La guerra de Kosovo nos divide. Nuestras división sobre este conflicto trasciende la secular desorientación de la izquierda clásica sobre las cuestiones nacionales y se introduce entre nosotros-as, evidenciando los limitados e insuficientes ins- trumentos analíticos de la izquierda abertzale a este respecto. Y con ello, emergen también nuestras carencias históricas de debate, nuestro escaso desarrollo teórico... nuestras deficiencias. Sin embargo, en la era de la globalización, la comprensión de los procesos de emancipación externos resulta vital para comprender los propios.

El análisis de lo acaecido habría que realizarlo a partir del estudio de las "causas internas" . En este sentido, podríamos considerar que el fondo del problema radica en el enfrentamiento entre la población albano-kosovar (cuya expresión más consciente radica en el U.C.K) y el Estado de Yugoslavia (reflejado hoy en el gran nacionalismo serbio de Milosevic). Este análisis se centra, por lo tanto, en lo que en términos de teoría política se denomina "la cuestión nacional" y la problemática de las "minorías nacionales".

El enfrentamiento entre el Estado de Yugoslavia que, apoyado en la nación dominante Serbia, oprime a sus nacionalidades, y la resistencia de estas últimas (exigiendo su independencia en una coyuntura política precisa) que está en la base de la guerra de los Balcanes, comienza precisamente en Kosovo y una década después vuelve a su lugar de origen.

Dejaremos para el acerbo nazi el sagrado derecho a la no ingerencia en los actuales Estados multinacionales o, lo que es lo mismo, el derecho a la masacre, limpieza étnica y genocidio de los actuales Estados multinacionales en general, y del Estado yugoslavo en particular, sobre los pueblos más débiles. Pero cuando la ayuda exterior a las soluciones políticas o a la autodefensa de los albano-kosovares se sustituye por la intervención del mayor enemigo de los pueblos en la era moderna, se pervierte toda ayuda e intervención.

La intervención de la OTAN contra el Estado de Yugoslavia bajo el manto de la "intervención humanitaria", violando la propia legislación internacional que bajo el nombre de "comunidad internacional" se había "autoimpuesto" y el imperialismo, agrava el coste humano-político del conflicto y oculta sus propios objetivos geoestratégicos de gobernabilidad y hegemonía mundial. En este sentido, la niebla de la estrategia mediática nos impide vislumbrar todavía la verdadera dimensión de lo acaecido. Emerge así un nuevo escenario de "soluciones impuestas por el imperialismo" que oculta el problema político kosovar y amenaza directamente a todos aquellos pueblos que en el futuro reciente defiendan su Autodeterminación Nacional (caso de Euskal Herria).

Para el pueblo de Kosovo se trata de una "amplia autonomía" (en la lógica de los nuevos protectorados de la hegemonía USA) que tras convertir a Albania en una gigantesca base militar de la OTAN y destruir las bases humano-materiales de la construcción nacional albano-kosovar, desarma y desmoviliza a su organización armada y usurpa los derechos democráticos de los kosovares a decidir su destino.

Esta intervención humanitaria, culpable de cientos o de miles de crímenes contra el pueblo serbio (así como el Estado Yugoslavo es el responsable de los crímenes contra la población albano-kosovar) ha convertido a Serbia en un país de la Edad Media, con gravísimas consecuencias en su futuro.

La intervención de la OTAN se dirige también contra aquellas formaciones estatistas procedentes del socialismo real y que no están suficientemente integradas en su órbita de dominación. Así, la destrucción de Serbia va acompañada del atentado contra la embajada de China y del cerco y presión sobre el espacio geopolítico que se encuentra bajo la dominación de la antigua Rusia.

Esta última potencia tiene bajo su control y disposición el segundo arsenal militar-nuclear mundial, con capacidad de destruir una docena de veces la vida de nuestro planeta. De esta manera, el proceso de la "Globalización Mundial de la Seguridad" impuesto por la OTAN penetra en una senda de riesgo de peligrosidad que abre las posibilidades de una conflagración que afectaría al conjunto de la humanidad.

Este conflicto evidencia la limitación de nuestros instrumentos teórico-conceptuales para definir si Kosovo es, o no, una nación. En efecto, encontramos aquí dos identidades nacionales confrontadas en el interior de un mismo territorio. Una minoría serbia originaria de Kosovo o tal vez de una parte del territorio poseedora de los "derechos históricos" y una mayoría albanesa originariamen- te inmigrada de Albania y tal vez originaria de una parte del territorio, que se ha desarrollado históricamente al amparo de la opresión otomana sobre el pueblo serbio, que representa los "derechos sociológicos".

La solución del conflicto pasa a nuestro juicio por una negociación entre la minoría serbia poseedora de los derechos históricos y la mayoría albanesa que representa los derechos sociológicos. Y la fórmula jurídico-política de esta solución está condicionada por el reconocimiento, o no reconocimiento, a Kosovo del Derecho a la Autodeterminación.

Descartada la perversa imposición atlantista, nos enfrentamos presumiblemente a cuatro soluciones diferentes del conflicto. La creación de un Kosovo independiente o integrado en Albania en el que se reconozca un estatuto especial a la minoría serbia; la concesión de un estatuto especial a la mayoría albanesa de Kosovo en el interior de Serbia; la partición territorial de Kosovo en base a una argumentación que reconsidere en cada parte la acumulación de derechos históricos y sociológicos; y la creación de una República propia con lazos bilaterales y privilegiados con Serbia y Albania que reconozca expresamente los derechos colectivos de serbios y albaneses en el conjunto del territorio.

El conflicto nos transporta, a nuestro juicio, a la contradicción principal que ha jalonado la historia humana a finales del siglo XX y en los umbrales del XXI. Esta contradicción enfrenta las 7.000 nacionalidades existentes en el planeta con los Estados Nación (conformados contra los pueblos del mundo en este proceso) y el imperialismo mundial (representado hoy en la OTAN y el imperialismo USA).

En aquellos frentes antifranquistas de los años 70 en los que cabían posiciones tan diferentes como las fuerzas del GRAPO y la de los que luego crearían el GAL, la IA no definía su proyecto en función de su enemigo (contra el franquismo), sino en función de la nueva sociedad (Libertad Nacional y Socialismo). En la misma lógica, la necesaria convergencia de fuerzas contra la OTAN, que agrupa tanto a los-las que defienden los actuales Estados-Nación multinacionales contra los pueblos y a los-las que defendemos la libertad de todas las naciones, no debe obviar la necesidad, para estos ú

 

 Antxon Mendizabal, Sagra López. Profesores