INDICE

Tercera parte: La mano de obra                                                        
      17. La mano de obra                                                                            
      18. La campaña por la productividad                                                
      19. Los salarios
      20. Los sindicatos
      21. Los especialistas
     22. La política social
Cuarta parte: El comercio y la distribución
       23. El mercado y el plan
       24. El sector socializado
       25. El sector privado
       26. El control de precios
       27. El consumo y el racionamiento
       28. El comercio exterior
Quinta parte: Las finanzas
       29. Las finanzas y la planificación
       30. El presupuesto estatal
       31. El crédito, la moneda y la banca
Sexta parte: La planificación
       32. Principios de la planificación
       33. Las agencias de planificación
       34. Las cifras de control
       35. Los planes operativos
       36. El plan general
       37. El plan quinquenal
       38. Proyectos importantes
Nota A. La producción comercializada y la recogida de cereales
Nota B. El plan cooperativista de Lenin
Nota C. Los movimientos migratorios y la colonización
Nota D. Las estadísticas industriales
Nota E. Los sindicatos y la empresa privada
Tablas. A. Agricultura
            B. Industria
            C. Trabajo
            D. Comercio y distribución
            E. Finanzas y créditos
            F. La planificación
Lista de abreviaturas
Indice analítico
 

Tercera parte. LA MANO DE OBRA

Capítulo 17

LA MANO DE OBRA

  

a) Los trabajadores en la industria, la construccióny el transporte

Entre 1926 y 1929, la Unión Soviética continuó presentando el fenómeno, en apariencia paradójico, de un incremento simultáneo del número de trabajadores empleados y parados. Mientras que permaneció estacionario el número de personas empleadas en la agricultura (sin incluir, por supuesto, la masa de campesinos no asalariados), el número de trabajadores en la industria censada aumentó en un 23 por 100, y el número de trabajadores en la construcción llegó a más del doble. La reserva de la que se alimentaba esta mano de obra cada vez mayor era el exceso de población rural. La industria rusa nunca había llegado a cortar del todo sus lazos con el campo, y el empleo temporal de campesinos en las ciudades había sido un fenómeno  corriente antes de la revolución. A mediados de la década de los veinte, cuando volvió a dejarse sentir en el campo la presión de un aumento de población, y se incrementaron las posibilidades de empleo temporal en las ciudades, especialmente en la industria de la construcción, se reanudó el flujo temporal de campesinos a las ciudades. Al principio se trataba de una emigración temporal: el emigrante volvía para ayudar a la recolección, o cuando disminuía el empleo en las ciudades.

Pero lo temporal adquiría algunas veces carácter permanente y los estadísticos tenían dificultades para distinguir entre ambas modalidades de trabajo. Se dijo que en los tres años comprendidos entre 1923-1924 y 1925-1926 se estableció en las ciudades un número aproximado de un millón de campesinos. A partir de entonces, con el progresivo aumento del ritmo de industrialización, se desbordó esta marea emigratoria. Los emigrantes permanentes del campo a la ciudad ascendieron a 945.000 en 1926, a 1.062.000 en 1928 y a 1.392.000 en 1929. La población rural continuaba creciendo; la urbana, reforzada por el aflujo constante de mano de obra procedente del campo, creció todavía más rápidamente. Se trataba, desde cualquier punto de vista, de un importante desplazamiento de la población y de un factor decisivo en el proceso de industrialización.

En 1928, los compiladores del primer plan quinquenal dieron por sentado que se había alcanzado el punto álgido del movimiento; al proyectar en el transcurso del plan un incremento del número de personas empleadas de 11.400.000 a 14.800.000 (variante básica), o 15.800.000 (variante óptima), señalaron que esto representaba un incremento anual del 6 por 100, frente al incremento anual del 11-12 por 100 de los cinco años anteriores. Se esperaba que, a partir de 1929, la menor tasa de nacimientos de los años de la guerra y la revolución repercutiera en una menor tasa de expansión de la mano de obra industrial. En la práctica, las inagotables reservas de mano de obra del campo ruso hicieron que este factor tuviera poca o ninguna importancia.

Se trataba en gran medida de una mano de obra totalmente nueva. El núcleo de trabajadores industriales supervivientes del período anterior a la revolución se había visto diezmado y dispersado durante la guerra civil, no llegando a recomponerse del todo. En 1929, un 61,6 por 100 de los mineros, un 40 por 100 de los trabajadores del metal y un 36,1 por 100 de los trabajadores textiles eran de origen campesino. La proporción de trabajadores industriales que conservaban la propiedad de terrenos mostró un descenso constante aunque poco espectacular entre 1905 y 1925, volviendo luego a ascender debido al aflujo de trabajadores procedentes del campo. De los trabajadores que entraron a trabajar en las minas de Donbass entre 1926 y 1929, un 37,4 por 100 seguía conservando tierras en 1929; en ese mismo período las proporciones entre los trabajadores del metal que entraban en la industria de Moscú y de Ucrania eran del 28,4 y del 27,3 por 100, respectivamente; los porcentajes en otras industrias eran inferiores. De los trabajadores que pertenecían al partido, un 10,7 por 100 conservaban sus lazos con el campo; la proporción más elevada se daba entre los trabajadores de la construcción, y la más baja entre los trabajadores fabriles cualificados.

Pero en todas partes los campesinos y los miembros de familias campesinas representaban un importante elemento de mano de obra no cualificada en las minas, en las factorías y en la industria de la construcción. De los trabajadores enviados a empleos fijos por las bolsas de trabajo de la RSFSR en 1926, un 34 por 100 provenían del campo. El aflujo de los recién reclutados introdujo una cierta división en dos categorías de trabajadores. En uno de los talleres del Yugostal un observador señaló que, mientras que un trabajador podía ser un miembro auténtico del «proletariado fabril», otro podía ser un patrono rural que se había trasladado a la ciudad desde el campo. «Estos dos trabajadores, aun trabajando codo con codo en la misma empresa, son seguramente portavoces y representantes de dos grupos sociales diferentes»; representando tales condiciones «una actitud insana dentro de la clase trabajadora». En un momento de franqueza, Bujarin habló de «una cierta diferenciación en la propia clase obrera».

Durante todo este período continuó agravándose el fenómeno concomitante del aumento del desempleo. El número de parados en las bolsas de trabajo fue registrado por el Narkomtrud (en miles) como sigue:

 

Total

Sindicados

No sindicados

1925-1926

1.017,2

485,0

532

1926-1927

1.241,5

686,6

555

1927-1928

1.289,8

866,7

423

Estas cifras infravaloran tanto el número absoluto de parados como el aumento del desempleo. Las estadísticas de las bolsas de trabajo eran muy incompletas; en algunas regiones apenas si existían es- las bolsas de trabajo. Desde 1926-1927 en adelante, se limitó deliberadamente el registro de determinadas categorías de parados, especialmente entre los emigrantes del campo. En marzo de 1927, y con el fin de frenar el aflujo de campesinos al mercado de mano de obra, se promulgó un decreto para limitar el registro en las bolsas de trabajo a «los auténticos desempleados», a los que definía como los que podían demostrar haber trabajado anteriormente durante un determinado período de tiempo, así como los hijos de trabajadores y empleados. De los parados registrados, bastante menos de un tercio no habían tenido nunca un trabajo pagado. Las cifras elaboradas por los sindicatos de sus miembros sin empleo eran siempre superiores a las cifras totales de parados elaboradas por el Narkomtrud, mostrando, por ejemplo, 1.667.000 miembros de los sindicatos desempleados el 1 de enero de 1927. Los porcentajes de paro entre los trabajadores sindicados alcanzaban su máximo en estas fechas entre los trabajadores del transporte por vías fluviales (44 por 100), trabajadores de la construcción (37,9 por 100), trabajadores de la industria del azúcar (32 por 100), trabajadores agrícolas y de la madera (27,1 por 100) y trabajadores de las industrias de alimentación (25,7 por 100); todas estas ocupaciones eran, en mayor o menor medida, de carácter temporal. Por otro lado, de los trabajadores del metal sólo un 9,4 por 100 carecían de empleo, entre los mineros sólo un 6,7 por 100, y entre los trabajadores textiles sólo un 5,7 por 100. La proporción global de afiliados a los sindicatos desempleados ascendía al 17,3 por 100.

Pero ninguna estadística reflejaba fielmente el número de personas recién llegadas del campo que aspiraban a encontrar un puesto en el mercado del trabajo. En la decimoquinta conferencia del partido, celebrada en octubre de 1926, Tomski habló de «cientos de miles» de ................. [................]

 

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