INDICE
La influencia de De la guerra de Clausewitz en el pensamiento marxista, por Clemente Ancona
LA OBRA DE CLAUSEWITZ DE LA GUERRA. EXTRACTOS Y ACOTACIONES
Introducción, por Otto Braun
La obra de Clausewitz De la guerra, extractos y acotaciones, por Vladimir I. Lenin
Notas
APÉNDICES
I. CARTA DEL CORONEL E. RAZIN
II. RESPUESTA DEL MARISCAL STALIN
III. CARL VON CLAUSEWITZ EN SU ÉPOCA, por Ernst Engelberg
IV. De la guerra y su influencia sobre la posteridad, por Otto Korfes
Clemente Ancona
LA INFLUENCIA DE “DE LA GUERRA” DE CLAUSEWITZ EN EL PENSAMIENTO MARXISTA DE MARX A LENIN
I
Entre los teóricos del movimiento obrero, muchas veces se ha apelado, especialmente en el pasado, al nombre de Carl von Clausewitz. Engels y Marx, además de conocer y apreciar las obras de este escritor, delinearon su visión de la guerra y de los conflictos armados en general en una forma tal que aparece para una serie de cuestiones fundamentales (naturaleza de la guerra, relación guerra-política, estrategia y táctica, ofensiva y defensiva, etc.) como el desarrollo natural, en sentido materialista y dialéctico, del pensamiento clausewitziano.[1] Luego, Lenin, además de haber contribuido de manera determinante al pensamiento marxista sobre la guerra y la lucha armada, destacó, más que ningún otro, el nombre y algunas tesis fundamentales del general prusiano —dentro y fuera[2] del movimiento obrero revolucionario y, especialmente, en el período de entre guerras— al haberlo citado ampliamente en sus escritos y en sus discursos y al recomendar repetidamente a sus compañeros la lectura de la obra clausewitziana.
Según parece, en los años comprendidos entre la primera y la segunda guerra mundial, De la guerra fue uno de los textos más leídos y estudiados en las academias y en las escuelas de guerra soviéticas; y un cuaderno de extractos y de apuntes de Lenin sobre la obra póstuma clausewitziana, publicado alrededor de 1930, tuvo una gran difusión y numerosas reimpresiones. También en el movimiento obrero italiano hubo una gran admiración por Clausewitz antes, durante y después de la lucha de liberación nacional.[3]
Desde hace muchos años ya, esta admiración no se vuelve a encontrar más, al menos en la misma medida, ni en Italia ni en otro lugar. Las causas de este hecho son diversas, objetivas y subjetivas; y no es el caso examinarlas aquí en particular. Basta señalar cómo las mismas remiten a la segunda guerra mundial y a la “guerra fría”: la primera, una guerra contra un ejército cuyo estado mayor gustaba considerarse, con o sin razón, alumno de Clausewitz y había llevado a Alemania a la ruina en dos oportunidades; la segunda, una guerra durante la cual la desenfrenada propaganda antisoviética y anticomunista buscaba minimizar los méritos, teóricos y prácticos, del ejército rojo y la fulgurante victoria que había obtenido sobre la Wehrmacht, lo cual generó una reacción en sentido contrario. Entre las causas subjetivas bastará recordar una serie de ataques anticlausewitzianos producidos alrededor de 1944 [4] en la prensa militar soviética y culminada en un escrito de Stalin aparecido en Bolchevik, en la primavera de 1947, y luego rápidamente difundido en todo el movimiento comunista internacional bajo la forma de una condena definitiva (aun cuando, quizá, no quería serlo) de las teorías expuestas en De la guerra y de su autor.[5]
Finalmente, el XX Congreso del PCUS tuvo el mérito de dar a algunos estudiosos soviéticos el coraje necesario para revaluar la obra del general prusiano.[6] Lamentablemente, sin embargo, los efectos de la precedente ya veces absurda actitud anticlausewitziana, no pudiendo ser eliminados de un plumazo, siguieron haciendo sentir su influencia incluso sobre algunos de los promotores del XX Congreso.[7]
Ahora bien, si en determinado momento Clausewitz fue famoso en el movimiento obrero y ahora no lo es tanto, tendría, de por sí, escasa importancia. Sin embargo, lo cierto es que a Clausewitz, o al menos a ciertas tesis suyas, está ligada la concepción marxista y leninista de algunos problemas concernientes a la guerra y a la misma ‘‘teoría de la revolución proletaria” como teoría de la acción del proletariado tendiente a derrumbar el capitalismo e instaurar el socialismo. A lo que se agrega el hecho —de gran importancia en la historia del movimiento obrero— de que la más famosa tesis clausewitziana ("la guerra es la continuación de la política por otros medios”) fue utilizada en la crítica de Lenin a los “centristas” tipo Kautsky y Plejánov, quienes, según él, no la tenían en cuenta. Y bien, prescindir hoy de este episodio, que tuvo una serie de consecuencias teóricas y prácticas (estrategia bolchevique de la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria; estigmatización del derrumbe total de la socialdemocracia europea), ya no es posible para la teorización marxista. En fin, en la polémica actual en el seno del movimiento comunista y obrero internacional y en lo que concierne a los problemas fundamentales sobre la evitabilidad o inevitabilidad de la guerra, sobre la naturaleza de la guerra, sobre la estrategia de las fuerzas antimperialistas, etc., las tesis de Clausewitz no pueden ser ignoradas si uno quiere mantenerse en el ámbito de la teoría marxista.
Por estas y otras razones se ha considerado útil realizar la presente investigación. En particular, se ha buscado responder a un cierto número de interrogantes (¿en qué medida la obra del general prusiano influyó en el pensamiento de los dirigentes y teóricos del movimiento obrero que la examinaron y que se expresaron sobre ella? ¿Qué importancia tuvieron, y eventualmente continúan teniendo, las teorías del filósofo prusiano de la guerra?), con la esperanza de contribuir a tornar más clara, desde un ángulo teórico, la visión de algunos problemas que, hoy como ayer, se encuentra en el centro de la atención del movimiento obrero y revolucionario internacional.
II
Marx y Engels comenzaron a ocuparse de las obras de Clausewitz en oportunidad de realizar una serie de investigaciones y de estudios de carácter militar e histórico-militar, necesarios tanto —en lo inmediato— a su actividad periodística,[8] como —menos inmediatamente— a la solución de importantes problemas prácticos y teóricos.[9]
Éstos eran de tres órdenes. En primer lugar, Marx y Engels, advertidos de la importancia de los fenómenos militares en la historia, buscan conocer mejor su esencia, su historia particular, sus fundamentos. En segundo lugar, los hechos revolucionarios de 1848-1849 en Europa, además de abrir entre demócratas y fuerzas populares y socialistas una serie interminable de polémicas, pusieron! en evidencia, por un lado, la falta de preparación y de adecuación! para esas circunstancias de los dirigentes y de las fuerzas revolucionarias alemanas y europeas en general, tanto en el plano político como en las barricadas y en el campo de batalla; por otro lado, mostró cómo las luchas populares armadas, en tanto formas específicas de guerra, requieren una formación específica al respecto por parte de los dirigentes. En tercer lugar, en fin, tanto Marx como Engels, luego del fracaso de los estallidos insurreccionales alemanes de 1849, debieron responder a las acusaciones de vileza, de traición, etc., de que fueron objeto por no haber dado su apoyo a algunas iniciativas armadas de revolucionarios democrático-burgueses, y por haberlas también desalentado. A pesar de que les era fácil refutar tales acusaciones en el plano político, surgían algunas dificultades cuando la polémica se instalaba en el terreno puramente militar, habida cuenta de que muchos de sus interlocutores eran ex militares de profesión.[10]
Una especie de acuerdo[11] entre Marx y Engels respecto de la distribución de las tareas concernientes a la elaboración de la teoría de la revolución parece haber asignado al segundo el campo de la acción militar y de la acción revolucionaria armada. A pesar de ello, Marx seguía de cerca el desarrollo de los estudios militares de Engels, participando de ellos casi en la misma medida en la que éste, inversamente, participaba a su vez de sus estudios de economía política.
En lo que concierne a Clausewitz en particular, es muy probable que al menos la fama de su obra principal, De la guerra, haya llegado a Marx y a Engels alrededor de 1848, si no antes;[12] en efecto, en aquellos años Clausewitz comenzaba a convertirse en el ídolo de la escuela militar prusiana, y Marx y Engels debieron, ciertamente, haber oído hablar con entusiasmo de él a oficiales o ex oficiales —como por ejemplo a su amigo Weydemeyer— salidos de aquella escuela y que frecuentaban la redacción de la Neue Rheinische Zeitung o se afiliaban a la Liga de los Comunistas. El nombre del teórico militar prusiano aparece por primera vez en los escritos de Engels en una carta que dirigió a su amigo Joseph Weydemeyer,[13] quien en 1848 se pasó al bando de los insurrectos y luego, emigrado a América, en la década del sesenta toma parte en la guerra de Secesión en las filas del ejército norteño con el grado de coronel.[14] Al mismo amigo, un par de años después, Engels expresaba su primer juicio sobre las obras del general prusiano: “En definitiva, Jomini es el mejor historiador (de las campañas napoleónicas) y, no obstante algunas cosas excelentes, el genio innato que es Clausewitz no me gusta del todo.”[15] En 1855, Engels, en un artículo que describía al ejército prusiano (aparecido en el Putnam’s Monthly), afirmaba: “En su campo Clausewitz junto con Jomini pertenece a los clásicos de todo el mundo.”[16] En 1858, en una carta a Marx escribe: “Ahora leo entre otras cosa lo que escribió Clausewitz sobre la guerra. Extraño modo de filosofar, pero en la sustancia es óptimo.”[17] Finalmente, en la introducción a un folleto de Borkheim aparecido en 1888, Engels define a Clausewitz como una “estrella de primera magnitud”.[18] En cuanto a Marx, comparte el parecer de su amigo sobre Clausewitz; y en tal sentido escribe: “El tipo tiene un common sense que linda con la inteligencia.’’[19] En otros pasajes de sus obras, Marx y Engels citan a Clausewitz ya sea para retomar sus tesis o para dar mayor peso y autoridad a las suyas propias cuando se trata de cuestiones concernientes a la guerra.
En un artículo de 1859 aparecido en el New York Daily Tribune, Marx demuestra tener conocimiento no sólo de la obra teórica mayor de Clausewitz sino también del trabajo histórico menor que realizó sobre la campaña de Bonaparte en Italia en 1796:
“En una parte de su obra sobre la campaña de Italia de 1796-1797 —escribe— Clausewitz observa que, después de todo, la guerra no es un asunto tan espectacular como la gente tiende a representárselo, y que victorias y derrotas, contempladas con el ojo de la ciencia, aparecen de manera inversa respecto a su imagen reflejada en los cerebros de los politiqueros de escritorio. Comparto esta verdad.”[20]
En otro artículo, aparecido a su vez en el Das Volk pocas semanas después que el anterior, Marx cita otro escrito menor del teórico prusiano: “El general Clausewitz, en un escrito sobre la guerra austro-francesa de 1799, observa que Austria fue derrotada porque su plan de batalla, tanto estratégico como táctico, no estaba fundado en el logro efectivo de la victoria, sino, sobre todo, en usufructuar la victoria que preveían. Rodear al enemigo sobre sus dos alas, apretar el cerco, destruir su ejército en los puntos más lejanos para impedir todo escondite al enemigo batido en la fantasía: estas y similares medidas para la explotación de la imaginaria victoria fueron siempre los medios prácticos para hacer más segura la derrota. Lo mismo que se dijo respecto a la conducción de la guerra por parte de Austria se puede decir de la diplomacia prusiana.”[21] Engels, a su vez, comentando en una carta a Marx la batalla de Corinth, librada durante la guerra de Secesión americana, recuerda al amigo:
“Como dice Clausewitz, la batalla arde lentamente como pólvora húmeda, agota a ambas partes y al final las ventajas positivas arrancadas combatiendo por la parte; victoriosa son más de naturaleza moral que material.”[22]
Aún más, la tesis sostenida por Engels en el famoso folleto Niza, Savoya y Rin es reforzada por otra, articulada a una cita de Clausewitz
“[...] si ya Clausewitz (De la guerra. Libro vi, cap. 23) se burlaba porque en 1814 una armada de 200 000 hombres, en vez de marchar directamente sobre París se dejó inducir por las fantasías de una teoría insensata e hizo el trayecto a través de Suiza [...] ¿qué debería decir entonces de aquellos planes de guerra que quisieron dirigir el ataque principal contra París a través de la alta Italia y Savoya o, sin más, a través de Niza? Todo ataque a través de Savoya presenta desventajas decisivas en el enfrentamiento con respecto al Rin [...]. También por esto, en la campaña de 1814 las tropas que entraron a Francia a través de Italia cumplieron un papel tan pequeño”.[23]
Marx y Engels tuvieron oportunidad de formarse una notable cultura en el campo militar. Sus lecturas y sus estudios teóricos e históricos no se limitaron, ciertamente, a las obras del general prusiano sino que se extendieron desde los mayores hasta los menores teóricos e historiadores del arte de la guerra, franceses, ingleses, alemanes, rusos, austríacos, italianos, desde Maquiavelo hasta Montecuccoli, desde Jomini hasta Chahrmützel, desde Suvorov hasta von Hofstetter y hasta Barclay de Tolly, desde Willisen hasta Küntzel y hasta Napier. Fue Engels, en particular, el qué profundizó notablemente sus conocimientos también en el plano propiamente técnico, y operativo; prueba de ello son sus numerosísimos escritos sobre la historia del ejército en general, sobre cada uno de los ejércitos europeos, sobre la historia de la Carabina, sobre las diferentes guerras contemporáneas, sobre la caballería, la artillería, la ofensiva, el combate, etc., etcétera.[24]
Por lo tanto, podemos afirmar que las obras de Clausewitz fueron una de las fuentes, entre otras, del pensamiento militar engelsiano y marxiano.
Sin embargo, es convicción bastante difundida que la obra de Clausewitz fue la fuente principal del pensamiento militar engelsiano[25] y hay quien afirmó incluso que todos los criterios de acción política y revolucionaria elaborados por Engels y por Marx estuvieron inspirados en tal obra.[26] Si bien esta segunda opinión aparece claramente desproporcionada, tampoco la primera puede ser fácilmente demostrada en el plano histórico.
Intentar establecer si las relaciones...................