Índice
I. Confesiones de un torturador fanfarrón
II. Y con ellas llegó el escándalo
III. Unas fotos muy instructivas
IV. La “ciencia” del tormento sigue avanzando horrores
V. Técnicas de tortura “democráticas”
VI. Electrodos y “democracia”
VII. ¿Es eficaz la tortura ? ¡Vaya si lo es!
VIII. La estrategia dual de los torturadores
IX. De la simple ingenuidad a la sofisticada manipulación
X. Las mentiras sobre el suero de la verdad
XI. El juramento hipócrita de los médicos torturadores
XII. Steve Biko in memoriam
XIII. La ciencia médica al servicio de los torturadores
XIV. Alimentación forzada de detenidos en huelga de hambre
XV. Grandes medias &Tortura: complicidad pura y dura
XVI. El “arte” de justificar la tortura
XVII. “Entregas extraordinarias” de urgencia absoluta
XVIII. Una dura batalla ganada contra la tortura
XIX. ¡Mecanismo independiente de rendición de cuentas, ya!
XX. ¿No hay pruebas, ni nunca las habrá?
XXI. ¡Acabemos de una vez con la doble injusticia!
XXII. De Almería a Roquetas, 25 años de descarada impunidad
XXIII. Un ejemplar servidor del Estado: Antonio Tocón
XXIV. Los manuales de tortura de la CIA
XXV. ¡Qué listos son los torturadores!
XXVI. Un peligroso mito: “La Orquesta Roja”
XXVII. El “prestigio torturador” y la puesta en escena
XXXVIII. Problemas presupuestarios y otras increíbles excusas
XXIX. Una apuesta de futuro: la Asamblea de torturados
Ya llegó el “waterboarding” y la justificación descarada de la tortura
Quiero dedicarle emocionado este trabajo a Eva Forest que a su tan sentida muerte, el año pasado en Hondarribia, dejó un inmenso legado de lucha y compromiso, y ha sido una referencia indiscutible para las innumerables personas que nos hemos ido incorporando, gracias a su generoso ejemplo marcado por una tremenda sensibilidad y calidad humanas, a la lucha para erradicar de una vez por todas la terrible lacra de la tortura.
Y deseo agradecer además su apoyo y ayuda a las compañeras y compañeros de Torturaren Aurkako Taldea, y muy en especial a Raúl Roncero, otro infatigable luchador contra la tortura, sin cuya excelente labor este trabajo no hubiese visto la luz en Internet.
TORTURADORES & CIA
Nunca me han detenido en el estado español ni he sufrido en propia carne la tortura física, pero sí que conozco personalmente la psicológica “gracias” a los policías franceses que me mostraron, tras detenerme en 1987, lo duchos que son en la materia.
Aquel año, las autoridades francesas pusieron en las garras de los torturadores españoles a más de un centenar de refugiados y refugiadas vascas usando el tristemente célebre procedimiento de urgencia absoluta; y no sólo eso, sino que exprimieron a conciencia el terror que nos producían aquellas expulsiones, que se repetían a un ritmo vertiginoso, para obtener falsas autoinculpaciones.
Aunque para ello la mayoría de las veces se servían de la amenaza directa, conmigo decidieron utilizar otro método más refinado: me hicieron creer, de una manera muy “profesional” por cierto, que me iban a dejar en libertad porque «no había suficientes pruebas en mi contra».
El efecto que provocó en mí aquella “excelente” noticia fue tan demoledor como tenían previsto mis captores. Y lo fue porque todo refugiado vasco sin papeles en regla –los míos hacía tiempo que habían perdido toda validez– era entregado en la frontera a los torturadores españoles que se encargaban de dejarle muy claro lo democrática que era y es su monarquía torturadora.
Por lo tanto, en mi caso, «dejarme en libertad» venía a significar en la práctica «dejarme en las garras de la Guardia Civil». En eso consistía y sigue consistiendo la estrecha colaboración entre ambos Estados.
Afortunadamente, aquella “excelente” noticia no llegó a materializarse y un juez francés decretó mi ingreso en prisión. Pocas veces he sentido tanta alegría en mi vida como al escuchar aquella decisión.
Quienes al pasar por las comisarías y cuartelillos españoles hayan sufrido lo que yo temí sufrir aquel día, pueden pensar que mi bagaje práctico para abordar una cuestión tan peliaguda como ésta es bien escaso, y sería absurdo por mi parte pretender lo contrario.
No obstante, creo haber profundizado lo suficiente en el aspecto digamos teórico de la tortura como para atreverme aabordar la cuestión e intentar hacer algunas aportaciones sobre diversos aspectos que pienso merecen una consideración especial.
En particular, voy a procurar analizar los métodos de interrogatorio-tortura y las posibles formas de hacerles frente, ya que considero que cuanto más consciente es la persona detenida de los procedimientos, tanto físicos como psicológicos, usados por los torturadores para machacarla, más posibilidades tiene de afrontar con éxito esa temible prueba.
Eso sí, antes de ponerme manos a la obra quiero precisar que, a pesar de ser muy consciente del riesgo que conlleva elpronunciarse sobre algunos aspectos delicados, he decidido arriesgarme y dar mi punto de vista. Espero que haya sido una buena decisión.
Y sobre todo espero de todo corazón que este trabajo sea útil en la batalla que Euskal Herria y el mundo entero sigue librando día a día contra esa terrible lacra de la tortura. ¡Ojalá lo sea!
I. Confesiones de un torturador fanfarrón
El 22 de noviembre del 2004, la prestigiosa revista semanal de ciencia y tecnología New Scientist publicó una entrevista a Michael Koubi, que trabajó durante 21 años para el Shin Bet, servicio de seguridad israelí, y fue su principal “interrogador” de 1987 a 1993. En ella, Koubi se jacta de que, dándole suficiente tiempo, podría hacer hablar casi a cualquier persona, y tiene el descaro de afirmar categóricamente que eso lo consiguió siempre «sin usar ninguna clase de presión física».
He aquí la traducción de algunos de los pasajes:
— ¿Qué hace usted cuando se enfrenta a un detenido que no quiere hablar?
— Ésa es mi especialidad. Sé cómo hacerlo. Me ha sucedido muchas veces.
—¿Cómo actúa?
— Tengo muchos sistemas. Pero la hago sin usar ninguna clase de presión física.
—¿Puede hablarme sobre esos sistemas?
— No, no puedo.
Más adelante, ante la pregunta de si tuvo algún detenido que no pudo romper, afirma que:
— Me sucedió, pero muy raramente. Podría contarlos con los dedos de una mano.
—¿Por qué eran tan difíciles?
— Eran gente muy primitiva, iletrada y sin educación.
— ¿Por qué es más difícil en esos casos?
— Se comportan de un modo diferente. No puedo hablar sobre ello. No puedo enseñarle todos mis trucos.
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La entrevista prosigue en el mismo tono y termina con una fanfarronada:
— El interrogatorio puede dejar traumatizada a la gente durante un montón de años. ¿Puede usted justificarlo siempre?
— Puede estar seguro de que nunca utilizamos métodos físicos o psicológicos que dañen a los detenidos.
—¿Piensa usted que podrían hacerle hablar si lo interrogaran?
— No. Utilizaría los mismos métodos que utilizo al interrogar a alguien, pero a la inversa. No confesaría nada. Nada.
—¿No tiene usted debilidades?
— Ninguna. Ninguna en un interrogatorio.
Los antiguos responsables de seguridad israelíes no acostumbran a conceder entrevistas, y me extrañó la aparición de ésta en Internet, por lo que decidí echar un vistazo en la red para ver si encontraba algo que justificara el súbito interés de Koubi por conceder aquella entrevista.
¡Y vaya si lo encontré! En un santiamén. Estoy seguro de que la clave está en un largo e interesante artículo de Mark Bowden, “The Dark Art of Interrogation”, publicado en octubre del 2003, un año antes de la entrevista, en la revista The Atlantic Monthly.
En dicho artículo, Bowden justifica sin tapujos la tortura, y una de sus principales fuentes es precisamente Koubi, que explica al autor diversos métodos de tortura-interrogatorio y trucos de los que dice no poder hablar en la entrevista posterior al New Scientist.
Las traducciones de algunos de los pasajes más significativos no tienen desperdicio:
«Koubi dice que “... La gente se asusta ante lo desconocido. Se asusta porque puede ser torturada... Intenta visualizar cómo te sentirías con una capucha sobre tu cabeza, cuando estás hambriento, cansado y asustado, cuando te aíslan de todo y notienes ni idea de lo que pueda suceder”. Cuando el cautivo cree que cualquier cosa es posible –tortura, ejecución, prisión indefinida, incluso la persecución de sus seres queridos– el interrogador puede empezar a trabajar».
Esto no se parece en absoluto a lo que dijo un año después en la entrevista, ¿verdad? Es evidente que Koubi se sintió de lo más a gusto con Bowden, decidió que podía hablarle en confianza, y soltó todo lo que soltó. Demasiado.
No creo que a las autoridades israelíes les hiciera ninguna gracia el artículo, aunque aplaudieran a rabiar las tesis vertidas en él, y seguro que recibió una severa reprimenda por ello; sobre todo, cuando..........................