original

 

FORMAS DE COORDINACION ENTRE LA LUCHA ARMADA Y LA LUCHA POLITICA

 

Si hasta ahora hemos visto, separadamente, la forma que ha de tomar, por una parte, la lucha política y, por otra, la lucha armada, vamos a intentar precisar, en este último parte, qué relación tiene que establecerse entre ambas formas de lucha y, consecuentemente, entre las organizaciones que las protagoniza. Con ello intentaremos clarificar además cuál ha de ser, en nuestra opinión el papel futuro de ETA y qué pasos han de darse para llevarlo a cabo.

Al referirnos al papel de la lucha armada hemos señalado cómo esto ha de tener en todo momento en cuenta el nivel de desarrollo de la lucha de masas, tendiendo a complementarlo y aumentarlo. El problema que se plantea entonces es doble: ¿Cómo influye la lucha de masas sobre la lucha armada? y ¿de qué modo es capaz el grupo armado de analizar correctamente la situación de la lucha de masas?

La solución ideal es muy simple; dado que ambas formas de lucha no son sino eso precisamente, dos formas distintas de uno mismo lucha, la lucha de las clases explotadas y los pueblos oprimidos contra las clases y estados dominantes, tienen que ir profundamente unidos y estrechamente coordinados a todos los niveles: Una misma organización será la encargada de llevarlos a cabo y, si es posible, unos mismos militantes han de desarrollarlos simultáneamente.

La palabra "político-militar” quiere decir precisamente esto: La identidad en el fondo entre ambas formas de lucha y entre quienes la practican; así una organización político-militar será aquella que simultanea ambas formas de lucha; un militante político-militar, quien, personalmente interviene o es capaz de intervenir en los dos, etc... Por oposición a lo político-militar se entenderían las desviaciones "militarista" o "liquidacionista" (de la lucha armada) que tenderían a menospreciar o sobrevalorar una u otra forma de lucha, respectivamente.

Sucede sin embargo que, aunque ambos métodos son en el fondo una misma lucha, estamos lejos de afirmar con ello que sean idénticos o que sus ritmos de desarrollo sean los mismos. La lucha política sigue procesos de desarrollo relativamente lentos, cada uno de los acontecimientos que la jalonan no son capaces de alterar, por sí mismos, el ritmo total; como tal tiene una estabilidad grande y por ello las desviaciones que se producen no son corregibles sino con grandes esfuerzos; las incidencias individuales son relativamente poco importantes. Inversamente la lucha armada tiene un ritmo de desarrollo mucho más rápido, que a veces puede hacerse incontenible, pero que con la misma facilidad puede detenerse por completo; la incidencia de cada operación aislada sobre el conjunto es mucho mayor que en el caso anterior; los desviacionismos son más propensos a aparecer pero también más posibles de atajar. Existen otros factores que los diferencian: la represión, o respuesta de las clases dominantes, es muy diferente, y mucho mayor en el caso de la lucha militar; la conciencia de las masas no se acerca a ellos de la misma forma; su propia metodología de trabajo tiene sensibles diferencias: así un buen luchador político puede no ser buen militar e inversamente, un buen militar puede no estar capacitado para ser líder político.

De todo lo anterior podemos decir que, si bien por una parte hay factores, fundamentalmente de tipo político, que tienden a mantener la lucha armada lo más cercana posible de la lucha de masas, existen otros de tipo de eficacia técnica y de defensa frente a la represión, que tienden a aumentar la autonomía de la lucha armada. La solución concreta que en cada momento se dé a ese problema no podrá venir sino de un equilibrio entre ambos factores. Habrá que distinguir, por lo tanto, entre “metodología político-militar” que significa una metodología de trabajo en la que se busca la coordinación e interrelación constante entre la lucha de masas y la lucha armada y “organizaciones político-militar” y “estructura político-militar” que implican una forma concreta de hacer efectiva esa metodología lo mismo que habrá que distinguir entre el principio metodológico de la división técnica del trabajo y de la seguridad —cosas a tener en cuenta absolutamente siempre— y tal o cual forma de aplicarlo.

Para clarificar más este tema será interesante echar un repaso breve a nuestra experiencia en este campo.

ETA ha sido una organización que ha tratado siempre de poner en práctica y tener en cuenta los dos principios a que nos hemos referido: el de mantener constantemente en una coordinación e interrelación mutua ambas formas de lucha y el respetar al mismo tiempo, por razones técnicas y de seguridad, una cierta autonomía en su funcionamiento. Sin embargo y a pesar de las diferentes soluciones que se han dado a este problema, hasta la escisión de los militares, de Octubre del 74, existía un principio fundamental: la organización que había de protagonizar y dirigir ambas luchas era la misma ETA. Consecuentemente, ETA era una organización político-militar (en tanto que simultaneaba ambas formas de lucha, y a pesar de que ese nombre no empezaba a utilizarse hasta después de dicha escisión).

Lo razón de dicha opción es sencillo: lo lucha ornado y la lucha política, métodos ambos de uno mismo lucho, lo lucha de clases —es en el caso de Euskadi con un contenido específico nocional— debían no solo complementarse en todo momento, sino seguir un desarrollo paralelo perecido o todos los niveles, aumentando progresivamente su influencia y extendiéndolo o sectores crecientes de lo población de una forma similar y paralela.

Este esquema ero un producto lógico de lo estrategia de acción-represión —aumentos de concienciación— y presuponía un avance lineal del nivel de lucha en Euskadi en todos los campos de éste.

El carácter diferente de ambas luchas se plasmaba por su parte en dos frentes: Existían aquí unos estructures organizativas distintas, en el seno de una misma organización y bajo una misma —al menos en teoría— dirección, encargados de responder, cado una por su porte a la especial problemática del campo al que pretendían llegar.

Todos conocemos las consecuencias de la experiencia frentista: falta de coordinación real entre ambas formas de lucha, falta, en consecuencia una verdadera dirección unificada y existencia, en la realidad de dos organizaciones con estructuras y, sobre todo con concepciones políticos y mentalidades militantes distintas.

La escisión de octubre del 74, escisión fraguada a partir de la primera parte del VI Biltzar Nagusi, representa las dos posibilidades de solución al problema. Por una parte se tomaba el hecho de la separación en frentes y se llevaba a sus últimas consecuencias: Puesto que existen dos frentes que, en realidad son dos organizaciones separadas, reconozcamos el hecho y desdoblemos ETA en dos organizaciones. Por otra, se partía de la falta de coordinación real entre la lucha de masas y la lucha armada para afirmar que, puesto que los frentes se revelaban como incapaces para alcanzarle había que buscar formas organizativas que implicaran una coordinación más estrecha: en consecuencia se liquidan los frentes como estructuras autónomas para pasar a constituir una única estructura político-militar, dejando la compartimentación y división de trabajo dentro de la propia zona.

 

No vamos analizar muy detalladamente el desarrollo de la opción propuesta por los militares. Bastará decir que, a pesar de ser la misma que lo que, de una forma global, proponemos nosotros, su falta de definición en primer momento, y en general, su insuficiencia de preocupación por la construcción prácticade la organización política han hecho que de no haber sido nosotros, ETA político-militar, quienes hemos asumido el definir una línea política coherente de izquierda abertzale, con nuestras vacilaciones e insuficiencias por supuesto, poco o nada se hubiese avanzado a este nivel —como ellos mismo han reconocido—.

 Vayamos pues directamente a analizar los resultados de nuestra experiencia d estructura político-militar:

A lo largo de las páginas de este trabajo, y sobre todo en los primeros capítulos de la primera parte, la referente al Partido, hemos dado nuestra explicación a la crisis que se le planta hoy a la organización desde un punto de vista político. Decíamos allí, y retomaremos esto más adelante, que la acción combinada político y militar de ETA había creado unas condiciones nuevas en Euskadi, condiciones en las que, a causa de la crisis provocada en el régimen, el desarrollo político y, en general, de la lucha de masas, había sido muy alto, mientras que la lucha armada más duramente golpeada y controlada por la represión se había visto imposibilitada de aumentar paralelamente su nivel. Según esto el desarrollo de ETA político-militar conducirá, por su propia dinámica, al abandono de una estructura que resultaba inadecuada a las propias situaciones que había contribuido a creas.

Según esto, y a pesar de considerar el modelo organizativo político-militar como el ideal, proponíamos para este momento, el desdoblamiento de ETA en Partido político y una organización estrictamente militar.

Todo ello partía de que se consideraba que la estructura político-militar era, tal como lo defendíamos la que mejor garantizaba esa coordinación entre la lucha armada y lucha de masas que se veía esencial.

 

Pues bien, un análisis detallado de los últimos meses de actuación de ETA (p-m) nos demuestra que no ha sido así, que esa coordinación no ha sido mayor que en otros momentos de la historia de ETA y que, sobre todo la estructura político-militar, en su evolución, ha ido tendiendo a convertirse de nuevo en uno estructura de frentes.

 

Decimos bien "estructura de frentes" y no"desviaciones frentistas". Y vamos a explicarnos; lo esencial de la estructura político-militar ha reposado, al menos para quienes con mayor ahínco la hemos defendido, en el aparato de zona político-militar. Dentro de cada zona existía una división del trabajo y compartimentación, por razones técnicas y de seguridad, pero todo, la estructuración de la zona se unificaba bajo la dirección del responsable político-militar, pieza fundamental en la garantía de esa coordinación. Junto al aparato de zona existían una serie de aparatos especializados, destacando como los más importantes el de comandos especiales encargados de las operaciones de envergadura Y lo oficina-política «responsable de una serie de funciones políticas que sobrepasaban el ámbito de la zona: Publicaciones, relaciones con otros grupos, militando en organizaciones de masas, etc. ...

Lo que ha sucedido, en nuestra opinión —aunque creemos que la realidad de los hechos le dé un carácter de constatación objetiva—, es que ese principio fundamental de la estructura político-militar no se ha mantenido. Lo que ha sucedido ha sido lo siguiente: Si el aparato político-militar de la zona era la base de la estructura, las funciones militares dentro de él correspondían al aparato militar legal, los comandos legales, agrupados bajo la responsabilidad del ayudante militar y, a través de él, del responsable de zona. Los comandos legales se configurarían así como los comandos “normales” en comparación con los comandos “especiales”, encargados los primeros de las tareas militares más fundamentales y de las operaciones menos complicadas (paro no por ello menos importantes), y los segundos —como su propio nombre lo indicaba— de los de mayor complejidad o envergadura.

Pues bien, esto no ha sucedido así. Por una serie de razones, la principal de las cuales ha sido la propia inestabilidad del aparato militar legal, cuyos comandos, al quemarse, pasaban al aparato especial, la evolución ha hecho que la organización fuera bipolarizándose. De un lado el aparato, oficialmente político-militar, ha ido tendiendo a ser casi exclusivamente aparato político (ha contado en ello también, sin duda, la poca actividad desplegada a nivel de acciones de apoyo a la lucha de masas, campo natural de intervención de los comandos legales), y de otro, comandos especiales nutriéndose constantemente de militares provenientes de comandos legales, ha ido aumentando su calibre y su estructuración,  configurándose como el único aparato militar realmente existente o al menos con poder de intervención. Podría haber sucedido algo parecido con la oficina política respecto al trabajo político, pero de hecho no ha sucedido así. Lo oficina política, se ha mantenido como una estructura especializada con un número muy reducido de militantes, y desempeñando trabajos concretos. Lo que si es cierto es que, a pesar de no crecer como aparato, esa bipolarización le ha llevado a situarse más cerca del aparato de zona convertido de hecho en aparato político, y actuar como asesores de él.

Insistíamos más arriba en que se volvía o uno "estructura de frentes y que no estábamos hablando de "desviaciones frentistas". Queremos aclarar esto para evitar cualquier posible mala interpretación de lo que decimos. Concretamente no queremos decir en absoluto que comandos especiales, llevados de un posible militarismo, haya querido copar y tener bajo su mando al aparato militar de zona y a reconstruir el antiguofrente militar, sino que lo dinámico del propio aparato de zona, la de toda la organización y la evolución política global en Euskadi nos ha ...............................................

 

Ver el documento completo en       original