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INTRODUCCION

 

La resonancia de un nombre obsesiona el espíritu de todos los ambientes y de todas las clases y, para muchos, reemplaza la prueba racional o el artículo de fe: Karl Marx. Disponemos hoy día de algunas biografías de Marx: pero tan sólo dan retratos fragmentarios, descripciones del hombre y del luchador político, sin arrojar luz sobre los caminos de su pensamiento[1]Escribir una verdadera "biografía intelectual" de Karl Marx es difícil, casi imposible, en ausencia de una edición integral y científica de sus obras.[2]

En consecuencia, y pese a la gloría tumultuosa que rodea su nombre, Marx sigue siendo un autor mal conocido. Ignorado en vida, idolatrado después de su muerte, su genio no ha encontrado aún el intérprete crítico que le rinda justicia. Su obra fue ante todo una extraordinaria aventura espiritual, vivida bajo la presión incesante de la miseria material, sin la posibilidad de proseguir de modo continuo y día tras día la empresa teórica que el autor se fijara desde los veinticinco años.[3]

Marx, hombre de inteligencia y superioridad entre todos los hombres del siglo xix, el iniciador del movimiento social más grande de nuestro tiempo, el liquidador teórico de toda una civilización, tiene con qué seducir al biógrafo, pero también con qué intrigarlo por la fuerza mítica de su personalidad. Pero es en realidad por el hecho de que su nombre y su pensamiento están tan íntimamente mezclados con los desórdenes sociales y políticos del siglo xx, que la tarea del crítico se revela particularmente ardua; a lo cual se agrega el obstáculo opuesto por la personalidad misma de Marx: su odio por la ostentación y la efusión individual —el pathos de la distancia, diría Nietzsche— torna vana toda autopsia de su vida íntima.

Por poco que uno examine, al detalle la carrera literaria de Marx, se vislumbra su trasfondo trágico: dedicó cuarenta años al servicio del movimiento obrero; no pudo consagrarle más que quince de actividad científica creadora. Además, deben incluirse los años de formación y estudio de su estada en Berlín.

En efecto, el período más largo y feliz de esta carrera fue el de sus estudios académicos, seguido por los años de preparación filosófica e histórica en Kreuznach, París y bruselas, un total de ocho años que van de 1840 a 1847. Importantes trabajos fueron el fruto de esta época: la tesis de doctorado sobre Demócrito y Epicuro (1841), una crítica inédita de la filosofía política de Hegel (1843) , las magistrales contribuciones a los Anales franco-alemanes (1844) , la primera crítica de la economía política, redactada en París en 1844 y que no será publicada sino en 1932, La Sagrada Familia, obra de sátira y crítica filosófica al mismo tiempo (1845) , La ideología alemana, voluminoso manuscrito redactado con el concurso de Engels (1845-1846), la Miseria de la filosofía, estudio de sociología económica (1847) , y finalmente El manifiesto comunista, coronamiento de una actividad intelectual ininterrumpida a la que no rozaba aún el espectro de la miseria.

Marx nunca más volverá a hallar la calma y el ocio de los que pudo gozar durante esta primera etapa de su carrera de escritor. Su vida en Londres, a partir de 1850, fue un largo calvario en un exilio sin retorno. La miseria, la enfermedad y el periodismo le robaron lo mejor de su tiempo; sólo quitándole horas al sueño y al trabajo a que obliga el sustento diario, pudo trabajar con intermitencias en su obra científica: los cuatro libros de El capital, escritos entre 1861 y 1867, no pudieron ser terminados por su autor, que no publicó sino el primero de ellos. No obstante, la lentitud con la que redactó su obra maestra no se debe sólo a causas externas. Autor exigente y de ejemplar rigor intelectual, Marx se aplicaba a consolidar y depurar su estilo, haciendo de esto un continuo ejercicio; lector insaciable, desde muy joven había adoptado la costumbre de hacer extractos de obras de un modo tan asiduo y preciso que sus cuadernos permiten medir el campo de sus investigaciones.[4]No obstante, los materiales acumulados para construir la obra proyectada no pudieron servir según lo había decidido el autor y aquí reside sin duda la involuntaria y trágica, debilidad de una carrera intelectual en la que todo estaba hecho para no ser tomado de improviso.

Es posible hacerse una idea de este poder de trabajo considerando la enorme masa de manuscritos y materiales documentales que dejó y que Engels, Mehring, Kautsky y Riazanov no pudieron terminar de publicar.[5]Ello no quita que este monumento literario diste de constituir una obra definitiva. Marx tenía plena conciencia de esto ya que en 1880, poco antes de su muerte, interrogado sobre una eventual publicación de sus obras completas, declara secamente: "Esas obras, primero habría que escribirlas."[6]

Tal fue la ambiciosa empresa espiritual de un pensador a quien las circunstancias tanto como su propia vocación de luchador impidieron dar toda la medida de su genio. Resulta entonces fácil comprender que una biografía integral no puede ser tarea cómoda. Y así pueden explicarse las reiteradas tentativas, sea de trazar paso a paso una etapa de la vida intelectual de Marx, o de presentar sin ocuparse de la cronología tal o cual tema fundamental de su enseñanza.[7]

Pese a la importancia a veces decisiva de esas tentativas de captar un pensamiento tan universal y determinar sobre una tan ejemplar elaboración los alcances de una ciencia de la sociedad todavía en sus comienzos, ¿puede decirse que se haya tenido éxito en semejante proyecto? Esto casi no es posible, y por dos clases de razones que enseguida mencionaremos; en general, los puntos de vista han sido formulados por especialistas; la obra de Marx, como lo liemos mostrado, no se presta a un estudio profundo sino sólo después de la publicación de sus escritos póstumos.

En primer lugar está el hecho de haberse encarado a Marx desde un solo Indo,y de haberse aislado en él de modo deliberado al economista, como se ha separado también al filósofo o al historiador. Sobre este primer aspecto, por ejemplo, se sabe o se ignora que El capital era uno de los seis libros que Marx tenía proyectados y que los seis estaban destinados a integrar un conjuntomás vasto en el que esperaba abarcar "la crítica del derecho, de lamoral, de la política, etcétera. . . " [8]Aunque estas intenciones son mencionadas al azar en otros escritos de Marx, apenas si aparecen en la forma abreviada de verdades que se enuncian cuando la falta de tiempo no permite limarlas y explicitarlas: pues el periodismo acaparará el tiempo de Marx, y la miseria, sus fuerzas, de modo que no pudo dar en toda su capacidad, ni escribir toda su obra.

En rigor, sería injusto reprochar a los especialistas que le hagan un lugar —primordial, para algunos— en aquellas disciplinas en las que impusiera sus puntos de vista con tanta pasión como maestría. Pero semejantes especializaciones justamente hacen olvidar que Marx se definió respecto de y contra todo espíritu particularista. No fueron ni la filosofía ni la economía, ni tampoco la historia, las que solicitaron en primer término su atención. Por nuestra parte, hemos querido señalar en él, ante todo, el plan más general de una crítica activa del estado social, basada en los conocimientos humanos, cualesquiera que éstos sean.

Por lo que es inútil buscar el espíritu de esta crítica si no es por una visión de conjunto de su pensamiento, contentarse, por ejemplo, con una de sus tesis sin preocuparse por saber cómo llegó hasta ella, el sentido que pronto le dio al volverla a tomar en varios momentos de su existencia. El estudiode la obra completa de Marx desafía al lector a saber en qué materia se lo puede considerar como un especialista. Porque la crítica social —su designio general— sólo puede entenderse si se la fundamenta en el conjunto de los conocimientos humanos; por lo demás, ¿acaso el mismo Marx no denuncia la división del trabajo como el mal de los males en el seno de la sociedad y por ende de la ciencia? No debe bastar, pues, detallar su pensamiento y afectar tal fragmento de sus escritos a un propósito particularizado o, como él mismo decía, alienado, fetichizado.

Por doquier advertimos, además de las deformaciones en parte justificables de las interpretaciones especializadas, que los textos a los que se hace casi exclusivamente referencia no son sino fórmulas separadas de un vasto argumento de conjunto. Si Marx ha logrado abreviar en un aforismo una sumade reflexiones, no por esto el lector está dispensado de rehacer el largo camino que conduce a esa ingeniosa concisión: suponer lo contrario implicaría hacer pasar la definición antes que la elaboración, tomar lo conciso por ambiguo y susceptible de múltiples interpretaciones, a menos que acredite la celosa y perentoria autoridad de la palabra pronunciada. Una vastaliteratura sociológica, influida en diversos grados por el pensamiento marxista,atestigua una cierta actitud común de los intérpretes de Karl Marx: no retener de la obra sino algunas fórmulas, a veces aisladas de su contexto más inmediato, separadas siempre del espíritu de conjunto y de la voluntad primordial de unidad que se halla en el corazón mismo de este pensamiento particularmente homogéneo. Y es así como se ha descendido del aforismo —supremo esfuerzo del pensamiento cuyo compendio se destaca con toda conciencia y conocimiento de causa, como si se volviera sobre esa larga ascensión intelectual para abarcarla de un solo vistazo— al clisé repetido sin cesar, citado hasta el infinito, sin memoria del trabajo que lo elevó a la categoría de evidencia, y muy pronto erigido en monumento votivo de la arbitrariedad ideológica.

No obstante, debe señalarse, en descargo de más de un investigador serio, que el estudio verdadero y por lo tanto el conocimiento de su pensamiento sólo fue posible desde hace poco tiempo, a saber, después de la publicación de la edición MEGA y de los escritos políticos y periodísticos, y de la divulgación de documentos de carácter biográfico: en suma, desde que existe una "marxología" preocupada por conocer las fuentes de la obra tanto como sus realizaciones, sin olvidar las intenciones anunciadas que no pudieron ser llevadas a la práctica.

Las tentativas citadas más arriba son por fuerza desiguales, puesto que se han sucedido durante más de cincuenta años y, en este lapso, el conocimiento de la obra de Marx progresa gracias a las publicaciones póstumas. Es cierto que los críticos que escribían antes de 1927 tuvieron una tarea delicada: se concibe la dificultad de explicar un pensamiento cuya parte principal radicaba en un cierto número de tesis repetidas con frecuencia, sin una verdadera estructura lógica, para no hablar de la ignorancia de sus fuentes; o bien, comentarlas a partir de Engels, quien fue a menudo tan sólo un intérprete entre otros. Comentadores y críticos recurrían entonces a su intuición antes que a un análisis sistemático de los textos marxistas.[9]

En momentos en que la sociología intenta constituirse como una nueva disciplina científica, un mejor conocimiento de la obra de Marx permitirá acceder a una conciencia más clara sobre las tareas de una ciencia de la sociedad llamada a remediar el carácter absurdo de los males sociales en la era de la técnica.

La ausencia de una edición integral de sus obras puede excusar, aun en nuestros días, la actitud que señalamos. En lo que nos concierne, hemos sido estimulados por la necesidad de buscar sus obras en los lugares y en el estado en que se hallan, sean esparcidas en diversas ediciones de valor muy desigual, o bien distribuidas en bibliotecas en las que a veces sólo se encuentra la primera edición, o aun el simple manuscrito. Entregados a esa búsqueda, teníamos la ambición de evitar el peligro citado más arriba y de seguir, con tanta minuciosidad como fuera posible, el camino intelectual de Karl Marx. Nos ha parecido que esta reconstitución de su pensamiento sociológico y ético, cuyos elementos se hallan dispersos en obras de diferente género y desigual importancia, sólo sería posible si procedíamos a la inversa de los estilos recibidos. No venía al caso comentar tales o cuales tesis vulgarizadas, sino reinstalarlas en un conjunto intelectual, de suerte que fuera la obra la que las esclareciera y no que aquéllas resumieran ésta.

Algunas palabras que precisen el método seguido en este trabajo permitirán captar su intención de fondo sin riesgos de equívocos, En lugar de limitarnos a hacer la exégesis de algunos aforismos, sobre los que se ha construido el comúnmente llamado "materialismo histórico" y que vinieron a ser los clisés de interminables controversias, hemos preferido seguir lo que el mismo Marx, modesto, denominara el "hilo conductor" de su investigación, a través de aquellos escritos que tienen un alcance sociológico y ético, esperando encontrar al término de esta empresa toda la fisonomía original de su obra.

Esta manera de abordar el tema nos ha obligado a tomar en cuenta lomenos posible la interpretación ideológica y la utilización política a las que la enseñanza marxista ha dado lugar desde diferentes perspectivas. Por encima de toda otra cosa intentamos tomar lección de Marx, y salvo raras excepciones nos abstenemos de polemizar con tal o cual paladín del verbo marxista.

Este procedimiento puede dar la impresión de ser apologético; sin embargo,lejos de agregar otro "marxismo" a los ya existentes, intentamos proponer una nueva lectura de la obra, en cuyo transcurso no se perderántic vista en ningún instante las implicaciones éticas de un pensamiento que no se presta a las clasificaciones habituales y cuya virtud escapa en su esencia a una completa dilucidación racional. Pese a su reputación —o talvez a causa de ella— Marx necesita ser rehabilitado. Ya se han hecho varios esfuerzos en este sentido y por nuestra parte esperamos colaborar en esa rehabilitación rechazando las apologías que niegan a este pensador un derecho primordial: el de poner de manifiesto un cierto rostro espiritual y las motivaciones profundas de su obra.

Esas motivaciones serían aun más evidentes a la luz de un examen de la carrerapolítica de Marx; no obstante, hemos optado por descartar todo aquello que no interesa de un modo directo al tema propuesto. Un segundo trabajo será consagrado a este análisis.

 

Parte 1

DEL LIBERALISMO AL SOCIALISMO

 

Capítulo I

UNA VOCACION

 

 

EPOCA Y MEDIO

 

Como toda obra del espíritu, también la de Marx hunde sus raíces en la vida social e intelectual de su época y de su medio. Ella lleva su sello indeleble, pero además contiene las grandes líneas de un futuro que puede advertirse en la imagen que el genio anticipador de Marx le diera.

Su pensamiento se formó en los años cuarenta del siglo pasado en una región que, de todas las regiones del imperio alemán, era la más apta para convertirse en el crisol de las nuevas ideas sociales que se expandían por entoncesen Europa occidental y particularmente en Francia. En efecto, la Renania, tierra natal de Marx, por su situación geográfica se prestaba para serel lugar de encuentro de las corrientes intelectuales provenientes de Francia e Inglaterra; de ahí su ascendiente sobre el resto de Alemania.[10]

Si se quiere caracterizar el clima social de esta Europa y en especial de las provincias renanas, es necesario evocar un fenómeno que los autores francesesy alemanes de la época no titubearon en considerar como una fatalidad de la civilización moderna: el pauperismo.[11]Con este término designaban la miseria colectiva que azotaba amplios sectores urbanos y rurales, víctimas de la crisis de crecimiento del capitalismo industrial y de las transformaciones estructurales que ésta hacía padecer a los países europeos apenas repuestos de las guerras napoleónicas.[12]¿Qué tiene de sorprendente, entonces, que la Revolución de Julio apareciera ante los espíritus hambrientos de justicia social como el anuncio del Juicio Final?

Goethe, sin embargo, quien trabajaba en su segundo Fausto, acogió con total indiferencia los acontecimientos de París. Absorbido por su obra poética yno obstante haber tenido el presentimiento de los próximos estallidos, se rehusaba a abrir el Temps y el Globe a los que estaba suscripto. Cuando su amigo Eckermann corrió hasta la morada del poeta alarmado por las noticias parisienses, fue recibido con estas palabras: "Y bien, ¿qué piensa usted de este gran acontecimiento? ¡El volcán acaba de entrar en erupción, todo está en llamas, y ya no es más un debate a puertas cerradas!" [13]Para su sorpresa, Eckermann supo que el suceso que Goethe exaltaba no era la revolución, sino el debate que había enfrentado a Cuvier y a Geoffroy Saint-Hilaire en la Academia de Ciencias durante la sesión del 19 de julio: a los ojos del poeta y naturalista, el conocimiento sintético de la naturaleza triunfaba sobre el método analítico.

Algunos meses después, Goethe anula su suscripción al Globe, el cual, ya convertido en diario político, le resultaba chocante por su tono revolucionario. En una conversación mantenida en esas circunstancias con Eckermann, criticaba y rechazaba la doctrina saint-simoniana según la cual la felicidad individual no puede alcanzarse sin la actividad y el esfuerzo en favor de la felicidad de todos. "Si cada uno hace individualmente su deber y actúa con honestidad y valentía en la esfera exclusiva de su ocupación, es indudable que el bien del conjunto quedará asegurado. En mi profesión de escritor jamás pregunté qué desea la gran masa y cómo podría hacerme útil al conjunto de los hombres. Por lo contrario, siempre me he esforzado por ser yo mismo más racional y mejor, por profundizar en mi personalidad, por no decir jamás otra cosa que aquello que yo mismo hubiera reconocido como bueno y verdadero."[14]

Estas palabras del octogenario Goethe dejan percibir, al menos en Alemania, un clima espiritual que pronto habría de desaparecer. Las nuevas generaciones, con diferentes aspiraciones intelectuales y morales, harán suya una ética que también marcará la carrera literaria y política de Marx.

 

 

 

 

[1]Esto vale para las mejores de ellas, y en especial para las siguientes:

Merecen estar en primer plano los trabajos marxológicos de D . Riazanov , cuya enumeración sería demasiado extensa. Limitémonos a señalar los ensayos publicados en diversas épocas en la Neue Zeit y los materiales bio-bibliográficos recogidos en Olcherki po istorii marksizma, Moscú, 1928. La Cronología de la vida de Karl Marx, publicada en alemán en Moscú (1935) pudo realizarse gracias a los archivos compilados por Riazanov antes de su destitución como director del Instituto Marx-Engels (1931).

Primera en el orden cronológico, la biografía de Marx por J. Spargo (Karl Marx: His life and works, Nueva York, 1910; trad. alemana, Leipzig, 1912) debió sufrir las criticas severas de Riazanov y de Mehring. Este último sigue siendo hasta ese momento el biógrafo más autorizado de Marx, pese a que se haya rehusado a considerar su libro como historia de la obra, titulándolo modestamente: Karl Marx -Geschichte seities Lebens (1ª edición, 1918; 5ª, Leipzig, 1933) [hay trad. cast.]

El trabajo de O. Ruehle, Karl Marx -Leben und Werk (1928), muestra las huellas de la manía psicoanalítica de su autor. K. Vorlaender, Karl Marx Sein Leben und sein Werk ( 1 9 2 9 ) analiza el alcance filosófico del pensamiento marxista.

La obra de B. Nicolaevski y O. Maenchen-Helfen, Karl Marx, París, 1937, completa con éxito el retrato del hombre político trazado por las biografías precedentes.

Recordemos que la idea de una biografía de Marx, como es natural, estuvo presente en Engels, heredero del legado espiritual de su amigo, poco después de la muerte de éste. Cf. la correspondencia de Engels a Becker, 22 de mayo de 1883, en Vergessene Briefe, Berlín, 1920. Más afortunado que Marx, Engels encontró en la persona de Gustav Mayer un biógrafo sumamente capaz. Cf. G. Mayer, Friedrich Engels, La Haya, 1934, 2ª edición.

Entre los textos menores conviene citar: E. H. Carr, Karl Marx A Study in Fanaticism (1934); I. Berlin, Karl Marx-His Life and environment (1939).

Descartamos en forma deliberada toda mención de obras de carácter hagiográfico o de denigramiento sistemático.

[2]Todas las obras que se han citado son anteriores a la aparición sea de los diversos volúmenes de la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA) , o de las publicaciones dispersas realizadas por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú a partir de 1936. Los doce volúmenes de la MEGA, aparecidos entre 1926 y 1935, contienen la obra de Marx y Engels anterior a 1849, y la correspondencia de ambos. En momentos en que terminamos el presente trabajo (1957) , ningún otro volumen ha venido a enriquecer esta edición que, en el espíritu de su promotor, debía comprender cuarenta

[3]Hemos trazado las peripecias de la carrera literaria de Marx en la Introductiona nuestra Bibliographie des Œuvres de Karl Marx, París, M. Rivière, 1956

[4]En MEGA y en la Cronología de la vida de Marx (véase nota 1) se encontrarán las indicaciones que permiten esta reconstitución. Se advierte que si bien Marx sólo pudo consagrarse de una manera irregular a una actividad propiamente científica, en la práctica jamás cesó de instruirse y de anotar pasajes de los autores compulsados.

[5]M. Rubel, op. cit., pág. 21 y sigs.

[6]K. Kautsky, Aus der Frübzeit des Marxismus, 1935, pág. 35.

[7]Pertenecen a la primera categoría de obras o de monografías como las de D. Riazanov, ya citada; A. Cornu, La jeunesse de Karl Marx, París, 1934 [hay trad. cast.]; L, Somerhausen, L'Humanisme agissant de Karl Marx, París, 1946; G. Pischel, Marx giovane, Milán, 1948; etc. En la segunda categoría se puede incluir toda la inmensa literatura de interpretación y exégesis del "materialismo histórico", cuyo inventario ocuparía por sí solo un volumen. Entre las contribuciones recientes a una biografía intelectual de Marx, señalamos a S. Hook, From Hegel to Marx (1936); H . Desroches, Signification du marxisme (1949); G. Gurvitch, "La sociologie du jeune Marx", en: La vocation actuelle de la sociologie, París, 1950; H. Bartoli, La doctrine économique et sociale de Karl Marx (1950); H. Popitz, Der entfremdete Mensch, Zeitkritik und Geschicbtsphilosopbie des jungen Marx, Basilea, 1953; Karl Korsch, Karl Marx (1938) y K. Bekker, Marx' philosophiscbe Entwicklung-Sein Verbältnis zu Hegel (1940); todas ellas aportan contribuciones importantes a la dilucidación de la dialéctica marxista.

[8]Karl Marx, Œkonomisch-philosophische Manuskripte (1844). MEGA, I, 3, pág. 33.

[9]Labriola, por ejemplo, duda de la importancia de La ideología alemana, manuscrito al que Marx hace alusión en 1859. Por lo contrario, G. Sorel se preocupa muy poco por la exégesis y adivina naturalmente los eslabones que faltan.

[10]Cf. R. Minder, Allemagnes et Allemands, París, 1948, pág. 334 y sigs.

[11]Cf. Hans Stein, "Pauperismus und Association", en: International Review for Social History, Leiden, vol. I, 1936, pág. 17 y sigs.

[12]Sobre las dificultades económicas de la Restauración, véase E. Labrousse, Le mouvement ouvrier et les idees sociales en France de 1815 a la fin du XIX" siecle, colecciónLes Cours de la Sorbonne, París (sin fecha), pág. 90 y sigs.

[13]J. P. Eckermann, Gespraeche mit Goethe in den letzten Jahren seines Lebens, Leipzig, 1918, pág. 596. La conversación tuvo lugar el 2 de agosto de 1830.

[14]Ibid., pág. 598.

 

 

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