ZUTIK! 52

1- mayo -1971

( edición en castellano)

Órgano del Biltzar Ttipia de

Euskadi ta askatasuna (E.T.A.)

  

                AURKIBIEA

Sobre la VI Asamblea

ETA: historia de una crisis continua

Líneas generales que caracterizan nuestro proceso:

Al margen de las masas:

El marco ideológico: Nacionalismo

El marco político: tesis colonialistas

Cambio de Base Social

Proceso de reflexión y antecedentes de la VI Asamblea

Hasta la aparición de las primeras ponencias

Ponencias y tendencias

La maniobra fraccionalista

El desarrollo de la VI Asamblea

Expulsión de los fraccionalistas

Dimisión de los representantes de las Células Rojas

Fijación de las tareas y nombramiento de una nueva dirección

Unos y otros

Los dimitidos

Los expulsados

La derecha vasca ante nuestra VI Asamblea

Actos ideológicos

La dimisión

La postura de los fraccionalistas

La movilización de masas de diciembre nos refuerza en nuestras posiciones

Enlaces y jurados, organizaciones de masas, elecciones sindicales

1.- Condiciones para la existencia de un movimiento obrero de masas

2.- Los enlaces y jurados como instrumento del sistema para impedir este movimiento

3.- “Solución” teórica para utilizar al jurado en provecho del movimiento de masas

4.- Consecuencias de no haberse dado las circunstancias de esta solución teórica

5.- El problema de la participación en las elecciones sindicales

6.- Conclusiones

La Comuna de París


 

 

SOBRE LA VI ASAMBLEA

 

Como lo viene haciendo periódicamente desde hace unos años. La policía nos ha obsequiado en estos días con un nuevo serial, puntualmente servido por la prensa fascista, en que se da una determinada versión de nuestro proceso revolucionario y de nuestra organización, a la que se considera fraccionada (¡nada menos!) “en 5 ó 6 grupos que utilizan la firma E.T.A.”. Ya en diciembre, durante la gran movilización popular en torno al proceso de Burgos, esa misma prensa, como quien ha oído campanas, había intentado desinformar al pueblo vasco con noticias e insinuaciones contradictorias sobre el desarrollo y desenlace de nuestra VI Asamblea. En la misma época, numerosas “hojas negras” firmadas “E.T.A.”, fueron distribuidas por la policía con distintas acusaciones de un grupo a otro, pero todas ellas igualmente burdas y con la misma conclusión: “No hagáis caso a nadie, esperad las consignas de la verdadera E.T.A.” La intención desmovilizadora y confusionista está tan clara como su fracaso. De todas formad, estos refinamientos propagandísticos, a que tan poco acostumbrados nos tenían, y que recuerdan más bien el estilo de la CIA, deberán servirnos para agudizar nuestra vigilancia.

Agudizar nuestra vigilancia significa que en definitiva sea el pueblo quien pueda discernir con claridad y denunciar las falsas informaciones y propagandas que el régimen fascista, a través de sus diversos instrumentos (periódicos, radio, televisión, etc.) intenta meternos para confundir y desanimar. Pero el pueblo solo puede llegar a esto si se va politizando, si las organizaciones de vanguardia van explicando, a través de sus órganos de información y propaganda, el carácter del Estado y sus instrumentos de represión y engaño; si los hombres de estas organizaciones de vanguardia están en cada barrio, en cada pueblo, en cada fábrica encabezando la lucha diaria de las masas.

Por desgracia nuestra organización dista aún mucho de ser la organización de vanguardia de la clase obrera. Una manifestación de esta situación viene dada por el hecho real de que hemos sacado varios “Berriak” (publicación político-informativa) pero ningún “Zutik!”. Esta publicación, órgano teórico-político de nuestra organización no ha podido ser sacad hasta ahora; y ello no es porque no hayamos querido o porque no hayamos sido conscientes de su importante necesidad, sino por lo enormes trabajos que nos está costando analizar, aunque mínima pero científicamente nuestra evolución histórica, nuestra VI Asamblea, así como nuestra situación interna y significación histórica actual ante la clase obrera y el pueblo vasco.

Todo esto es muy importante, pues de que seamos capaces de interpretar correctamente la historia de nuestra organización, y en particular lo fenómenos que últimamente la han convulsionado, depende en gran parte el que la clase obrera vasca, en lucha por la libertad nacional y por el socialismo, pueda hallar en E.T.A. un eficaz instrumento para desarrollar el proceso de su emancipación.

 

 

ETA: HISTORIA DE UNA CRISIS CONTINUA

 

Líneas generales que caracterizan nuestro proceso

En cierto sentido, la historia de E.T.A. es la historia de sus propias contradicciones; es una historia construida en el zigzagueo de sus propias crisis, de su autoenfrentarse continuo. Es la historia de una organización que se crea, se descompone y se vuelve a  crear. Es, nuestra historia, una ruptura y un violento choque, casi constante, con los pasos que anteriormente habíamos dado.

En el año 1959, tras un período virtual de 5 años con el nombre de EKIN primero y un corto maridaje de 11 meses con E.G.I. después, toma E.T.A. su nombre actual y cobra un fuerte desarrollo. Se daba entonces un marco idóneo para ello y para que surgieran iniciativas radicales. Y es evidente que aun sin salirnos del círculo de la ideología nacionalista, E.T.A., fue desde sus inicios una organización radical.

En esa época, la crisis económica de la pequeña burguesía vasca, agudizaba con las medidas estabilizadoras de Ullastro, es manifiesta. Muchos pequeños comerciantes de las ciudades se arruinan y gran número de talleres de transformación, sobre todo en Guipúzcoa, se ven obligados a cerrar. La exasperación de esta pequeña burguesía, la decadencia económica de sus sectores industriales y comerciales, su falta de instrumentos políticos de expresión, la existencia de un feroz centralismo junto a la carencia absoluta de dinámica de las organizaciones nacionalistas clásicas constituyen ese marco idóneo en el que se dan ese desarrollo y esas iniciativas radicales.

E.T.A. nace como producto de un grupo de jóvenes, fundamentalmente intelectuales y estudiantes, de la pequeña burguesía. Y estos dos factores: la juventud que les llevará a ser radicales y la intelectualidad que les dará independencia y cierta formación cultural, serán dos factores que la determinan en su nacionalismo a tomar una línea radical, poco habitual en los partidos nacionalistas clásicos.

Esta radicalización pequeño burguesa a la que nos venimos refiriendo se refleja desde su nacimiento en el carácter de los objetivos que pretendemos conseguir. Nuestras formulaciones independentistas, de separación absoluta de Euskadi y de destrucción del aparato político del enemigo, no eran en absoluto semejantes al estatutismo pacifista y clericalista del nacionalismo clásico. Poco a poco, esta formulación de nuestros objetivos, apoyada teóricamente en las experiencias guerrilleras de otros pueblos, nos llevaría a plantear unos métodos de lucha también radicales. El intento de descarrilamiento del tren el 18 de julio (...) abre el método de lucha armada que nos caracterizará en nuestro desarrollo (...) esas bombas, esos tiros, esas (...) unidas a la feroz represión a la que desde siempre hemos estado sometidos, lo que permitirá nuestro despegue y despertará las simpatías  y el acercamiento de sectores estudiantiles y pequeño-burgueses, así como una progresiva militancia de jóvenes obreros nacionalistas que encontraban en nuestra lucha el camino más adecuado dentro de su concepción nacionalista pequeño-burguesa de conseguir la libertad nacional de Euskadi.

Sin embargo, ¿Puede decirse que E.T.A. haya representado y defendido los intereses de la pequeña burguesía?

A nuestro juicio contestar con un si o un no, sería una forma inexacta de responder a tal pregunta. La respuesta mas correcta seria decir que nuestra lucha refleja la situación de esa pequeña burguesía: pero la forma de lucha directa que case desde el comienzo desarrolla E.T.A., desborda continuamente lo que tal clase (sobre todo sus sectores propietarios; pequeños industriales y comerciantes) está dispuesta a arriesgar. Por otra parte, la característica esencial de la pequeña burguesía es la de no poseer unos idénticos intereses toda ella ni una alternativa autónoma global que ofrecer. En este sentido E.TA. refleja también esa inestabilidad. Y el reflejo de esta inestabilidad, de la irracionalidad, que en nuestras circunstancias caracteriza a la pequeña burguesía, se manifiesta en esas crisis continuas y constantes que sufrimos en nuestro proceso organizativo hasta que la existencia de una masiva base social obrera y el estudio del socialismo científico rompen definitivamente con esta trayectoria zigzagueante y nos coloca al lado del futuro histórico, de la clase obrera, de la revolución socialista.

También cuando nació E.T.A. y en los primeros años de su historia hubo jóvenes obreros en nuestra organización. Pero su presencia era reflejo directo de los intereses de su clase, sino de la ideología nacionalista que les impregnaba absolutamente y que encontraba en nuestros métodos de lucha el camino más adecuado, dese el nacionalismo burgués, para alcanzar la liberación de Euskadi. Sólo cuando estos obreros y el socialismo científico presentaron un poder, una fuerza interna frente a la pequeña burguesía en el seno de nuestra propia organización, lo zigzagueos reflejo de esta clase de convertirán en la crisis del enfrentamiento entre dos clases dentro de E.T.A. y llevarán a esta a convertirse en una organización proletaria.

Es por eso que a propósito de nuestra trayectoria organizativa puede hablarse de la coexistencia, durante varios años, de un radicalismo cuasi-revolucionario en los métodos de lucha con un contenido político mas bien centrista. Veamos esto más en detalle.

Tras la derrota de las fuerzas populares en el 39, tras el trauma de la no intervención aliada y el fracaso de la experiencia de las guerrillas, la mayoría de las fuerzas de oposición se había resignado, a pesar de la durísima y sangrante represión, a una política de espera, que iba permitir al bloque dominante —cada vez mas penetrado por los tecnócratas del OPUS DEI— intentar, en los años sesenta, su maniobra  “integradora”.

En el campo nacionalista, el estampido de la bomba que volaba la estatua de Mola en el Arenal de Bilbao ponía fin a la voluntariosa actividad de la Junta de Resistencia, cuyos principales miembros, tomaban poco después el camino del exilio desde donde absorbidos por la burocracia del P.N.V. o del Gobierno Vasco, se dedicarían en adelante a ciertas esperanzadas apuestas sobre las distintas enfermedades que en cuestión de meses iban a fulminar al dictador de El Pardo.

Entre tan vana espera por una parte y la “reconciliación” por otra, la acción directa de E.T.A. tiene la virtud de, por una parte paralizar la maniobra integradora que, tras el referéndum-farsa del 14-12-66, aparecía, ante los ojos de los gobernantes, como definitivamente viable; y de otra, desenmascarar todos los pretendidos lobos con piel de cordero que escudados tras las frases de “hoy no hay condiciones”,  “esos métodos van contra la secular democracia de nuestro pueblo” y demás pamplinas no hacían sino esconder su pacifismo y su vergonzante derechismo, es decir: su miedo a la revolución.

A esta práctica la hemos llamado cuasi-revolucionaria. Por qué cuasi?; por dos razones:

  1. a) Por realizarse en presencia, pero al margen, al lado pero no desde, las masas.
  2. b) Por el marco ideológico y las perspectivas políticas globales desde las que se lanzaba y explicaba dicha práctica.

Veamos esto:

 

Al margen de las masas:

Mikel Etxeberria recordando su odisea de Orozco, nos escribía hace unos días. “El pueblo tiene una ligazón sentimental con E.T.A. que a veces se trasforma en apoyo directo; pero a nivel general. . . , no podemos decir que E.T.A. arrastra al pueblo. Tenemos al pueblo aplaudiéndonos dese el balcón pero pocas veces en la calle, luchando el . . .  Lo de diciembre es otra cosa y ese es el camino. . . “

Esta apreciación nos parece muy justa. Si por una parte es innegable la popularidad de nuestras siglas en amplios sectores, no es menos cierto que las masas han percibido nuestras acciones como algo mas o menos lejano a ellas que pasaba al margen de sus preocupaciones y luchas cotidianas en las fábricas, en los barrios, en la universidad, etc. El tipo de activismo individualista, alejado de la práctica política del pueblo trabajador, que durante tantos años nos ha caracterizado, nos ha impedido un anclaje real en las masas y una presencia estable en sus luchas. A falta de este anclaje, el activista había de enfrentarse sólo y directamente contra todo el aparato represivo. El militante quedaba totalmente expuesto  a los golpes de la represión sin el respaldo de un movimiento de masas. Se acababa cayendo en un círculo cerrado: La represión impide la implantación estable en los movimientos de masa, y esta falta de implantación facilitaba la re presión. Esta situación conducía a E.T.A. a dar todos sus pasos montada casi exclusivamente, sobre el caballo de la actividad armada, por lo que la mayor de nuestra práctica organizativa estaba en función de ella.

El que nuestra práctica de lucha se mantuviera fundamentalmente al margen de las masas no era debido, en todo caso, a motivos circunstanciales. Era la consecuencia lógica de nuestra política, la cual venía determinada por el estrecho marco ideológico en que nos movíamos y del que no lográbamos salir. Este marco ideológico se llama nacionalismo burgués.

El marco ideológico: Nacionalismo

Aun desmarcándonos del archirreaccionario clericalismo tradicional del P.N.V., la alternativa ideológica que E.T.A. plantea en sus primeros años no es, en lo fundamental, distinta de la de aquel. Mas bien se reprocha a los jelkides del P.N.V. el no ser consecuentes con la doctrina nacionalista que predican; es decir: que no llevan el independentismo hasta el final.

La novedad que aporta E.T.A. no es, por tanto, ideológica, sino que se encuentra mas bien al nivel de los métodos y la formulación de algunos objetivos políticos. Los principios elaborados en nuestra primera Asamblea (mayo 62) remiten continuamente a la ideología nacionalista burguesa tradicional con sus manifestaciones de chauvinismo (“única lengua oficial será el euskera”, “defensa de los valores genuinos vascos”. . . ); de anticomunismo (. . . “contra cualquier régimen dictatorial, sea fascista o comunista”, “defensa de los intereses nacionales contra los intereses de clase o grupo”); de reformismo (“creación de cooperativas”, “cogestión de capital y trabajo en las empresas”) o , en fin, de humanitarismo burgués (“respeto a la dignidad de la persona humana”).

La ideología nacionalista vasca, surgida en Euskadi Sur como respuesta de las clase medias ante la opresión a que está sometida por parte de la alta burguesía (sustentadora a su vez de la ideología nacionalista-imperialista española) es aceptada por E.T.A. como ideario. Muestra exacta de esto son nuestras continuas declaraciones de considerar que los oligarkas vascos “no son vascos sino españoles”; llegando a identificar (en el artículo “Nacionalismo Revolucionario”, aparecido en Branka nº1) progreso = vasco, reacción = español.

Los desacreditados conceptos inequívocamente racistas de los fundadores del nacionalismo vasco son sustituidos por otros más a la altura de nuestros tiempos: se habla así de etnia, de conciencia nacional, de cultura, de pueblo, etc.. pero el basamento sigue siendo el mismo: Existe un pueblo vasco con unos intereses nacionales dados, comunes a las varia clases que forman la comunidad nacional. Lo que estaba en el fondo era el enmascaramiento de la real lucha de clases existente entre unos vascos (los explotadores) y otros vascos (los explotados) que justificasen los planteamientos interclasistas (es decir: nacionalistas) de que partíamos.

En este contexto nuestras repetidas declaraciones de socialistas se mantenían por lo general a nivel de formulaciones mas o menos completas en nuestras publicaciones pero sin que estuvieran, apena, determinadas en función de las tareas socialistas a realizar: tareas que en Euskadi deben tener como base principal al movimiento obrero. Es decir, no nos fijábamos demasiado en lo fundamental: una organización socialista es aquella que coloca en el centro de su estrategia los intereses de la clase obrera y combate por la realización del objetivo histórico de dicha clase: el fin de la explotación.

La imposibilidad de rebasar el marco ideológico nacionalista (interclasista) nos conducía a estas ambigüedades. Nuestro socialismo se quedaba en el papel, no se plasmaba en una práctica concreta entre las masas obreras. Incluso nuestros militantes de las fábricas se veían a menudo dedicados a tareas que no eran propias de un obrero revolucionario sino mas bien de un demócrata burgués que lucha contra la opresión nacional. (§)[1]

 “Cuales deben ser las exigencias fundamentales de todo marxista en el análisis de la cuestión de las formas de lucha?. En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo en que no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas mas diversas de lucha; además no las “inventa”, sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por si mismas en el curso del movimiento. Enemigo absoluto de toda fórmula abstracta, de toda receta doctrinaria, el marxismo exige que se preste mucha atención a la lucha de masas que se está desarrollando, la cual, a medida que crece la conciencia de las masas, a medida que las crisis políticas y económicas se acentúan, engendra procedimientos siempre nuevos y siempre mas diversos de defensa y de ataque. Por esto, el marxismo no rechaza de plano ninguna forma de lucha. El marxismo no se limita en ningún caso a las formas practicables y existentes solo en un momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de práctica  de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas las formas de lucha inventadas por sistematizadores de gabinete.

(LENIN, del artículo “La guerra de guerrillas”)

El marco político: tesis Colonialistas

La concepción interclasista inherente a la ideología nacionalista burguesa de que partíamos, junto con el tipo de práctica política que veníamos desarrollando condujo a la necesidad de armonizar ambas cosas en un todo. Este armonizar así lo encontramos en la concepción según la cual la opresión nacional de Euskadi se debe al hecho de estar colonizada por España y Francia. Por ello el objetivo es la destrucción del aparato colonizador hispano-francés destacado por dichas metrópolis en Euskadi, mediante un proceso de lucha creciente, violenta, en que, a partir de acciones de la minoría de vanguardia (y por efecto de la represión indiscriminada contra todo el pueblo) el citoplasma popular iría paulatinamente engrosando el primitivo núcleo de combatientes. La acción guerrillera de éstos sólo cesaría el día en que para los estados colonizadores la explotación de Euskadi dejase de se rentable.

Quedaba justificado de esta forma_

— El tipo de lucha minoritaria y de activismo individualista que desarrollábamos y que se explicaba como parte de un proceso general que algún día comenzaría.

— La concepción de unos intereses comunes a la nación vasca entera (es decir de todas sus clases), opuestos a España y Francia, potencias colonizadoras de nuestro pueblo.

Esta concepción, expuesta por primera vez de forma sistemática en el folleto “La Insurrección en Euskadi”, escrito en 1963 y publicado a principios del 64, sigue siento mantenida hoy por el grupo excluido de la organización en la VI Asamblea. En el folleto del año 63 se hablaba de “guerra contra España”, de  “los españoles que, en tanto que españoles, lo mismo de que sean de derechas que de izquierdas” etc., del mismo modo que en diciembre último se ha declarado lo de “no somos antifranquistas, somos anti-españoles” o lo de “España asesina a 6 patriotas vascos”.

Lo que de progresistas tiene el plantear de forma inequívoca la necesidad de la violencia revolucionaria (aspecto que ya está presente en ”La insurrección en Euskadi”) queda anulado tanto por el hecho de ser planteado desde una concepción estrechamente chauvinista (nacionalismo burgués), como por el hecho de prescindir, de una forma idealista, de la necesidad del trabajo organizado entre las masas —en el seno del proletariado en particular— limitándose por el contrario a esperar que el desencadenamiento de la represión ocasionaría por sí mismo el encuadramiento revolucionario de tales masas en las filas de los combatientes.

Cambio de Base Social

A la contradicción relativa que suponía la coexistencia de métodos radicales de lucha con una ideología burguesa, conservadora, encubridora de las contradicciones entre las clases, vino a sumarse un nuevo elemento distorsionador de todo posible equilibrio en el seno de nuestra organización: el paulatino cambio de su base social.

Debido a la inoperancia de los partidos de izquierda (cada vez mas sumidos en una desvaída socialdemocracia), debido también a nuestra actividad directa e incesante contra el aparato del enemigo y debido sobre todo a la aureola mas o menos “heroica” de que dicha práctica y la estupidez de los órganos de contrainformación fascista nos había investido, numerosos jóvenes obreros comenzaron a entrar en E.T.A.

A partir del asesinato del 7 de junio de 68, (Etxebarrieta) este proceso se acelera notablemente. Pero tanto la ideología, como las líneas maestras de la estrategia, como así mismo los métodos populistas empleados se mantienen prácticamente inalterables, sin diferencias cualitativas.

La última Asamblea, como las reuniones periódicas del Biltzar Ttipia, sirven no sólo para sancionar avances reales de E.T.A., sino sobre todo, para poner de manifiesto la imposibilidad de un despegue definitivo mientras se siga aferrado a los viejo postulados del “nacionalismo burgués”. La presencia en las filas de la organización de determinados elementos “prestigiosos” representantes de las concepciones mas atrasadas, imponen una y otra vez, soluciones de compromiso.

Se va viendo de una forma cada vez mas neta que E.T.A. es una organización asentada sobre dos clases. El resultado es casi siempre y a pesar del radicalismo en los métodos y las proclamas, una política vacilante, bamboleante, centrista en el fondo. Desde nuestras tomas de posición política internacional (como la condena de la intervención en Checoslovaquia que fue seguida de una rehusación de haber metido la pata cuando se hizo pública la posición de Fidel Castro) hasta las relaciones con el O.C., con el P.N.V., etc., hoy diciendo y mañana desdiciendo; lo mismo en casi todos los problemas políticos que van surgiendo.

En E.T.A. había obreros. Lo que se carecía era de una política obrera, de unas consignas y orientaciones específicamente proletarias. Al concebirse la lucha obrera y la lucha por el socialismo como una de las formas posibles de acelerar la liberación de Euskadi y no como el centro de nuestro combate contra el fascismo y su beneficiarios, nuestra posición ideológica venía reflejada por la frase perfectamente vacía que todavía hoy repiten alguno de los excluidos en la VI Asamblea: “Nosotros no somos anti-marxistas”. Es decir: encubrir la falta de perspectivas políticas con un declaración puramente negativa.

Lo mas grave era sin embargo, que esa posición centrista (o lo que es equivalente) era  interpretada por algunos como muestra de capacidad política, de perspectivas “dialécticas”, de imparcialidad objetiva. Esta concepción ideológica, insistentemente señalada por Marx como característica propia de los sectores mas politizados e instruidos de la pequeña burguesía, era un reflejo de la concepción ideológica nacionalista burguesa que impregnaba nuestra actividad.

El pequeño burgués, en una sociedad avanzada y por efecto necesario de su propio estado, se hace de una parte socialista y de otra parte economicista. Es decir que se siente deslumbrado por la magnificencia de la alta burguesía y simpatiza a la vez con los dolores del pueblo. Es al mismo tiempo burgués y pueblo. Se vanagloria, en su fuero interno, de su conciencia de se imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, pretende se considerado en el fondo de su ser. No es sino la contradicción social puesta en acción, y debe justificar en la teoría lo que él ya es en la práctica.

(“MARX, Carta a Annenkov, 28-12-1846)

 

PROCESO DE REFLEXIÓN Y ANTECEDENTES DE LA VI ASAMBLEA

Hasta la aparición de las primeras ponencias

 

En el Biltzar Ttipia celebrado en la segunda quincena de Agosto del 68 se plantea por primera vez de una forma consciente la necesidad de superar las ataduras y ambigüedades que nos mantienen siempre al borde del cambio hacia una organización de clase. Arrastrados por una inercia populista que cuando menos ha tenido la dudosa virtud de ponernos de moda, el necesario corte no acaba de producirse jamás. Se plantea la necesidad de potenciar organizaciones específicamente obreras, creando células en las fábricas que vayan posibilitando tal corte.

Es un proceso: primero ha cambiado la base social de la organización; más tarde la nueva base social (los obreros) van organizándose e influyendo en la práctica global de E.T.A.. Será a la VI Asamblea, prevista para 1970, a quien se encomendará la tarea de sancionar estos inicios de cambio con un corte ideológico neto: el cambio de una organización populista a una organización de clase.

Nada de esto se produce sin embargo de un modo lineal puro. La propia creación del Frente Obrero (F.O.) es vista con sospecha por algunos miembros de la dirección que lo califican “amarillista”. Numerosas ambigüedades y contradicciones taran por cierto a F.O. desde su origen, en particular una gran dosis de sectarismo. Pero se trata en todo caso, y por primera vez de un organismo de clase, con una cierta autonomía.

Dos miembros de la dirección de F.O. son integrados en la Oficina Política de la organización con lo que su influencia en el control de las publicaciones y en las tareas de dirección política aumenta considerablemente.

Ni las resoluciones del Biltzar Ttipia de Agosto, ni la creación de F.O., ni su inserción en los órganos de dirección son suficientes para que se produzca todavía, el despegue de las concepciones y métodos populistas. Esto es debido a la dureza de la represión —más aguda que nunca desde entonces— a las dificultades de dedicar a las tareas previstas un aparato concebido con distinta intención, a las cortapisas y sobre todo a nuestra enorme ignorancia política.

Durante las huelgas de enero-febrero del 69 en que como se sabe F.O. tuvo una presencia relativamente importante, el aparato de ETA demuestra, a pesar de las buenas intenciones, su incapacidad para volcarse en una práctica directamente obrera.

Tras las caídas de abril del 69 y una vez cumplidas las inaplazables tareas de reestructuración, el proceso de reflexión crítica de la organización se acelera. En el verano del 69 se anuncia la proximidad de la VI Asamblea que debía celebrarse en 1970 según los estatutos aprobados en la V Asamblea  y se comienza a repartir las ponencias, es decir los trabajos teóricos que habrían de servir de base de discusión en dicha Asamblea.

Ponencias y tendencias

 La primera de estas ponencias que se reparte se titula “Paten Kutzak”, y plantea la contradicción en que incurre E.T.A. al pretender ser a la vez vanguardia del proletariado y Frente (o germen de Frente) de varias clases. De la discusión por las mesas políticas de zona y de herrialde surgen nuevos trabajos que son a su vez publicados: “Nora Goaz” “Nola ibilli” . . . ., nuestros compañeros de la cárcel nos remiten “La opresión del Pueblo Trabajador Vasco”. Otros trabajos que se editan son: “Para las mesas políticas”; “VI Asamblea”; “Somos demasiados en E.T.A.?”; “El problema nacional vasco” de José Liskar; “La integración de un grupo alógeno”; “Frente Obrero: Análisis crítico”; “El militante que falta por hacerse”; “A los revolucionarios vascos”; “La Cuba de Europa”; “Algunas notas sobre el movimiento de masas obrero en Euskadi y su relación con la revolución vasca”. (§)[2]

Paralelamente van confirmándose diversas tendencias. El grupo “Beltza” radicado en Bélgica y que antes de las caídas de abril del 69 ha tenido problemas con la dirección de la organización a raíz de la publicación del Iraultza nº 1 (que es calificado por dicho grupo de “españolista”) es partidario de las tesis colonialistas y las expone sistemáticamente en su ponencia “A los revolucionarios vascos”.

(Este grupo que a comienzo del 69 se había lanzado a una aventura excisionista apellidada marxista-leninista, evolucionará luego hacia posturas bakuninistas y renegarán —en un escrito interno— de Lenin, cuyo sepulcro, dirán, debemos cerrar definitivamente.

El grupo comúnmente llamado “militar” se agrupa también. Las tensiones con este grupo que pasan por diversas alternativas, no dejan de agravarse de día en día. Basándose en la muy elemental tesis de que “el militar debe estar siempre en actividad” programan una serie de acciones por su cuenta. Tras discusiones y enfrentamientos —en que se ponen de manifiesto tanto las vacilaciones de una dirección poco experimentada, como la ignorancia política y tendencias aventuristas del grupo “militarista”— algunas de dichas acciones son frenadas, pero no todas. A pesar de todo y quizás por exceso de democratismo, dicha tendencia es convocada a la Asamblea.

De otra parte, tres “células rojas”, en las que figuran varios antiguos dirigentes de la organización, se constituyen así sobre la base de: 1.- Apoyo al interior contra la nueva derecha; 2.- Investigación sobre nuestra realidad desde una perspectiva marxista-leninista. Este grupo publica un órgano interno (“Zertan ari”) y realiza varias reuniones, de las que informa a la dirección de la organización. Solicitan contacto con ésta y representantes de la misma acuden a las dos últimas reuniones de dichas “células rojas”, para contrastar puntos de vista. Surgen problemas. Es preciso reconocer que unos y otros planteamos las cosas bastante mal. De una parte, la terrible ignorancia, de otra las ataduras ideológicas, el cordón umbilical que aún nos une a unos postulados tradicionales en E.T.A. y que se aceptan sin más. 

La maniobra fraccionalista

 Quienes en los momento difíciles de las caídas de abril han debido de erigirse en dirección provisional, carecen del prestigio y la experiencia de una dirección regularmente elegida en Asamblea. Eso les obliga a se especialmente cautos. Las medidas disciplinarias (en una situación normal hubieran debido ser drásticamente aplicadas contra todo intento del fraccionalismo) se aplazan una y otra vez echando a veces tierra encima, en espera de que la situación organizativa quede normalizada en una Asamblea. Es por esto que toda tendencia, incluso la tendencia militar son convocadas.

La tendencia “Beltza” lo hubiera sido también a no ser por la dimisión que unos meses antes presentaron sus portavoces. Por una cuestión mas bien formal, los demás miembros del B.T. elegido por la V Asamblea en marzo del 67 son también convocados lo mismo y en las mismas condiciones que al resto de los militantes del exterior, pese a que de algunos de ellos no habíamos vuelto a saber nada desde años atrás (este punto lo explican muy bien nuestros compañeros de la cárcel de Burgos, que vivieron directamente lo que en el documento o manuscrito recientemente publicado, califican de “deserciones” de algunos dirigentes que huyen al extranjero).

Dos días antes de la apertura de la Asamblea se celebra, en el mismo local en el que esta ha de reunirse, un B.T. ampliado al que asisten todos los responsables o representantes del interior, es decir, los miembros componentes del B.T., las mesas políticas de cada herrialde y los responsables de delegaciones. La convocatoria de este B.T.A. aumenta la desconfianza entre los representantes de las “células rojas” que lo califican de pernicioso pues servirá, a su juicio “para abrir una brecha entre el exterior e interior y predisponer a este último contra las C.R.; esto era falso dado que en dicho B.T.A. no hubo sino un análisis informativo de cómo se estaba desarrollando el trabajo en los distintos herrialdes.

Apenas comenzado este llega una información según la cual el grupo “milis” y el grupo “Beltza” se han unido para boicotear y torpedear la Asamblea y preparar un documento en el que se presenta a esta como ilegal y amañada por los “españolistas” y “liquidacioncitas” que mantienen “engañada a la base”. Luego veremos el significado real de esta maniobra. El caso es que algunos miembros de la dirección abandonan el B.T.A. y acuden a parlamentar con los dos promotores principales de dicha maniobra “Etxabe y Madariaga”; se habla sobre todo con Madariaga al cual se informa de las medidas tomadas para convocar a los miembros del viejo B.T. de 1967. Acepta que tales medidas han sido justas y queda fijada la cita (una principal y dos de seguridad) a la que Madariaga y los otros representantes de su tendencia deberán acudir para ser conducidos al local de la Asamblea. Dice que acudirán todos (si somos minuciosos es porque sabemos que su gente va a leer con lupa intentando cogernos en algún arrenuncio). De mutuo acuerdo se prepara con él (persona experimentada) ciertos aspectos técnicos de la Asamblea: idioma, formación de comisiones, elección de secretarios, etc.. pensábamos todavía en la posibilidad de una Asamblea limpia y así se comunicó a los militantes reunidos: “parece que lo del complot no es tan grave como se pensaba”; “Madariaga parece tener buena voluntad”. Tal ingenuidad nos parece hoy infantil. Eso mismo fuimos.

En efecto. Los puntos previstos por la reunión-complot de la víspera fueron cumpliéndose minuciosamente. Los miembros del grupo “milis” fallaron una tras otra a todas las citas previstas. Sólo Madariaga al que se le encomendaba la misión de “antena” acudiría con el fin de enterarse del desarrollo de la Asamblea. Mientras tanto los demás conjurados preparaban y publicaba n el escrito-denuncia que con el nombre de “Manifiesto” y con las firmas de : Etxabe, Madariaga, López, Arregui y Krutwig,  sería distribuido en los días sucesivos. Sin insistir por el momento en las razones que llevaron a estos hombres a poner en marcha su maniobra fraccionalista —algunos de cuyos aspectos han sido ya explicados por nuestros compañeros de Burgos en el documento antes citado—, queremos reproducir aquí un fragmento de una carta abierta firmada por Etxabe y dirigida a los militantes de Bayona: “Si E.T.A. se declarase socialista habría una escisión y los que se negarían a ser partido socialista seguirían con el nombre de E.T.A.. Entre ellos se encontraría el que suscribe”.

Así las cosas, no es de extrañar que toda la derecha vasca haya colaborado en la campaña que contra nosotros desató el grupo fraccionalista firmante del “Manifiesto” ni que incluso algunos grupos se prestaran a distribuirlo. Mediante la maniobra de identificar socialismo con antipatriotismo esta derecha vasca, fiel a sí misma y a sus postulados burgueses, trata de seguir impidiendo que sea la clase obrera quien dirija la lucha por la libertad de Euskadi, introduciendo así la lucha abertzale dentro del proceso de lucha por el socialismo. (§)[3]

 

EL DESARROLLO DE LA VI ASAMBLEA

En estas condiciones da comienzo la VI Asamblea. En su desarrollo se producen tres hechos fundamentales:

Expulsión de los fraccionalistas.

Se comunica a Madariaga que estamos al corriente del complot fraccional que han montado y se le piden explicaciones. Se niega a darlas. Dice que la Asamblea esta previamente amañada y que si los otros representantes convocados (de la tendencia “militar”) no han acudido es porque iban a encontrarse en minoría.

Reconoce haber asistido a reuniones tendentes a boicotear la VI Asamblea y se niega a admitir la disciplina de ésta. Pasado a votación si tal actitud es o no fraccionalista y merecedora de expulsión, el resultado es: por unanimidad salvo una abstención: expulsión.

Se retira a otra habitación donde es debidamente atendido sin que en ningún momento sea mantenido “maniatado y bajo estrecha vigilancia” como se ha dicho por parte de algunos de sus compañeros de complot (así se ha dicho por ejemplo a ENBATA): por el contrario las relaciones personales con él son normales, incluso buenas, en el tiempo que transcurre hasta el final de la Asamblea. Desde la habitación donde se encuentra oye parte del desarrollo posterior de las sesiones, al finalizar las cuales, dirige una carta a los reunidos en la cual reconoce haber sido víctima de la “mala información proveniente de otros sectores de E.T.A. según los cuales la Asamblea a celebrar estaba totalmente amañada por “Bruno”,.... “No tengo inconveniente alguno en confesar —prosigue— que esta falta de apreciación sobre las situación real. He tenido un enorme fallo político, probablemente el mas gordo desde que a los 16 años empecé a repartir propaganda. No intento justificar mi actitud. Pago las consecuencias y asumo la entera responsabilidad”.

Dimisión de los representantes de las Células Rojas.

 Los recelos y personalismos mutuos que habían ido incubándose en los último meses, convirtieron en abismales unas diferencias ideológicas y estratégicas (§)[4] que aun siendo muy reales carecían, en su origen, de la dimensión que luego (aunque sólo fuera el nivel de “clichés dogmáticos”) tomaron.

Sería, sin embargo, erróneo el interpretar este hecho como consecuencia de la mala voluntad consciente de unos a otros. La VI Asamblea ha supuesto el momento cumbre, álgido del enfrentamiento entre las tendencia pequeño-burguesas y socialistas dentro de ETA. Ha supuesto la ruptura con el núcleo nervioso de lo pequeño-burgués (los milis) y el paso definitivo para ir asentándonos como una organización verdaderamente socialista.

Pero en los que estábamos del lado de la revolución, del lado del proletariado del lado del único camino posible para destruir la opresión nacional, se encontraba entremezclado nuestro paso firme hacia el socialismo con los lastres que nuestra historia nos había legado. La lucha de clases no es nunca pacífica, rectilínea y fácil, ni siquiera dentro de una misma organización.... por ello la ruptura con los últimos vestigios de lo pequeño-burgués fue violenta.

Y esto es lo que hay que entender no sólo en las razones de la expulsión de los “milis” sino también en las razones de la dimisión y del enfrentamiento entre los representantes de las células rojas y el interior.

Había bastante lastre aparatista y de superficial acusación de “intelectualistas” a los del exterior, por parte de los militantes del interior. Había también bastante de concepciones puristas, de no ver E.T.A. en su proceso y de pensar que las cosas se arreglan con cortes mágicos, por parte de los dimitidos.

En todo caso, ambas posturas estaban condicionadas por una historia organizativa y por los defectos que de ésta habíamos heredado. Lo que faltó por parte de unos y otros fue la capacidad política, la visión histórica suficiente para comprender, por encima de los recelos de bloque, la complejidad que suponía E.T.A..

El punto fundamental de enfrentamiento se produce respecto al problema de la instrumentalización de la lucha ideológica. Se proponen, discuten y rechazan diversas soluciones como mantener al dirección del interior y estructurar a las células rojas como paralelas de la organización pero teniendo acceso a sus órganos de discusión interna. Los representantes de las células rojas proponen quedando ellos sin estructurar como militantes (y por tanto no sujetos a todos los deberes y derechos de militante) tengan acceso sin embargo, no solo a los instrumentos internos de discusión, sino también al Iraultza, mediante el que afirman: hay que llevar al pueblo nuestras propias diferencias para que éste las conozca y las critique.

Finalmente el interior contestó a esto que de acuerdo, pero que esto no se podía realizar desde fuera de la organización, sino desde dentro. Que si había diferencias, si el aparato condicionaba y lastraba a la organización, su deber era criticarlo y solucionarlo desde dentro de E.T.A.. Que el mejor método para avanzar y quitarnos los lastres sería el que ellos, que en algunas cosas veían mejor que nosotros estas dificultades, fueran un impulso desde dentro. Y que del mismo modo, nuestras diferencias y la discusión ente el pueblo de ellas se debía hacer desde ETA y entre E.T.A. y una gente paralela o al margen; y que el Iraultza —aunque oficioso— debería seguir siendo una publicación de ETA.

El interior propone, pues, que no haya células paralelas ni cosas por el estilo, sino que exista (manteniendo y desarrollando el derecho a tendencia) una única organización con un único y amplio Biltzar Ttipia democráticamente elegido entre los asistentes a la Asamblea. Este era a nuestro entender el modo más correcto de que la lucha ideológica no quedara desgajada de la práctica política de cada día y que la necesaria fusión entre teoría y práctica quedara garantizada a todos los niveles.

Cuando parece que esta solución va a resultar viable y se están nombrando comisiones de tres miembros, por cada parte, para articular prácticamente la propuesta, los representantes de las células rojas recapacitan y llegan a la conclusión de que permanecer en E.T.A. es, en realidad, un acto de voluntarismo por su parte, pues es imposible torcer desde dentro su “vacilante rumbo populista —nacionalista—“ y deciden dimitir. Sólo uno de los representantes de las células rojas presente en la Asamblea decide permanecer en la organización. Su declaración textual es: “Comprendo las razones que mueven a mis compañeros a abandonar E.T.A..  Pero no las comparto. Y si creo que E.T.A. es un instrumento válido para construir una vanguardia revolucionaria. Decido por tanto permanecer en la organización”.

Posteriormente, habiendo analizado y sintetizado las razones de su dimisión las exponen así en Saioak nº 2 (revista que han comenzado a editar):

“Nuestros esfuerzos, en este sentido, al par que destruir toda idolología nacionalista, irán encaminados a elaborar la teoría que necesita la práctica revolucionaria vasca. Si hasta el presente hemos colaborado incansablemente en hacer que E.T.A., de una organización minoritaria llegase a ser una expresión popular de sacudida y de revuelta, en estos momentos y provisionalmente nos encontramos —por nuestra propia voluntad— fuera de ella, precisamente par mejor poder transponer esos límites de revuelta y de sacudida dándoles desde la base una expresión revolucionaria hacia el socialismo”.

“Apoyamos pues con todas nuestras fuerzas a todos los grupos de base de todas las organizaciones que luchan por la libertad; cooperaremos con cuantos defiendan los intereses de la clase obrera que no son otros que los de una Euskadi libre. Libertad cuyas formas específicas y políticas ya las van determinando las masas en su lucha diaria hasta que definitivamente, sea expresada en un consentimiento mayoritario y popular”.

“Llamamos a todos los vascos a agruparse desde la base y a exigir a sus luchadores mas conscientes una explicación y una crítica de estas proposiciones”.

Fijación de las tareas y nombramiento de una nueva Dirección

 Retirados lo 10 dimisionarios y en medio de un ambiente extraordinariamente tenso por los últimos acontecimientos, la Asamblea prosigue. Un intento de fijación de unas “proposiciones generales” a modo de principios básicos al estilo de las que se aprobaron en la primera sesión de la V Asamblea es interrumpido al tomar todos conciencia de que tal solución sólo sería un parche mientras no se realizase a un nivel mucho mas amplio, abarcando a toda la militancia una revisión crítica y autocrítica potenciando una intensa lucha ideológica en todos los niveles de la organización.

Sobre la base de la urgencia de esta tares teórico-práctica se pasan a fijar las labores prácticas de cara a las masas:

— Potenciación de los comités y comisiones, Batzarres de barrio o pueblo, Juntas antirepresión y demás instrumentos intermedios que organicen y encuadren la lucha de masas.

— Potenciación de las corrientes hacia la creación sobre la base del marxismo-leninismo de una vanguardia revolucionaria de la clase obrera que dirija la lucha de las masas vasca. Se considera oficialmente a la Asamblea que está a punto de finalizar como “primera parte de La VI Asamblea Nacional de E.T.A.” y se encarga a la dirección que inmediatamente se elije al preparación (teórica y práctica) de la segunda parte de dicha Asamblea.

La elección se los cuadros dirigentes se realiza sobre una base funcional antes que personal. Es decir: no se elige a nadie por su prestigio o cualidades personales sino en función del puesto que va a ocupar en la estructura y de acuerdo con las tareas de dirección que han de desarrollarse.

 

UNOS Y OTROS

Los dimitidos

Ni los dimitidos, ni los expulsados son hoy miembros de nuestra organización. Nuestro juicio sobre unos y otros, es sin embargo muy distinto.

A los representantes de las células rojas les reprochamos el haber cometido un error político: el pretender que la definitiva ruptura con nuestros lastres y el total asentamiento socialista se podía dar de repente, con un corte geométrico sobre nuestra historia, el no ver, en parte por falta de información sobre la situación organizativa del interior, cuales eran las corrientes principales que estaban sacudiendo E.T.A. desde sus cimientos.

Les reprochamos el no comprender que a pesar de los lastres del aparato, de los defectos históricos, o de cierto dogmatismo que en más de un momento pudimos mantener a lo largo de la Asamblea, E.T.A. se encontraba en una posición desde la que podía avanzar y ser un eficaz instrumento en la aportación hacia la construcción de la vanguardia de la clase obrera que todos pretendíamos, y pretendemos construir.

Sin embargo son socialista, y por tanto compañeros nuestros, aunque les reprochemos (lo hicimos antes y lo repetimos ahora) el haber “colgado la chapa” de E.T.A. cuando la ofensiva de la derecha nacionalista arreciaba en su intento de recuperar a la organización que, aun nacida de la pequeña burguesía, se les iba definitivamente al bando de su enemigo de clase: el proletariado.

No se sabe sin embargo lo que puede pasar en el futuro. Quizá su posición, fuera de E.T.A. favorezca la objetividad de la crítica a que como es su obligación deberán de ahora en adelante someternos. Creemos que esa labor es muy necesaria hoy, no sólo para el desarrollo de la propia E.T.A., sino sobre todo para la construcción del partido revolucionario de la clase obrera.

Los expulsados

Nuestros compañeros de Burgos han sido tajantes: “Creemos —nos dicen— que no se les debe dar cuartel y os pedimos que dediquéis todas las energías que podáis para combatir su traición, para desenmascararles ante el pueblo y sobre todo ante la clase obrera...”

Esa tarea de desenmascarar a quienes traicionando a E.T.A. eran en el fondo fieles a la clase que dio origen a esta organización, no es una labor accidental, coyuntural. Porque lo que está detrás de su maniobra y su traición es, insistimos, el intento por parte de una fracción de la burguesía nacionalista de RECUPERAR nuestro movimiento para sus propios fines. Si es cierto que estos fines no coinciden con los de la oligarquía, es igualmente cierto que no coinciden con los de nuestra clase.

La forma como la maniobra fue preparada y ejecutada nos parece particularmente odiosa. Quienes no habiendo movido un dedo en los momentos difíciles (cuando la ofensiva fascista amenazaba acabar con E.T.A.) salen repentinamente de su letargo en cuanto comprueban que la lucha de E.T.A. por la libertad nacional  se va integrando de una forma ya irreversible en el proceso general de lucha de la clase obrera por el socialismo. La lista de las “acusaciones” presentadas en la reunión-complot convocada por los fraccionalistas la víspera de la Asamblea, lista de la que conseguimos una copia que fue leída en la mismo, es tan burda como la maniobra misma. Se nos acusa por ejemplo “de haber entregado un millón a los españoles de Granada” . De que en la casa de un dirigente exiliado de E.T.A. solía comer y dormir un españolista militante de “Komunistak”. De que la Asamblea se iba a realizar con la cara tapada porque entre los asistentes había cuatro felipes expulsados en 1966 por “españoles”. Que los de E.G.I. habían echado a uno de nuestros dirigentes de unas reuniones pro-frente. Que habíamos realizado y difundido secretamente una ponencia titulada  “Notas al Problema Nacional” en la que se expresaban conceptos “españolistas”. Que asisten a La Asamblea unas veinte del exterior y unos pocos militantes del interior encargados de decir amén a unas cuantas cosas que proponga la dirección.

No hay que insistir demasiado en estas razones cuyo solo planteamiento constituye ya toda una declaración de principios. La única prueba que presentaban de la desviación que decían combatir era un ejemplar del trabajo titulado “Notas al problema nacional” (que había sido escrito por la organización Komunistak y que ahora se nos atribuía a nosotros). En el “manifiesto” aparecido a mediados de setiembre con el título “Sobre la situación actual” y firmado por el grupo fraccionalista, se explicaban los cambios hacia una postura mas concretamente socialista diciendo que a partir de mediados del sesenta y ocho “E.T.A. dejó de ser una organización orientada fundamentalmente hacia la liberación nacional y en concreto hacia la lucha de un F.N.L.V. para ser una organización obrerista dirigida hacia una revolución abstracta”.

Este es un truco muy empleado por la burguesía nacionalista: cuando la lucha deja de ser manejada por ella al verse desplazada por la clase obrera, la revolución se convierte en “obrerista” y “abstracta” cuando no en españolista como oiremos a menudo.

 

LA DERECHA VASCA ANTE NUESTRA VI ASAMBLEA

Naturalmente toda la derecha nacionalista vasca prestó desde el primer momento su apoyo al grupo fraccionalista. ANAI-ARTEA integraría en su comité de gestión y como representante oficial de E.T.A. a uno de los cinco protagonistas del complot cuyas reaccionarias posturas son expuestas con su firma en lo que los compañeros de Burgos califican de “delirante Kemen”. El secretario general de la citada organización hacía a mediados de diciembre las siguientes sorprendentes declaraciones ante un periodista: Dentro de E.T.A. hay dos fracciones, la primera de ellas está formada por aquellos que quieren un país vasco independiente y socialista, pero no un socialismo internacional como el P.C. sino un socialismo de raíz puramente vasca, esta es la fracción que ha secuestrado al cónsul, no se trata de un partido sino de un movimiento democrático. La segunda fracción es más pequeña, son gentes que se han unido al partido comunista, se llaman a sí mismo españolistas, solo existe desde hace dos meses o así (!!!).

La revista Branka por su parte dedicaría su número 13 a un ataque contra nosotros atribuyéndonos de nuevo el trabajo “Notas sobre el problema nacional”.

En varis ocasiones se dice que E.T.A. ha sufrido una “infiltración” de “elementos izquierdistas españolistas”. Esta fórmula de la “infiltración” es la que manejan casi todos los voceros de esa nueva derecha espontáneamente unida: Krudwig en una carta publicada en  setiembre dice que parece ser que se trata de elementos nuevos.... infiltrados últimamente, del grupo “Vanguardia Obrera” o quizá de “Acción Comunista”. Explicación tan simple como estúpida es, también de Txillardegui, la de Beñat Ugarbi (en Branka) etc..

 

ACTOS IDEOLOGICOS

En ocasiones, procesos ideológicos muy complejos se materializan en determinados actos concretos, directamente pecibibles, que resultan en la práctica mas pedagógicos que cientos de discusiones. En la Asamblea apenas hubo discusiones ideológicas. Pero en ella y en lo que ha rodeado hubo determinadas actuaciones que han sido de hecho verdaderos actos ideológicos:

La dimisión

El que siete antiguos dirigentes y tres compañeros mas de nuestra organización dimitieran declarando que E.T.A. ya no servía, que estaba demasiado tarada por su propio mito y por su tradición pequeño-burguesa, significó la materialización en un acto bien concreto de las crisis y las tensiones que existían en E.T.A.. Sin tener respuestas acabadas para la mayoría de las cuestiones, lo que si tuvimos fue la conciencia de que ciertos caminos se habían agotado. De este modo culminaba un proceso crítico de autorreflexión, iniciado en el Biltzar Ttipia de Agosto del 68, acelerado y profundizado tras las caídas de abril del 69 y que tuvo en la “dimisión de los 10” el impulso último y decisivo. Este proceso sirvió para poner en tela de juicio y reconsiderar todas aquellas posturas y posiciones que históricamente habíamos aceptado como infalibles. Desde los métodos de trabajo y el sentido que debe tener la dirección hasta el problema de las alianzas y de la teoría revolucionaria, nos vimos en la necesidad (muchas veces imposible por nuestra falta de experiencia) de ir realizando un estudio crítico, a fondo, sobre la historia y el futuro de la revolución en Euskadi.


La postura de los fraccionalistas

Por otro lado al ver en los “milis” nuestro antiguos errores e inconsciencias llevados a sus  últimas consecuencias (burocratismo, dirigismo, irracionalismo, falta de teoría, desprecio hacia la labor entre las masas, etc..) nos hizo comprender lo graves que unos y otros habían sido.

Hemos comprendido bien lo reaccionario que resultan las “mentiras tácticas” solapadamente, cando hemos visto que intentaban poner al pueblo en nuestra contra tratando de identificar marxismo-leninismo con antipatriotismo. Hemos visto en las calumnias de los “milis” el oportunismo dogmático llevado a sus últimas consecuencias. Así por ejemplo un trabajo titulado “Notas al problema nacional” que fue atribuido a un dirigente de nuestra organización primero y a uno de los dimitidos después (Eskubi), ha sido la base fundamental sobre la que han montado toda su campaña de calumnias y acusaciones.

No importa para esto cuales sean nuestras divergencias actuales con Eskubi, nos parece de elemental justicia salir al paso de las calumnias e insinuaciones con él vertidas. Queremos señalar tres cosas:

a).— La E.T.A. corajuda de 1967-68 en nombre de la cual critican los fraccionalistas es precisamente la E.T.A. que Eskubi construyó a partir de octubre del 66, y no desde posiciones de “figurón” sino estando en el interior, al frente de la organización. Esto lo sabemos muy bien los militantes que vivimos aquella época tan importante —y criticable— de nuestra organización, como lo han manifestado nuestros compañeros de Burgos al final de su documento.

b).— La postura ideológica que condujo a Eskubi a dimitir de E.T.A. (cometiendo a nuestro juicio un error político) nos parece infinitamente mas patriótica que la de tantos abertzales de boquilla y nacionalistas burgueses en los hechos que hoy (sacando a la calle toda su rabia contra el hombre que supo ser mil veces mas revolucionario que ellos) le combaten y calumnian.

c).— El escrito “Notas al Problema Nacional” no fue escrito por Eskubi (ni por ningún militante de E.T.A.) sino por un militante el grupo Komunistak para se utilizado en sus escuelas sociales. Esto lo sabía perfectamente Madariaga —lo sabía de fuente directa— no obstante lo cual firmó con su nombre una crítica a tal escrito al que presenta como elaborado y distribuido por E.T.A. y como “prueba irrefutable de desviación españolista”.

Nos parece incalificable el oportunismo que se refleja en esta maniobra.

Pero hay mas. Durante la campaña contra el proceso de Burgos hemos visto en las posturas del grupo fraccionalista y de los reclutados a su alrededor la cristalización exagerada y burda de los aspectos mas reaccionarios de la concepción ideológica que enmarcaba nuestra lucha. Por una parte el estrecho chovinismo de quienes no se avergüenzan de declarar que para el pueblo vasco “el franquismo es solo un  epifenómeno y que nuestra lucha no es contra Franco sino contra España”; o inscribir en un cartel “España asesina a 6 patriotas vascos”; o a escribir en un “Kemen” que “la clase trabajadora española es imperialista en Euskadi”; o a llamarnos españolazos por nuestros actos de solidaridad con los tres peones de la construcción asesinados en Granada.

Y no sólo a ese nivel. Cuando dentro de la lucha en fábricas hemos visto que en Mondragón trataban de imponer comités de fábrica SOLO entre los nacidos en Euskadi, o cuando hemos visto, en Eibar, que trataban de destruir los comités de fábrica para sustituirlos por una burocrática coordinación entre organizaciones políticas, hemos comprendido en qué se traduce esa ideología en la lucha cotidiana:

En dividir al proletariado en unos casos, en romper los propios instrumentos revolucionarios de los trabajadores y pretender sustituirlo por un burocrático aparato, al margen de la lucha obrera, en otros.


La movilización de masas de diciembre nos refuerza en nuestras posiciones.

La Asamblea supuso la ruptura definitiva con algunas concepciones erróneas, que aunque con interrogantes ya sobre ellas, mantuvimos hasta entonces.

En las posturas de los expulsados y sus seguidores vemos hoy día las aberraciones a que pueden conducir muchas de las posiciones ideológicas pequeño-burguesas que nuestra organización sostuvo.

A lo largo del artículo hemos destacado en varias ocasiones como nuestra práctica se ha dado en gran parte al margen de las masas, sobre la base de un activismo individualista, propio de una organización populista.

Como hemos dicho ya también, el análisis crítico de algunas de nuestras concepciones de lucha se inició en el Biltzar Ttipia de Agosto de 1968, se desarrolla a partir de la caída de Abril del 69, alcanza su punto álgido alrededor de la Asamblea y son ratificadas y confirmadas las nuevas concepciones de lucha (el trabajo diario entre las masas: en las fábricas, en los pueblos, en los barrios con objeto de ir movilizándolas de un modo progresivo y disponiéndolas para la toma del poder político, único modo de hacer la revolución) durante el proceso de Burgos en que las masas movilizadas en las fábricas y en la calle fueron en definitiva las que salvaron a los seis condenados a muerte.

Esta fue la gran enseñanza de Burgos, lo acertado de nuestras previsiones cara al único modo de salvar a los condenados a muerte, la negación de muchos de nuestros antiguos métodos de lucha y la confirmación como justos de los actuales.

El proceso de Burgos y la VI Asamblea sean sin duda recordados en nuestra historia como dos hitos fundamentales en nuestra transformación de organización populista en organización de clase; el primer hecho constituirá sobre todo la causa que motivó una gran movilización de masas y un gran triunfo, con lo que definitivamente llegamos a comprender con claridad cuales debían ser nuestros objetivos y métodos de lucha.

Todos estos hechos han sido para nosotros actos ideológicos que nos han hecho reflexionar y comprender por donde debemos, en adelante, dirigir nuestros pasos.

 

 

ENLACES Y JURADOS, ORGANIZACIONES DE MASAS, ELECCIONES SINDICALES

1.— Condiciones para la existencia de un movimiento obrero de masas.

2.— Los enlaces y jurados como instrumento del sistema para impedir este movimiento.

3.— “Solución” teórica para utilizar al jurado en provecho del movimiento de masas.

4.— Consecuencias de no haberse dado las circunstancias de esta solución teórica.

5.— El problema de la participación en las elecciones sindicales.

6.— Conclusiones

 

1.— Condiciones para la existencia de un movimiento obrero de masas:

 A).— Habitualmente las acciones y luchas obreras parten de problemas y reivindicaciones económicas. Excepcionalmente son los casos en que se encuentren, a la base,  motivaciones puramente políticas, el ejemplo más reciente es el de las huelgas masivas de diciembre de 1.970 con motivo del juicio de Burgos. Estas situaciones son las que fundamentalmente pueden ser los inicios de situaciones prerrevolucionarias, pero habitualmente resulta imposible mantener constante y cotidianamente en marcha al Movimiento Obrero, en base a consignas exclusivamente políticas. Por otro lado la respuesta política (pues política es la represión) con que la patronal rechaza cada acción planteada por motivos reivindicativos, exige que el movimiento obrero escoja antes de desarrollar cualquier acción, aquellos métodos de lucha que le ofrezcan ciertas garantías de triunfo. De este modo cada acción reivindicativa se va, poco a poco, desarrollando con instrumentos globales, político-reivindicativos, de lucha por parte de los trabajadores. No queremos señalar con esto que haya un corte entre los métodos de lucha reivindicativos y lo políticos. Ambos son parte de un mismo proceso y cada paso adelante del movimiento obrero, los va unificando cada día más.

Por otro lado la condición fundamental para que cada reivindicación económica o política constituya un paso adelante del Movimiento Obrero, es el nivel de ligazón de éstas con los objetivos finales, es decir: con la lucha por el poder.

Ahora bien: el caldo de cultivo de este movimiento lo constituyen los problemas cotidianos más concretos de los trabajadores, tales como vivienda, vacaciones, categorías profesionales, y de modo particular, cuanto se refiere al salario: aumentos salariales y primas. Y el que este nivel reivindicativo alcance un alto grado de virulencia es una circunstancia fundamental para que los motivos políticos cuajen en estallidos de movimientos de masas obreras. De ahí la importancia del nivel reivindicativo.

B).— Históricamente este movimiento reivindicativo cotidiano ha ido seleccionando a los obreros más valientes, más desinteresados, con más visión de las posibles maniobras de la empresa, es decir, los líderes obreros. En muchos casos estos hombres eran obreros duros y entregados pero sin ninguna conciencia política. Hoy, las exigencias de la lucha hacen que el movimiento obrero necesite de líderes auténticamente politizados que yendo junto a las masas intenten encaminar la lucha a la alternativa política fundamental: la toma del poder por la clase trabajadora .(§) [5]

En tanto en cuanto esto se vaya produciendo, podremos ir viendo la transformación de las acciones aisladas de la clase en un potente movimiento obrero dinámico y coordinado. Son precisas pues tres condiciones:

I.— Asumir las reivindicaciones concretas como primer peldaño del movimiento de masas.

II.— Líderes obreros que, sin cortar amarras con la base, vayan transformando el nivel reivindicativo en nivel político.

III.— Ligazón de las acciones reivindicativas y políticas con la toma del poder de manera que todo el movimiento sea una auténtica lucha por el poder.

2.— los jurados y enlaces como instrumento del sistema para impedir el movimiento de masas

La invención de los jurados se produce en el Estado Español en 1.947, en pleno boicot de los aliados, —los vencedores de la guerra mundial—, al régimen de Franco. En estas circunstancias nace como un hipócrita intento del Estado de producir una apariencia de participación obrera en el sindicalismo oficial. A nivel interno, terminada en el año 43 la fase de eliminación física de líderes obreros —se calculan en 200.000 lo prisioneros ejecutados por motivos políticos constituye esta invención el primer intento de acompañar a la represión pura y simple del movimiento obrero, una posible integración de éste. Hemos visto que todo movimiento obrero de masas parte en un primer momento del nivel reivindicativo. La invención de los jurados y enlaces consiste en dejar aparecer este nivel, pero sujeto por una triple camisa de fuerza:

a) Control de los elegidos. Los que salen elegidos jurados —esto es , aquellos que en las elecciones sindicales consiguen el mayor número de votos— hasta el año 66 debían merecer el visto bueno de la Falange local; y aún ahora si sus actuaciones no son del agrado del sistema, pueden se sancionados por la empresa con la pérdida del cargo, o destituidos por sindicatos.

b) Control de las reivindicaciones. Estas, para ser aceptadas, deben mantenerse a niveles aceptables para la política de salarios de la empresa media, de ahí la fijación a nivel estatal y por decreto ley de topes salariales por encima de los cuales no se aprobará ningún aumento contenido en convenio colectivo alguno. Pero el instrumento más eficaz de control de estas reivindicaciones es la declaración de ilegalidad de toda huelga, único medio de presión real de que disponen los obreros para negociarlas con la empresa.

c) Inmovilidad de los elegidos. Los jurados conservan su puesto durante 6 años, y no existe cauce legal alguno mediante el cual la base, si queda descontenta de sus actuaciones, pueda exigir su destitución. Esta imposibilidad de la base de controlarlos, acompañada el otro lado por la posibilidad muy real de sanción por parte de la empresa y de sindicatos, no puede menos que influir en el ánimo de los elegidos, e ir deteriorando la representatividad que pudieran tener cuando fueron elegidos.

A través de los jurados, el régimen controla el movimiento reivindicativo, primer peldaño del movimiento de masas, de tres formas:

I.— Control de las reivindicaciones, prohibiendo la superación de topes salariales y las huelgas.

II.— Control de los elegidos mediante su posible destitución.

III.— Ausencia de representatividad, originada por la inmovilidad del cargo.

3.— solución teórica para incorporar los jurados al movimiento de masas.

 

Desde el año 48 se inicia un intento, aunque acompañado de una gran represión, de integrar el movimiento de masas. Lo que quiere decir que las empresas necesitan tener ante sí a interlocutores obreros para discutir —aunque eso sí, en condiciones muy desfavorables para los obreros— de las condiciones de trabajo. Por otra parte, este nivel reivindicativo, está siempre presente en la mente de los obreros y para no caer en el desánimo, hace falta conseguir ciertos triunfos, aunque sean parciales, en estas reivindicaciones. Quedaba pues, planteada la necesidad de asumir el nivel reivindicativo, o dicho de otra manera, la lucha legal económica. Lo que cabía discutir era si estas peticiones legales habían de hacerse a través de un cauce también legal, esto es, el Jurado, o a través de un cauce ilegal: representantes de los obreros al margen del jurado. Es claro que, dad la situación totalmente favorable de las empresas en una negociación con el jurado, estas harían lo posible par imponer este organismo; el régimen por otra parte, no podía menos que considerar cualquier otra alternativa como una actitud de subversión a sus principios fundamentales. En definitiva, pues, la cuestión quedaba supeditada a que los trabajadores pudieran imponer a sus representantes pese a las posibilidades de despido de las empresas y de las represalias policíacas del régimen. Era pues, una cuestión de fuerza, y si esta no existía, prescindir del jurado suponía prescindir de toda posibilidad de satisfacer parcialmente las reivindicaciones, Esta fuerza, con la excepción de zonas muy concretas, como puede ser el caso de Nabarra, que se explicará más tarde, no ha existido hasta finales del año 1.970; a nuestro modo de ver, el movimiento obrero en el mes de diciembre, al menos en Euskadi y Catalunya ha introducido una variante fundamental en esta cuestión. Lo que si parece seguro es que en el año 48 no existía esta fuerza. Así pues, en aquella época, y durante muchos años, los jurados han sido los únicos interlocutores que admitía la empresa. Lo que quiere decir que, pese a sus enormes limitaciones era a ellos a quienes acudía la base para intentar solucionar sus problemas concretos. Abandonar este nivel era, pues, condenar al movimiento obrero a la inoperancia, aceptando cabizbajos el entrar dentro de las estrechísima reglas de juego impuestas por el régimen. Se trataba de entrar pero no de cualquier modo sino en ciertas condiciones. La solución teórica que exponemos fue la decidida por el Partido Comunista en el año 48. Pero no se produjo la tal solución porque faltaban las circunstancias siguientes:

a).— Había que entrar en el jurado y asumir el nivel reivindicativo aceptable por el sistema mientras la base lo asumiera. Pero en el momento en que la base lo superar, ir a su cabeza, ir a la petición ilegal o a la huelga con ella, y exponerse a la destitución o despido. Para conseguir un nivel reivindicativo fuerte y para que la destitución supusiera un paso adelante en la lucha obrera, y no un sentimiento de frustración, hacía falta que el peso específico del jurado lo diesen los hombres combativos. Además estos jurados debían estar controlados por la base. Por último, el nivel reivindicativo visible que ellos encabezan debía ser, no un fin, sino un medio para la lucha política. Y ambos factores no podían conseguirse más que a través de la existencia de un organismo intermedio entre el jurado y la base. Este organismo tenía que ser menos clandestino y sus miembros mas conocidos que los de la célula de cualquier partido, esto es, mas representativo directamente.

b)— Este organismo intermedio no surgía sino hasta que las luchas obreras experimentasen un salto cualitativo, y esto fue a raíz de las grandes huelgas del 59 y sobre todo del 62. Estos organismos que en su día se llamaron Comisiones Obreras, debían reunir dos requisitos para cumplir su doble misión:

— Debían ser altamente representativas, para asegurar la presencia de la base y el control de las reivindicaciones por ella.(§)[6]

— Para asegurar la dirección política del nivel reivindicativo del jurado, se debía dar en los miembros electos de las comisiones, no una total identidad de visión política, pero si una falta de divergencias radicales.

Así pues, sobre la base de la falta de fuerza aún existente para imponer representantes obreros al margen del jurado, era necesario que se dieran dos circunstancias:

I.— Un jurado cuyo peso específico lo diesen los hombres combativos, controlado por la base y asegurada su dirección política a través de un organismo intermedio de masas, llámese comisiones obreras o de cualquier otro modo.

II.— Un organismo intermedio de masas muy representativo y sin divergencias políticas radicales entre los miembros elegidos.

4.- Consecuencias de no haberse producido esta solución teórica

A) Digamos de antemano que este punto corresponde a la situación en Euskadi y muy concretamente en Bizkaia. En los jurados de empresa de esta zona no se ha dado el primer requisito: la mayoría de los jurados han aceptado por completo las reglas del juego dando pues el peso específico los elementos no combativos. Hay que decir que esta situación no suele ser apreciable inmediatamente después de las elecciones sindicales. Careciendo de los medios necesarios de difusión para politizar a la base, esta, elige con frecuencia a elementos de palabra fácil y un tanto demagógicos, muchos de ellos con una inicial buena voluntad pero de escasa conciencia política, que dada la estructuración legal de los jurado acaban por ceder a las presiones terribles que sobre ellos se ejerce. En definitiva, este hecho queda subordinado a la existencia o no de líderes obreros en una zona, y a que hayan sido o no despedidos o encarcelados. Después de una represión fuerte, como la que hubo en Bizkaia en el 66 y 67 a raíz del estado de excepción, no es probable que los haya. Dos consecuencias se derivan de estos hechos:

— La base no puede controlar las actuaciones del jurado.

— Queda cortado por completo el nivel reivindicativo del jurado —que se desenvuelve a niveles muy pobres, bailando al son que le marca la empresa— y a la dirección política.

B) Los organismos intermedios entre jurado y base, llámese comisiones obreras o de otro modo, quedan privados del primer peldaño de un movimiento obrero, el nivel reivindicativo, que ahora es monopolio exclusivo del jurado. En el seno de aquellos, los únicos problemas que pasan a debatirse son los puramente políticos, casi siempre inasequibles a la base por no constituir la culminación y politización de sus reivindicaciones. De este hecho se derivan otras dos consecuencias:

— Estos organismo pierden su carácter de masa; solo los iniciados políticamente se interesan por ellos.

— Estos iniciados están normalmente encuadrados en partidos políticos. Los problemas de estrategia pasan pues a primer plano, y es el carácter mismo del organismo el que se discute desde posiciones encontradas. Al no haber un movimiento fuerte de la base que imponga la unidad, puede darse el caso de que distintos partidos planteen distintos organismos intermedios. Este caso se ha dado en Bizkaia, donde han estado coexistiendo dos en ellos: comisiones obreras y comités de empresa.

Las consecuencias de esta situación es que la base considere a estos organismos, llámese comisiones o comités, como asuntos exclusivos de los militantes de ciertos partidos, y no lo vea como su organización de masas, esto es, como cosa suya.

Las consecuencias de que el peso específico de los jurados lo den hombres no combativos son pues:

I.— Que el nivel reivindicativo quede completamente controlado por las empresas y el régimen.

II.— Que los organismos intermedios, vacíos de reivindicaciones, pierdan su carácter de masas, y se conviertan en la palestra de las luchas políticas de los distintos partidos.

5.— El problema de la participación en las elecciones sindicales.

Estos días se convocan elecciones en todo el Estado Español. Se plantea, pues, el problema de la participación en estas elecciones (o no participación). El problema de la eliminación del nivel reivindicativo es algo que no se debe ni plantear. Se trata, pues, de apreciar si existe la suficiente fuerza en la base como para llevar a cabo una lucha económica a través de un cauce ilegal (esto es, al margen del jurado). Dos circunstancias parecen sustentar una opinión afirmativa:

— La confianza que han cobrado en sí mismas las masas obreras tras los grandes movimientos del mes de diciembre a raíz del juicio de Burgos.

—La amplia difusión dad a una ley sindical que no modifica en nada la situación anterior: subsistencia de la burocracia falangista, control de Sindicatos por el Estado y prohibición de las huelgas.

En todo caso, en nuestra opinión, hay dos fundamentaciones de esta no participación a las elecciones que había que desterrar como erróneas:

— El considerar que en este rechazo a las elecciones se rechaza también la lucha reivindicativa-económica. Ya se ha hablado antes suficientemente del tema.

— El no poner las bases para que existan unas representaciones obreras que actúen a la luz del día exigiendo el cambio de condiciones de trabajo a las empresas. Si esta no representación a elecciones traería consigo la vuelta a los métodos oscuros, a los grupos exclusivamente de estudios, a las capillas, y no se proveyese a la base de instrumentos abiertos de lucha reivindicativa sería peor el remedio que la enfermedad. La situación de estos representantes ilegales que exigen reivindicaciones legales no es una utopía. Se ha producido por ejemplo en el cinturón industrial de Pamplona, en el que las comisiones obreras son el centro organizador de las reivindicaciones, huelgas y manifestaciones. La base mantiene a estos representantes porque sabe que defienden sus reivindicaciones, y sabe también que la empresa, quiera o no, tendrá que discutirlas con ellos; la conversión del nivel reivindicativo en nivel político se produce sin trabas. Esta necesidad de las empresas de tener interlocutores que sabe respaldados por la base aumenta en la medida que necesita integrar a los trabajadores en una sociedad de consumo; aunque está claro que aun no se da esta situación, sí se puede predecir que las empresas tenderán cada vez más hacia ello (lo que viene impuesto por la racionalización de las estructuras productivas que suponen el acuerdo preferencial con el M.E.C., la ampliación de las relaciones económicas internacionales, etc.). Cabe pues suponer que un número creciente de empresas tendrá cada vez mayores tragaderas para aceptar negociar con este tipo de representantes.

Pero como se ha dicho, esta postura de no participación no puede limitarse a una mera actitud pasiva, ello supondría que votase un 15 o 20 % de la plantilla de empresas y que saliesen elegidos unos cuantos hombres de paja que seguirían siendo los únicos interlocutores ante las empresas.

Por ello, la postura a seguir debiera ser activa, concretándose en tres puntos:

— La convocatoria de asambleas de empresa en las que se obtuviese mayoritariamente la decisión de no presentarse a las elecciones .

— El ir a hacer estallar estas elecciones, convocando huelgas en los días en los que aquellas se realicen.

— El desarrollar “comités de boicot”, uniéndose y organizándose los memores obreros de cada fábrica para preparar el boicot.

Hay otro problema que se plantea, y es que el P.C.E. ha decidido presentarse a las elecciones. Pensamos que esto trae consigo el peligro de volver a cometer los errores cometidos en los dos últimos años:

Una minoría de hombres combativos en un jurado donde la mayoría serán hombres de paja, una pluralidad de organismos intermedios y el carácter poco representativo de éstos.

¿Cual es la actitud correcta ante esta situación?

El primer paso a dar, es el de intentar convencer a los militantes del P.C. de la conveniencia de la no participación. En todo caso y aunque en algún sitio se haya conseguido nos parece que será casi imposible.

El segundo paso a dar sería el llegar a un acuerdo entre todas las organizaciones (incluido el P.C.) y obreros combativos pero sin partido —a nivel de cada empresa— para organizar una Asamblea mayoritaria de empresa en la que votase por la base si habría que presentarse o no a las elecciones. El acuerdo consistiría en respetar la decisión de la mayoría.

Un problema se plantea de cara a esta asamblea y es que partidarios de ambas posturas tendrían que exponer las fundamentaciones de estas. En mitad de un estado de excepción y con los riesgos existentes de represión policíaca, es claro que defender la postura de participación es más fácil y menos arriesgado que defender la contraria. Por ello —y también porque esta Asamblea no debe parecer un campo de batalla de distintas organizaciones— una parte del acuerdo consistiría en hacer una exposición muy sucinta de las fundamentaciones, sin carácter polémico, y proceder inmediatamente a la votación. Está claro que tal Asamblea debería ir precedida de una gran difusión de propaganda en la Empresa.

Tres alternativas se pueden dar:

- Que el P.C. se niegue a convocar asamblea, aunque esto es prácticamente imposible.

- Que habiéndose obtenido una votación favorable siga insistiendo en la postura contraria. Ambos casos exigirían una denuncia por posición antidemocrática.

- La tercera alternativa que se puede dar es que la Asamblea decida mayoritariamente la participación. En ese caso la postura antidemocrática sería ir en contra de las masas. Por lo tanto, y aun cuando los partidarios de la no participación no tendrían por qué votar, no se podría ni se debería llevar a cabo una campaña de boicot contra las elecciones en esa empresa. Pero, como en ese caso, y por la serie de razones expuestas antes, pensamos que el jurado volvería a acabar defraudando a la base, creemos que este es un factor que todos los revolucionarios y luchadores del movimiento obrero deben tener presente para marcar su actuación y su postura ante los enlaces y jurados en los próximos años.

Por otra parte hay un factor muy importante y que a menudo suele olvidarse, y es la posibilidad de que se decida la participación en una empresa que está en una zona en la que la mayoría de las demás empresas haya decidido el boicot. En este caso llamamos a los trabajadores  de esa empresa a situar su postura en el marco de la solidaridad y la unidad de los trabajadores, que en base a sus intereses y objetivos, es el arma fundamental para avanzar tanto en sus reivindicaciones cotidianas como en su lucha por el poder.

6.— Conclusiones

Así pues:

I.— La campaña contra las elecciones no debe ser pasiva, de mera no participación, sino activa: de boicot organizado y convocatoria de huelgas en el día de las elecciones.

II.— Debe ir precedida de convocatorias de Asambleas donde, sin carácter polémico se exponga las diferentes posturas y donde se proceda a una votación sobre la postura a seguir.

III.— Si cualquier organización rechazase la idea de la Asamblea o no respetase la decisión mayoritaria, en la campaña de boicot se incluiría una denuncia a estas posturas antidemocráticas.

IV.— En las empresas en las que se decidiese mayoritariamente la participación, no habrá campaña de boicot: pero se podrán aprovechar los fallos del jurado para organizar una posterior campaña de dimisión de éste. 

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“La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento que la clase obrera, al llegar al poder, no podía seguir gobernando con la vieja máquina del Estado, que , para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tenía, de una parte, que barrer toda la máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos, sin excepción, revocables en cualquier momento

          (F. ENGELS)

 

LA COMUNA DE PARIS

 Vista desde 1971 (100 años justos después de su realización) la Comuna de París ha sido ampliamente superada por experiencias revolucionarias posteriores y victoriosas como son la revolución soviética de 1917, la revolución china, la de Vietnam, la de Corea del Norte,  la de Cuba, etc.

Sin embargo, la Comuna quedará históricamente como el primer intento del proletariado urbano de implantar un poder obrero en una capital industrial europea; como el primer intento de armar a las masas; de sustituir los instrumentos de represión de la burguesía por un ejército del pueblo, controlado por éste, y cuyos jefes eran democráticamente elegidos y revocables. Las pocas medidas políticas, económicas y sociales que se tomaron en sus dos meses de existencia, habrían paso a la democracia proletaria y al comunismo.

A pesar de se abortada y aniquilada por la reacción burguesa, la Comuna tuvo, tiene y tendrá un primer  puesto en los avances históricos del movimiento obrero revolucionario, porque, como lo explicaba Marx, aquellos dos meses de lucha y triunfo del proletariado aportaron al movimiento obrero más que doce importantes Manifiestos.

Engels resume magníficamente lo que aquellos dos meses supusieron:

El 26 de marzo fue elegida, y el 28 proclamada la Comuna de París. El Comité Central de la Guardia Nacional, que hasta entonces había tenido el poder en sus manos, dimitió a favor de la Comuna, después de haber decretado la abolición de la escandalosa “policía de moralidad” de París. El 30, la Comuna abolió la conscripción y el ejército permanente y declaró única fuerza armada a la Guardia Nacional, en la que debían enrolarse todos los ciudadanos capaces de empuñar las armas. Condonó los pagos de alquiler de viviendas desde octubre de 1870 hasta abril de 1871, incluyendo en cuenta para futuros pagos de alquileres las cantidades ya abonadas, y suspendió la venta de objetos empeñados en las casas municipales de préstamos. El mismo día 30 fueron confirmados en sus cargos los extranjeros elegidos para la Comuna, pues “la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial”. El 1 de abril se acordó que el sueldo máximo que podría percibir un funcionario de la Comuna, y por tanto los mismos miembros de ésta, no podría exceder de 6.000 francos (4.800 marcos). Al día siguiente, la Comuna decretó la separación de todas las partidas consignadas en el presupuesto del Estado para fines religiosos, declarando propiedad nacional todos los bienes de la Iglesia; como consecuencia de esto, el 8 de abril se ordenó que se eliminase de las escuelas todos los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones, en una palabra, “todo lo que cae en la órbita de la conciencia individual”, orden que fue aplicándose gradualmente. El día 5, en vista de que las tropas de Versalles fusilaban diariamente a los combatientes de la Comuna capturados por ellas, se dictó un decreto ordenando la detención de rehenes, pero esta disposición nunca se llevó a la práctica. El día 6, el 137º batallón de la Guardia Nacional sacó a la calle la guillotina y la quemó públicamente, entre el entusiasmo popular. El 12, la Comuna acordó que la Columna Triunfal de la plaza de Vendome, fundida con el bronce de los cañones tomados por Napoleón después de la guerra de 1809, se demoliese, como símbolo de chovinismo e incitación a los odios entre naciones. Esta disposición fue cumplida el 16 de Mayo. El 16 de Abril, la Comuna ordenó que se abriese un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas por los patronos y se preparasen los planes para reanudar su explotación con los obreros que antes trabajaban en ellas, organizándoles en sociedades cooperativas, y que se planease también la organización de todas estas cooperativas en una gran Unión. El 20, la Comuna declaró abolido el trabajo nocturno de los panaderos y suprimió también las oficinas de colocación que durante el Segundo Imperio eran un monopolio de ciertos sujetos designados por la policía, explotadores de primera fila de los obreros. Las oficinas fueron transferidas a las alcaldías de los veinte distritos de París. El 30 de abril, la Comuna ordenó la clausura de las casas de empeño basándose en que eran una forma de explotación privada de los obreros, en pugna con el derecho de estos a disponer de sus instrumentos de trabajo y de crédito. El 5 de mayo, dispuso la demolición de la Capilla Expiatoria, que se había erigido para expiar la ejecución de Luis XVI.

Como se ve, el carácter de clase del movimiento de París, que antes se había relegado a segundo plano por la lucha contra los invasores extranjeros, resalta con trazos netos y enérgicos desde el 18 de marzo en adelante. Como los miembros de la Comuna eran todos casi sin excepción, obreros o representantes reconocidos de los obreros, sus acuerdos se distinguían por un carácter marcadamente proletario. Una parte de sus decretos eran reformas que la burguesía republicana no se había atrevido a implantar solo por vil cobardía y que echaban los cimientos indispensables para la libre acción de la clase obrera, como por ejemplo, la implantación del principio de que con respecto al Estado, la religión es un asunto de incumbencia puramente privada; otros iban encaminados a salvaguardar directamente los intereses de la clase obrera, y, en parte, habían profundas brechas en el viejo orden social. Sin embargo, en una ciudad sitiada lo más que se podía alcanzar era un comienzo de desarrollo de todas estas medidas. Desde los primeros días de Mayo, la lucha contra los ejércitos levantados por el Gobierno de Versalles, cada vez más nutridos, absorbió todas las energías.

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Cuarenta y cinco años después Lenin, encontró en la experiencia de la Comuna, el ejemplo más claro para demostrar cuales eran las tareas de los revolucionarios frente al Estado. Las cuales fueron expuestas en su texto “El Estado y la Revolución”.

Hoy en día, cuando afirmamos que es preciso destruir el Estado que nos oprime, el Estado que defiende a los explotadores contra los explotados, y que una vez destruido debemos implantar un auténtico poder de los trabajadores, una auténtica dictadura del proletariado, lo reformistas, los nacionalistas burgueses, los que defienden la “concordia y la paz” entre las clases, desencapuchan sus estilográficas de oro para decirnos que “todas las dictaduras son iguales”,  “que hay que respetar la democracia” (la suya, la de los burgueses, claro!). A estos grandes sabios de biblioteca burgueses nosotros les respondemos con las siguientes palabras de Engels:

 

 

Últimamente, las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber que faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: He ahí la dictadura del proletariado!.

MUNDU GUZTIKO LANGILE

TA HARRI ZAPALSUAK

ELKARTU GAITUZEN

 

E.T.A.

(Euzkadi Ta Askatasuna)

 

[1] (§) Por supuesto, un obrero revolucionario tiene que luchar por toda reivindicación democrática y en Euskadi, por la libertad nacional en especial; pero eso no debe significar que el objetivo socialista —el objetivo específico de su clase— quede aplazado, luchando primero por una Euskadi libre pero capitalista, y luego ya veremos. Ni debe entenderse como que la lucha socialista es un método entre varios posibles, sino justamente la lucha del proletariado, la manera como los trabajadores resuelven todo forma de opresión.

[2] (§) De entre estas ponencias las necesidades de aparato de la campaña “Batasuna” impidieron que tuvieran tan amplia difusión como las demás, las siguientes: “Informe verde revisado”; “Fines y medios en la lucha de liberación nacional”; “Algunas notas sobre el desarrollo de la lucha popular de liberación. . .”; “El proletariado vasco y la revolución socialista”; “A los revolucionarios vascos”.

[3] (§) “Para la clase obrera no se trata simplemente de retomar la lucha nacional de la burguesía. Para la burguesía la liberación nacional es un objetivo político dentro del cual se puede seguir manteniendo la explotación de clase. Para la clase obrera la reivindicación del fin de la opresión nacional es un objetivo democrático a satisfacer para todo el pueblo en su proceso de lucha hacia el socialismo”.

[4] (§)  Los temas fundamentales planteados fueron:

- Revolución socialista

- Revolución popular

- La lucha armada y nuestras tareas actuales

- Organismos de dirección y papel de los liberados

- Acción de masas y acción de minorías

- Tipo de partido a construir

- El Frente Nacional y el problema de las alianzas

[5] (§) .— Cuando hablamos aquí de líderes, de lucha política, de ligar con la toma del poder, etc., damos por sentada la necesidad de un Partido obrero revolucionario, que desde la clase y por delante de ella, sepa orientar estas tareas. En todo caso, la capacidad, calidad y número de los líderes obreros irá aumentando en tanto en cuanto se vaya consolidando un auténtico Partido Obrero Revolucionario.

[6] (§) .— En este sentido la solución propugnada por el P.C.E. estaba, también, minada en las propias concepciones que éste tenía sobre a orientación de la lucha obrera; la falta de movilidad de C.C.O.O. en la lucha reivindicativa es un reflejo de esto. No se trata de que entre la lucha reivindicativa y la política exista un corte, ni que esta sea la mecánica culminación de aquella. En este sentido la labor de los revolucionarios —y de las organizaciones revolucionarias—, de saber ligar cada lucha con los objetivos finales, y, de saber situar tanto en contenido como en método, la lucha reivindicativa en su justo marco de lucha política, es una postura correcta. Pero esta inserción acarrea consigo un peligro: la concepción de un aparato “obrero” que manipule a la clase obrera y que se confunda con el aparato del propio partido. Y a nuestro entender este es un error en el que la mayoría de las C.C.O.O. (exceptuando Nabarra y alguna más) han caído. En comités podíamos hablar de problemas parecidos, de alejamiento etc..

Y este aparato, al margen de la democracia obrera es una traba muy fuerte para que pueda convertirse en una verdadera dirección política de cualquier lucha desarrollada por lo trabajadores, pues éstos no ven en aquellas a un auténtico dirigente y representante de su intereses, sino a un organismo en el que se encuadran, por lo general, militantes de tal o cual organización política. Pensamos que es importante que los compañeros obreros de las C.C.O.O. se planteen muy en serio este problema