LA GUERRA DE GUERRILLAS.
La cuestión de la guerra de guerrillas es de sumo interés para nuestro partido y para las masas obreras. La hemos tratado ya varias veces de un modo accidental y ahora nos disponemos a cumplir nuestra promesa de exponer con mayor amplitud lo que pensamos de ella[1].
I
Comencemos por el principio. ¿Qué demandas fundamentales debe presentar todo marxista al análisis de las formas de lucha? Primero, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo en que no vincula el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que sintetiza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen de por sí en el curso del movimiento. Enemigo absoluto de toda fórmula abstracta, de toda receta doctrinaria, el marxismo exige atención a la lucha de masas qué está empeñada, lucha que da origen a métodos de defensa y ataque más nuevos y diversos cada día en la medida que el movimiento se va extendiendo, en la medida que aumenta la conciencia de las masas y se acentúan las crisis económicas y políticas. Por eso el marxismo no rechaza de plano ninguna forma de lucha. El marxismo en ningún caso se limita a las posibles formas de lucha practicables y existentes sólo en un momento dado, admitiendo la inevitabilidad de que aparezcan, al cambiar la coyuntura social, formas nuevas y desconocidas de quienes actúan en el período dado. A este respecto, lejos de pretender enseñar a las masas las formas de lucha inventadas por "sistematizadores" de gabinete, aprende, si es lícito expresarse así, de la práctica masiva. Sabemos —decía Kautsky, por ejemplo, al examinar las formas de la revolución social— que la próxima crisis nos aportará formas nuevas de lucha que no podemos prever ahora.
En segundo lugar, el marxismo exige que el problema de las formas de lucha se enfoque desde un ángulo absolutamente histórico. Plantearlo desvinculado de las circunstancias históricas concretas significa no comprender el abecé del materialismo dialéctico. En los diversos momentos de evolución económica, según sean las diferentes condiciones políticas, las costumbres, la cultura nacional, etc., salen a primer plano distintas formas de lucha que se hacen preponderantes y, en relación con ellas, se modifican a su vez las formas secundarias, accesorias. Intentar admitir o rechazar un método concreto de lucha sin examinar detenidamente la situación concreta del movimiento de que se trate, en el grado de desarrollo que haya alcanzado, significa abandonar por completo el terreno del marxismo.
Estos son los dos principios teóricos fundamentales que deben guiarnos. La historia del marxismo en Europa Occidental nos ofrece innumerables ejemplos corroborativos de lo dicho. La socialdemocracia europea tiene en el momento actual el parlamentarismo y el movimiento sindical por las formas de lucha principales; en el pasado admitía la insurrección, y está muy dispuesta a admitirla en el porvenir si la situación cambia, pese a la opinión de los burgueses liberales como los demócratas constitucionalistas y los "sin título"[2] rusos. La socialdemocracia negaba en la década del 70 la huelga general como panacea de la sociedad, como medio para derrocar de golpe a la burguesía por vía no política, pero admite plenamente la huelga política masiva (sobre todo después de la experiencia rusa de 1905) como uno de los métodos de lucha, indispensable en ciertas condiciones. La socialdemocracia, que en la década del 40 del siglo XIX admitía la lucha de barricadas en las calles, y la rechazaba, basándose en datos concretos, a fines del siglo XIX, ha declarado que está dispuesta por completo a revisar este último criterio y admitir la conveniencia de tal lucha después de la experiencia de Moscú, que ha dado origen, según Kautsky, a una nueva táctica de barricadas.
II
Una vez sentadas las tesis generales del marxismo sobre este problema, pasamos a la revolución rusa. Recordemos el desarrollo histórico de las formas de lucha que ella ha hecho aparecer. Primero, las huelgas económicas de los obreros (1896-1900); después, las manifestaciones políticas de obreros y estudiantes (1901-1902), las revueltas campesinas (1902), el comienzo de las huelgas políticas masivas combinadas de distinta manera con las manifestaciones (Rostov en 1902, las huelgas del verano de 1903, el 9 de enero de 1905),[3] la huelga política en toda Rusia con casos locales de combates de barricadas (octubre de 1905), la lucha masiva de barricadas y la insurrección armada (diciembre de 1905), la lucha parlamentaria: pacífica (abril-junio de 1906), los alzamientos militares parciales (junio de 1905-julio de 1906), las sublevaciones parciales de campesinos (otoño de 1905-otoño de 1906).
Tal es el estado de cosas, en el otoño de 1906 desde el punto de vista de las formas de lucha en general. La forma de lucha con que la autocracia "contesta" son los pogromos a cargo de las centurias negras, empezando por el de Kishiniov en la primavera de 1903 y acabando con el de Siedlce en el otoño de 1906.[4] Durante todo este período, la organización de pogromos y palizas a hebreos, estudiantes, revolucionarios y obreros conscientes no deja de progresar y perfeccionarse, agregándose a la violencia de la chusma sobornada la violencia de las tropas ultrarreaccionarias, llegándose hasta el empleo de la artillería en pueblos y ciudades en combinación con expediciones punitivas, trenes de represión, etc.
Tal es el fondo esencial del cuadro. Sobre este fondo resalta —sin duda como algo particular, secundario, derivado— un fenómeno a cuyo estudio y enjuiciamiento dedicamos el presente artículo. ¿Qué fenómeno es éste? ¿Cuáles son sus formas, sus causas, la fecha de su aparición y el grado de su difusión? ¿Cuál es su trascendencia en la marcha general de la revolución? ¿Cuál su relación con la lucha de la clase obrera, lucha organizada y dirigida por la socialdemocracia? Estas son las preguntas que debemos dilucidar ahora, después de haber bosquejado el fondo general del cuadro.
El fenómeno que nos interesa es la lucha armada. Sostienen esta lucha individuos sueltos y pequeños grupos. Una parte milita en las organizaciones revolucionarias; otra parte (la mayor en ciertos sitios de Rusia), no está encuadrada en ninguna organización revolucionaria. La lucha armada persigue dos fines diversos, que es preciso distinguir rigurosamente: primero, se orienta a la eliminación física de algunos individuos, jefes y subalternos de la policía y del ejército; segundo, a la confiscación de los fondos pertenecientes al gobierno y a ciertos particulares. Una parte de las sumas confiscadas va al partido, otra parte se dedica especialmente al armamento y a la preparación de la insurrección, y otra, al mantenimiento de los que sostienen la lucha que explicamos. Las grandes expropiaciones (la del Cáucaso, de más de 200.000 rublos; la de Moscú, de 875.000 rublos) estaban destinadas precisamente a los partidos revolucionarios ante todo; las pequeñas expropiaciones sirven ante todo, y a veces por entero, para el mantenimiento de los "expropiadores".
No cabe duda de que esta forma de lucha se ha desplegado y extendido mucho tan sólo en 1906, es decir, después de la insurrección de diciembre. El agravamiento de la crisis política hasta llegar a lucha armada y, sobre todo, el aumento de la miseria, del hambre y del paro en aldeas y ciudades son unas de las causas importantes que han dado lugar a la lucha que describimos. El hampa, el "lumpenproletariado" y los grupos anarquistas han adoptado esta forma como la principal y hasta exclusiva de lucha social. Deben conceptuarse de formas de lucha empleadas en "respuesta" por la autocracia la declaración del estado de guerra, la movilización de más tropas, el desencadenamiento de pogromos por las centurias negras (Siedlce) y la instrucción de procesos en consejo de guerra sumarísimo.
III
La apreciación habitual de la lucha que estamos describiendo se reduce a lo siguiente: esto es anarquismo, blanquismo,[5] el antiguo terrorismo, éstos son actos de individuos sueltos, desligados de las masas, que desmoralizan a los obreros, que apartan de ellos a los amplios sectores de la población, que desorganizan el movimiento, que perjudican a la revolución. En las noticias diarias de los periódicos se encuentran sin dificultad ejemplos confirmativos de este razonamiento.
Ahora bien ¿son convincentes esos ejemplos? Tomemos, para comprobarlo, la zona donde esa forma de lucha está másdesarrollada: el país letón. Veamos en qué términos se lamenta, entre el 9 y el 12 de septiembre, de la actividad de la socialdemocracia letona el periódico Nóvoie Vremia.[6] El Partido Obrero Socialdemócrata Letón (sección del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) publica normalmente su periódico, con una tirada de 30.000 ejemplares;[7] en la sección oficial se insertan listas de confidentes cuya supresión constituye un deber para cada persona honrada; los que ayudan a la policía son declarados "enemigos de la revolución" que deben ser ejecutados y responder, además, con sus bienes; se manda a la población que no entregue para el Partido Socialdemócrata más que contra recibo acuñado; en el último informe del partido figuran, entre los 48.000 rublos de ingreso del año, 5.600 rublos de la sección de Libava destinados a la compra de armas y procurados por expropiación. Como se puede comprender, Nóvoie Vremia lanza rayos y centellas contra esta "legislación revolucionaria", contra este "gobierno terrible".
Nadie se atreverá a calificar de anarquismo, ni de blanquismo, ni de terrorismo estos actos de los socialdemócratas letones. ¿Por qué? Porque en este caso, es evidente el nexo entre la nueva forma de lucha y la insurrección que estalló en diciembre y se avecina de nuevo. Respecto a toda Rusia, este nexo no es tan evidente, pero existe. La propagación de la lucha de "guerrillas", precisamente después de diciembre, y su nexo con la agravación de la crisis no sólo económica, sino también política, son innegables. El viejo terrorismo ruso era obra del intelectual conspirador; ahora, quien sostiene la lucha de guerrillas es, por regla general, el obrero aguerrido o simplemente sin trabajo. Los vocablos blanquismo y anarquismo acuden con facilidad a la imaginación de los aficionados a los clisés; pero, en el ambiente insurreccional que se respira con tanta evidencia en el país letón, salta a la vista que estos remoquetes aprendidos a fuerza de repetirlos no tienen ningún valor.
El ejemplo de los letones patentiza la falsedad completa, el carácter anticientífico y antihistórico del análisis que tan a menudo se hace entre nosotros de la guerra de guerrillas desvinculada del ambiente insurreccional. Hay que tener en cuenta este ambiente, meditar en las peculiaridades de las transiciones de unos a otros actos grandes de la insurrección, comprender qué formas de lucha surgen necesariamente como consecuencia de ello, y no salir del paso con una retahíla de palabras aprendidas a fuerza de repetirlas que emplean por igual los demócratas constitucionalistas y Nóvoie Vremia: ¡anarquía, pillaje, hampa!
Se dice que los actos guerrilleros desorganizan nuestra labor. Apliquemos este razonamiento a la situación que se dio después de diciembre de 1905, al período de los pogromos desatados por las centurias negras y de las declaraciones del estado de guerra. ¿Qué desorganiza más el movimiento en tales períodos: la falta de resistencia o la lucha organizada de los guerrilleros? Comparad la Rusia Central con sus zonas periféricas del Oeste, con Polonia y el país letón. Es indudable que la lucha de guerrillas está más extendida y desarrollada en estas zonas occidentales. Tampoco cabe duda de que el movimiento revolucionario en general, y el movimiento socialdemócrata en particular, están más desorganizados en la Rusia Central que en las zonas del Oeste. Por supuesto, ni siquiera se nos ocurre deducir que si los movimientos socialdemócratas polaco y letón están menos desorganizados es gracias a la guerra de guerrillas. No. La única conclusión que se desprende de ello es que la guerra de guerrillas no tiene que ver nada en la desorganización del movimiento obrero socialdemócrata de la Rusia de 1906.
Se invoca a menudo la peculiaridad de las condiciones nacionales; pero esto delata con singular evidencia la endeblez de la argumentación en boga. Si la causa está en las condiciones nacionales, la culpa no es del anarquismo, ni del blanquismo, ni del terrorismo —pecados comunes a toda Rusia e incluso específicamente rusos—, sino de algo diferente. ¡Analicen en concreto este algo diferente, señores! Y entonces verán que la opresión o el antagonismo nacionales no explican nada, pues siempre han existido en las zonas periféricas occidentales, mientras que la lucha de guerrillas es allí producto sólo del período histórico actual. Hay muchas zonas donde existen opresión y antagonismo nacionales, pero no lucha de guerrillas, que se despliega a veces sin que se dé la menor opresión nacional. Un análisis concreto de la cuestión probará que la causa no está en el yugo nacional, sino en las condiciones de la insurrección. La lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha cuando el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y cuando se dan treguas más o menos prolongadas entre las "grandes batallas" de la guerra civil.
Lo que desorganiza el movimiento no son las acciones guerrillera, sino la debilidad del partido, que no sabe asumir la dirección de las guerrillas. He aquí por qué los anatemas habituales entre nosotros, los rusos, contra las guerrillas coinciden con acciones secretas, accidentales, no organizadas de las mismas que, en realidad, desorganizan el partido. Incapaces de comprender las condiciones históricas que originan está lucha, somos también incapaces de contrarrestar sus aspectos negativos. Entretanto, la lucha continúa. La provocan poderosos factores económicos y políticos. No tenemos fuerza para suprimir estos factores ni evitar esta lucha. Nuestras quejas del guerrilleo son quejas contra la debilidad de nuestro partido en materia de insurrección.
Y lo que hemos dicho de la desorganización se refiere igualmente a la desmoralización. No es la guerra de guerrillas lo que desmoraliza, sino la falta de organización, de orden y de filiación política de las guerrillas. El censurar e imprecar el guerrilleo no nos libra, ni mucho menos, de esta innegabilísima desmoralización, pues las censuras e imprecaciones son absolutamente impotentes para detener un fenómeno debido a causas económicas y políticas profundas. Se nos objetará que la incapacidad para detener un fenómeno anormal y desmoralizador no es razón para que el partido adopte procedimientos de lucha anormales y desmoralizadores. Pero tal objeción sería burguesa liberal en puridad, y no marxista, pues un marxista no puede considerar anormales y desmoralizadoras en general la guerra civil o la guerra de guerrillas, que es una de sus formas. El marxista pisa el terreno de la lucha de clases, y no el de la paz social. En ciertos períodos de crisis económicas y políticas graves, la lucha de clases llega en su desarrollo a transformarse en guerra civil abierta, es decir, en lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está obligado a pisar el terreno de la guerra civil. Toda condena moral de la guerra civil es inadmisible de todo punto según el criterio del marxismo.
En el período de la guerra civil, el partido ideal del proletariado es un partido beligerante. Esto es incontrovertible en absoluto. Admitimos por entero que, según el criterio de la guerra civil, se puede demostrar, y se demuestra en realidad, la inconveniencia de tales o cuales formas de guerra civil en uno u otro momento. Admitimos plenamente la crítica de las diversas formas de guerra civil desde el punto de vista de la conveniencia militar y estamos de acuerdo sin reservas en qué, en esta cuestión llevan la voz cantante los militantes activos socialdemócratas de cada localidad. Pero, en nombre de los principios del marxismo, exigimos absolutamente que nadie se limite en el análisis de las condiciones de la guerra civil a tópicos sobre el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo; que de los absurdos procedimientos empleados en la guerra de guerrillas en cierto momento por cierta organización del Partido Socialista Polaco no se haga un espantajo contra la participación de la socialdemocracia en la guerra de guerrillas en general.
El argumento de que la guerra de guerrillas desorganiza el movimiento, debe ser apreciado de manera crítica. Toda forma nueva de lucha, que trae aparejada nuevos peligros y nuevos sacrificios, "desorganiza" indefectiblemente las organizaciones no preparadas para esta nueva forma de lucha. El paso a la agitación desorganizó nuestros antiguos círculos de propagandistas. Más tarde, el paso a las manifestaciones desorganizó nuestros comités. En toda guerra, cualquier operación lleva cierto desorden a las filas de los beligerantes. De esto no debe deducirse que no se ha de combatir. Debe deducirse que se ha de aprender a combatir. Y nada más.
Cuando oigo a socialdemócratas que declaran con arrogancia y suficiencia: nosotros no somos anarquistas, ni atracadores, ni malhechores; estamos por encima de todo eso, rechazamos la guerra de guerrillas, me pregunto: ¿comprenderá esa gente lo que dice? Por todo el país hay escaramuzas y refriegas armadas entre el gobierno ultrarreaccionario y la población. Es un fenómeno absolutamente inevitable en la fase actual de desarrollo de la revolución. La población reacciona ante este fenómeno de una manera espontánea, sin organizarse —y, precisamente por eso, en formas a menudo poco afortunadas y malas—, también mediante escaramuzas y ataques armados. Convengo en que, debido a la debilidad o a la falta de preparación de nuestra organización, podemos renunciar, en un lugar y en un momento dado, a poner esta lucha espontánea bajo la dirección del partido. Convengo en que deben resolver esta cuestión los militantes activos de tal lugar y en que la transformación de organizaciones débiles y poco preparadas no es cosa fácil. Pero cuando veo a un teórico o a un publicista de la socialdemocracia que, en vez de apenarse por esta falta de preparación, repite con arrogante suficiencia y entusiasmo narcisista las frases sobre el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo aprendidas en su primera juventud a fuerza de repetirlas, me da mucha pena ver vejada la doctrina más revolucionaria del mundo.
Se dice que la guerra de guerrillas aproxima el proletariado consciente a la categoría de los hampones degradados y entregados a la bebida. Es cierto. Pero de aquí sólo se desprende que el partido del proletariado jamás puede considerar que la guerra de guerrillas es el único método de lucha, ni siquiera el principal; que este método debe estar subordinado a los otros, debe guardar proporción con los métodos esenciales de lucha y estar ennoblecido por la influencia ilustrativa y organizadora del socialismo. Sin esta última condición, todos, absolutamente todos los métodos de lucha empleados en la sociedad burguesa aproximan al proletariado a los diversos sectores no proletarios, situados por encima o por debajo de él, y, abandonados al curso espontáneo de los acontecimientos, se descomponen, se pervierten, se prostituyen. Las huelgas, abandonadas al capricho de los acontecimientos, degeneran en "alianzas", en transacciones entre patronos y obreros contrael consumidor. El Parlamento degenera en una casa de mujeres públicas en la que una banda de politicastros burgueses hace, al por mayor y al por menor, la trata de la "libertad popular", del "liberalismo", de la "democracia", del republicanismo, del anticlericalismo, del socialismo y otras tantas mercancías de fácil colocación. La prensa se transforma en alcahueta barata, en instrumento de perversión de las masas, de burdo halago de los bajos instintos de la chusma, etc., etc. La socialdemocracia no conoce métodos de lucha universales que separen al proletariado con una muralla china de los sectores situados algo más arriba o algo más abajo de él. La socialdemocracia emplea distintos métodos en los diversos períodos, adaptando siempre su aplicación a condiciones rigurosamente determinadas por la doctrina y la organización[8].
IV
Las formas de lucha de la revolución rusa, comparadas con las que se registraron en las revoluciones burguesas de Europa, se distinguen por su extraordinaria variedad. Kautsky lo había previsto en parte cuando decía en 1902 que la futura revolución (y agregaba: salvo, acaso, en Rusia) sería no tanto una lucha del pueblo contra el gobierno como una lucha entre dos partes del pueblo. En Rusia vemos que esta segunda lucha toma indudablemente más amplitud que en las revoluciones burguesas de Occidente. Los enemigos de nuestra revolución son poco numerosos entre el pueblo; pero, en la medida que la lucha se encona, ellos se organizan más y más y cuentan con el apoyo de los sectores reaccionarios de la burguesía. Es, pues, completamente natural e inevitable que en una época semejante, en una época de huelgas políticas de todo el pueblo, la insurrección no pueda revestir la antigua forma de actos sueltos limitados a un lapso muy breve y a una extensión muy reducida. Es completamente natural e inevitable que la insurrección tome formas más elevadas y complejas, las formas de guerra civil prolongada que abarque a todo el país, es decir, de una lucha armada entre dos partes del pueblo. Esta guerra no se puede concebir de otra manera que como una sucesión de pocas batallas grandes, separadas por treguas de relativa duración y jalonadas por multitud de pequeñas escaramuzas a lo largo de estas treguas. Si eso es así —y así es sin ningún género de dudas—, la socialdemocracia debe plantearse la misión de constituir organizaciones que sean lo más idóneas posible para dirigir a las masas en esas grandes batallas y, hasta donde se pueda, en estas pequeñas escaramuzas. En la época en que la lucha de clases se exacerba tanto que llega a convertirse en guerra civil, la socialdemocracia debe proponerse no sólo tomar parte en esta guerra civil, sino desempeñar la función dirigente en ella. Debe educar y preparar a sus organizaciones de suerte que obren efectivamente como parte beligerante, sin perder ocasión de causar daños a las fuerzas del adversario.
Es esta una tarea difícil, no cabe duda, y que no se puede cumplir de la noche a la mañana. Para cumplirla, lo mismo que todo el pueblo se reeduca e instruye en la lucha a lo largo de la guerra civil, nuestras organizaciones deben educarse y reorganizarse con los datos obtenidos de la experiencia.
No tenemos la menor pretensión de imponer a los militantes activos una forma de lucha cualquiera inventada por nosotros, ni siquiera resolver, desde nuestro despacho la cuestión del papel que una u otra forma de guerra de guerrillas pueda desempeñar en el curso general de la guerra civil en Rusia. Nada más lejos de nosotros que la idea de ver en el enjuiciamiento concreto de una u otra acción de guerrilla un problema de tendencia en la socialdemocracia. Pero creemos que nuestra misión es contribuir en la medida de nuestras fuerzas a justipreciar en teoría las formas nuevas de lucha que da la vida; creemos que nuestra misión es combatir sin piedad la rutina y los prejuicios que impiden a los obreros conscientes plantear con tino esta nueva y difícil cuestión y abordar como es debido su solución.
Publicado el 30 de septiembre de 1906
en el núm. 5 de "Proletari".
- 14, págs. 1-12.
SOBRE LA CUESTIÓN DE LA GUERRA DE GUERRILLAS[9]
Consideramos que esta resolución es acertada desde el punto de vista de los principios, y señalamos su coincidencia con las ideas desarrolladas por nosotros en el artículo La guerra de guerrillas. Sólo sugeriríamos algunas enmiendas y adicionales secundarias en el texto de la resolución. En el punto 3 de la introducción nosotros diríamos: "aunque la revolución no posee en el momento actual la fuerza necesaria", etc. En la parte propiamente resolutiva, añadiríamos el rechazo de las "expropiaciones", de acuerdo con la decisión del congreso, y además la indicación de que las acciones guerrilleras deben tener en cuenta el estado de ánimo de las amplias masas y las condiciones del movimiento obrero. Pero está claro que los camaradas de Moscú dan esto por supuesto.
Proletari, núm. 5, 30 de
setiembre de 1906
Se publica de acuerdo con el
texto del periódico
[1] Véase V. I. Lenin. Los acontecimientos del día. (N. de la Edit.)
[2] Sobre los demócratas constitucionalistas véase la nota 11. Los "sin título": grupo semimenchevique y semidemócrata constitucionalista de los intelectuales burgueses rusos formado al comenzar el período de descenso de la revolución de 1905-1907. Tomó su nombre del semanario político Bez Zaglavia ("Sin título"), que se editó de enero a mayo de 1906 en San Petersburgo, luego los miembros de este grupo se reunieron en torno al periódico de los demócratas constitucionalistas de izquierda Továrisch.
Encubriéndose con su imparcialidad formal, los "sin título" defendían las ideas del liberalismo burgués y del oportunismo y apoyaban a los revisionistas de la socialdemocracia rusa e internacional.
[3] Véase la nota 14.
[4] Pogromo de Kishiniov: uno de los pogromos hebreos más cruentos de la Rusia zarista, organizado por el ministro del Interior V. Pleve en abril de 1903. Como resultado del pogromo hubo varios centenares de personas muertas y heridas y se destruyeron y saquearon más de mil apartamentos.
El pogromo hebreo de Siedlce fue organizado a fines de agosto de 1906. La ciudad fue cañoneada y ametrallada, resultando muertos y heridos centenares de personas.
[5] Véase la nota 45.
[6] Nóvoie Vremia ("Tiempos Nuevos"): diario publicado en San Petersburgo desde 1868 hasta 1917; perteneció a distintos editores y cambiaba reiteradamente de orientación política. Al principio era de tendencia liberal moderada; pero desde 1876 pasó a ser órgano de los círculos reaccionarios de la nobleza y de la burocracia. Desde 1905, órgano de las centurias negras.
[7] El Partido Obrero Socialdemócrata Letón se fundó en junio de 1904 en el I Congreso del partido. En 1905-1907 dirigió la lucha revolucionaria de los obreros.
En el IV Congreso (de Unificación), celebrado en 1906, entró en el POSDR como organización territorial. Después del congreso empezó a llamarse Socialdemocracia del País Letón.
Se alude al periódico "Zihna" ("Cina") ("La Lucha"), órgano central de la socialdemocracia letona; se fundó en marzo de 1904. Apareció ilegalmente en Riga con grandes intervalos hasta agosto de 1909 y, luego, en el extranjero. A partir de abril de 1917, Zihna fue un periódico legal y se editaba en Petrogrado, Riga y otras ciudades; y desde agosto de 1919, luego de la victoria temporal de la contrarrevolución en Letonia, volvió a publicarse clandestinamente en Riga. Después de proclamarse el Poder soviético en Letonia en junio de 1940, pasó a ser órgano del CC del Partido Comunista de Letonia y del Soviet Supremo de la RSS de Letonia.
[8] Se acusa frecuentemente a los socialdemócratas bolcheviques de frivolidad y pasión por la guerra de guerrillas. No estará de más recordar, por tanto, que en el proyecto de resolución sobre las acciones de guerrilla (Partinie Izvestia, núm. 2[8] e informe de Lenin acerca del congreso)[8], el grupo de bolcheviques que las defiende ha puesto las condiciones siguientes para su aprobación: que no haya, en absoluto, "expropiaciones" de bienes privados; que no se recomienden las "expropiaciones" de bienes del Estado y se toleren sólo, bajo el control del partido, las transferencias de fondos para las necesidades de la insurrección. Que se recomienden los actos de guerrilla en forma de terrorismo individual contra los opresores integrantes del gobierno y los elementos activos de las centurias negras, pero siempre que: 1) se tenga en cuenta el estado de ánimo de las grandes masas; 2) se tomen en consideración las circunstancias en que se desenvuelve el movimiento obrero local; 3) se procure no dilapidar inútilmente las fuerzas del proletariado. La diferencia práctica entre este proyecto y la resolución aprobada en el Congreso de Unificación consiste exclusivamente en que no se toleran las "expropiaciones" de bienes del Estado.
[9] Esta nota se publicó como un cometario "de la Redacción", a la resolución aprobada en setiembre de 1906 por el Comité del POSDR de Moscú sobre la guerra de guerrillas. En el párrafo central de dicha resolución, se decía: "... aunque la revolución no es suficientemente fuerte para aplastar al régimen con una acción simultánea del pueblo, es sin embargo suficientemente para no permanecer pasiva, y se trasforma espontáneamente en ataques guerrilleros contra el enemigo. Esto es lo que puede ocurrir en particular en el campo, donde comienza el reclutamiento de soldados." (Ed.)