INDICE

 

Del libro “Anti-Dühring”

Teoría de la violencia
Teoría de la violencia (continuación)
Teoría de la violencia (conclusión)
 
La revolución de 1848-1849
La marcha de! movimiento en París
El 25 de Junio
Artículos de la serie “Revolución y contrarrevolución en Alemania’’
XIII. La Asamblea Constituyente prusiana. La Asamblea nacional
XVII. La insurrección
XVIII. La pequeña burguesía
 
La guerra de Crimea, 1853-1855
La campaña en Crimea
 
Sobre la organización militar británica
Análisis de la estrategia francesa
La guerra en Asia
 
Artículos sobre problemas militares, 1857-1858. Guerras coloniales de Inglaterra. La sublevación en la India
La guerra en las montañas antes y después
 
La guerra italiana de 1859. La campaña de Garibaldi en Sicilia y el sur de Italia (1860)
Garibaldi en Sicilia
El movimiento garibaldino
El avance de Garibaldi
Garibaldi en Calabria
 
La guerra civil en EE.UU. (1861-1865)
Enseñanzas de la guerra norteamericana I
La guerra civil en Norteamérica III
La situación en el teatro de guerra norteamericano IV
 
La guerra austro-prusiana, 1866
Notas sobre la guerra en Alemania VI
 
La guerra franco-prusiana, 1870-1871
Notas sobre la guerra – I
Notas sobre la guerra – III
Notas sobre la guerra — IV
Las victorias prusianas
Notas sobre la guerra – VILa crisis de la guerra
Notas sobre la guerra — XI 
Notas sobre la guerra — XII
Notas sobre la guerra — XV
Las derrotas francesas
Notas sobre la guerra – XVI
Florecimiento y decadencia de los ejércitos
Zaragoza-París
Apología del emperador
Los combates en Francia
Las probabilidades de la guerra
Los guerrilleros prusianos
 
Artículos sobre asuntos militares
(Décadas 70 al 90 del siglo XIX)
Moltke, gritón reticente del Estado Mayor, y su reciente corresponsal en Leipzig
De la introducción al folleto de Borgheim En memoria de los furibundos patriotas de 1806-1807
Con motivo del 20º aniversario de la Comuna de París (carta a la Redacción de Le Socialiste)
De la introducción al trabajo de C. Marx La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850
 
Del legado manuscrito de Federico Engels
Sobre el ejército prusiano
NOTAS
INDICE DE NOMBRES
INDICE GEOGRÁFICO

 

TEMAS MILITARES

Friederic Engels

 

Esta selección abarca apenas una parte de los trabajos de investigación y crítica militares de Engels; ella es suficiente, empero, para poner al lector en contacto con el pensamiento de uno de los más notables y brillantes expositores de la posición marxista en la cuestión militar. El “ministro de guerra de Manchester”, como lo apodaban sus amigos, desarrolló el concepto básico del marxismo-leninismo acerca de la guerra como un fenómeno social-histórico y, por ende, pasajero. Contrariamente a los comentaristas burgueses que ven en ella un signo eterno de la humanidad, él mostró el contenido de clase del fenómeno militar, llamado a desaparecer con la desaparición de sus raíces sociales. La superación de la sociedad dividida en clases antagónicas —con su inevitable secuela, la rivalidad entre los Estados erigidos sobre ese fundamento—, comporta igualmente la superación del hecho bélico. Sus profundas contribuciones le valieron la admiración de Marx y, más tarde, de V. I. Lenin. “Durante su estada en Manchester, Engels escribe diversos trabajos sobre cuestiones militares que le interesan vivamente. Lenin consideraba a Engels como un gran experto en materia militar” (Rosental y Iudin, Diccionario filosófico abreviado).

La guerra es un hecho clasista. Para los marxistas-Ieninistas, “la guerra es la continuación de la política de las clases”. Por lo tanto la ciencia militar marxista-leninista se distingue radicalmente de la ciencia militar burguesa por el carácter de clase, por el contenido ideológico y por los fundamentos teóricos y metodológicos. En cada caso concreto de guerra debe examinarse la posición de las partes: intereses de clase que sirven y, por ello, designios y objetivos que persiguen. Desde ese ángulo se ofrecen guerras progresistas y guerras reaccionarias; a la luz de los sucesos vietnamitas es indudable que el pueblo de Vietnam libra una guerra justa de liberación nacional, mientras que del otro costado la guerra del gobierno norteamericano a siete mil millas de los Estados Unidos es una guerra de depredación imperialista.

También en otro sentido se da la dependencia del hecho militar frente a las condiciones económicosociales; Engels demuestra que los métodos y formas de la guerra están condicionados por la base económica y por el desarrollo de la producción, y que nadase subordina tanto a las condiciones económicas como el ejército, la flota, el armamento, la organización, la táctica, la estrategia, cosas todas determinadas por la vida material de la sociedad. Es lo que Marx expresa a Engels, en carta del 25 de setiembre de 1857; “La historia del ejército pone de manifiesto, más claramente que cualquier otra cosa, lo correcto de nuestra concepción de la vinculación entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales”.

Pensando en que una sola bomba H concentra mayor poder destructivo que todas las bombas lanzadas durante la segunda guerra mundial se verá cómo es verdad que la revolución técnico-científica modifica el arte de la guerra. El solo hecho de que se admita que la guerra actual sería antes que nada guerra átomo-coheteril indica la distancia que nos separa de los métodos y formas de la reciente segunda guerra mundial.

Los cambios clasistas de la sociedad motivaron esta previsión asombrosa de Engels, en 1852: “La moderna conducción de la guerra supone la emancipación de la burguesía y de los campesinos; ella es la expresión militar de esa emancipación. También la emancipación del proletariado tendrá expresiones militares particulares, generará un propio, nuevo método de guerra. Cela est clair. Incluso permite determinar ya qué clase de fundamentos materiales serán los de esta nueva condución de la guerra”. La Unión Soviética, con su victoria sobre el militarismo alemán y con su propia ciencia militar, confirma esa prognosis. Hablando de Alemania es pertinente recordar que también en el campo militar la práctica resulta ser el criterio de la verdad; en las dos conflagraciones mundiales de este siglo la concepción aventurera de los militaristas alemanes reveló su falsedad.

El atento estudio de las nuevas condiciones del mundo en las postrimerías del siglo xix permitió a Engels (1887), prever las condiciones de la futura guerra, previsión que la guerra de 1914-1918 confirmó: “Para Prusia-Alemania ya no es posible ahora ninguna otra guerra que la mundial. Y seria una guerra mundial de proporciones y fuerzas nunca vistas. De 8 a 10 millones de soldados se estrangularían entre sí”.

La incorporación de grandes masas a los ejércitos socava a éstos desde adentro; la institución armada de las clases explotadoras se ve en la necesidad de integrarse con los hijos del pueblo, los explotados, y de allí los antagonismos internos. Esta circunstancia, comentada por Engels, ha querido ser soslayada por los teóricos burgueses, que hubieron de componer concepciones basadas en ejércitos pequeños; y en alguna medida, la “restructuración” del ejército argentino, adaptada a los planes del Pentágono —esto es, hacer servir a las fuerzas armadas de cada país latinoamericano como los verdugos de sus propios pueblos—, se inspira en dichas concepciones.

La depravación burguesa en este terreno queda claramente de manifiesto en los diversos aspectos de la guerra de agresión del gobierno imperialista norteamericano contra el pueblo del Vietnam. Según Emmet John Hughes, de Newsweek, en el Pentágono se calcula poner en suelo vietnamita 750.000 soldados, cifra que el experto militar norteamericano Hanson Baldwin eleva al millón, y a pesar del respaldo de la Séptima Flota, de los mercenarios filipinos, australianos y germano-occidentales, y no obstante los 20.000 millones de dólares anuales invertidos en esa operación militar, conforme a las cifras del citado E. J. Hughes, el orgulloso militarismo estadounidense no hace más que amontonar fracasos, impotente como lo es para arrodillar al pueblo invadido. La doctrina norteamericana no tiene nada que ver con lo que tradicionalmente se conceptúa la defensa nacional, sino sencillamente con la agresión imperialista; el ejército de los EE. UU. es la prolongación armada de la expansión monopolista de ese país. Los pilares de dicha doctrina son el antisovietismo, la ingerencia en todos los otros países, la subordinación de todo, ayuda económica y concierto político incluido, a condiciones militares. El talón de Aquiles de la misma está en su radical irrealismo, en la sobrestimación jactanciosa del propio poder y el menosprecio correlativo del peder ajeno, en la ignorancia de la actual correlación de fuerzas internacional, renuente a las pretensiones yanquis.

El deterioro militar norteamericano en Vietnam comporta asimismo el deterioro político-jurídico, como lo indica la observación del senador Morse acerca de que el presidente Johnson pasa a degüello la Constitución de los Estados Unidos, visto que hace la guerra en Vietnam prescindiendo de la declaración de guerra a que lo obliga la carta fundamental. Todo ello adorna con matices aventureros la política exterior norteamericana, y ahora mismo se discute si ésta viene dictada por la Agencia Central de Inteligencia; la Agencia, dice L’Express, “es un imperio”.

La condición de las fuerzas armadas como subproducto de los monopolios norteamericanos explica la putrefacción militarista del Estado, de la cual es índice suficiente la asociación estrecha entre los jefes militares y los directores de los “trusts”; el caso de McNamara, presidente de Ford y secretario de Guerra, es uno entre muchos millares.

Como lo sostiene el movimiento comunista internacional, “los Estados imperialistas se van convirtiendo en Estados militaristas y militar-policíacos; la militarización impregna la vida de la sociedad burguesa”. En 1923 acotaba V. I. Lenin que por miedo al movimiento obrero, la burguesía europea se aferraba convulsivamente a la casta militar y a la reacción; lo vemos así, pero no sólo en Europa, sino en escala mundial; la condición argentina es un ejemplo adecuado. A la vez, los dos procesos —militarización y reaccionarismo—, marchan del brazo, por lo cual es dable observar que las diversas formas del fascismo cabalgan sobre la militarización.

En el acto de la Academia de ciencias económicas, de mayo de 1966, el general Giovanelli ha incurrido en gruesas inexactitudes al referirse a los presupuestos de guerra de los Estados Unidos y de la Unión Soviética. Estos son los hechos: los gastos de defensa de la Unión Soviética constituyen el 12,8 por ciento del presupuesto global de erogaciones, mientras que en los Estados Unidos, para atenernos a los datos de Time, seguramente inferiores a la realidad, de cada dólar del fisco 44 cents son para la guerra; Newsweek estima que para 1967 los gastos de defensa de los EE. UU. insumirán el 53,6 por ciento del presupuesto. ¿Puede ser de otro modo cuando casi un millón de soldados norteamericanos están apostados en tierras extranjeras, cuando el dispositivo militar de los Estados Unidos cuenta con 428 bases militares, navales y aéreas, cuando a partir de la conclusión de la segunda guerra mundial ese país gastó para la guerra 800.000 millones de dólares? Significativo de este proceso mihtarizador, que abarca a los países capitalistas, es el caso de la República Federal Alemana, que en el lapso de los últimos diez años ha invertido para fines bélicos unos 200.00 millones de marcos, suma esa que duplica con creces lo invertido para iguales fines por Hitler desde 1933 a 1939. ¿No es ése un “milagro alemán” de verdad?

El aventurerismo en la esfera de la concepción militar no es cualidad exclusiva de los dirigentes y autores burgueses; comprende también al vocinglerío “izquierdista”, que remplaza el análisis basado en las relaciones reales por la afirmación de sus propios deseos subjetivos. Para citar el caso de Trotski, recuérdese que él menospreciaba la teoría militar, que se aferraba a un empirismo directo e inmediato, que lo único estable que veía en la doctrina militar eran las condiciones geográficas y la psicología humana, como si no obstante las primeras el pensamiento militar no hubiese sufrido trasformaciones colosales y constantes, y como si la psicología del hombre, del soldado, fuese la misma en todas las épocas sociales, en todos los tipos de ejército, igual tanto en un ejército invasor como en un ejército que defiende a la patria contra los invasores. Decía que el “arte militar es un arte empírico, práctico en el más alto grado”. En nombre de este nihilismo teórico él luchó contra Frunze. Es igualmente expresivo el caso de la “oposición militar” en el PCUS, nucleamiento fraccional que postulaba la supervivencia del espíritu guerrillero en el ejército regular; el VIII Congreso afirmó, al combatir tales posiciones, que en las condiciones normales de un Estado “predicar el guerrillerismo como programa militar significa lo mismo que recomendar el retroceso de la gran producción industrial a la producción artesanal”. A cuáles desvarios conduce la liviandad izquierdizante lo ilustra Chu Teh cuando afirma que las formaciones irregulares chinas libraron en siete años y medio 115.000 batallas, “entre grandes y pequeñas”, cifra que da el asombroso promedio de cuarenta y dos batallas cada veinticuatro horas. Más revelador de esas deformaciones es la respuesta de Mao y de otros dirigentes chinos en cuanto a la apreciación unilateral del factor moral, enfocado como un fenómeno aislado de toda otra cosa, con el desprecio olímpico por el armamento, por ejemplo, no obstante ser éste una categoría importantísima de la ciencia militar. El marxismo-leninismo atribuye una fruición eminente al factor moral, pero se opone resueltamente a la ridiculización que implica disociarlo y hasta enfrentarlo a otros factores y condiciones militares, tales como el armamento, la organización, la estrategia y la táctica, y otros. No hace falta mostrar el infantilismo de una postura basada en la idea de replicar con proclamas a un enemigo que opera con bombas atómicas. Siendo todas las otras condiciones militares iguales, triunfa el ejército de moral más elevada; incluso, esta superioridad puede equilibrar otros componentes inicialmente desiguales. Pero la absolutización del factor moral, fuera del contexto militar global, constituye un error de graves consecuencias.

La influencia decisiva del militarismo de los imperialistas norteamericanos sobre el ejército argentino no puede ser más nefasta. Corroe desde luego las nobles tradiciones sanmartinianas, nacidas de un ejército que operaba en función de la liberación argentina y sudamericana, y a las que se opone ahora la cartilla del Pentágono que fuerza a trasformar las formaciones armadas en brazos de opresión contra la libertad de los pueblos. La mencionada “restructuración” es una de las evidencias, pero no la única. Allí están las operaciones del tipo “Ayacucho” o “Unitas”, los planes “Camelot” y “Simpático”, la conspiración para la creación de una Fuerza Interamericana Permanente —o sea, una O.T.A.N. americana— que habilite al Pentágono para aplastar con manos latinoamericanas los movimientos democráticos y populares de Latinoamérica. Hace algo más de un año decía La Nación, que somos una “unidad táctica de hecho”. ¿Unidad táctica de quién, sino del Pentágono? Pero aquella influencia norteamericana desquicia asimismo toda la' herencia constitucional, civilista y democrática, puesto que representa la política de los Estados Unidos de promover dictaduras militares en todo el hemisferio (doctrina Johnson). Subrayando el papel hegemónico de la alta burocracia militar, el presidente de la comisión de relaciones exteriores del Senado norteamericano, Fulbright, preguntó a McNamara: “¿Sabe usted cuántos generales hay en el ejército argentino?”; y añadía con alguna sorna, que según decires eran más los generales que los soldados. El presidente venezolano Leoni acaba de protestar por las palabras de Lincoln Gordon, adjunto del Departamento de Estado para las cosas latinoamericanas, quien igualmente alentó Jos alzamientos militares, diciendo que los generales, a condición de unirse, hasta a golpes de cenicero podían voltear a los gobiernos legales. Los frutos de ello están a la vista: la dictadura militar-fascista del teniente general Onganía, siendo que éste es el noveno general que toma el poder a partir de 1930. Puede decirse que el generalato está insurgido contra la legalidad constitucional, y eso es exactamente lo que interesa al gobierno imperialista de los Estados Unidos.

Un tercer rasgo negativo de la influencia imperialista norteamericana en la esfera militar argentina es que ella empuja a corromper la cordialidad y fraternidad entre los pueblos y países de América latina. Cuando con la bendición norteamericana se dio estado público al eje Costa e Silva-Onganía, manifiestamente dirigido contra varios países vecinos, y particularmente contra Chile y Uruguay, la revista norteamericana Visión calificó el hecho de “bomba geopolítica”. Aquel eje es sencillamente una provocación internacional.

Este volumen de Engels ayuda a orientarse en los problemas de la ideología militar, de una ideología que resulta ser una forma peculiar de la conciencia social.

Setiembre de 1966.  .................[............] 

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