NOTA BIOGRÁFICA

 

Clara Zetkin nació el 5 de julio de 1857 en Wiederau, hija de un maestro rural de Sajonia apellidado Eissner. De los diecisiete a los veintiún años cursa estudios de magisterio en un instituto privado de Leipzig. En este período entra en contacto con un grupo de estudiantes y emigrados rusos, entre los cuales se halla el revolucionario ruso Ossip Zetkin, afiliado a la socialdemocracia alemana. En setiembre de 1880, Ossip Zetkin es expulsado de Alemania acusado de haber participado en una asamblea ilegal, disuelta por la policía. El desterrado se traslada a Francia mientras Clara Zetkin abandona al mismo tiempo Alemania para instalarse en Austria. Después de un período de enseñanza en Linz, Clara Zetkin se traslada a Zúrich, invitada por una amiga, Warwara, que procede de Petroburgo. Es el verano de 1882. Zurich acoge a un notable grupo de refugiados rusos capitaneados por Plejanov y Vera Zassulich. La ciudad también era entonces el «centro de maniobras» de la socialdemocracia alemana. Allí era donde Bernstein y otros redactaban el «Sozialdemokrat», órgano del partido, y muchas otras publicaciones socialdemócratas destinadas a Alemania. El periódico era pasado de contrabando a Alemania por la famosa organización que dirigía Julius Motteler. Clara Zetkin se convierte muy pronto en una valiosa colaboradora de Motteler en el complicado trabajo que la organización requería. En Zurich la joven revolucionaria seguía además los cursos políticos que daba Bernstein.

En noviembre de 1882, Clara Zetkin se traslada a París donde se casa con Ossip Zetkin. En París conoce a Pottier, el poeta de la Internacional, Louise Michel, Charles Longuet y su mujer Jenny, la hija mayor de Marx, la hermana de Jenny, Laura, esposa de Paul Lafargue y Jules Guesde, dirigente del ala marxista del movimiento obrero francés. Lafargue y Guesde habían fundado el Partido obrero marxista revolucionario de Francia. La Zetkin lleva en París una intensa vida política y, además de las innumerables y largas sesiones con los representantes de la oposición y con los exiliados políticos provenientes de toda Europa, participa en las manifestaciones de los obreros parisinos.

Clara Zetkin entra en las filas del movimiento obrero en un tumultuoso período. La guerra de 1870-71 contra Francia, la unificación de Alemania con Prusia, las reparaciones impuestas a la Francia derrotada, que sumaban cuatro millones de marcos y la nefasta anexión de Alsacia-Lorena con sus preciosos recursos mineros, constituían el inicio de un potente salto hacia adelante del capitalismo alemán pero, al mismo tiempo, un reforzamiento de las bases económicas del movimiento obrero. El glorioso ejemplo de la Comuna de París había llenado de temor a las clases dominantes de todo el mundo. En 1878, cuando se produce la brutal represión del movimiento obrero con los métodos tradicionales y no se consigue debilitarlo, sino que por el contrario se refuerza al unificarse el partido obrero socialdemócrata con los lassallianos, Bismarck intenta imponer el terror a la clase obrera alemana con la tristemente célebre ley contra los socialistas que se mantiene en vigor durante doce años. Este fue un período muy duro para el movimiento obrero alemán; se disolvieron las organizaciones obreras, se prohibió la prensa obrera, y los dirigentes fueron perseguidos, terminando unos en la cárcel, otros en el exilio.

Después de la caída de la Comuna de París y la consiguiente parálisis del movimiento obrero internacional que hicieron caer el telón de la historia sobre la primera gran creación internacional de los fundadores del socialismo científico, Marx y Engels, es decir, sobre la Asociación internacional de trabajadores, el rápido desarrollo del movimiento obrero en el período 1889-90, la creación de partidos socialistas de masas en distintos países y el auge del movimiento en Alemania, a pesar de las leyes bismarckianas, constituyeron las bases para la unificación internacional del movimiento socialista en la II Internacional, fundada en París en 1889, año de la exposición universal. Clara Zetkin contribuyó de forma notable a los trabajos preparatorios del Congreso de fundación con numerosos artículos en la prensa socialista alemana y participó personalmente, como corresponsal del órgano de prensa del partido, el «Sozialdemokrat», y en calidad de delegada de las mujeres socialistas de Berlín; el informe de la Zetkin representa su primera intervención importante en la escena internacional del movimiento obrero y el inicio de la actividad que desarrolla durante toda su vida, es decir, la organización internacional del movimiento femenino proletario. Hasta el estallido de la primera guerra mundial, Clara Zetkin participa en todos los congresos de la II Internacional como una de sus principales protagonistas y valiente propugnadora de los derechos de la mujer dentro y fuera del movimiento obrero, y de la lucha de clases contra el creciente reformismo del partido socialdemócrata alemán.

En 1890, después de revocarse la ley contra los socialistas, Clara Zetkin vuelve a Alemania. En 1893 participa en el III Congreso de la II Internacional celebrado en Zurich y en el que se encuentra por primera vez con Engels, que le manifiesta una profunda amistad y simpatía. La tarea que se ha propuesto realizar la joven revolucionaria es la de organizar el movimiento femenino socialdemócrata; pero ésta es una ardua tarea. La legislación reaccionaria que seguía existiendo, aunque algo mitigada al haberse revocado la ley bismarckiana, no sólo no reconocía el derecho de voto a la mujer, sino que prohibía su adhesión y participación en organizaciones y asambleas políticas. En 1891, la Zetkin se convierte en redactora del órgano de prensa femenina de la socialdemocracia alemana, «Die Gleichheit», periódico que deberá abandonar en 1917 al no seguir «la línea política del partido», entonces maniobrado por la mayoría revisionista. Los años de «Die Gleichheit» son un importante testimonio de la capacidad publicista y militante de la Zetkin, especialmente en lo que se refiere a los problemas que la galopante industrialización planteaba a la vida familiar de la mujer, a la educación de los hijos en la familia y en la escuela. En 1896, el movimiento socialista se ha convertido en un factor esencial para la lucha de la clase obrera y el partido consideraba el trabajo de la mujer como uno de los puntos más importantes del orden del día del Congreso de Gotha, convocado para octubre de aquel año. Clara Zetkin desarrolla en el mismo su primer informe importante sobre la cuestión femenina. En el mismo Congreso propone la adopción de un sistema de delegados del partido para la organización política de las mujeres en los distintos centros regionales. En 1898, en el Congreso del partido celebrado en Stuttgart, la Zetkin intenta con todas sus fuerzas que en el orden del día se incluya, entre los puntos principales, el problema de los bernsteinianos. El debate fue uno de los más encendidos, contra el reformismo de Bernstein y de sus seguidores se levantaron dos cabezas de puente de la línea de clase del partido: Clara Zetkin y la joven Rosa Luxemburg, unidas por vez primera en la lucha política. Se habían conocido ya en Suiza, de donde volvía ahora la Luxemburg después de haber concluido sus estudios. Esta será la primera muestra de aquella gran amistad, respeto y también desacuerdo crítico que conducirá a las dos compañeras hasta la revolución de noviembre y el brutal asesinato de la Luxemburg por los esbirros de la reacción.

En 1899 Clara Zetkin y Rosa Luxemburg se encuentran en el Congreso del partido celebrado en Hannover, donde el propio Bebel deberá enfrentarse con Bernstein, también en esta ocasión las dos mujeres se mantuvieron en el centro del debate. La primera había conducido la batalla desde «Die Gleichheit», la segunda había hecho publicar su brillante opúsculo antirreformista ¿Reforma social o revolución?

Los años más intensos de la actividad común de las dos mujeres serán, con todo, los que seguirán a la definitiva ruptura con la mayoría revisionista del partido socialdemócrata y que, con la constitución del grupo «Internacional» y la publicación del primer número de la revista «Die Internationale», en abril de 1915, iniciará la organización de la izquierda de la socialdemocracia alemana que confluirá en la Liga Spartakus y, más tarde, en el Partido comunista alemán.

1899 es también el año del encuentro con el pintor Georg Friedrich Zundel y del segundo matrimonio de la Zetkin; será una relación que durará pocos años por la profunda diversidad de los dos temperamentos. Sin embargo, son años felices para la Zetkin y para los dos hijos que Ossip Zetkin le había dejado, después de su muerte en enero de 1889.

Hasta el momento en que estalla la primera guerra mundial Clara Zetkin participa en todos los congresos de la II Internacional. En el Congreso de Stuttgart, celebrado en 1907, durante el cual Lenin tuvo que sostener una dura batalla contra los reformistas sobre la cuestión militar y colonial, la Zetkin ataca duramente el partido austríaco, en la comisión para el derecho de voto, acusándolo de haber interrumpido la propaganda por el derecho de voto de la mujer por motivos oportunistas, sosteniendo, ante la protesta del dirigente de aquel partido Victor Adler, que la Internacional debía comprometer a todos los partidos a movilizar a las masas en la batalla por el derecho de voto, una batalla de principio que no admitía en absoluto la renuncia del derecho de voto de la mujer. En el Congreso de Copenhague, en 1910, propone la celebración de una jornada internacional de la mujer.

En los años inmediatamente siguientes al primer conflicto mundial, la actividad de Clara Zetkin queda casi completamente absorbida por la propaganda antimilitarista y antiimperialista.

En el Congreso internacional socialista de Basilea, en 1912, pronuncia un apasionado informe sobre la amenaza de guerra y por la movilización del proletariado contra la misma. En marzo de 1915 organiza en Suiza una conferencia internacional de las mujeres socialistas contra la guerra imperialista.

En el período que transcurre entre 1890 y los primeros decenios del siglo XX, la Zetkin libra dos grandes batallas: la antirreformista y la antimilitarista, batallas que están estrechamente ligadas entre sí, por lo menos en el movimiento involutivo que estaba sufriendo la clase obrera alemana en aquel periodo; de hecho, el giro imperialista de la clase dominante alemana sólo era posible con la complicidad de la socialdemocracia, que no oculta después su apoyo a la política chovinista y reaccionaria con el famoso voto de los créditos de guerra en agosto de 1914; el mismo hilo une estas dos batallas a la lucha contra la guerra de los miembros del grupo «Internacional» desde 1915 en adelante, con la fundación del Partido comunista alemán y, finalmente, con la misma Internacional Comunista que nace bajo el signo de la lucha antiimperialista. Los artículos publicados en «Die Gleichheit», los informes pronunciados en los diversos congresos de la II Internacional, su participación en la elaboración de las líneas directrices de la socialdemocracia internacional y en la redacción de las famosas Cartas políticas firmadas Spartakus (Spartakusbriefe) y, finalmente, la intensa actividad que desarrolla en el grupo disidente espartaquista, a pesar de las precarias condiciones de salud que no le permiten participar personalmente en los acontecimientos de la revolución de noviembre (1918), testimonian su plena madurez política, su profundo conocimiento de la situación internacional y, por tanto, también de la alemana que el movimiento obrero iba a vivir. La Zetkin incluye ahora la cuestión femenina dentro de la «cuestión social» en su conjunto; para ella la condición de la mujer coincide con la condición general del proletariado; en realidad, seguirá ocupándose de la organización internacional de las mujeres socialistas, de los problemas femeninos, pero en el contexto de la mujer proletaria; el «doble juego», el del hombre y el del capital, parece haber dejado su sitio a la sola, única opresión del capital. En 1920, Clara Zetkin es elegida presidente del Movimiento internacional de las mujeres socialistas.

En mayo de 1917 el partido la releva de la dirección del «Die Gleichheit», pero a partir del mes de noviembre del mismo año empieza ya a colaborar en el suplemento femenino del «Leipziger Volkszeitung» de Leipzig. En 1919, año de fundación de la Internacional Comunista, la actividad de la Zetkin se funde con la del Partido comunista alemán y la del organismo internacional, a los que dedicará todas sus últimas energías. Empiezan también ahora sus encuentros con Lenin, al que ya había tenido ocasión de conocer diez años antes de la Revolución de Octubre, y al que había seguido viendo en congresos y conferencias socialistas, y durante la estancia de Lenin en Munich en sus últimos años de exilio. En 1920 visita por vez primera la Unión Soviética con ocasión del II Congreso de la Internacional Comunista. A partir de entonces, volverá periódicamente hasta establecerse en ella definitivamente en los últimos años de su vida. La actividad desarrollada en el curso de los años veinte sigue siendo muy intensa; sus escritos e informes demuestran una extrema lucidez, a pesar de su edad avanzada y su nada perfecto estado de salud. Este es un periodo en el que parece extremadamente difícil valorar o siquiera aislar el trabajo desarrollado por Clara Zetkin en la III Internacional, de la cual será, sin lugar a dudas, una de sus más eminente representantes. A partir de 1921 formará parte del Comité Ejecutivo y del Presidium de la organización. En 1924 asume la presidencia del Socorro Rojo Internacional, organización mundial para la asistencia de las víctimas de la reacción y del fascismo. En verano de 1931 participa también en el Congreso internacional del Socorro obrero, en Berlín. El 30 de agosto de 1932 Clara Zetkin, enferma y casi ciega, habla, con gran esfuerzo, el día de apertura del Reichstag alemán, instando a combatir el fascismo e incitar a las masas internacionales en la creación de un frente único antifascista. El 20 de junio de 1933, a la edad de 76 años, Clara Zetkin muere en un sanatorio de Archangelskoje, cerca de Moscú.

En una solemne ceremonia en la que tomaron parte cientos de miles de moscovitas y numerosos delegados del movimiento obrero internacional, la urna con los restos mortales de Clara Zetkin quedó depositada el 22 de junio de 1933 en la muralla del Kremlin.

 

INTRODUCCIÓN

  

La fase histórica sobre la de que extiende la vida de Clara Zetkin —o por lo menos su período central, que abarca desde 1880 hasta 1924— comprende amplias y profundas alteraciones en la estructura del sistema capitalista. El desarrollo del imperialismo y el paso del capitalismo preferentemente concurrencial al capitalismo en el que prevalece el monopolio, con la creación de los monopolios nacionales y la agudización de las contradicciones imperialistas, provocaron tensiones tan violentas en las relaciones entre proletariado y burguesía y en el mismo seno del proletariado y de sus organizaciones tradicionales —creación de la II Internacional (1889), aparición del revisionismo y fundación de la III Internacional (1919), revolución en Rusia y derrota de las revoluciones de Europa occidental— que la experiencia de la dirigente alemana se nos presenta muy compleja y fragmentaria, difícil de sintetizar en una sola valoración. Por otra parte, como elemento secundario pero que no puede ocultarse, la dificultad se acrecienta mucho más por el hecho de que las referencias sobre Clara Zetkin están esparcidas, y a menudo son poco indicativas, dado que oscilan entre la apología y el insulto[1], e incluso a veces pertenecen al terreno folkloristico.[2] Finalmente, otro hecho agravante es la escasez de ediciones de sus escritos, exceptuando naturalmente el más conocido, Recuerdos de Lenin.

En resumen, se puede decir que la Zetkin ha permanecido olvidada durante . . . . . . . . . . 

 

 

 

 

[1] Desde «venerada por los obreros comunistas alemanes» hasta «prostituta política», cfr. M. Buber-Neumann, La révolution mondiale, Tournai, 1971, pp. 56 y 58.

[2] «Marxista de instinto por sentimiento revolucionario... madre tierna y posesiva... carente de feminidad... cederá siempre ante los soviéticos por admiración.» Tales amenidades se encuentra en D. Desanti, L'Internationale Communiste, París, 1970 (pp. 40 ss. y pp. 107 ss.), libro rebosante de comentarios parecidos.

 

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