Prólogo

 

Esta es la compleja historia de un hombre importante. Entre 1939 y 1975, el Partido Comunista de España fue el más firme opositor al régimen de Franco Como su líder efectivo durante dos décadas, Santiago Carrillo fue probablemente el enemigo izquierdista más consistente del Dictador. Otra cuestión es si a Franco le preocupaba la oposición de izquierdas. No obstante, la ausencia de una figura comparable en el movimiento anarquista o socialista hace que el título recaiga incuestionablemente en Carrillo.

La suya fue una vida de fases claramente diferentes y aparentemente contradictorias. En la primera mitad de su vida política, en España y en el exilio desde mediados de los años treinta hasta mitad de los setenta, desde la izquierda fue admirado por muchos como un revolucionario y pilar de la lucha antifranquista, y odiado por otros por considerarle un estalinista sepulturero de la revolución. Para muchos partidarios de la derecha era un monstruo denigrado como un asesino de masas por sus actividades durante la Guerra Civil Carrillo se dio a conocer como un impetuoso líder de las Juventudes Socialistas cuya retórica incendiaria contribuyó, en no despreciable medida, a los sucesos revolucionarios de 1934. Tras dieciséis meses en prisión abandonó y traicionó al Partido Socialista al llevarse su movimiento Juvenil al Partido Comunista. Esta «dote», así como su incondicional lealtad a Moscú, fueron recompensadas durante la Guerra Civil con un rápido ascenso en las filas comunistas Con menos de veintidós años se convirtió en el jefe de Orden Público de la asediada capital de España y adquirió una perdurable notoriedad por su supuesto papel en los episodios conocidos genéricamente como Paracuellos, la eliminación física de prisioneros derechistas. Después de la contienda fue un fiel apparatchikque, gracias a su destreza y despiadada ambición alcanzó el liderazgo del Partido Comunista.

En el transcurso de la segunda mitad de su carrera política, desde mitad de los años setenta hasta su muerte en 2012, llegó a ser visto como un tesoro nacional por su contribución al restablecimiento de la democracia. Desde su regreso a España en 1976 hasta 1981, sus habilidades, refinadas en las luchas internas de poder del PCE, fueron aplicadas en el terreno de la política nacional. Durante los primeros años de la transición parecía como si los intereses del PCE coincidieran con los de toda la población. Su moderación en aquel tiempo y sobre todo su valentía la noche del 23 de febrero de 1981, lo canonizaron como un pilar crucial de la democracia. Después de esto, volvió a su papel de líder del partido y fue arrollado por el conflicto generacional. Entre 1981 y 1985 presidió la destrucción del PCE que a lo largo de cuarenta años había conformado a su imagen y semejanza. Por ello, al final de su vida y en su muerte fue objeto de numerosos tributos y panegíricos de la clase dirigente española, desde el rey hasta importantes pesos pesados de la derecha.

Las vicisitudes de la carrera política de Carrillo plantean la cuestión de si simplemente era un cínico o un inteligente camaleón. En 1974, negando la existencia del culto a la personalidad en el PCE, proclamaba:.«Jamás permitiré propaganda alguna de mi persona».[1]Dos años más tarde anunciaba:.«No escribiré nunca mis memorias porque un político no puede decir la verdad.»[2]Ya había contradicho la primera de esas negativas en discursos e informes internos del partido, en los que fraguaba el mito de un abnegado luchador por la democracia. Asimismo, en sus últimas cuatro décadas publicó numerosas crónicas de su vida en un sinfín de entrevistas, en más de diez de los muchos libros que él mismo escribió y en otros dos que dictó.[3]En ese sentido compartía con Franco el afán por reinventar y enriquecer constantemente la historia de su vida.

Así pues, este relato de una vida fascinante difiere de forma significativa de las numerosas versiones ofrecidas por él, que se cotejan aquí con una copiosa documentación y las versiones de amigos y enemigos. Aquí hay poco sobre la vida personal de Carrillo. Desde que, con trece años, empezó a trabajar en el taller de imprenta del Partido Socialista hasta su retirada de la política activa, parece que vida personal se permitía poca Sus días estuvieron dominados por su actividad política.[4]Pese a la aparente sociabilidad y locuacidad de Carrillo, esta es la historia de un hombre solitario Uno a uno, dio la espalda a aquellos que le ayudaron: Largo Caballero, su padre, Segundo Serrano Poncela, Francisco Antón, Fernando Claudín, Jorge Semprún, Pilar Brabo, Manuel Azcárate o Ignacio Gallego, entre otros La lista es muy extensa En su ansia por medrar siempre estuvo dispuesto a traicionar o denunciar camaradas Esa crueldad fue otro rasgo que compartía con Franco.

Quedará claro que Carrillo poseía algunas cualidades en abundancia: capacidad de trabajo, ímpetu y aguante, destreza en la oratoria y escritura, inteligencia y astucia Por desgracia, quedará igualmente claro que la honestidad y la lealtad no figuraban entre ellas.

 

1. La creación de un revolucionario 1915-1934

 

Santiago Carrillo nació el 18 de enero de 1915 en Gijón, en el seno de una familia de clase trabajadora. Su abuelo, su padre, Wenceslao, y sus tíos se ganaban la vida como metalúrgicos en la fábrica Orueta. Antes de casarse, su madre, Rosalía Solares, era costurera. Wenceslao Carrillo era un destacado sindicalista y miembro del Partido Socialista que puso gran empeño en que su hijo siguiera sus pasos. Como secretario del sindicato metalúrgico asturiano, Wenceslao había sido encarcelado tras la huelga revolucionaria de agosto de 1917. De hecho, Santiago afirmaría más tarde que el recuerdo más temprano que guardaba de su padre era ver cómo la Guardia Civil se lo llevaba periódicamente de la casa familiar en Avilés. Fue allí, y después en Madrid, donde se crió en el seno de una familia cálida y afectuosa, impregnada también por un acusado sentido de la lucha de clases. Su infancia se desarrolló, según sus propias palabras, en una cálida familia numerosa. Ello explicaría la indestructible confianza en sí mismo que siempre habría de sustentar su carrera. En sus memorias asegura que la familia siempre fue tremendamente importante para él.[5]Sin embargo, eso no explica la ferocidad con la que repudió a su padre en 1939. Por aquel entonces, como durante el resto de su vida, al menos hasta su retirada del Partido Comunista a mediados de los años ochenta, las lealtades y la ambición políticas contaban mucho más que la familia.

Santiago tenía seis hermanos, de los cuales dos murieron muy jóvenes. Su hermano Roberto falleció durante una epidemia de viruela en Gijón, de la cual Santiago salió indemne gracias a los desvelos de su abuela paterna, que dormía en la misma cama para impedir que se rascara las heridas. Su hermana menor, Margarita, murió de meningitis solo dos meses después de nacer. Al provenir de una familia de izquierdas, no escaseaban las tendencias rebeldes, que se vieron exacerbadas en una escuela primaria de signo católico. Para entonces, la familia se había trasladado a Avilés, veinte kilómetros al oeste de Gijón. Por una blasfemia involuntaria, fue obligado a pasarse una hora de rodillas y con los brazos en cruz mientras sostenía en cada mano un libro extremadamente pesado. Como respuesta al fanatismo de sus profesores, sus padres decidieron sacarlo del colegio. Poco después, el Centro Obrero de Avilés inauguró en el desván de su sede central una pequeña escuela para hijos de sindicalistas. Encontrar un profesor no religioso resultó difícil, y la tarea recayó en un barrendero municipal jorobado, un tanto más cultivado que la mayoría de sus compañeros. Más tarde, Carrillo recordaría con arrepentimiento las crueles burlas a las que él y otros niños traviesos sometían al pobre hombre.

Poco después, a principios de 1924, Wenceslao ya era un alto cargo sindicalista empleado a tiempo completo en la Unión General de Trabajadores y colaborador de El Socialista, el periódico del PSOE, y la familia se trasladó a Madrid. Allí, con el exiguo salario que la UGT podía pagarle, pasaron por diversos barrios de clase trabajadora. Al principio se vieron obligados a vivir en condiciones atroces, y Santiago incluso recordaría más adelante haber sido testigo de suicidios y crímenes pasionales. En el barrio de Cuatro Caminos tuvo la fortuna de poder acceder a un colegio excelente, el Grupo Escolar Cervantes.[6]Con el tiempo, atribuyó a sus comprometidos profesores y a sus jornadas lectivas de doce horas una enorme influencia en su desarrollo, sobre todo su indiscutible ética laboral. Entre las críticas que se pueden hacer a Carrillo no está la holgazanería. También lo curtieron las constantes peleas a puñetazos con varios matones del colegio.

A los catorce años, su ambición era ser ingeniero. Sin embargo, ni la escuela ni su familia podían costearle las pruebas de acceso para cada una de las seis asignaturas del bachillerato. Al no poder seguir adelante con los estudios, abandonó el colegio con una profunda sensación de injusticia social. No obstante, gracias a su padre, pronto emprendería una meteórica carrera en el movimiento socialista. Wenceslao le consiguió un trabajo en la Gráfica Socialista, el taller de imprenta del periódico del PSOE. Ello requería que se afiliara a la UGT y a la Federación de Juventudes Socialistas (FJS). En noviembre de 1929, el ambicioso Santiago, que todavía no había cumplido los quince años, publicó sus primeros artículos en el semanario ovetense La Aurora Social, donde pedía la creación de una sección estudiantil en la FJS. Merced a la posición de su padre, ascendió increíblemente rápido en la Federación, y fue admitido por votación en el comité ejecutivo casi de inmediato. En este sentido, tuvo una importancia crucial el hecho de que Wenceslao Carrillo fuera amigo personal de Francisco Largo Caballero, un líder sindical de gran influencia, al que llamaban afectuosamente «Don Paco» en casa de los Carrillo. Cada semana, ambas familias solían celebrar comidas campestres en Dehesa de la Villa, a las afueras de Madrid. Al parecer, además de la comida y el vino, solían llevar un organillo, que utilizaban para acompañar a Don Paco y su esposa, Concha, cuando demostraban sus habilidades con el chotis, el baile madrileño típico. Este vínculo había de suponer un enorme espaldarazo para la carrera de Santiago en las filas del PSOE. De hecho, el veterano líder había dado a menudo el biberón al pequeño Santiago, con lo que se estableció una actitud de paternalismo hacia Santiago que duró hasta la Guerra Civil. Cuando tuvo edad suficiente para entender las cosas, Santiago escucharía con avidez las conversaciones que mantenían su padre y Largo Caballero acerca de las disputas internas de la UGT y el PSOE. No cabe duda de que la postura absolutamente pragmática de esos dos curtidos burócratas sindicalistas ejercería una gran influencia en el desarrollo político de Santiago. El modo en que los conflictos tendían a personalizarse también quedaría reflejado en su gestión de las polémicas tanto en el Partido Socialista como en el Comunista en estadios posteriores de su vida.[7]

Pronto empezó a publicar con regularidad en Renovación, el semanario de la FJS. Gracias a ello mantenía frecuentes contactos con la célebre y prodigiosa intelectual Hildegart Rodríguez, que había nacido un año después que él y que de adolescente ya ofrecía conferencias y escribía artículos sobre política sexual y eugenesia. A los ocho años de edad, Rodríguez hablaba seis idiomas, y obtuvo una licenciatura en Derecho a los diecisiete. Justo cuando empezaba a cobrar protagonismo dentro de las Juventudes Socialistas, fue abatida a disparos por su madre, Aurora, celosa de su creciente independencia. A principios de 1930, el director de El Socialista, Andrés Saborit, brindó a Santiago la posibilidad de abandonar la maquinaria de la imprenta para trabajar a tiempo completo en la redacción del periódico. Un ascenso en el que parece que pudieron influir su padre y Don Paco. Empezó de manera bastante modesta, cortando y pegando artículos de agencia y redactando titulares para estos. No obstante, pronto se convirtió en periodista en prácticas y obtuvo el puesto de informador municipal.[8]

A finales de enero de 1930 se produjo la salida de España del dictador Miguel Primo de Rivera. Entre este momento y la instauración de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, hubo una considerable agitación en las filas del movimiento socialista. Desde luego, se apreciaban todavía pocos indicios de la radicalización que se desarrollaría a partir de 1933 y que catapultaría a Santiago Carrillo a una considerable prominencia en el movimiento izquierdista. Los problemas en aquellos días giraban en torno a la validez y el valor de la colaboración socialista con el Gobierno. A finales de los años veinte, justo cuando Santiago Carrillo empezaba a involucrarse en las Juventudes Socialistas, existían básicamente tres facciones dentro de la Unión General de Trabajadores y el PSOE. La más moderada de las tres, aunque en apariencia la más radical por su adhesión a la rígida teoría marxista, era la liderada por el presidente del partido y del sindicato, Julián Besteiro, catedrático de Lógica en la Universidad de Madrid.[9]En el centro, aunque en aquel momento era la más realista y, paradójicamente, en el contexto de su época, la más radical, estaba el grupo asociado con Indalecio Prieto, propietario del influyente periódico bilbaíno El Liberal.[10]La tercera facción, a la que estaba vinculado Wenceslao, el padre de Carrillo, era la de Largo Caballero, vicepresidente del PSOE y secretario general de la UGT.[11]Gracias a su puesto de aprendiz en la plantilla editorial de El Socialista, donde mantenía contacto diario con Andrés Saborit, el colaborador más próximo a Besteiro, y a los vínculos con Largo Caballero a través de su padre, a Santiago Carrillo le resultaba fácil seguir las polémicas internas, aunque, para proteger su trabajo, todavía no tomaba partido públicamente.

 

[1]Santiago Carrillo, Demain l’Espagne: entretiens avec Régis Debray et Max Gallo(Paris: Éditions du Seuil, 1974) pp. 115-17.

[2]Rosa Montero, ‘Entrevista con Santiago Carrillo’, El País Semanal18 June 1978.

[3]Sus libros aparecen citados en las notas bibliograficas. Los que dictó son las entrevistas con Debray and Gallo y María Eugenia Yagüe, Santiago Carrillo. Perfil humano y político(Madrid: Editorial Cambio 16, 1977).

[4]Fernando Claudín, Santiago Carrillo: crónica de un secretario general(Barcelona: Editorial Planeta, 1983) p.IX.

[5]Santiago Carrillo, Memorias, Planeta, Barcelona, 2006, 2.ª ed., pp. 15-16.

[6]Santiago Carrillo, Demain l’Espagne: entretiens avec Régis Debray et Max Gallo, Éditions du Seuil, París, 1974, pp. 29-30; Carrillo, Memorias, pp. 3-6.

[7]Carrillo, Memorias, pp. 6-16; Fernando Claudín, Santiago Carrillo: crónica de un secretario general, Planeta, Barcelona, 1983, pp. 10-13, 22.

[8]Carrillo, Memorias, pp. 17-18 y 23-28. Sobre Hildegart y Aurora, véase Rosa Cal, A mí no me doblega nadie. Aurora Rodríguez: su vida y su obra (Hildegart), Ediciós do Castro, A Coruña, 1991, y Joan Llarch, Hildegart. La virgen roja, Producciones Editoriales, Barcelona, 1979, pp. 89-95; Carmen Domingo, Mi querida hija Hildegart, Destino, Barcelona, 2008, pp. 69-73; Eduardo de Guzmán, Mi hija Hildegart, Plaza & Janés, Barcelona, 1997, pp. 111-125; Alison Sinclair, Sex and Society in Early Twentieth-Century Spain. Hildegart Rodríguez and the World League for Sexual Reform, University of Wales Press, Cardiff, 2007, pp. 71-72.

[9]Sobre Besteiro, véase Andrés Saborit, Julián Besteiro, Losada, Buenos Aires, 1967; Emilio Lamo de Espinosa y Manuel Contreras, Filosofía y política en Julián Besteiro, Editorial Sistema, Madrid, 1990, 2.ª ed., cap. 6; Paul Preston, Comrades! Portraits from the Spanish Civil War, HarperCollins, Londres, 1999. [Hay trad. cast.: Las tres Españas del 36, Plaza & Janés, Barcelona, 1998.]

[10]Sobre Prieto en este período, véase Octavio Cabezas,Indalecio Prieto, socialista y español, Algaba Ediciones, Madrid, 2005, pp. 49-152; Preston, Comrades!..., cap. 7.

[11]Sobre Largo Caballero, véase el estudio de Julio Arostegui, Francisco Largo Caballero, Debate, Barcelona, 2013.

 

 

 

 

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