INDICE

  1. Vasconia antes de 1876.
  2. Guerras carlistas y lucha de clases.
  3. El fin de la guerra y sus consecuencias políticas.
  4. La introducción del régimen de conciertos económicos.
  5. 1876-1898. La España real y la España posible.
  6. La introducción en Vasconia Peninsular del modo de producción capitalista.
  7. La consolidación de la oligarquía industrial y financiera vasca. Primera fase hasta 1.898.
  8. Aparición y condición del proletariado.
  9. La incidencia de la revolución industrial sobre la sociedad precapitalista vasca.
10. Resistencia y renacimiento vascos hasta Sabino Arana.
11. Et fracaso de España como unidad nacional y el auge de los nacionalismos periféricos, al terminar el siglo XIX.
12. Aparición y primeros pasos del nacionalismo político.
13. La expansión de la oligarquía industrial y financiera vasca hasta el año 1.917.
14. El desarrollo de la industria vasca no monopolista.
15. Proletariado y clases trabajadoras urbanas. Hasta 1917.
16. El campo y la pesca marítima antes de 1.917.
17. La significación de los nacionalismos periféricos. (1.898- 1.917).
18. El movimiento cultural vasco hasta 1.917.
19. Vasquismo, Conciertos Económicos y P.N.V. hasta 1917.
20. El Capitalismo vasco y la crisis de la post guerra.
21. Las clases trabajadoras y el movimiento obrero.1917-1923 1.917-1.923.
22. Aproximación a la sociedad vasca de 1.920.
23. Vasquismo y nacionalismo.
24. El problema vasco bajo Primo de Rivera.
25. La sociedad vasca de 1.930.
26. Burguesía y proletariado.
27. El campo y el mar.
28. La vida del vascuence.
29. Caída de la dictadura y proclamación de la República.
30. Llegada de la República y auge del nacionalismo derechista.
31. La nueva campaña estatutista.
32. El nacionalismo durante el "Bienio Negro".
33. Las elecciones del Frente Popular y la Cuestión Nacional Vasca.
34. Aspectos políticos, sociales y económicos de la ideología nacionalista.
35. La Guerra Civil: Triunfo derechista en Alava y Navarra.
El Estatuto y el Gobierno Vascos.
Las Operaciones Militares: Derrota, persecución y exilio.

 

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VASCONIA ANTES DE 1876.

 

En la base del problema vasco está la existencia de una comudidad humana específica. A caballo sobre las estribaciones de los Pirineos que lindan el Golfo de Vizcaya, los vascos están establecidos en su territorio desde hace varios miles de años. En el centro del País, un lenguaje propio, el idioma vascongado, ha persistido hasta nuestros días. Esta sociedad vasca ha cambiado con la historia; su idioma ha recibido la influencia importantísima del latín y de los romances, sin por ello dejar de ser un idioma diferente y vivo; su sistema político y social ha cambiado también, y hasta hace muy poco tiempo ha mantenido unas estructuras políticas propias altamente diferenciadas.

Al finalizar el siglo XVIII se produce una de las más importantes convulsiones para el País: es el triunfo de la Revolución Francesa y, con ella, el establecimiento de la frontera del Bidasoa entre vascos del Norte ("franceses") y vascos del Sur ("españoles") y la abolición del sistema peculiar de las provincias de Laburdi, Zuberoa y Baja Navarra (unificadas con los bearneses en el departamento de "Basses Pyrenées").

En la parte peninsular del País (donde se desarrollará principalísimamente el movimiento nacionalista) el siglo XIX entra con la Guerra de la Independencia contra Napoleón. Vasconia seguía conservando el sistema foral. Los Fueros aseguraban a las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya y al Reino de Navarra la autonomía más radical para la administración de sus propios asuntos, dentro de la unidad de la Corona de España. La guerra contra Napoleón provocó un aumento de la voluntad unitaria nacional en España; las Cortes de Cádiz promulgaron una constitución unificadora, liberal, en la que los Fueros vascongados y navarros eran abolidos. Pero con el regreso de Fernando Vil y el triunfo del absolutismo los Fueros se vieron reintegrados a su situación anterior.

¿Cuál era el contenido de estos Fueros en lo que respecta a las relaciones de vascongados y navarros con la Corona? En el informe de la Junta de Abusos constituida en 1815, se puede leer:

"    Puede asegurarse que todo allí es mirado como contrafuero, si no lo disponen o mandan las autoridades naturales del País La Diputación permanente ejerce en ellas un poder colosal, no parece haberse establecido con otro objeto que el de oponerse a las medidas de Gobierno y conservar aquel País aislado de todas las relaciones con la Autoridad Soberana de Vuestra Majestad y con el bien general del Reino. ¿Qué hay de común con las demás provincias de España? Nada absolutamente. Las leyes distintas. El gobierno es todo suyo: las contribuciones, ningunas: el comercio, sin reglamentos y del todo franco: las Aduanas, infructuosas; la hidalguía o nobleza, solariega, universal; los establecimientos, suyos; los beneficios, todos patrimoniales. ¿Cómo de esta suerte pueden considerarse una parte integrante de la Monarquía española, si no están sujetos ni a sus leyes, ni a sus cargas, ni a sus obligaciones?

Sin que se pueda pretender que las Provincias y Navarra eran "países independientes", el sistema foral les otorgaba una amplísima e indiscutible autonomía. Esta es la situación de hecho en el siglo XIX.

Hasta la época que nos va a ocupar (a partir de 1876) el País es fundamentalmente campesino y pobre. La Vasconia industrial, financiera y próspera no existía en aquellas épocas. Podemos decir que los gérmenes del moderno capitalismo eran pocos y tenían una importancia muy escasa en la vida vasca.

Así, tomando unos cuantos parámetros, observamos el siguiente cuadro:

Capital Bancario en 1868 (en millones de pesetas)

Producción de hierro colado 1865 (miles de Tns.)

Total español:       50,77

Vizcaya:                  12,80

Guipúzcoa:               2,22

Vizcaya 1.550:        24,00

Inglaterra 1832: 700,00

Tecnología siderúrgica en 1865

Predominio de los altos hornos al carbón vegetal y de los hornos de pudelaje; técnicas anticuadas, con costes caros, no competitivas en aquella fase de la revolución industrial en Europa.

 

Extracción de mineral de hierro en Vizcaya (Tns.)

1864:    253.000

1867:    254.000

1876: 3.565.000

1896: 7.419.000

(Francia 2.772.000 y Gran Bretaña 13.000.000 Tns. de mineral)

 

Es decir, que lo que pudiéramos llamar "actividades más típicas" capitalistas, en cuanto que son antecesoras directas de la poderosa industria minero-siderúrgica y del capital financiero que aparecerán en Vizcaya en el último tercio de siglo, se caracterizan por su debilidad. Debilidad tanto dentro del marco español, como dentro del propio marco vasco; en la Vasconia Peninsular anterior a 1876 la burguesía capitalista distaba mucho de ser la clase principal.

Estaba naciendo y creciendo. En sus orígenes están la inversión de capitales comerciales en negocios capitalistas (caso de Epalza, que partiendo de la exportación e importación de yutes ingleses sería el primer presidente del Banco de Bilbao, y participaría en la creación de la empresa siderúrgica Santa Ana de Bolueta); tanto como en la creación de empresas industriales capitalistas directamente (aquí se puede seguir la línea de la familia Ybarra, y su caminar desde la ferrería del Poval en 1827 hasta los Altos Hornos de Vizcaya). Pero la verdadera aparición en el País del modo de producción capitalista no será la consecuencia directa de la obra de los exiguos capitales de estos primeros burgueses modernos vascos; será la invasión masiva por los capitales extranjeros y las condiciones peculiares de esta invasión, las que lo hagan aparecer en el último tercio del XIX.

 

La burguesía moderna no sólo es pequeña en importancia económica: lo es también en importancia política. La base del sistema toral ha de encontrarse en la pervivencia y el predominio en Vasconia de los modos de producción precapitalistas.

 

El País vive en una economía agropecuaria dominante; la industria y el comercio se hacen predominantemente conforme a moldes decadentes.

 

Las clases dominantes se reclutan entre los dueños de la tierra Son los descendientes directos de los "jauntxos" que en el siglo XVIII hicieron vivir a las Vascongadas una época de esplendor; aquellos "jauntxos" eran nobles altos y pequeños, pero con una extendida propiedad territorial. El régimen de explotación de estas tierras variaba según su localización geográfica: mediante el arrendamiento de caseríos en la zona septentrional del País, o mediante la explotación de los braceros en la meridional. Pero los propietarios fueron los que más se beneficiaron del aumento de la renta de la tierra en el siglo XVIII. Se acrecentó así un poder económico que se sustentaba no sólo en la posesión de tierras, sino en la propiedad de los molinos y de las ferrerías. Esta clase se vio así capacitada para invertir sus capitales crecientes en negocios comerciales (el más ejemplar de ellos es la "Compañía Guipuzcoana de Caracas"); de todos modos, estos negocios no se escaparán nunca del carácter pre-capitalista de la clase que los movía, y estarán profundamente ligados al Antiguo Régimen y a sus características políticas y económicas NO capitalistas.

 

A esta fuerza principal se añadirán los burgueses precapitalistas que se enriquecen con el tráfico comercial y con algunas actividades industriales. Imitando a los "jauntxos" invierten sus ganancias en la compra de tierras, en la obtención de mayorazgos que les permiten ennoblecerse. El resultado es una inmovilización de los capitales y contribuyen así a sentar las bases del estancamiento de su sistema económico.

Sobre aquella brillante sociedad de los Peñafloridas y los Narros, de la Bascongada y de la Guipuzcoana de Caracas van a caer las consecuencias de los desastres bélicos del siglo XIX y de la revolución industrial que crece en Europa. Incapaces de un esfuerzo progresivo, inmovilizadas por la estructura de su régimen de propiedad y de comportamiento económico, las clases dominantes precapitalistas del País entran en crisis. Como son las dueñas del poder político autónomo en las Juntas y en las Diputaciones, van a defender con los Fueros todo su viejo mundo que se está derrumbando.

 

Un estudio económico sobre los dos primeros tercios del XIX nos revela el siguiente cuadro de los negocios comerciales e industriales ligados a los modos precapitalistas de producción:

—El tráfico comercial de Bilbao y San Sebastián parece salvarse de la crisis general.

—Los astilleros entran en crisis desde principios de siglo, y esta crisis se agrava aún más hacia 1850. Quedan reducidos a la fabricación de pequeñas embarcaciones.

—Las terrerías entran en crisis manifiesta: de las 142 que había en Vizcaya en 1.796, con una producción de 15.256 Tm. de hierro, sólo quedan en 1864 veinte establecimientos, produciendo 1.200 Tns.

—La industria armera se arruina en el primer tercio del siglo XIX, arrastrando con ella la organización gremial;

—La exportación de mineral de hierro continúa, pero sin que la cantidad exportada siga a las necesidades del mercado mundial; Gran Bretaña, por ejemplo, se aprovisiona principalmente en Suecia.

 

Podemos resumir diciendo que los negocios precapitalistas no agrarios están en franca crisis. Sin embargo, en el campo los "jauntxos" saldrán beneficiados en el siglo XIX. Mientras que en la industria y en el comercio tienen que competir con la revolución industrial europea y con la nueva clase de burgueses modernos que crece en el País, en el campo sólo tienen que aprovechar las dificultades nuevas para apretar el yugo sobre los campesinos. Si la revolución liberal apoyaba a la nueva burguesía, sus leyes desamortizadoras se juntaron a las necesidades económicas creadas a los ayuntamientos por las guerras: por ambas razones, muchos terrenos comunales salieron a la venta. No habiendo en el País una burguesía moderna suficientemente fuerte, y no pudiendo rescatar los campesinos los comunales que les eran indispensables para vivir, esas tierras fueron a parar a manos de los "jauntxos".

En esta clase de explotadores precapitalistas encontramos a los más conocidos defensores de los Fueros y, con ellos, del Carlismo. En su naturaleza reaccionaria encontramos buena parte de las razones que hicieron que en Vasconia la defensa de los Fueros contra la centralización se uniera a la defensa de una Monarquía teocrática y trasnochada.

Y, naturalmente, los rigores de la guerra fueron sufridos por los que no tenían ningún interés en defender lo que el carlismo tenía de ideología al servicio de los señores. Fueron los campesinos los que dieron al carlismo la tropa y el apoyo logístico, y fueron ellos quienes más duramente sufrieron.

La mayoría de la población estaba formada de campesinos; la insuficiencia de los medios de comunicación y de transporte se unía a la supervivencia de las formas de vida tradicionales, de tal modo que el grueso de la población se mantenía prácticamente aislada de las comarcas vecinas. En 1867, encontramos aun una proporción mayoritaria de euskera-parlantes en toda la vertiente septentrional del País: he aquí las cifras:

 

No resulta arbitrario suponer que buena parte de los vascoparlantes desconocerían otra lengua que el vascuence. En aquellas épocas la Vasconia peninsular desconocía el servicio militar obligatorio, y el analfabetismo era la regla. Vizcaya tenía en 1875 un número de 125.642 analfabetos sobre un total de 185.954 habitantes.

El régimen de explotación estaba marcado por el predominio de la ganadería sobre la agricultura.

La ganadería estaba aún marcada por el predominio del ganado ovino y por la escasa importancia de la estabulación. El ganado bovino participaba también de este género de vida, que exigía la existencia de amplios espacios donde pastar. Encontramos aquí cómo la necesidad económica se liga a la existencia en Vasconia de amplias tierras comunales (de un solo pueblo o de varios) y así a los derechos de apropiación colectiva, de libre recorrido y de libre pasto para los ganados. Unidas a la existencia de estos terrenos de pasto aparecen industrias como la del queso.

La agricultura había estado en la Edad Media fuertemente limitada por los derechos de los pastores y por los débiles rendimientos del terreno, al menos en la parte septentrional. Si en la meridional (ribera, Pioja, cuencas de Vitoria y Pamplona) la extensión del terreno compensaba aquellos inconvenientes, en la septentrional la pobreza fue la regla; esta situación sólo comenzó a atenuarse con la introducción del maíz. En el siglo XVIII este nuevo cultivo se extendió notoriamente; gracias a él se introdujeron otras plantas (alubias), se empezaron a utilizar abonos sacados de sus propias hojas, se introdujo un nuevo ciclo de cultivos que permitió el abandono del barbecho, y se inició la estabulación del ganado bovino y del porcino. Fue una verdadera revolución, que permitió un aumento de población, y que está ligada a la prosperidad vasca del siglo XVIII.

Al entrar en el siglo XIX, el campo vasco seguía, pese a los progresos del siglo anterior, fuertemente ligado a un modo de producción medieval. Si los terrenos alrededor de los caseríos habían ganado con las nuevas técnicas, más lejos se seguía empleando el barbecho. El aislamiento campesino contribuía a que se siguiera cultivando el lino y la viña, con lo que los pueblos intentaban continuar siendo autosuficientes en tejidos y en vino. Si este era el panorama en la vertiente septentrional, nada nuevo había en la meridional; se seguía aquí cultivando los cereales, con el trigo a la cabeza, la viña y el olivo; la extensión de las tierras seguía supliendo al arcaísmo de las técnicas.

De todos modos, hacia la mitad del siglo XIX empieza a manifestarse un movimiento nuevo: el aumento de población hará que los agricultores que aprovisionarán a las ciudades se dediquen a la ganadería de carne, leche y derivados (aumentando por consiguiente los prados artificiales), y a los cultivos hortícolas. Este sistema moderno agro-pecuario, restringido primero a zonas limitadas del País, progresará intensamente con la revolución industrial.

 

He aquí pues un cuadro global de la forma de vida de la mayor parte de la población cuando Vasconia Peninsular formaba aun una comunidad política distinta del Estado Español. Lingüística y culturalmente diferenciados, los vascos vivían en unos círculos propios de economía agropecuaria. Esto puede ayudarnos a explicar su resistencia a los cambios que intentaba imponer la revolución liberal en España y la penetración de la revolución industrial. Pero esta resistencia es mucho más inteligible si estudiamos el régimen de propiedad en el País y la forma de explotación en los caseríos y las aldeas.

En cuanto al régimen de la propiedad, una buena parte de la población estaba formada por pequeños propietarios. La otra se puede dividir entre los inquilinos o arrendatarios de los caseríos propiedad de los "jauntxos" y los braceros de las explotaciones del Sur. De todos modos, la masa de población campesina a quien veremos comprometida en las aventuras carlistas se reclutará entre las dos primeras capas citadas: propietarios pequeños y arrendatarios.

El régimen de arrendamiento era la llamada "aparcería a medias". El propietario proporcionaba la tierra, y el arrendatario la trabajaba; los gastos accesorios y la cosecha se compartían; más tarde, el inquilino pagaría los impuestos. El contrato, que muy a menudo era puramente oral, era extremadamente estable: se transmitía de padres a hijos, y el arrendamiento era prácticamente vitalicio para la familia del colono. Si bien algunos propietarios, pertenecientes a la nobleza alta, eran absentistas y se hacían representar por administradores, en muchas ocasiones los propietarios vivían en la vecindad de sus tierras arrendadas. Entre esta pequeña nobleza .............[..............]

  

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