Los problemas de la Revolución Española sobre el IV Congreso del Partido 1932
JOSÉ BULLEJOS
1) Los problemas de la revolución española
Importancia histórica del IV Congreso del Partido
El IV Congreso Nacional de nuestro Partido ha revestido la categoría de un acontecimiento histórico, tanto por la situación objetiva en que se ha reunido, como por los problemas que debía analizar y resolver. Las masas proletarias campesinas esperaban conocer sus decisiones, ya que tenían conciencia de que allí, bajo la dirección de la internacional Comunista, iban a forjarse las armas necesarias para la lucha revolucionaria. Nuestro IV Congreso debía responder concretamente a todos los grandes problemas, a todas las cuestiones centrales de la revolución. Efectivamente, en Sevilla se reunían los delegados de las organizaciones de nuestro partido para deliberar como hombres de acción, como organizadores y directores de las masas, de cara a la revolución y a la lucha de clases. Y lo hacían en circunstancias de importancia inmensa y de gravedad excepcional, las cuales contribuían a aumentar su responsabilidad ante el proletariado.
La revolución española ha entrado en una nueva fase, más aguda y decisiva. La huelga general del 25 y 26 "de enero marca el comienzo de una etapa importantísima en la lucha del proletariado por la conquista de la hegemonía, del papel director de la revolución. Las masas se lanzan impetuosamente a la acción en toda España. En Córdoba, Jaén, Galicia, Cádiz, Antequera, se producen huelgas generales, movimientos que revisten el carácter de acciones revolucionarias. Se reproducen, pero en un plano más elevado, las luchas del pasado verano. Invasión de los cotos de caza y de las grandes propiedades, ocupación de cortijos, ataques a las fuerzas armadas del capitalismo, etc.
Las luchas actuales del proletariado y de los campesinos se desarrollan, como decimos, en un plano más elevado. En primer lugar, su intensidad es mucho mayor. Al mismo tiempo han sido incorporadas a ellas masas retardatarias que, prisioneras de sus jefes traidores, no habían participado en los combates anteriores. Nos referimos a las masas de la Unión General de Trabajadores. De otra parte, las fuerzas revolucionarias actúan libres en parte de las ilusiones democráticas, comenzando a tener conciencia de que los partidos políticos que ocupan el Poder, los republicanos y socialfascistas, son los representantes de las clases y castas enemigas. Han vivido ya la experiencia de un año de República capitalista, en cuyo balance destacan las matanzas de julio en Sevilla, el bombardeo de la casa de Masón, las deportaciones a Guinea, la suspensión de "Mundo Obrero", las prisiones gubernativas, la expulsión de Casanellas, etc. En fin, las grandes acciones del período presente se desarrollan con una mejor organización, y la mayoría de ellas bajo la dirección del Partido Comunista.
En una situación tal, cuando la crisis revolucionaria del régimen se profundiza y, por lo tanto, las luchas entre las clases se agudizan, se «exacerban, las fuerzas de la contrarrevolución acentúan su política represiva. Es indudable que a medida que la ola revolucionaria asciende, los esfuerzos de la burguesía para contenerla y hacerla retroceder han de ser mayores. Y es en relación directa con esta agravación de la situación como ha de -ser explicada la política represiva, más acentuada de día en día, de las fuerzas contrarrevolucionarias, así como la alianza de éstas cada vez más estrecha.
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En el movimiento obrero español no existen precedentes de Congresos que hayan revestido el carácter de masas que ha poseído éste que acaba de celebrar nuestro Partido. El IV Congreso ha celebrado sus sesiones rodeado del proletariado rojo de Sevilla, y en la capital que es hoy el foco más ardiente de la revolución española. Cerca de cien mil obreros han enviado delegaciones directas para participar con voz consultiva en los debates; otros millares se han adherido por cartas y telegramas. Millares de proletarios llenaban el local donde se celebraban las reuniones, no sólo llevados allí por la curiosidad, sino movilizados en plan de lucha, decididos a defender heroicamente el Congreso contra sus enemigos, contra las fuerzas de la contrarrevolución y sus lacayas, que acechaban en el exterior el momento propicio para atacarle.
La Carta de la Internacional debía servir de base a las deliberaciones. Fundándose en el justo análisis que hace de la situación política de España, de los problemas de nuestra revolución y de las tareas concretas que de ésta se derivan, el Partido debía proceder a la elaboración de las normas indispensables para su ejecución. Transformarnos en un Partido bolchevique de masas, era la gran tarea que nos asignaba la Internacional. Y la gran obra que debía comenzar a realizar el Congreso. Transformarse en un Partido bolchevique significa, en primer lugar, poseer una línea política justa, una concepción exacta sobre el carácter de la revolución, las fuerzas en que descansa, el desarrollo de ella y sus perspectivas, la relación entre las diversas fuerzas que actúan, etc., único medio de poseer una táctica y una estrategia que correspondan a las necesidades, a las exigencias de la lucha revolucionaria y al momento histórico concreto. Transformarse en un Partido bolchevique significa ligarse estrechamente a las masas, ser el organizador y guía de todas sus acciones, estar a la cabeza de sus luchas, conquistar, en fin, el papel de jefe político de la revolución.
Transformarse en Partido bolchevique significa, finalmente, eliminar ese espíritu sectario engendrado por la clandestinidad en que ha vivido nuestra organización, por su apartamiento de las grandes masas, por su escasa participación como fuerza directora de las luchas revolucionarias del proletariado y los campesinos; destruir métodos de organización que son incompatibles con el espíritu de nuestros Partidos Comunistas; elevar el nivel político de todos los militantes, haciéndolos participar activamente en la vida del Partido, planteando ante ellos y discutiendo profundamente todos los problemas; establecer un régimen de democracia proletaria que no mate la iniciativa de la base y vivifique a ésta políticamente; crear una disciplina férrea; renovar los cuadros directores llevando a los puestos de responsabilidad a nuevos militantes que han probado ya su capacidad y devoción revolucionarias; combatir implacablemente todas las desviaciones y los continuos intentos de apartar al Partido de su línea revolucionaria.
En este sentido, el IV Congreso significa un paso decisivo y señala el comienzo de una etapa decisiva en la transformación de nuestro Partido en un Partido bolchevique de masas. Sus deliberaciones han puesto de manifiesto, con absoluta evidencia, en qué sentido se orienta el Partido, su propósito de rectificar los errores cometidos en el pasado y su fidelidad absoluta a la Internacional Comunista y a la revolución.
En el informe político del Comité Central, después de un amplio análisis de la situación, se señalan a grandes rasgos cuáles son las tareas que corresponde cumplir en el momento actual de la revolución. Los acontecimientos recientes, las luchas que estos días se desarrollan en España, ¡han confirmado la justeza del examen hecho por el Congreso. Efectivamente, vemos cómo en Antequera, Jaén, Cádiz, Galicia, las masas obreras y campesinas se han lanzado a la batalla; cómo en toda España la ola revolucionaria asciende, las masas se movilizan; cómo, en fin, la afirmación de que en la primavera actual iban a desarrollarse acciones revolucionarias de inmensa envergadura, comienza a tener una confirmación categórica. Asimismo estas acciones han demostrado la absoluta justeza de la apreciación hecha por el C. C. respecto a que todas las cuestiones políticas debían ser llevadas y resueltas en el terreno de organización; que la gran tarea hoy consiste en organizar a las masas, en dotarlas de sus órganos de combate, sin lo cual la revolución será forzosamente aplastada.
¿Cuáles son las grandes tareas que el Congreso ha señalado al Partido, y de cuya ejecución depende el porvenir de la revolución? La primera consiste en organizar al proletariado y a los campesinos, en hacer que sus luchas se desarrollen ordenadamente, sobre bases firmes, poseyendo los órganos que necesitan. Esto no es posible realizarlo sino sobre la base del frente único y en torno de un programa concreto de lucha, sobre una plataforma revolucionaria. Organizar y dirigir a las masas, realizar esta gran tarea, significa ligarnos a las masas estrechamente con carácter permanente. ¿Cómo puede ser obtenido esto? No sólo orientando el trabajo del Partido hacia las fábricas, minas y cortijos, desplazando a los lugares de trabajo nuestro centro de actividad y la base de nuestra organización, sino asimismo concediendo a las luchas económicas toda la inmensa importancia que ellas poseen. Sólo por medio de ellas puede conquistarse la dirección política de las masas; sólo a través de ellas, por el camino de esta acción en pro de las reivindicaciones inmediatas, se conduce a las masas a la conquista de los objetivos políticos fundamentales. He aquí la segunda gran tarea que ha sido señalada al Partido.
Pero éste no podrá organizar y dirigir a las masas si no transforma previamente su propia organización. Es imposible que conservando las formas y métodos actuales podamos ponernos a la cabeza de las masas. De ahí que el IV Congreso señale como una de las tareas centrales, sin la cual no podrá cumplirse ninguna de las restantes, la de que el Partido se transforme radicalmente, realizando, sin perder un solo día, el viraje que la Internacional señala en su Carta última.
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La gran importancia del IV Congreso y el progreso que significa en la vida del Partido no debe impedir que analicemos las faltas y debilidades que han existido, las cuales se han manifestado tanto en el período de preparación como en las sesiones mismas.
La preparación política del Congreso no ha sido todo lo intensa que debiera. La discusión de la Carta de la L C. y de los documentos elaborados por el Comité Central se ha desarrollado un tanto anárquicamente, sin estar sometida a una seria dirección. Asimismo, no se ha sabido ligar esta discusión a nuestro trabajo diario entre las masas, a los problemas concretos de la lucha. No era suficiente con celebrar grandes asambleas obreras para discutir en ellas los documentos que debían servir de base al Congreso; se precisaba que esta discusión se relacionara directamente con los problemas planteados en cada región y localidad. Había que dar la sensación a todos los obreros y campesinos de que los documentos, los proyectos de Tesis y Resoluciones en torno de los cuales giraban nuestros debates, iban a servir de base a toda la actuación de las fuerzas revolucionarias, que contenían la línea directriz que debía inspirar la acción de éstas. Así era como debíamos movilizar a das masas en toda España en torno de nuestro Congreso, y cómo ya la misma preparación de éste debía haber constituido un paso importante para transformarnos en un gran Partido bolchevique de masas.
Los debates del IV Congreso Nacional han expresado con absoluta claridad cuál es el nivel político general de nuestro Partido y la necesidad de elevarle. La gran confusión dominante en torno de cuestiones centrales no hace sino reflejar la escasa comprensión que sobre ellas existe entré la generalidad de los militantes. Esa misma confusión es una prueba elocuente de la insuficiente preparación del Congreso, ya que una discusión profunda y debidamente orientada debía haberla disipado.
En el informe del C. C. fueron planteadas a fondo todas las cuestiones centrales de la revolución. La discusión debía haber girado en torno de ellas y bajo ningún concepto el Congreso podía limitarse a aceptar la formulación hecha por la dirección del Partido sin discutirla ampliamente. No se trataba solamente de pronunciarse sobre la justeza de la caracterización, era preciso asimismo decidir sobre las formas prácticas de aplicación de la línea política señalada.
Asimismo la debilidad política del Congreso se manifestó en lo que se refiere a la autocrítica. No era suficiente con que el C. C. sometiera a una severa crítica la política general del Partido, las faltas cometidas por éste y, en particular, por su dirección. Se precisaba que los delegados al Congreso realizaran, por su parte, el mismo trabajo, sin temor a utilizar el arma preciosa que es la autocrítica. Los ataques de los trotskistas, la ofensiva llevada a cabo por los enemigos del Partido no podían ni debían privar a éste de ejercer una de sus más importantes funciones. La defensa del Partido y de su dirección ante los ataques de los enemigos no supone para nosotros renunciar a examinar y criticar las faltas que se cometen. Precisamente esto interesa y conviene a la burguesía. Un Partido Comunista que no reconoce sus faltas y las critica severamente no puede corregirlas, persiste en ellas y, por lo tanto, no puede conducir a las masas a la victoria.