NOTA: Ponencia para debatir en II Formazio Mintegia de Askapena

1.- ¿Qué es el poder?

 

Como sucede en todo período de crisis sistémica, las certezas anteriores estallan hechas añicos ante la re-aparición de situaciones complejas y desconcertantes. Complejas porque integran diversos procesos, componentes y factores internos que evolucionan con autonomía relativa, dificultándonos la visión coherente de lo nuevo. Y desconcertantes porque nuestras cómodas certidumbres anteriores se muestran impotentes para comprender lo que sucede, su novedad y sus relaciones con el pasado. Ahora vivimos una situación de esas. Más todavía, para un movimiento popular como Askapena dedicado a profundizar en el internacionalismo la crisis está suponiendo, como mínimo y espero que se me corrija, la aparición de tres retos: uno, adecuar la teoría internacionalista al nuevo contexto mundial provocado por la crisis; dos, responder al endurecimiento del imperialismo en respuesta a las resistencias populares agudizadas por la crisis mundial; y tres, cómo explicar estos y otros retos a las nuevas militancias que acuden a Askapena y que, todavía, no tienen un nivel suficientemente desarrollado de praxis internacionalista.

De hecho, estos tres retos que ahora cito —hay más, pero no podemos analizarnos aquí— también acucian a todos los movimientos populares aunque es sus respectivos campos de intervención. Todos ellos, en mayor o menos escala, se enfrentan a la urgencia de adecuar su visión teórica a los cambios surgidos con la crisis; también a la urgencia de ampliar su práctica para responder a los ataques del poder explotador al que se enfrentan en su campo de intervención; y por último, deber explicar estos y otros cambios a la nueva militancia, militancia joven, pero también a quienes se había desenganchado en los años pasados y ahora vuelve a la lucha tras un período de ausencia, o de participar en otros movimientos, organizaciones, sindicatos, grupos, partidos, etc. Quiero decir que son, en el fondo, problemas objetivos y comunes aunque con formas diferentes en cada caso.

Es obvio que en esta charla no podemos tocar los dos primeros problemas, porque antes que nada es Askapena como colectivo el que ha de hacerlo, porque conoce mejor que nadie su situación y el contexto mundial en el que incide. Pero sí voy a intentar aclarar algunas cuestiones que superan las estrictamente internacionalistas, que superan por ello a Askapena, pero que también le influyen determinantemente. Me refiero a la problemática del poder popular en el presente y en el futuro.

¿Qué es el poder popular? Antes que nada debemos explicar qué es el poder a secas. Por tal cosa entendemos una contradictoria relación social de unidad y lucha de contrarios, en la que, por un lado, una minoría dispone de una estructura material y simbólica que le garantiza seguir siendo propietaria de las fuerzas productivas así como seguir explotando a la mayoría no propietaria de nada; por otro lado, una capacidad de resistencia, lucha y oposición de esa mayoría explotada, que le permite frenar algunos de los golpes de la minoría explotadora y asestar otros, impidiendo que empeoren sus condiciones de vida o mejorándolas incluso, en un proceso de lucha permanente, una vez dura y abierta, otra vez latente y oculta.

Es fundamental saber que el poder es una relación de lucha que gira alrededor del control de las fuerzas productivas en cualquiera de sus formas; control por la minoría, por el capital, o control por la mayoría, por el pueblo trabajador. Una relación de lucha permanente de contrarios antagónicos e irreconciliables en la que la burguesía tiene una enorme superioridad de medios de poder opresor, mientras que el pueblo trabajador apenas tiene sub-poder nacional de clase. Es decisivo saber que la clase dominante se apropia del derecho exclusivo y monopólico de la violencia en sí, al margen de sus formas, prohibiendo al pueblo hasta la mínima posibilidad de ejercicio de un poder defensivo propio, y menos aún violento.

Cometemos un error si reducimos el poder explotador a una mera máquina de violencia, o sólo a una relación de fuerzas en el plano de la democracia burguesa con sus instituciones y parlamentos, o a una relación interpersonal cotidiana independiente de la política y al margen de los grandes intereses capitalistas que se mueven y deciden en espacios desconocidos por la gente o en instancias de imposible acceso y nulo control incluso por el parlamentarismo burgués, o a un conjunto de imposiciones ineludibles socioeconómicas que determinan nuestra vida y que creemos que vienen de lugares miseriosos como el mercado mundial, las finanzas o la globalización.

El poder explotador incluye estas y otras características, pero es mucho más que eso; es, en definitiva, la totalidad de la sociedad burguesa que funciona como unidad de explotación cuyo objetivo único es el de asegurar su expansión, o en el peor de los casos, su continuidad. El concepto de poder burgués es la expresión de la esencia de esta clase social criminal que sólo funciona en base a su perpetuidad. Dicho en crudo, el poder capitalista es el capitalismo en el poder, excluyendo del poder decisivo a cualquier otro que no sea capitalista.

 

2.- ¿Qué es el poder popular?

 

¿Existen poderes no capitalistas dentro del capitalismo? Sí, son los poderes populares, pero enanos, puntuales, gotas diminutas en un océano opresor, y siempre en peligro inmediato de ser aplastados por el poder dominante. Islitas a punto de ser devoradas por un tsunami represivo. Son logros de poder efectivo en su área de lucha, en el problema que han resuelto para el pueblo explotado, en la conquista que han logrado, pero apenas más. Es importante saber que la lucha consigue victorias efectivas, aunque pequeñas o medianas, y siempre inseguras y en peligro.

Ocurre que nos han formado y que pensamos dentro de la ideología dominante, burguesa, y por tanto creemos que fuera del sistema parlamentarista democrático-burgués y franco-español sólo existe el desierto, la nada, la imposibilidad de conquistas palpables, y no es cierto. Si estudiamos la historia y el presente con el método marxista vemos que sí existen momentos de poder conquistado por el pueblo en reivindicaciones muy concretas. Pero hay que advertir inmediatamente que es un poder, además de muy precario, también debilitado internamente en una cuestión clave: la de no atreverse a cambiar la forma de propiedad existente, es decir, de acabar con la propiedad privada tal cual se muestra en la injusticia a la que se combate.

La esencia del poder capitalista es la propiedad privada, burguesa. Cualquiera de las cuasi infinitas formas de expresión de la propiedad burguesa genera su propia forma de opresión, explotación y dominación. Cualquiera de ellas. No existe ninguna situación en el capitalismo, desde lo más cotidiano y aparentemente intranscendente, hasta la sede del Gobierno, que no se sustente sobre la propiedad burguesa de los medios de producción, en general, y de las formas ocultas pero muy efectivas mediante las que esa propiedad privada explota en y mediante la vida cotidiana, mediante el Gobierno, etc.

Por esto, cualquier conquista popular que alcance una situación de poder, por reducido, que sea, ha de avanzar decididamente a la supresión de la forma concreta que adquiere la propiedad burguesa en ese problema. Por ejemplo, una fábrica que se va a cerrar echando al paro y a la miseria de decenas o centenas de familias. La lucha obrera no puede limitarse a buscar un nuevo empresario que compre la fábrica, sino que debe recuperarla, reabrirla y ponerla en marcha bajo el poder obrero autogestionado. Otro tanto hay que decir, por ejemplo, en la lucha internacionalista: no solo hay que enviar ayuda humanitaria a los pueblos que la necesiten, hay que ayudarles a que se independicen del imperialismo.

La existencia de la propiedad burguesa, su aceptación o rechazo intransigente separa al poder capitalista del poder popular en todas y cada una de las reivindicaciones. Si no se avanza hacia la superación de la propiedad privada en el área concreta de lucha en la que el movimiento popular u obrero ha logrado fuerza suficiente, entonces no llega a materializarse realmente la forma de poder basado en la propiedad colectiva, comunal, o como queramos definirla ahora sin mayores precisiones.

Es la naturaleza burguesa o socialista de la propiedad la que define la naturaleza reaccionaria o revolucionaria del poder. Por ejemplo, frente al problema de las viviendas, de su carestía, de los desahucios, etc., si el movimiento popular y las fuerzas políticas que se dicen revolucionarias no ponen explícitamente como objetivo acabar con la propiedad privada del suelo, socializándolo, transformándolo en suelo público, si no se atreven a dar este paso cualitativo por las razones que sea, generalmente electorales, si no se supera esta cobardía o este electoralismo, nunca se acabará con el problema de la vivienda, y con cualquier otro.

Ahora bien, la conquista de victorias radicales, de situaciones de poder popular por pequeños que sean, no se logra de la noche a la mañana, sino que se requiere tiempo, organización y estrategia. Hasta ahora, la experiencia acumulada muestra que, a grandes rasgos, los movimientos populares, y cualquier lucha, empiezan creando pequeños contrapoderes, desde grupitos sindicales hasta asociaciones vecinales y sociales de cualquier tipo, pudiendo avanzar luego a situaciones de doble poder que, tal vez, desemboquen en el poder popular.

Por contrapoder se entiende la mínima pero suficiente creación de una resistencia inicial organizada y dotada de un objetivo preciso, resistencia que por el solo hecho de existir advierte al poder al que se enfrenta que va a encontrar una oposición, y que si actúa bien puede concitar apoyos y esperanzas, ampliarse y avanzar en sus movilizaciones. Si ese contrapoder se coordina con otros, se relaciona con movimientos y grupos más amplios, etc., y si mantiene su coherencia y rectitud a pesar de todo, puede llegar el momento en que consiga crear situaciones de doble poder en la opresión a la que se enfrenta, es decir, que pueda tutear, exigir y vencer al poder explotador.

Los contrapoderes aparecen mediante una intrincada mezcla de espontaneísmo y organización. Pese a todos los problemas, siempre sobrevive una pequeña memoria de lucha organizada, y siempre existe un «instinto de resistencia», de modo que, según los casos, unas veces el colectivo que inicia la lucha aparece sólo debido al instinto de resistencia, otras veces debido sólo a la memoria organizativa, aunque lo más frecuente es que exista una confluencia de ambas. Esta tercera posibilidad es más probable cuando el pueblo trabajador lleva años sosteniendo una larga lucha de liberación nacional de clase.

Las situaciones de doble poder se dan en todos los procesos en los que el aumento y la confluencia de fuerzas organizadas en contrapoderes permiten lanzar una ofensiva al poder opresor al que se enfrenta, llegando a una situación de empate de fuerzas en ese conflicto concreto. Por ejemplo, el movimiento euskaltzale puede paralizar leyes contra la lengua vasca durante un tiempo, y hasta puede conseguir avances en el derecho al uso de nuestra lengua nacional, en un momento de debilidad o indecisión de poder franco-español en esa temática. Pero el movimiento euskaltzale sabe que se trata de una muy inestable y fugaz situación de doble poder en esa reivindicación ya que la situación general es de contraofensiva estatalista contra la lengua. Esa situación de doble poder, por tanto, será muy breve porque el imperialismo español intentará recuperar su poder perdido y derrotar la conquista democrática.

 

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