1.- LA IMPORTANCIA DE LAS CONSIGNAS

 

Las consignas, los eslóganes y las frases breves y contundentes, directas, que van a la raíz de los problemas históricos, siempre han tenido una importancia clave en la historia de las luchas humanas, sobre todo de las luchas de las gentes explotadas. Ello es debido a que las gentes explotadas hasta la última gota de sudor carecen de los medios materiales e intelectuales necesarios para conocer a fondo las razones de su malestar y las formas de combatirlo y superarlo históricamente. Sin apenas tiempo libre para desarrollar su propio pensamiento crítico, sin conocimientos o con pocos conocimientos porque desde la infancia se les ha impedido la lectura, el estudio, el debate colectivo, sin acceso a buena información porque la censura político-cultural y la propiedad privada de los medios de educación y de prensa, todo esto, por resumirlo, hace que estas gentes aplastas puedan conocer las razones objetivas que la situación que padecen.

Siendo esto cierto en lo general, es problema es aún más grave cuando estudiamos la mecánica diaria, la rutina insufrible de las clases trabajadoras que deben dedicar el poco tiempo libre y propio disponible a recuperar su fuerza psicosomática de trabajo, a recuperarse del cansancio físico y del cada vez mayor agotamiento psicológico, nervioso y hasta emocional determinado por las nuevas formas de explotación de la fuerza de trabajo. De este modo, el escaso tiempo libre y propio disponible es devaluado en simple tiempo de recomposición y de recuperación, de escapismo ante la televisión o con charlas y lecturas anodinas sobre deportes u otras “preocupaciones” inducidas por el sistema capitalista, cuando de simple y urgente descanso. Peor lo tienen las nuevas franjas trabajadoras precarizadas al máximo, dominadas por la incertidumbre e inseguridad por el futuro mediato y hasta inmediato, necesitadas de un reciclaje técnico casi permanente para responder a las crecientes exigencias tecnológicas por no hablar de las personas asalariadas de edad madura, cogidas entre las generaciones jóvenes y el deterioro imparable de su fuerza psicosomática de trabajo, a la espera de una prejubilación que les garantice un retiro algo superior a las prestaciones por desempleo de larga duración.

La situación empeora cuando esta clase trabajadora pertenece a un pueblo nacionalmente oprimido, con muchas o todas las dificultades impuestas por el invasor no sólo para conocer y practicar su lengua, sino también para recuperar su pasado, estudiar sobre su presente, para disponer de los medios básicos para conocer sus problemas porque tiene que depender de los informes, estadísticas, proyectos y decisiones dictadas por Estado dominante, y sobre todo decidir sobre qué futuro quiere tras saber qué necesidades tiene. En estos casos, poder ocupante multiplica exponencialmente las dificultades de la clase trabajadora de la nación oprimida. Por último y para presentar el cuadro completo, el panorama es ya desolador cuando son mujeres trabajadoras de la nación oprimida, dominadas por el poder extranjero más la propia burguesía colaboracionista, más el sistema patriarca-burgués tanto general como el que existe en su misma nación. Las mujeres trabajadoras de las naciones oprimidas

tienen, por todo ello, son las que más dificultades tienen para desarrollar una visión crítica de su realidad.

Es por esto que el marxismo comprendió bien pronto la valía de las consignas. Fue Lenin el que mejor teorizó a finales del siglo XIX y comienzos del XX el sistema de concienciación que integra a los agitadores, propagandistas y teóricos desde una misma acción sistemática de pedagogía revolucionaria en y sobre todos los problemas cotidianos de las masas explotadas. El “¿Qué hacer?” de Lenin sigue siendo, en este sentido, imprescindible. Es verdad que todavía su autor no había podido acceder a textos marxistas clásicos, y que incluso tardaría algunos años más en desarrollar otras teorías fundamentales, pero en el tema que ahora tratamos sus precisiones sobre las diferencias e interacciones entre agitadores, propagandistas y teóricos siguen siendo válidas. Sobre todo es tal actual como entonces, y como siempre dentro del capitalismo, su insistencia en que las y los revolucionarios debemos estar presentes y actuar en todos los problemas existentes, en todas las movilizaciones y luchas por pequeñas que sean, y que tenemos que saber estudiar a fondo, teóricamente, todas las opresiones, explotaciones y dominaciones que existen en el capitalismos.

Desdé esta perspectiva, el valor de las consignas proviene del hecho de que sintetizan en muy pocas palabras los objetivos históricos por los que lucha el movimiento revolucionario, y lo hace tras descubrir la lógica de las contradicciones sociales, de los problemas y de las trabas a las que se enfrentan las mujeres, las naciones y las clases, así como, y muy especialmente, elaborar en base a muchas experiencias y lecciones las consignas convenientes a casa problema. Las consignas serán dichas y repetidas, popularizadas y divulgadas por todos los medios de prensa revolucionarios y también, aunque menos y dependiendo de los casos, por los medios democráticos y progresistas, y también por los reformistas. Serán los propagandistas y agitadores quienes sepan llevar en sus niveles específicos esas consignas a las masas, a los sujetos implicados en las luchas concretas, en los actos y en los debates, explicándolas, concretándolas y relacionándolas con las luchas concretas, mostrando los lazos prácticos que les conexionan con las luchas que se realizan. Serán, a otro nivel, los teóricos los que hagan una tarea más sistemática, profunda e interrelacionada sobre las consignas, integrándolas en los grandes problemas sociales y en la perspectiva sociohistórica general.

Los y las revolucionarias, las militantes deben saber compaginar los tres niveles, el de agitación, propaganda y teoría, y deben además aprender a expresarse al nivel de las masas con las que viven y luchan. Si bien los modernos sistemas de comunicación, desde Internet hasta los teléfonos móviles, pasando por toda serie de aparatos que permiten la rápida comunicación y su interactividad, estos sistemas facilitan, por ahora, más posibilidades, como hace mucho tiempo lo hizo la imprenta, luego el telégrafo, el teléfono y la radio, con sus mejoras sucesivas, siendo esto verdad, sin embargo el método decisivo sigue siendo el del contacto personal, el hablar, dialogar y debatir públicamente, en los centros de trabajo, en los barrios y pueblos, en los mercados, plazas, escuelas, universidades, etc. Es el contacto personal sostenido en el tiempo y siempre inmerso en la lucha contra la opresión, el que más frutos rinde en todos los sentidos, desde la transmisión de información personalizada y rigurosa hasta la recogida en vivo de la experiencia de las masas, de sus luchas colectivas pero también de los problemas particulares e individuales, pasando por los imprescindibles debates y discusiones sobre la realidad, sobre las necesidades y sobre las alternativas.

La teoría marxista de la pedagogía revolucionaria se sintetiza en las tesis, entre otras, de Gramsci de que la verdad es revolucionaria, y de Che Guevara de que la mejor pedagogía es el ejemplo. Demostrar mediante el ejemplo que sólo la verdad sobre la explotación y sobre las formas de superarla, es la única manera de acabar con la dominación de la mayoría por la minoría, este método pedagógico practicado mediante el contacto personal y cotidiano nunca podrá ser superado por las más modernas tecnologías de la comunicación. Las consignas juegan un papel clave en la práctica pedagógica y en el lenguaje de la verdad ya que, como hemos dicho, sintetizan mediante pocas, precisas y directas palabras los objetivos esenciales por los que se lucha, la estrategia adecuada para conseguirlos y las tácticas correspondientes. Dependiendo del lugar, momento y necesidades prácticas, una explicación sencilla y personal de las consignas sirve más, conciencia y moviliza más que una detenida exposición teórica.

Pero las consignas, como la teoría, mejor dicho, como parte de la teoría revolucionaria, están sometidas por su propia naturaleza a los cambios del sistema capitalista. Según sean los casos y las luchas, unas consignas “envejecerán” más rápido que otras, o pasarán a segundo lugar al haber surgido problemas nuevos, más agudos y destructores. Las consignas son resúmenes sintéticos de la teoría general aplicados a las necesidades concretas, por esto tienen en el fondo el mismo contenido teórico que cualquier otro método de concienciación, y por eso sus mejoras, sus periódicas adecuaciones a los cambios sociales, deben realizarse con el mismo rigor intelectual que debe aplicarse a la mejora teórica, a la autocrítica de los errores y a la crítica de la realidad capitalista. En cierta forma, podemos hacer una especie de “historia menor” de los objetivos, estrategias y tácticas de la lucha revolucionaria analizando la historia de las consignas y su evolución.

La tendencia ciega e implacable del capitalismo abandonado a su propia suerte, sin el freno revolucionario conscientemente aplicado por la humanidad trabajadora y explotada, que detiene la marcha irracional del modo de producción capitalista y reorienta la historia por otros derroteros, este proceso puede expresarse en resumen mediante el contexto en el que se elaboraron consignas decisivas, de las cuales aquí sólo vamos a citar algunas de las relacionadas directamente con el tema que tratamos: las dos primeras están escritas en el Manifiesto del Partido Comunista de Marx, en 1848, y son la ya citada de “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, y “!Proletarios de todos los países, uníos¡”. La tercera es de 1850 en el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas: “Su grito de guerra ha de ser: la revolución permanente”. La cuarta es de 1871 en los Estatutos de la AIT: “La emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera”. La quinta es de Rosa Luxemburgo en El Folleto de Junius de 1915: “Socialismo o Barbarie”. La sexta es la consigna de Lenin en 1917: “Todo el poder a los soviets”. La séptima es el conjunto de consignas de las luchas revolucionarias de liberación nacional, entre las que destacamos por no extendernos: “Pueblo o Imperialismo”, y “!Patria o Muerte, venceremos¡”, frecuentemente utilizadas por Che Guevara, y la última es la que ahora tratamos de Comunismo o Caos.

 

2.- SOCIALISMO O BARBARIE:

 

No tenemos ahora tiempo para extendernos en un análisis detallado de esta historia, mostrando cómo unas consignas surgen en determinados períodos porque reflejan necesidades vitales y, especialmente, estudiando cómo y por qué la evolución posterior del capitalismo ha elevado esas consigas al carácter de verdaderos principios irrenunciables válidos para toda lucha decisiva, por pequeña que fuere. Aquí nos vamos a centrar exclusivamente en argumentar por qué pensamos que ha llegado el momento de plantear la necesidad de pasar de la consigna Socialismo o Barbarie a la de Comunismo o Caos. Antes de seguir, hay que decir que no se trata de una genialidad de último momento, repentina, sino de una tendencia al alza que ya comenzó a tomar cuerpo en los últimos años del siglo XX, que apareció enunciada de diversos modos en varios textos de la transición secular y que después ha seguido extendiéndose conforme el capitalismo multiplicaba sus fuerzas destructivas.

Lo primero que tenemos que decir es que si bien la consigna Socialismo o Barbarie fue popularizada por Rosa Luxemburgo, sus bases elementales se encuentran enunciadas desde la aparición del marxismo, desde los primeros textos de Marx y Engels, aunque sin la capacidad de impactante consigna lograda por la revolucionaria polaca asesinada por la contrarrevolución de 1918 bajo las órdenes de la socialdemocracia alemana. En el marxismo anterior a Rosa ya estaba teorizado lo esencial sobre la concepción dialéctica de que es la acción humana la que puede determinar y de hecho determina que en los momentos críticos la sociedad tome un camino u otro, se encamine consciente y mayoritariamente por el sendero de la liberación o se precipite por el del sufrimiento. El mérito de Rosa, entre otros muchos de su obra, consistió y seguirá consistiendo en haber sabido sintetizar en muy pocas palabras la disyuntiva a la que se enfrentaba la humanidad cuando la práctica capitalista había confirmado ya la justeza científica de la teoría marxista del imperialismo.

aracterística permanente del neoliberalismo, y ahora lo único que ocurre es que sale ha masificado su intervencionismo pero sin pretender ocultarlo.



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