Publicado completo por primera vez en 1923,
en el libro Sépti­mo Congreso del Partido Comunista de Rusia.
Versión taquigráfica.
6-8 de marzo de 1918.

Se publica de acuerdo con el texto del libro
Actas de congresos y conferencias del Partido Comunista de toda Rusia (b) –
Séptimo Congreso. Marzo de 1918,
con­frontado en 1928 con la versión taquigráfica
y el libro publicado en 1923.

 

SEPTIMO CONGRESO EXTRAORDINARIO DEL PC(b)R[1]

6-8 DE MARZO DE 1918

 

 

1. INFORME POLITICO DEL COMITÉ CENTRAL. 7 DE MARZO

 

 

 

 

El informe político podría consistir en una enumeración de medidas tomadas por el CC, pero en el momento que vivimos es esencial, no un informe de esa naturaleza, sino dar un panorama de nuestra revolución en su totalidad; sólo ello puede dar la fundamentación marxista de todas nuestras decisiones. Debemos examinar todo el curso precedente de desarrollo de la revolución y esclarecer por qué se ha modificado su desarrollo posterior. En nuestra revolución ha habido virajes que tendrán enorme importancia para la revolución mundial, y precisamente para la ’Revolución de Octubre.

Los primeros éxitos de la revolución de febrero se debieron a que no sólo las masas de la población rural, sino también la burguesía, siguieron al proletariado. De ahí la facilidad de la victoria sobre el zarismo, que no pudimos lograr en 1905. La creación espontánea de los soviets de diputados obreros, durante la revolución de febrero, fue una repetición de la experiencia de 1905, y tuvimos que proclamar el principio del poder soviético. Las masas aprendieron las tareas revolucionarias en la propia experiencia de la lucha. Los acontecimientos del 20 y 21 de abril constituyeron una combinación peculiar de demostraciones con algo parecido a una insurrección armada. Eso fue suficiente para que cayera el gobierno burgués. Comenzó entonces un largo período de política conciliadora, derivado de la propia naturaleza del gobierno pequeñoburgués instalado en el poder. Los acontecimientos de julio no pudieron entonces instaurar la dictadura del proletariado, pues las masas no estaban aún preparadas. Por eso, ninguna organización responsable las exhortó a hacerlo. Pero los acontecimientos de julio tuvieron enorme importancia como exploración en el campo enemigo.

La komilovada y los acontecimientos posteriores, como enseñanzas prácticas, hicieron posible la victoria de octubre. El error de quienes quisieron, también en octubre, compartir el poder[2], consiste en que no supieron vincular la victoria de octubre con las jomadas de julio, con la ofensiva, con la komilovada, etc., etc., acontecimientos que llevaron a una masa de millones de seres a tener conciencia de que el poder soviético era inevitable. Se produjo luego nuestra marcha triunfal por toda Rusia, acompañada por el anhelo general de paz. Sabemos que con la renuncia unilateral a la guerra no obtendremos la paz, cosa que señalamos ya en la Conferencia de Abril[3]. En el período comprendido entre abril y octubre, los soldados adquirieron clara conciencia de que la política de conciliación no hacía más que prolongar la guerra y llevar a los imperialistas a intentos salvajes e insensatos de emprender la ofensiva, de enredarse aun más en una guerra que durara años y años. Por esta razón, era preciso adoptar a toda costa, lo más rápidamente posible, una activa política de paz; era preciso que los soviets tomaran el poder en sus manos y barrieran por completo con la propiedad terrateniente. Ustedes saben que ésta contaba con el apoyo, no sólo de Kérenski, sino también de Avxéntiev, quien llegó hasta a ordenar la detención de los integrantes de los comités agrarios. Y esa política, esa consigna de “el poder a los soviets”, que fuimos inculcando en la mente de las amplias masas populares, nos permitieron, en octubre, alcanzar la victoria con tanta facilidad en Petersburgo y trasformaron los últimos meses de la revolución rusa en una ininterrumpida marcha triunfal.

La guerra civil se convirtió en un hecho. Lo que predijimos al comienzo de la revolución, e inclusive al comienzo de la guerra, y de lo cual desconfiaba y acerca de lo cual hasta ironizaba una parte considerable de los círculos socialistas, es decir, la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil, el 25 de octubre de 1917 se convirtió en un hecho para uno de los países beligerantes más grandes y más atrasados. En esa guerra civil, la mayoría aplastante de la población estuvo de nuestro lado, y a causa de ello obtuvimos la victoria con extraordinaria facilidad.

Las tropas que abandonaban el frente eran portadoras, donde quiera que fuesen, del máximo de decisión revolucionaria de acabar con la conciliación, y los elementos conciliadores, la guardia blanca, los hijos de los terratenientes, quedaron privados de todo apoyo entre la población. La guerra contra ellos se convirtió gradualmente en una victoriosa marcha triunfal de la revolución, a medida que las grandes masas y las unidades militares que eran enviadas contra nosotros se pasaban a los bolcheviques. Esto lo vimos en Petrogrado, en el frente de Gátchina, donde vacilaron los cosacos que Kérenski y Krásnov intentaron lanzar contra la capital roja; lo vimos más tarde en Moscú, Orenburgo y Ucrania. En toda Rusia se levantó la ola de la guerra civil y en todas partes triunfamos con extraordinaria facilidad, precisamente porque el fruto estaba maduro, porque las masas habían pasado por la experiencia completa de la conciliación con la burguesía. Nuestra consigna de “Todo el poder a los soviets”, comprobada en la práctica por las masas en el curso de una larga experiencia histórica, se hizo carne en ellas.

Por esta razón, los primeros meses de la revolución rusa que siguieron al 25 de octubre de 1917 constituyeron una ininterrumpida marcha triunfal. A causa de esa incesante marcha triunfal quedaron olvidadas, relegadas a segundo plano, las dificultades con que inmediatamente tropezó la revolución socialista y con las que no podía menos que tropezar. Una de las diferencias fundamentales entre la revolución burguesa y la revolución socialista es que para la primera, que surge del feudalismo, se crean gradualmente, en el seno del viejo régimen, nuevas organizaciones económicas que modifican gradualmente todos los aspectos de la sociedad feudal. La revolución burguesa tenía una sola misión: eliminar, arrojar, romper todas las cadenas de la sociedad anterior. Al cumplir esta misión, toda revolución burguesa cumple con lo que de ella se exige: intensifica el desarrollo del capitalismo.

La revolución socialista está en una situación completamente distinta. Cuanto más atrasado es el país que, debido a los vaivenes de la historia, ha sido el que comenzó la revolución socialista, más difícil es para ese país pasar de las viejas relaciones capitalistas a las relaciones socialistas.

En este caso, a las tareas destructivas] se añaden otras nuevas, de inaudita dificultad, las de organización. Si el espíritu creador popular de la revolución rusa, que pasó por la gran experiencia de 1905, no hubiera creado ya los soviets en febrero de 1917, éstos nunca hubieran podido tomar el poder en octubre, pues el éxito sólo dependía de la existencia de formas de organización ya preparadas para un movimiento que abarcaba a millones de seres. Esa forma ya preparada fueron los soviets, y por ello nos aguardaban en el terreno político tan brillantes éxitos y la ininterrumpida marcha triunfal que vivimos, pues la nueva forma del poder político estaba ya dispuesta, y sólo nos restaba trasformar el poder de los soviets, mediante algunos decretos, de aquel estado embrionario en que se hallaba en los primeros meses de la revolución, en la forma legalmente reconocida, afianzada en el Estado ruso: la República Soviética de Rusia. Ésta surgió de golpe y con tanta facilidad porque en febrero de 1917 las masas habían creado los soviets, inclusive antes de que ningún partido hubiera logrado lanzar esta consigna. Fue el espíritu creador del pueblo, que había pasado por la amarga experiencia de 1905 y había sido aleccionado por ella, el que creó esta forma de poder proletario. La tarea de alcanzar la victoria sobre el enemigo interior fue muy fácil. Igualmente fácil fue la tarea de crear el poder político, pues las masas nos dieron el esqueleto, la base de ese poder. La República de Soviets nació de golpe. Pero que­ daban todavía dos problemas que presentaban dificultades gigantescas, y cuya solución no podía ser la marcha triunfal que habíamos hecho en los primeros meses de nuestra revolución: no tuvimos, no podíamos tener la menor duda de que en lo sucesivo la revolución socialista enfrentaría tareas tremendamente difíciles.

En primer lugar, estaba el problema de la organización interna que se le plantea a toda revolución socialista. La diferencia entre una revolución socialista y una revolución burguesa está en que en el segundo caso existen formas plasmadas de relaciones capitalistas, en tanto que el poder soviético, proletario, no recibe esas relaciones plasmadas, si se prescinde de las formas más desarrolladas del capitalismo, que estrictamente hablando, abarcaban una pequeña capa superior de la industria y llegaban en medida todavía insignificante a la agricultura. La organización de la contabilidad, el control sobre las grandes empresas, la trasformación de todo el mecanismo económico estatal en una única gran máquina, en un organismo económico que funcione de modo tal que centenares de millones de seres se rijan por un solo plan: he ahí el gigantesco problema de organización que cargamos sobre nuestros hombros.

En las condiciones actuales del trabajo, este problema no admitía en absoluto ser resuelto al grito de “hurra’, como logramos resolver los problemas de la guerra civil. La propia naturaleza de la tarea impedía tal solución. Logramos triunfos fáciles sobre las fuerzas de Kaledin y creamos la República Soviética, haciendo frente a una resistencia que ni siquiera valía la pena tener en cuenta; el curso de los acontecimientos fue predeterminado por todo el desarrollo objetivo precedente, de modo que sólo restaba decir la última palabra y cambiar el rótulo, es decir, sacar el rótulo “el soviet existe como una organización sindical” y poner el rótulo “el soviet es la única forma de poder estatal”; la situación, no obstante, era por completo diferente en cuanto a los problemas de organización. Aquí encontramos enormes dificultades. Desde el primer momento fue evidente para lodos los que se preocupaban de meditar acerca de las tareas de nuestra revolución, que sólo por el largo y duro camino de la autodisciplina sería posible superar la desorganización que la guerra había producido en la sociedad capitalista, que sólo mediante un esfuerzo extraordinariamente duro, largo y persistente podríamos hacer frente a esta desorganización y derrotar a los elementos que la acentuaban, elementos que consideraban la revolución como un medio de deshacerse de viejas cadenas y de lograr para ellos todo lo que pudieran. La aparición de gran cantidad de tales elementos era inevitable en un país pequeño-campesino y en momentos de indecible caos económico, y contra ellos nos aguarda una lucha cien veces más difícil y que no promete grandiosas oportunidades, una lucha que apenas hemos iniciado. Estamos en la primera etapa de esta lucha. En ella nos esperan duras pruebas. La situación objetiva descarta toda idea de que nos limitemos a una marcha triunfal con las banderas desplegadas, como la que hicimos al luchar contra Kaledin. Cualquiera que intentara aplicar este método de lucha a las tareas de organización que la revolución debe enfrentar, experimentaría un total fracaso como político, como socialista y como militante de la revolución socialista.

La misma suerte esperaba a algunos de nuestros jóvenes camaradas que se entusiasmaron con la marcha triunfal inicial de la revolución, cuando ante ésta se alzó como algo concreto la segunda dificultad gigantesca: el problema internacional. Si pudimos acabar tan fácilmente con las bandas de Kérenski, si instauramos con tanta facilidad el poder en nuestro país, si obtuvimos sin la menor dificultad decretos sobre la socialización de la tierra y el control obrero; si todo eso fue tan fácil, se debió sólo a una afortunada combinación de circunstancias que nos protegió del imperialismo internacional por poco tiempo. El imperialismo internacional, el poderío de su capital, con su máquina militar altamente organizada, que representa una verdadera fuerza, un verdadero baluarte del capital internacional, en ningún caso, en ninguna situación, podía vivir al lado de la República Soviética, tanto por su situación objetiva como por los intereses económicos de la clase capitalista que él encarnaba; no podía hacerlo a causa de los vínculos comerciales, de las relaciones financieras internacionales. Aquí el conflicto es inevitable. Aquí reside la mayor dificultad de la revolución rusa, su problema histórico más grande: la necesidad de resolver los problemas internacionales, la necesidad de llamar a una revolución mundial, la necesidad de realizar el paso de nuestra revolución, como revolución limitadamente nacional, a la revolución mundial. Este problema se alza ante nosotros con toda su extraordinaria dificultad. Repito, una gran parte de nuestros jóvenes amigos, que se consideran izquierdistas, ha comenzado a olvidar lo más importante, a saber: la razón por la cual durante las semanas y meses del grandioso triunfo posterior a octubre, hemos podido pasar tan fácilmente de victoria en victoria. Y sin embargo, esto se debió únicamente a una combinación especial de circunstancias internacionales que transitoriamente nos protegieron del imperialismo, al que preocupaban otras cosas además de nosotros. A nosotros también nos parecía que teníamos otras cosas para preocuparnos además del imperialismo. Los imperialistas individualmente no tenían tiempo de preocuparse por nosotros, sólo porque todo el enorme poderío político, social y militar del imperialismo mundial moderno se hallaba dividido en dos grupos por una guerra intestina. Los saqueadores imperialistas comprometidos en esta lucha, habían llegado a tales extremos, estaban concentrados en un combate mortal a tal punto, que ninguno de los grupos podía concentrar fuerzas importantes contra la revolución rusa....................

 

 

 

 

[1]  Séptimo Congreso Extraordinario del PC(b)R: primer Congreso del Par­tido Comunista después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre; se realizó en Petrogrado en el Palacio de Táurida entre el 6 y el 8 de marzo de 1918. Fue convocado para resolver definitivamente el problema de la firma del tratado de paz con Alemania, en tomo del cual había surgido en el partido una enconada controversia.

Lenin y los miembros del CC que lo apoyaban se esforzaban por sacar a la Rusia Soviética de la guerra imperialista. Los principios en los que se basaba la posición de Lenin estaban expresados con toda claridad en sus “Tesis sobre el problema de la inmediata concertación de una paz por separado y anexionista”. Contra la firma de la paz de Brest se pronunció el grupo de los “comunistas de izquierda” encabezado por N. I. Bujarin; Trotski sostenía una posición muy cercana a la de los “comunistas de izquierda”. Éstos, que tenían cargos de dirección en las organizaciones del partido de Moscú, Petrogrado, los Urales y otras ciudades, iniciaron una furiosa campaña contra la línea de Lenin. El Buró Regional de Moscú aprobó una resolución en la que expresaba su desconfianza al Comité Central del partido y emitió lo que Lenin describió como la declaración “extraña y monstruosa” de que sería conveniente, en interés de la revolución internacional, aceptar “la posibilidad de perder el poder soviético”. Las consignas aventureras de los “comunistas de izquierda” fueron rechazadas por la mayoría de las organizaciones básicas. Cuando se realizó el Congreso la línea de Lenin, de concertar el acuerdo de paz, era apoyada por la mayoría de las organizaciones.

En estas condiciones se reunió el VII Congreso del partido, al que asistieron 47 delegados con voz y voto y 59 con voz y sin voto, en re­ presentación de más de 170.000 afiliados, entre ellos de las principales organizaciones partidarias: Moscú, Petrogrado, los Urales, la zona del Volga. En el momento de realizarse el Congreso, el partido tenía alrededor de 300.000 afiliados (cincuenta por ciento más que los que tenía

en la fecha del VI Congreso). Pero una parte considerable de las organizaciones no alcanzó a enviar delegados, por la urgencia con que fute convocado el Congreso o no tuvo posibilidad de hacerlo a raíz de que varias regiones del país soviético estaban ocupadas transitoriamente por los alemanes.

La orden del día, junto con el reglamento de la labor del Congreso, fue debatida el 5 de marzo en una reunión preliminar de los delegados. En esta primera reunión, se aprobó la siguiente orden del día: informe del CC; el problema de la guerra y de la paz; revisión del programa y cambio de nombre del partido; problemas de organización; elección del Comité́ Central.

Lenin dirigió́ toda la labor del Congreso. Presentó el informe político del Comité Central, el informe sobre la revisión del programa y el cambio de nombre del partido; participó en la discusión de todos los problemas.

Después del informe político del CC, Bujarin, líder de los “comunistas de izquierda”, presentó el segundo informe, en el que defendió la exigencia aventurera de seguir la guerra con Alemania.

Los informes dieron lugar a acalorados debates en los que intervinieron 18 delegados; en apoyo de Lenin, I. M. Sverdlov, F. A. Serguéiev, I. T. Smilga, Fozánov, delegado por Iaroslavl y otros. Bajo la influencia de los convincentes argumentos de Lenin una parte de los “comunistas de izquierda” cambió de posición.

Después de aprobar unánimemente el informe del CC, el Congreso pasó a debatir la resolución sobre la guerra y la paz, rechazó las ‘Tesis sobre la situación actual” presentadas como resolución por los “comunistas de izquierda” y aprobó por votación nominal (con 30 votos a favor, 12 en contra y 4 abstenciones) la resolución de Lenin sobre la paz de Brest. (Véase el presente tomo, págs. 323-324.) Luego el Congreso analizó la revisión del programa y el cambio de nombre del partido; Lenin informó sobre estos temas, basándose en su “Bosquejo del proyecto de programa” (véase el presente tomo, págs. 354-360), que había sido distribuido a los delegados al comenzar las sesiones. Lenin señaló que el nombre del partido debía reflejar sus objetivos y propuso que se llamara Partido Comunista de Rusia (de los bolcheviques) y se cambiara su programa. El Congreso aprobó unánimemente la resolución preparada por Lenin y la proposición de cambiar el nombre del partido. Para la elaboración definitiva del nuevo programa eligió una comisión compuesta de siete miembros encabezada por Lenin.

Por votación secreta, el Congreso eligió el Comité Central, de 15 miembros y 8 candidatos. Los “comunistas de izquierda” elegidos, N. I. Bujarin, A. Lómov y M. S. Uritski, declararon en el Congreso que se negaban a trabajar en el Comité Central, y no iniciaron el trabajo du­rante varios meses, a pesar de los insistentes pedidos del CC.

E l V II Congreso del partido tuvo enorme significación histórica. Confirmó la justeza de los principios leninistas de la política exterior del Estado soviético, la línea de lograr una tregua pacífica, derrotó a los desorganizadores del partido, “los comunistas de izquierda” y trotskistas, y preparó al Partido Comunista y a la clase obrera para resolver las tareas fundamentales de la construcción socialista. Las resoluciones del Congreso se discutieron ampliamente en las organizaciones locales del partido, y fueron generalmente aprobadas, a pesar de la actividad divisionista que continuaban realizando los “comunistas de izquierda”.

El IV Congreso Extraordinario de toda Rusia de Soviets celebrado al poco tiempo, entre el 14 y el 16 de mazo, ratificó el tratado de paz de Brest. 291.

[2] Se refiere a la posición capituladora de L. B. Kámenev, G. E. Zinó- viev, A. I. Ríkov y algunos otros miembros del Comité Central del partido y del gobierno soviético quienes, después de la Revolución Socialista de Octubre, apoyaron la exigencia eserista y menchevique de “gobierno socialista homogéneo”. (Ed.)

[3] Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXV, págs. 218 y 228. (Ed.)

 

 

 

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