preparación de la dictadura sangrienta de la contrarrevolución se lleva a cabo con rapidez vertiginosa. La revolución atraviesa actualmente los momentos de mayor peligro y sólo puede ser salvar por medio de una acción enérgica, revolucionaria de las masas, a costa de una lucha resuelta contra las clases que ocupan el poder, contra la gran burguesía y los latifundistas y asimismo los jefes socialfascistas, que son la avanzada de la contrarrevolución.
La ofensiva reaccionaria ha encontrado desde el primer momento una resistencia encarnizada en las masas, que durante las jornadas del 21 al 26 acreditaron su decisión de cerrar el paso a la contrarrevolución e impedir por todos los medios la instauración de una dictadura. Pero aunque esta heroica acción del proletariado y de los campesinos determinó un momentáneo repliegue de las fuerzas reaccionarias, las amenazas, los peligros que rodean a la revolución no sólo no han disminuido, sino que aumentan de día en día. Durante las últimas semanas hemos visto producirse hechos de una importancia suma. La alianza contrarrevolucionaria de la burguesía española con el imperialismo francés se ha estrechado, tanto en lo que se refiere a la política antisoviética como en lo que afecta a España. La campaña de calumnias iniciada por Casares Quiroga a raíz de la huelga del 25, continuada y ampliada por los jefes socialfascistas, es inspirada, organizada y dirigida efectivamente por el representante del imperialismo francés en España, por Herbette. Días antes de que Fernando de los Ríos afirmara ante los periodistas que la Unión Soviética intervenía y subvencionaba el movimiento comunista, celebró una amplia entrevista con Herbette en la Embajada, en la cual se trazó el plan de ataque contra nuestro Partido, la revolución española y la Unión de Repúblicas Soviéticas,
No menos importante y sintomática es la movilización de fuerzas reaccionarias realizada por Lerroux, su ensayo de marcha sobre Madrid, llevado a cabo el domingo 21, días después de haber «coincidido» Sanjurjo y Alfonso de Borbón en el África francesa.
Finalmente, la acentuación del carácter dictatorial de la política del Gobierno, la utilización cada vez más frecuente de métodos fascistas y dictatoriales, la realización de una política que corresponde a un período de dictadura, que es ya la dictadura, aunque disfrazada, sin atreverse aún a quitarse la careta, demuestran el verdadero carácter de la situación actual, el momento peligroso que atraviesa la revolución y los objetivos inmediatos que persiguen las clases dominantes.
El Pleno del Comité Central —al que asistían la totalidad de sus miembros, exceptuando los que han sido deportados o estaban encarcelados, y algunos delegados de las importantes regiones— ha enfocado el examen de todos los grandes problemas que debía resolver a través de la Carta de la Internacional Comunista. Los informes facilitados al Pleno, las deliberaciones y discusiones de éste, la posición de algunos delegados ante las cuestiones planteadas, confirmaron plenamente la justeza de la apreciación y de las críticas que esta Carta contiene. Si en el terreno puramente formal la unanimidad era absoluta, al admitir la caracterización que hace de nuestra revolución y de su contenido histórico, en cambio, al tratar el aspecto práctico de nuestro trabajo se observaba que precisamente las cuestiones centrales, aquellas que dan su sello peculiar a nuestra revolución, eran desatendidas, lo que implicaba una ignorancia efectiva sobre el carácter de la revolución y, por lo tanto, de la orientación que debía darse a nuestra política. Sólo así puede explicarse la actitud que el Partido ha observado con respecto a la cuestión campesina. La revolución democráticoburguesa, que debe abolir todos los vestigios de carácter semifeudal existentes en nuestras relaciones sociales, es en primer lugar una revolución agraria.
6 Es en el campo, en las relaciones políticas y económicas que dominan en la campiña entre las diferentes clases y categorías, donde subsisten las principales supervivencias feudales que la revolución debe destruir. La política del proletariado en la revolución democrática debe orientarse, por lo tanto, a buscar en el campo su aliado indispensable, a conquistar y colocar bajo su dirección política a la segunda fuerza motriz de la revolución: al campesinado. Cuando el Partido no practica una política campesina, cuando no va a la conquista inmediata de los millones de campesinos, cuando renuncia a movilizar a esa inmensa masa de explotados que se han incorporado ya a la revolución y que, aunque sin dirección, espontáneamente, aplican algunas de nuestras consignas al invadir los cotos de caza y ocupar las tierras de los latifundistas, demuestra ignorar que la revolución actual, por su contenido democrático burgués, descansa no sólo en el proletariado, sino también en los campesinos, y que sin la conquista de éstos la revolución no puede triunfar.