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Nota de los editores

En los últimos años hemos asistido a un espectáculo de pertinaz reacción oscurantista de la mano de la Iglesia católica y de los nuevos portavoces del integrismo religioso en el frente político. Bush, Aznar y otros similares, han protagonizado una vuelta a los hediondos pozos de la ideología más conservadora, del misticismo y la superstición. En pleno siglo XXI, cuando la ciencia ha conquistado cumbres extraordinarias que podrían extender el bienestar al conjunto de la humanidad, los defensores de la economía de mercado se atrincheran en la filosofía del dogma puritano para defender sus privilegios. Toda la metralla respecto a la familia, la religión, el origen divino del hombre, la ley sagrada de la propiedad y los tópicos más rancios se dispara a discreción desde púlpitos, medios de comunicación y tribunas docentes gracias a estos nuevos inquisidores.

En el caso del Estado español, la jerarquía eclesiástica ha desempolvado la pancarta en defensa de “la familia” y ha sacado sus huestes a la calle. La historia, esa misma historia que tan cínicamente dicen “ha de ser superada”, se reproduce con los mismos actores. Toda la reacción de los años treinta, agazapada tras el bloque de aristócratas terratenientes, burgueses, mandos militares, periodistas a sueldo y, por supuesto, obispos y cardenales ha reaparecido manoseando los mismos eslóganes.

Uno de los ejes de su discurso —aderezado ¡qué menos! por la Santa Madre Iglesia con la retahíla de tópicos apocalípticos de costumbre: la destrucción de la sociedad, el incesto entre padres e hijos, etc.— es que solamente hay un modelo de familia, el matrimonio cristiano, que además es inmutable porque se funda en la moral eterna que Dios dio al hombre cuando lo creó. Pero en contra de lo que la derecha predica (y nunca mejor dicho), la familia no sólo está lejos de ser inmutable, sino que, como el resto de los fenómenos sociales, incluida la moral humana, evoluciona con el propio cambio de la sociedad. Es decir, el modelo de familia también depende, en última instancia, del desarrollo de las fuerzas productivas.

De este aspecto específico de la historia de la humanidad —junto con la aparición de la propiedad privada y la formación del Estado, como su título nos indica— se ocupa esta obra, escrita por Federico Engels entre marzo y junio de 1884.

 

LA OBRA

Al revisar los manuscritos dejados por Marx, Engels descubrió un detallado guión del libro La sociedad primitiva de Lewis H. Morgan, un investigador norteamericano progresista. Elaborado en 1880-81, dicho guión contenía un gran número de notas críticas y opiniones. Convencido de que el libro de Morgan era una confirmación de la concepción materialista de la historia, Engels vio la necesidad de escribir una obra utilizando las notas de Marx, las conclusiones y datos de Morgan, y los resultados de sus propias investigaciones. Engels consideró que esto sería “en cierto modo, un cumplimiento del legado” de Marx.

Así nació El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que Lenin calificaría más tarde de “una de las obras fundamentales del socialismo moderno”. Este libro constituye un análisis científico de las etapas tempranas del desarrollo social de la humanidad, desde las comunidades comunistas primitivas a la formación de la sociedad de clases basada en la propiedad privada de los medios de producción. En él se exponen además, las características generales de la sociedad de clases desvelando a su vez las particularidades de la evolución de la familia en las diferentes formaciones socioeconómicas. Asimismo, también pone al desnudo el origen y la naturaleza clasista del Estado.

La primera edición del libro vio la luz en Zúrich en octubre de 1884 y fue reeditado en 1886 y 1889. Un año más tarde Engels preparó la cuarta edición del libro, que aparecería en Stuttgart en 1891. Poseyendo más datos sobre la historia de la sociedad primitiva, en particular los trabajos del científico ruso M. Kovalevski, Engels realizó numerosos cambios al texto inicial, tanto modificaciones como adiciones, sobre todo en el capítulo II (La familia), aunque ello no afectó a las conclusiones recogidas en las ediciones anteriores, que, por el contrario, se habían visto confirmadas por los nuevos conocimientos científicos. Previamente a la aparición de esta cuarta edición, su prefacio fue publicado en la revista Neue Zeit, n° 41, 1891, bajo el título Contribución a la historia de la familia primitiva (Bachofen, McLennan, Morgan).

En 1894 aparecen las primeras ediciones en castellano y en ruso (fue la primera obra de Engels editada legalmente en Rusia), a partir de la cuarta edición alemana, la misma que la Fundación Federico Engels ofrece ahora.

Hemos querido enriquecer nuestra edición incorporándole el apéndice que Engels escribió sobre la cuestión, que, aunque brevísimo, tiene todo el valor de ser del puño y letra del autor. Este apéndice —que no está incluido en las anteriores ediciones de la obra en castellano— lleva por título Un caso recién descubierto de matrimonio por grupos y fue publicado en 1892 en la Neue Zeit. La fuente del artículo de Engels fue el informe del etnógrafo ruso Lev Yakovlevich Sternberg sobre la sociedad de los gilyakos, publicado en el periódico Russkiye Vyedomosti. Engels reproduce dicho informe casi en su totalidad, con algún cambio poco significativo, en aras de una mayor claridad.

También hemos añadido toda una serie de notas a pie de página, para ayudar a una mejor comprensión de los hechos y personajes históricos reseñados en el texto. En las notas que se deben a Engels, hacemos constar su autoría.

Asimismo, nos pareció mejor traducir los títulos de todos los libros que Engels cita en su texto. Si existen en la base de datos de la Agencia Española del ISBN, lógicamente optamos por el título que en ella figura; en caso contrario, es traducción propia. En cualquier caso, en la bibliografía mantenemos las referencias originales e indicamos cuáles fueron editados en castellano.

Diciembre de 2006

 

PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

Las siguientes páginas vienen a ser, en cierto sentido, la ejecución de un testamento. Carlos Marx se disponía a exponer personalmente los resultados de las investigaciones de Morgan en relación con las conclusiones de su (hasta cierto punto, puedo decir nuestro) análisis materialista de la historia, para esclarecer así, y sólo así, todo su alcance. En América, Morgan[1] descubrió de nuevo, y a su modo, la teoría materialista de la historia, descubierta por Marx cuarenta años antes, y, guiándose de ella, llegó, al contraponer la barbarie y la civilización, a los mismos resultados esenciales que Marx. Señalaré que los maestros de la ciencia "prehistórica" en Inglaterra procedieron con el "Ancient Society" de Morgan[2] del mismo modo que se comportaron con "El Capital" de Marx los economistas gremiales de Alemania, que estuvieron durante largos años plagiando a Marx con tanto celo como empeño ponían en silenciarlo. Mi trabajo sólo medianamente puede remplazar al que mi difunto amigo no logró escribir. Sin embargo, tengo a la vista, junto con extractos detallados que hizo de la obra de Morgan[3], glosas críticas que reproduzco aquí, siempre que cabe.

Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra. Cuanto menos desarrollado está el trabajo, más restringida es la cantidad de sus productos y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanta mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social. Sin embargo, en el marco de este desmembramiento de la sociedad basada en los lazos de parentesco, la productividad del trabajo aumenta sin cesar, y con ella se desarrollan la propiedad privada y el cambio, la diferencia de fortuna, la posibilidad de emplear fuerza de trabajo ajena y, con ello, la base de los antagonismos de clase: los nuevos elementos sociales, que en el transcurso de generaciones tratan de adaptar el viejo régimen social a las nuevas condiciones hasta que, por fin, la incompatibilidad entre uno y otras no lleva a una revolución completa. La sociedad antigua, basada en las uniones gentilicias, salta al aire a consecuencia del choque de las clases sociales recién formadas; y su lugar lo ocupa una sociedad organizada en Estado y cuyas unidades inferiores no son ya gentilicias, sino unidades territoriales; se trata de una sociedad en la que el régimen familiar está completamente sometido a las relaciones de propiedad y en la que se desarrollan libremente las contradicciones de clase y la lucha de clases, que constituyen el contenido de toda la historia escrita hasta nuestros días.

El gran mérito de Morgan consiste en haber encontrado en las uniones gentilicias de los indios norteamericanos la clave para descifrar importantísimos enigmas, no resueltos aún, de la historia antigua de Grecia, Roma y Alemania. Su obra no ha sido trabajo de un día. Estuvo cerca de cuarenta años elaborando sus datos hasta que consiguió dominar por completo la materia. Y su esfuerzo no ha sido vano, pues su libro es uno de los pocos de nuestros días que hacen época.

En lo que a continuación expongo, el lector distinguirá fácilmente lo que pertenece a Morgan y lo que he agregado yo. En los capítulos históricos consagrados a Grecia y a Roma no me he limitado a reproducir la documentación de Morgan y he añadido todos los datos de que yo disponía. La parte que trata de los celtas y de los germanos es mía, esencialmente, pues los documentos de que Morgan disponía al respecto eran de segunda mano y en cuanto a los germanos, aparte de lo que dice Tácito, únicamente conocía las pésimas falsificaciones liberales del señor Freeman. La argumentación económica he tenido que rehacerla por completo, pues si bien era suficiente para los fines que se proponía Morgan, no bastaba en absoluto para los que perseguía yo. Finalmente, de por sí se desprende que respondo de todas las conclusiones hechas sin citar a Morgan.

[Escrito por Engels para la primera edición de su libro "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado", publicado en Zúrich en 1884.

[Se publica según la 4ª edición del libro. Traducido del alemán.]

 

PREFACIO A LA CUARTA EDICIÓN

 CONTRIBUCION A LA HISTORIA DE LA FAMILIA PRIMITIVA (BACHOFEN, MACLENNAN, MORGAN) [4]

Las ediciones precedentes, de las que se hicieron grandes tiradas, agotáronse hará cosa de unos seis meses, por lo que el editor[5] venía dese hace tiempo rogándome que preparase una nueva. Trabajos más urgentes me han impedido hacerlo hasta ahora. Desde que apareció la primera edición han transcurrido ya siete años, en los que el estudio de las formas primitivas de la familia ha logrado grandes progresos. Por ello ha sido necesario corregir y aumentar minuciosamente mi obra, con mayor razón porque se piensa estereotipar el libro y ello me privará, por algún tiempo, de toda posibilidad de corregirlo.

Como digo, he revisado atentamente todo el texto y he introducido en él adiciones en las que confío haber tenido en cuenta, debidamente, el actual estado de la ciencia. Además, hago en este prólogo una breve exposición del desarrollo de la historia de la familia desde Bachofen hasta Morgan; he procedido a ello, ante todo, porque la escuela prehistórica inglesa, que tiene un marcado matiz chovinista, continúa haciendo todo lo posible para silenciar la revolución que los descubrimientos de Morgan han producido en las nociones de la historia primitiva, aunque no siente el menor escrúpulo cuando se apropia los resultados obtenidos por Morgan. Por cierto, también en otros países se sigue con excesivo celo, en algunos casos, este ejemplo dado por los ingleses.

Mi obra ha sido traducida a varios idiomas. En primer lugar, al italiano: "L'origine della famiglia, della propietá privata e dello stato, versione riveduta dall'autore, di Pasquale Martignetti, Benevento, 1855. Luego apareció la traducción rumana: "Origina familei, propietatei private si a statului, traducere de Joan Nadejde", publicada en la revista de Jassi Contemporanul[6] desde septiembre de 1885 hasta mayo de 1886. Luego al dinamarqués: "Familjens, privatejendommens og Statens Oprindelse, Dansk, af Forffatteren gennemgaet Udgave, besörget of Gerson Tier, Köbenhavn, 1888. Está imprimiéndose una traducción francesa de Henri Ravé según esta edición alemana.

***

Hasta 1860 ni siquiera se podía pensar en una historia de la familia. Las ciencias históricas hallábanse aún, en este dominio, bajo la influencia de los cinco libros de Moisés. La forma patriarcal de la familia, pintada en esos cinco libros con mayor detalle que en ninguna otra parte, no sólo era admitida sin reservas como la más antigua, sino que se la identificaba —descontando la poligamia— con la familia burguesa de nuestros días, de modo que parecía como si la familia no hubiera tenido ningún desarrollo histórico; a lo sumo se admitía que en los tiempos primitivos podía haber habido un período de promiscuidad sexual. Es cierto que aparte de la monogamia se conocía la poligamia en Oriente y la poliandría en la India y en el Tíbet; pero estas tres formas no podían ser ordenadas históricamente de modo sucesivo, sino que figuraban unas junto a otras sin guardar ninguna relación. También es verdad que en algunos pueblos del mundo antiguo y entre algunas tribus salvajes aun existentes la descendencia se cuenta por línea materna, y no paterna, siendo aquélla la única válida, y que en muchos pueblos contemporáneos se prohíbe el matrimonio dentro de determinados grupos más o menos grandes —por aquel entonces aún no estudiados de cerca—, dándose este fenómeno en todas las partes del mundo; estos hechos, ciertamente, eran conocidos y cada día se agregaban a ellos nuevos ejemplos. Pero nadie sabía cómo abordarlos e incluso en la obra de E. B. Tylor "Investigaciones de la Historia primitiva de la Humanidad, etc" (1865) figuran como "costumbres raras", al lado de la prohibición vigente en algunas tribus salvajes de tocar la leña ardiendo con cualquier instrumento de hierro y otras futilezas religiosas semejantes.

El estudio de la historia de la familia comienza en 1861, con el "Derecho materno" de Bachofen. El autor formula allí las siguientes tesis: 1) primitivamente los seres humanos vivieron en promiscuidad sexual, a la que Bachofen da, impropiamente, el nombre de heterismo; 2) tales relaciones excluyen toda posibilidad de establecer con certeza la paternidad, por lo que la filiación sólo podía contarse por línea femenina, según el derecho materno; esto se dio entre todos los pueblos antiguos; 3) a consecuencia de este hecho, las mujeres, como madres, como únicos progenitores conocidos de la joven generación, gozaban de un gran aprecio y respeto, que llegaba, según Bachofen, hasta el dominio femenino absoluto (ginecocracia); 4) el paso a la monogamia, en la que la mujer pertenece a un solo hombre, encerraba la transgresión de una antiquísima ley religiosa (es decir, el derecho inmemorial que los demás hombres tenían sobre aquella mujer), transgresión que debía ser castigada o cuya tolerancia se resarcía con la posesión de la mujer por otros durante determinado período.

Bachofen halló las pruebas de estas tesis en numerosas citas de la literatura clásica antigua, reunidas por él con singular celo. El paso del "heterismo" a la monogamia y del derecho materno al paterno se produce, según Bachofen —concretamente entre los griegos—, a consecuencia del desarrollo de las concepciones religiosas, a consecuencia de la introducción de nuevas divinidades, que representan ideas nuevas, en el grupo de los dioses tradicionales, encarnación de las viejas ideas; poco a poco los viejos dioses van siendo relegados a segundo plano por los primeros. Así, pues, según Bachofen no fue el desarrollo de las condiciones reales de existencia de los hombres, sino el reflejo religioso de esas condiciones en el cerebro de ellos, lo que determinó los cambios históricos en la situación social recíproca del hombre y de la mujer. En correspondencia con esta idea, Bachofen interpreta la "Orestiada" de Esquilo como un cuadro dramático de la lucha entre el derecho materno agonizante y el derecho paterno, que nació y logró la victoria sobre el primero en la época de las epopeyas.

Llevada de su pasión por su amante Egisto, Clitemnestra mata a Agamenón, su marido, al regresar éste de la guerra de Troya; pero Orestes, hijo de ella y de Agamenón, venga al padre quitando la vida a su madre. ello hace que se vea perseguido por las Erinias, seres demoníacos que protegen el derecho materno, según el cual el matridicio es el más grave e imperdonable de los crímenes. Pero Apolo, que por mediación de su oráculo ha incitado a Orestes a matar a su madre, y Atenea, que interviene como juez (ambas divinidades representan aquí el nuevo derecho paterno), defienden a Orestes. Atenea escucha a ambas partes. Todo el litigio está resumido en la discusión que sostienen Orestes y las Erinias. Orestes dice que Clitemnestra ha cometido un crimen doble por haber matado a su marido y padre de su hijo. ¿Por qué las Erinias le persiguen a él, cuando ella es mucho más culpable? La respuesta es sorprendente:

"No estaba unida por los vínculos de la sangre al hombre a quien ha matado".[7]

El asesinato de una persona con la que no se está ligado por lazos de sangre, incluso si es el marido de la asesina, puede expiarse y no concierne en lo más mínimo a las Erinias. La misión que a ellas corresponde es perseguir el homicidio entre consanguíneos, y el peor de estos crímenes, el único imperdonable, según el derecho materno, es el matricidio. Pero aquí interviene Apolo, el defensor de Orestes. Atenea somete el caso al areópago, el tribunal jurado de Atenas; hay el mismo número de votos en pro de la absolución y en pro de la condena; entonces Atenea, en calidad de presidente del Tribunal, vota en favor de Orestes y lo absuelve. El derecho paterno obtiene la victoria sobre el materno, los "dioses de la nueva generación", según se expresan las propias Erinias, vencen a éstas, que, al fin y a la postre, se resignan a ocupar un puesto diferente al que han venido ocupando y se ponen al servicio del nuevo orden de cosas.

Esta nueva y muy acertada interpretación de la "Orestiada" es uno de los más bellos y mejores pasajes del libro de Bachofen, pero al mismo tiempo es la prueba de que Bachofen cree, como en su tiempo Esquilo, en las Erinias, en Apolo y en Atenea, es decir, cree que estas divinidades realizaron en la época heroica griega el milagro de echar abajo el derecho materno y de sustituirlo por el paterno. Es evidente que tal concepción, que estima la religión como la palanca decisiva de la historia mundial, se reduce, en fin de cuentas, al más puro misticismo. Por ello, estudiar a fondo el voluminoso tomo de Bachofen es una labor ardua y, en muchos casos, poco provechosa. Sin embargo, lo dicho no disminuye su mérito como investigador que ha abierto una nueva senda, ya que ha sido el primero en sustituir las frases acerca de aquel ignoto estadio primitivo con promiscuidad sexual por la demostración de que en la literatura clásica griega hay muchas huellas de que entre los griegos y entre los pueblos asiáticos existió, en efecto, antes de la monogamia, un estado social en el que no solamente el hombre mantenía relaciones sexuales con varias mujeres, sino que también la mujer mantenía relaciones sexuales con varios hombres, sin faltar por ello a los hábitos establecidos.

Bachofen probó que este uso no desapareció sin dejar huellas bajo la forma de la necesidad, para la mujer, de entregarse por un período determinado a otros hombres, entrega que era el precio de su derecho al matrimonio único; que, por tanto, primitivamente no podía contarse la descendencia sino en línea femenina, de madre a madre; que esta validez exclusiva de la filiación femenina se mantuvo largo tiempo, incluso en el período de la monogamia con la paternidad establecida, o por lo menos, reconocida; y, por último, que esta situación primitiva de las madres, como únicos genitores ciertos de sus hijos, aseguró a aquéllas y, al mismo tiempo, a las mujeres en general, una posición social más elevada de la que desde entonces acá nunca han tenido. Es cierto que Bachofen no emitió esos principios con tanta claridad, por impedírselo el misticismo de sus concepciones; pero los demostró, y ello, en 1861, fue toda una revolución.

El voluminoso tomo de Bachofen estaba escrito en alemán, es decir, en la lengua de la nación que menos se interesaba entonces por la prehistoria de la familia contemporánea. Por eso permaneció casi ignorado. El más inmediato sucesor de Bachofen en este terreno entró en escena en 1865, sin haber oído hablar de él nunca jamás.

Este sucesor fue J. F. MacLennan, el polo opuesto de su predecesor. En lugar de místico genial, tenemos aquí a un árido jurisconsulto; en vez de una exultante y poética fantasía, las plausibles combinaciones de un alegato de abogado. MacLennan encuentra en muchos pueblos salvajes, bárbaros y hasta civilizados de los tiempos antiguos y modernos, una forma de matrimonio en que el novio, solo o asistido por sus amigos, está obligado a arrebatar su futura esposa a sus padres, simulando un rapto por violencia. Esta usanza debe ser vestigio de una costumbre anterior, por la cual los hombres de una tribu adquirían mujeres tomándolas realmente por la fuerza en el exterior, en otras tribus. Pero ¿cómo nació ese "matrimonio por rapto"?. Mientras los hombres pudieron hallar en su propia tribu suficientes mujeres, no había ningún motivo para semejante procedimiento. Por otra parte, con frecuencia no menor encontramos en pueblos no civilizados ciertos grupos (que en 1865 aún solían identificarse con las tribus mismas) en el seno de los cuales estaba prohibido el matrimonio, viéndose obligados los hombres a buscar esposas y las mujeres esposos fuera del grupo; mientras tanto, en otros pueblos existe una costumbre en virtud de la cual los hombres de cierto grupo vienen obligados a tomar mujeres sólo en el seno de su mismo grupo.

MacLennan llama "tribus" exógamas a los primeros, endógamas a los segundos, y a renglón seguido y sin más circunloquios señala que existe una antítesis bien marcada entre las "tribus" exógamas y endógamas. Y aún cuando sus propias investigaciones acerca de la exogamia le meten por los ojos el hecho de que esa antítesis en muchos, si no en la mayoría o incluso en todos los casos, existe solamente en su imaginación, no por eso deja de tomarla como base de toda su teoría. Según esta, las tribus exógamas no pueden tomar mujeres sino de otras tribus, cosa que, dada la guerra permanente entre las tribus, tan propia del estado salvaje, sólo puede hacerse mediante el rapto.

MacLennan plantea más adelante: ¿De dónde proviene esa costumbre de la exogamia? A su parecer, nada tienen que ver con ella las ideas de la consanguinidad y del incesto, nacidas mucho más tarde. La causa de tal usanza pudiera ser la costumbre muy difundida entre los salvajes, de matar a las niñas enseguida que nacen. De eso resultaría un excedente de hombres en cada tribu tomada por separado, siendo la inmediata consecuencia de ello que varios hombres tendrían en común una misma mujer, es decir, la poliandría. De aquí se desprende, a su vez, que se sabía quien era la madre del niño, pero no quién era su padrea; por ello la ascendencia sólo se contaba en línea materna, y no paterna (derecho materno). Y otra consecuencia de la escasez de mujeres en el seno de la tribu, escasez atenuada, pero no suprimida, por la poliandría, era precisamente el rapto sistemático de mujeres de tribus extrañas. "Desde el momento en que la exogamia y la poliandria proceden de una sola causa, del desequilibrio numérico entre los sexos, debemos considerar que entre todas las razas exogámicas ha existido primitivamente la poliandría... Y por esto debemos tener por indiscutible que entre las razas exógamas el primer sistema de parentesco era aquel que sólo reconocía el vínculo de la sangre por el lado materno". (MacLennan, "Estudios de Historia Antigua, 1886; El matrimonio primitivo", pág. 124, 1886).

El mérito de MacLennan consiste en haber indicado la difusión general y la gran importancia de lo que él llama exogamia. En cuanto al hecho de la existencia de grupos exógamos, no lo ha descubierto, y menos todavía lo ha comprendido. Sin hablar ya de las noticias anteriores y sueltas de numerosos observadores —precisamente las fuentes donde ha bebido MacLennan—, Latham había descrito con mucha exactitud y precisión ("Etnología descriptiva", 1859) ese fenómeno entre los magares[8] de la India y había dicho que estaba universalmente difundido y se encontraba en todas las partes del mundo.

 

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[1] Lewis H. Morgan, Ancient Society, or Researches in the Lines of Human Progress from Savagery Through Barbarism to Civilization, MacMillan and Co., Londres, 1877. Este libro fue impreso en América y es muy difícil encontrarlo en Londres. El autor ha muerto hace algunos años. (Nota de Engels).

[2] Ancient Society, or Researches in the Lines of Human Progress from Savagery through Barbarism to Civilization. (<<Sociedad antigua, o investigaciones de las líneas de progreso humano del salvajismo a través de la barbarie a la civilización>>). By Lewis H. Morgan, London, MacMillan and Co., 1877. Este libro fue impreso en América, y es muy difícil encontrarlo en Londres. El autor ha muerto hace algunos años. 


[3] Se refiere al guión de La sociedad primitiva hecho por Marx. A menos que se haga constar otra cosa, las citas de Marx en este libro son de dicho guión. (Véase también la introducción de esta edición).

[4] El presente trabajo es el prefacio escrito por Engels para la cuarta edición de su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Antes de la aparición del libro, el prefacio fue publicado en la revista Neue Zeit (<<Tiempos nuevos>>), Nƒ 41, 1891, bajo el título Contribución a la historia de la familia primitiva (Bachofen, McLennan, Morgan).

[5] J. Dietz.

[6] Revista de orientación socialista publicada en la ciudad rumana de Iasi entre 1881 y 1890.

[7] Esquilo. Orestiada. Euménidas.

[8] Magares: tribu, hoy día nacionalidad, que vive en las regiones occidentales del Nepal.