ÍNDICE

Prólogo    

Parte I

LA ILUSTRACIÓN FRANCESA

La Ilustración Francesa. — I.
Observaciones introductorias. — El escepticismo de Bayle. — Fontenelle. — Montesquieu y su estudio de las leyes. — Maupertuis. — Voltaire y el deísmo. — Vauvenargues. — Condillac y el espíritu humano. — Helvecio y la concepción del hombre.

La Ilustración Francesa. — II.         
La Enciclopedia: Diderot y d’Alembert. — El materialismo: La Mettrie, d’Holbach y Cabanis. — La historia natural: Buffon, Robinet Bonnet. — El dinamismo de Boscovich. — Los fisiócratas: Quesnay y Turgot. — Observaciones finales.

ROUSSEAU. — I.
Vida y escritos. — Los males de la civilización. — El origen de la desigualdad. — La aparición de la teoría de la voluntad general. — La filosofía rousseauniana del sentimiento.

ROUSSEAU. — II.         
El contrato social. — Soberanía, voluntad general y libertad. — Gobierno. — Observaciones finales.

Parte II

LA ILUSTRACIÓN ALEMANA

La Ilustración Alemana. — I.         
Christian Thomasius. — Christian Wolff. — Seguidores y críticos de Wolff.

La Ilustración Alemana. — II.        
Observaciones introductorias; Federico el Grande; los "filósofos populares”.— El deísmo: Reimarus; Mendelssohn. — Lessing. — La psicología  — La teoría de la educación

La ruptura con la Ilustración       
Hamann. — Herder. — Jacobi. — Observaciones finales.

 

Parte III

EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

Bossuet y Vico
Observaciones preliminares: los griegos; san Agustín. — Bossuet. — Vico. — Montesquieu.

De Voltaire a Herder
Observaciones previas. — Voltaire. — Condorcet. — Lessing. — Herder.

Parte IV

KANT

Kant. — I: Vida y escritos     
La vida y el carácter de Kant. — Los primeros escritos y la física newtoniana. — Escritos filosóficos del período precrítico. — La tesis de 1770 y su contenido. — La concepción de la filosofía crítica.

Kant. — II: Los PROBLEMAS DE LA PRIMERA “CRÍTICA”      
El problema general de la metafísica. — El problema del conocimiento a priori. — Las divisiones de este problema. — La revolución copernicana de Kant. — Sensibilidad, entendimiento, razón y la estructura de la primera Crítica. — La significación de la primera Crítica en el contexto del problema general de la filosofía kantiana.

Kant. — III: El conocimiento científico 
Espacio y tiempo. — Matemática. — Los conceptos puros o categorías del entendimiento. — La justificación de la aplicación de las categorías. — El esquematismo de las categorías. — Principios sintéticos a priori. — La posibilidad de la ciencia pura de la naturaleza. — Fenómenos y noúmenos. — La refutación del idealismo. — Observaciones finales.

Kant. — IV: El ataque a la metafísica   
Observaciones preliminares. — Las ideas trascendentales de la razón pura. — Los paralogismos de la psicología racional. — Las antinomias de la cosmología especulativa. — La imposibilidad de demostrar la existencia de Dios. — El uso regulativo de las ideas trascendentales de la razón pura. — Metafísica e imaginación.

Kant. — V: Moralidad y religión   
La aspiración de Kant. — La buena voluntad. — El deber y la inclinación. — El deber y la ley. — El imperativo categórico. — El ser racional como fin en sí mismo. — La autonomía de la voluntad. — El reino de los fines. — La libertad como condición de la posibilidad de un imperativo categórico. — Los postulados de la razón práctica: la libertad, la idea kantiana del bien perfecto, la inmortalidad, Dios, la teoría general de los postulados. — Ideas de Kant acerca de la religión. — Observaciones finales.

Kant. — VI: Estética y teleología  
La función mediadora del juicio. — La analítica de lo bello. — La analítica de lo sublime. — La deducción de los juicios estéticos puros. — El arte y el genio. — La dialéctica del juicio estético. — Lo bello como símbolo del bien moral. — El juicio teleológico. — Teleología y mecanicismo. — Físico-teología y ético-teología.

Kant.  —  VII:  Observaciones acerca del “Opus postumum”.     
La transición de la metafísica de la naturaleza a la física. — La filosofía trascendental y la construcción de la experiencia. — La objetividad de la idea de Dios. — El hombre como persona y como microcosmos.

Resumen conclusivo   

Observaciones previas. — El racionalismo continental. — El empirismo británico. — La Ilustración y la ciencia del hombre. — La filosofía de la historia. — Immanuel Kant. — Observaciones finales.

APÉNDICE. — Breve bibliografía.       

Índice onomástico      

Índice de materias       

PRÓLOG

Mi intención inicial era lde incluir la filosofía de los siglos XVII y XVIII en un solo volumen titulado De Descartes a Kant. Pero el proyecto resultó inviable. Al final he dividido la materia en tres volúmenes. El IV de esta Historia, De Descartes a Leibniz, estudia los grandes sistemas racionalistas del continente, y en el volumen V, De Hobbes a Hume, he esbozado el desarrollo del pensamiento filosófico británico hasta la filosofía escocesa del sentido común inclusive. En el presente volumen considero la Ilustración francesa y alemana, el nacimiento de la filosofía de la historia y el sistema de Kant.

Mas, a pesar de haber finalmente dedicado tres volúmenes a la filosofía de los siglos XVII y XVIII, he conservado el plan inicial en el sentido de que el conjunto se abre con un capítulo introductorio común y cuenta con un resumen conclusivo también común. El primero se encuentra, como es natural, al principio del volumen cuarto. No se repetirán aqui las observaciones introductorias referentes al tema del presente volumen. En cuanto al resumen conclusivo, es el último capítulo de este libro. Adoptando un punto de vista no meramente histórico, sino también filosófico, he intentado discutir en él la naturaleza, la importancia y el valor de los varios estilos de filosofar en los siglos XVII y XVIII. De este modo los volúmenes IV, V y VI de esta Historia de la Filosofía forman una trilogía.

 

PARTE I

 

LA ILUSTRACION FRANCESA

 

Capítulo primero

 

 

LA ILUSTRACIÓN FRANCESA. —I

 

1. Observaciones introductorias. — 2. El escepticismo de Bayle.— 3. Fontenelle. — 4. Montesquieu y su estudio de las leyes. — 5. Maupertuis. — 6. Voltaire y el deísmo. — 7. Vauvenargues. — 8. Condillac y el espíritu humano. — 9. Helvecio y la concepción del hombre.

 

1. Parece haber una tendencia natural en muchos a concebir la Ilustración Francesa primordialmente como una crítica destructiva y una abierta hostilidad contra el Cristianismo, o por lo menos, contra la Iglesia Católica. Aparte de Rousseau, el nombre que más suena cuando se habla de los filósofos franceses del siglo XVIII es probablemente el de Voltaire. Y este nombre suscita en el espíritu la imagen de un literato brillante y agudo, incansable en su denuncia de la Iglesia como enemiga de la razón y propugnadora de la intolerancia. Además, cuando uno ha leído algo acerca del materialismo de autores como La Mettrie y d’Holbach, puede perfectamente inclinarse a entender la Ilustración Francesa como un movimiento antirreligioso que pasó del deísmo de Voltaire y Diderot, en su primera fase, al ateísmo de d’Holbach y a la cruda visión materialista de un Cabanis. Dada esta interpretación de la Ilustración, la estimación en que uno la tenga dependerá considerablemente de las propias convicciones religiosas, o de la ausencia de ellas. El uno considerará la filosofía francesa del siglo XVIII como un movimiento que siguió adentrándose en la impiedad hasta dar sus últimos frutos en la profanación de la catedral de Notre Dame durante la Revolución; y el otro lo considerará como la progresiva liberación espiritual respecto de la superstición religiosa y la tiranía eclesiástica.

Tampoco es infrecuente la idea de que los filósofos franceses del siglo XVIII fueron todos enemigos del sistema político existente y prepararon el camino a la Revolución. Y dada esta interpretación política son también obviamente posibles diferentes estimaciones de la obra de esos filósofos. Uno puede considerarlos como irresponsables fomentadores de la revolución, cuyos escritos tuvieron efectos prácticos en el terror jacobino. Y otro puede considerarlos como representantes de un determinado estadio de un desarrollo sociopolítico inevitable, como escritores que contribuyeron a iniciar el estadio de la democracia burguesa, destinada a su vez a ser sustituida por el régimen del proletariado.

Ambas interpretaciones de la Ilustración Francesa —la que la contempla desde el punto de vista de su actitud respecto de las instituciones religiosas y de la religión misma y la que la interpreta en base a su actitud respecto de los sistemas políticos y los desarrollos políticos y sociales— tienen sin ninguna duda fundamento factual. Es posible que sus fundamentos no sean de la misma solidez. Aunque varios filósofos discrepaban sin duda del anden régime, sería un gran error creer que todos los filósofos típicos de la Ilustración fomentaron conscientemente la Revolución. Voltaire, por ejemplo, aunque deseaba ciertas reformas, no se interesaba propiamente por la promoción de la democracia. Le interesaba la libertad de expresión para sí mismo y para sus amigos, pero es imposible calificarle de demócrata. Más que un gobierno popular habría gustado de un despotismo ilustrado y benévolo, especialmente si la benevolencia beneficiaba a los philosophes. En cualquier caso, no tenía la menor intención de promover una revolución de lo que para él era “la canalla”. Es verdad, por otra parte, que todos los filósofos considerados como representantes típicos de la Ilustración Francesa se oponían, en diversos grados, al dominio de la Iglesia. Muchos de ellos se oponían también al cristianismo, y algunos fueron ateos dogmáticos, resueltamente opuestos a toda religión, producto, para ellos, de la ignorancia y el temor, enemiga del progreso intelectual y obstáculo a la moralidad verdadera.

Pero aunque tanto la interpretación como actitud respecto de la religión cuanto la interpretación sobre la base de convicciones políticas (aunque ésta en menor medida) tienen fundamento en los hechos, el describir la filosofía francesa del siglo XVIII como un prolongado ataque al trono y al altar sería dar una imagen muy inadecuada de ella. Desde luego que se atacó en nombre de la razón a la Iglesia Católica, la religión revelada y, en ciertos casos, toda forma de religión. Pero el ejercicio de la razón era para los filósofos de la Ilustración Francesa mucho más que la simple crítica destructiva practicada en la esfera religiosa. La crítica destructiva era, por así decirlo, el lado negativo de la Ilustración. El aspecto positivo consistía en el intento de entender el mundo y, especialmente, el hombre mismo en su vida psíquica, moral y social.

Al decir eso no pretendo minimizar la importancia de las opiniones de los filósofos acerca de asuntos religiosos, ni eliminarlas como irrelevantes. En verdad que nadie que comparta las convicciones religiosas del autor puede contemplar con indiferencia la actitud de los filósofos ilustrados franceses. Pero incluso completamente aparte de las creencias de cada cual, la actitud de los philosophes respecto de la religión tuvo sin duda importancia y significación cultural. Expresaba, en efecto, un resuelto cambio respecto del punto de vista de la cultura medieval, y representaba realmente un estadio cultural nuevo y distinto. Tenemos que recordar al mismo tiempo que en esa época somos testigos del crecimiento y de la extensión del punto de vista científico. Los filósofos franceses del siglo XVIII creyeron firmemente en el progreso, esto es, en la extensión del punto de vista científico desde la física hasta la psicología, la moralidad y la vida social del hombre. Si tendían a recusar la religión revelada, y a veces incluso cualquier religión, ello se debía en parte a su convicción de que la religión, revelada y particular o religión en general, es un enemigo del progreso intelectual y del uso claro y libre de la razón. Por supuesto que no pienso que llevaran razón. Para mí no hay una incompatibilidad intrínseca entre la religión y la ciencia. Pero mi tesis es que si nos detenemos demasiado exclusivamente ante su crítica destructiva en la esfera religiosa, iremos perdiendo de vista los objetivos positivos de los philosophes. Y entonces tendremos una visión unilateral del cuadro.

Los filósofos franceses del siglo XVIII estuvieron considerablemente influidos por el pensamiento inglés, particularmente por Locke y Newton. Hablando en general, puede decirse que estaban de acuerdo con el empirismo del primero. El ejercicio de la razón en filosofía no significaba para ellos la construcción de grandes sistemas deducidos a partir de ideas innatas o de principios primeros autoevidentes. En este sentido recusaron la metafísica especulativa del siglo anterior. Eso no quiere decir que no se interesaran por las síntesis ni que fueran pensadores puramente analíticos que sólo prestaran atención a los varios problemas y a las varias cuestiones particulares sin intentar nunca sintetizar sus varias conclusiones. Pero el hecho es que estaban convencidos de que la vía adecuada es la que lleva a los fenómenos mismos y permite aprender por observación sus leyes y sus causas. Luego podemos proceder a la síntesis, a formar principios universales y a examinar los hechos particulares a la luz de las verdades universales. Dicho de otro modo, ellos entendieron que es un error suponer la existencia de un método ideal, el método deductivo de la matemática, aplicable a todas las ramas del estudio. Buffon, por ejemplo, lo vio claramente, y sus ideas influyeron algo en Diderot.

Este planteamiento empirista del conocimiento llevó en algunos casos, como el de d’Alembert, a una posición que puede llamarse positivista. La metafísica, si por tal se entiende el estudio de la realidad transfenoménica, es la esfera de lo incognoscible. No podemos tener conocimiento cierto en ese campo, y es una pérdida de tiempo dedicarse a él. El único modo de tener una metafísica racional consiste en sintetizar los resultados de las ciencias empíricas. Y en la ciencia empírica misma no nos ocupamos de “esencias” sino de fenómenos. Es verdad que en cierto sentido hablamos también de esencias, pero se trata simplemente de las que Locke llamó esencias “nominales”. La palabra no se usa entonces en sentido metafísico.

Pero sería un grave error creer que todos los filósofos de la Ilustración Francesa fueron “positivistas”. Voltaire, por ejemplo, creía que la existencia de Dios es demostrable. Y también lo creyó Maupertuis. Pero lo que sí es cierto es que podemos descubrir una clara aproximación al positivismo en ciertos pensadores del período. Por lo cual podemos decir que la filosofía del siglo XVIII contribuyó a preparar el camino al positivismo del siglo siguiente.

Pero, al mismo tiempo, toda esa interpretación de la Ilustración Francesa es unilateral, porque resulta demasiado filosófica en cierto sentido. Tomaré el ejemplo de Condillac para ilustrar lo que quiero decir. Este filósofo estaba muy influido por Locke y se dispuso a aplicar el empirismo de Locke, tal como él lo entendía, a las facultades y las operaciones psíquicas del hombre, intentando mostrar cómo es posible explicarlas todas a base de “sensaciones trasformadas”. Condillac mismo no era precisamente lo que llamaríamos hoy positivista. Pero es indudablemente posible interpretar su Tratado de las sensaciones como un paso hacia el positivismo o un estadio del desarrollo.......................

 

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