Reportaje a pie del patíbulo
El sentido de esta nueva edición de Reportaje al Pie del Patíbulo, de Julius Fučík, obedece en rescatar de la lucha de clases, uno de los ejemplos más valiosos de heroísmo.
La obra de Fučík, fue traducida a decenas de idiomas. En ella podemos comprender en profundidad qué significo la lucha contra la bestia fascista.
También constatar de manera muy viva, cómo antes y ahora se enfrenta al enemigo.
Han pasado más de 58 años de la ejecución* de Julius, un comunista que lo fue hasta el fin y en las peores condiciones.
* El periodista checo Julius Fučík, ejecutado por los nazis el 8 de septiembre de 1943.(N. de A.K.)
Otros comunistas y revolucionarios de ese tiempo a la actualidad han adoptado por conocimiento o conciencia de clase, las enseñanzas imperecederas del checo.
En nuestra país, arrasado por la dictadura más sangrienta desde 1976 a 1983, se forjaron cientos de Fučík, muchos continúan en la lucha, otros han sido asesinados, otros están desaparecidos. Y en cada uno de ellos hubo un Fučík , con la misma entereza, el mismo valor, el mismo ejemplo.
Para ellos, que ya no están. Para los que continúan la lucha... Para los que tomen la posta en la transformación de un mundo sin explotadores ni explotados, con todos los riesgos que esa lucha implica, Editorial Agora, se enorgullece de poder presentar a los revolucionarios argentinos esta edición.
SOBRE EL AUTOR
Julius Fučík nació el 23 de febrero de 1903 en Smichov, barrio obrero de Praga, capital de la actual República Checa. Además de tornero trabajó en la fábrica de Ringhofer; gustaba del canto, actuando en distinto teatros del país.
En 1914, cuando estalla la Primera Guerra Mundial Fučík ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza, editando Slovan (El Eslavo), su primer periódico juvenil a los 12 años, también editó Cehc (El Checo).
El primero de Mayo de 1918, un año después de la Revolución Rusa, participó de la manifestación obrera en Plezn, ciudad que albergaba a la famosa fábrica Skoda, acompañado de varios de sus compañeros de estudio.
La proclamación de la república encontró a Fučík ilusionado con las fuerzas que derrocaron al imperio Austro-Húngaro.
En 1920 fue miembro de la cooperativa que editaba Pravda (La Verdad) en Plezn. A los 18 años se afilió al Partido Comunista y comenzó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de Praga.
Escribe en varios periódicos, El Socialista, Pramem (La Fuente) y Avantgarda (La Vanguardia). Además en el 25 comenzó a publicar informaciones sobre espectáculos teatrales en Rude Pravo (El Derecho Rojo), órgano central del Partido Comunista de Checoslovaquia.
En 1930, con cuatro delegados, viajó clandestinamente a la URSS. Volvió a su país para relatar los enormes esfuerzos en la construcción del socialismo que llevaba a cabo su primer Plan Quinquenal. En uno de sus viajes, fue detenido y trasladado a la cárcel de Pankrac, lugar donde volvería posteriormente.
En 1933, fue publicado en Tvorba, "Teresita y el jovial embargador", su primera novela corta.
En ese mismo año se convirtió en redactor en jefe de Halo Noviny (Halo periódico) nuevo diario cultural y político del Partido Comunista. Fučík se vio obligado a vivir en la clandestinidad. En 1934 viajó secretamente a la URSS y la recorrió durante dos años. En 1936 se lo encontró como defensor del pueblo español contra el dictador Franco. Además trabajó en la formación de un gran frente alertando sobre el peligro de fascismo.
En 1938 retoma la redacción de Tvorba, en momento en que el Partido Comunista movilizaba al pueblo por la independencia de la República. Con la aceptación del Pacto de Múnich, el gobierno traidor decretó sin tardanza la prohibición de todas las publicaciones del Partido Comunista. Fučík sigue escribiendo artículos en la clandestinidad. Un año después el 15 de Mayo de 1939, la ocupación del territorio Checo es total por parte del ejército nazi.
Buscado intensamente, vive en Praga, ocultándose en hogares obreros. En esa situación sigue estudiando la historia de la literatura checa y reestableciendo contactos con miembros del primer Comité Central ilegal del Partido Comunista.
En Nombre de la intelectualidad de su país escribe su "Carta abierta a Goebels" ministro nazi de propaganda:
"Pero si usted, calumniador infame se imagina que nosotros, intelectuales checos, tenemos menos orgullo y menos carácter que el pueblo del que brotamos, si usted se figura, que podrá reducirnos o atemorizarnos para que nos alejemos y vallamos con la Gestapo contra el pueblo; si usted piensa todo eso, oiga nuestra respuesta que le reiteramos, no, nunca, jamás".
En 1941, al ser detenido el Comité Central, Fučík cooperó en la organización del segundo y quedó a cargo de la dirección política y de la propaganda en la prensa. Además de asegurar la publicación ilegal de Rude Pravo editó la Constitución de la URSS y la Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la URSS.
Miles de Comunistas y de patriotas checos fueron encarcelados y ejecutados. La Gestapo quería liquidar el combate clandestino y terminar con el órgano dirigente del PC.
El 24 de abril de 1942 Julius Fučík cayó.
El 25 de agosto del año siguiente, luego de feroces torturas, Fučík es juzgado en Berlín.
Se le preguntó si reconocía haber ayudado con sus actos a la Rusia bolchevique, a lo que respondió:
“Si he ayudado a la URSS, he ayudado al ejército rojo, y eso es lo mejor que he hecho en mis 40 años ... (Me hice comunista porque no podía ni quería resignarme a sufrir el régimen capitalista... ahora van a dictar ahora su sentencia. Conozco su contenido. La muerte a ese hombre. Mi veredicto acerca de ustedes lo he dictado hace ya mucho tiempo, escrito con sangre de la gente honrada de todo el mundo: ¡Muera el fascismo, muera la esclavitud capitalista! ¡La vida al hombre! ¡El porvenir al comunismo!”
El 8 de septiembre de 1943, al alba de su décimo cuarto día de condenado, fue ejecutado en el presidio hitleriano de Plotzensee, en Berlín.
INTRODUCCION
En el campo de concentración de Ravensbruk, mis compañeros de prisión me comunicaron que mi marido, Julius Fučík, había sido condenado a muerte el 25 de agosto de 1943 por el tribunal nazi de Berlín.
Las preguntas referentes a su suerte ulterior han resonado como un eco vano a lo largo de los altos muros del campo. Después de la derrota de la Alemania hitlerista en mayo de 1945, fueron liberados de las prisiones y de los campos de concentración los prisioneros que los fascistas no tuvieron tiempo de matar o de torturar hasta la muerte. He tenido la suerte de contarme entre los liberados. He vuelto a mi patria Libre. He buscado los rastros de mi marido. He hecho como otros miles y miles que buscaban y buscan afín al marido, a la mujer, a los hijos, a las padres y madres deportados por los ocupantes alemanes, en alguno de sus innumerables lugares de tortura.
Supe que Julius Fučík había sido ejecutado en Berlín el 8 de septiembre de 1943, quince días después de ser condenado.
Supe también que Julius Fučík había escrito en la prisión de Pankrác. Fue su guardián, A. Kolinsky, quien le facilitó los medios de hacerlo, llevándole a la celda, el papel y lápiz necesarios. Es él también el que se llevó a escondidas las hojas del manuscrito redactado en la prisión.
Tuve una entrevista con ese guardián. Poco a poco recibí todo lo que Julius Fučík escribió en su celda de Pankrác. Las hojas, numeradas, estaban ocultas en casas de distintas personas y en diferentes lugares; las he reunido y hoy las presento al lector. Es la última obra de Julius Fučík.
Gusta Fučíkova
ESCRITO EN LA PRISIÓN DE PANKRÁC
Estar sentado en posición de firme, el cuerpo tenso. Inmóvil, las manos pegadas a las rodillas, los ojos fijos hasta la ceguera sobre la pared amarillenta del depósito, en el palacio Petschek, de Praga, no es seguramente la postura más favorable para reflexionar. ¿Quién podría, entonces, forzar a una idea a permanecer así, sentada, en posición de firme?
Tal vez nunca sabremos a quién y cuándo, se le ocurrió denominar a este depósito del palacio Petschek, el cine; he ahí una idea genial. Una sala espaciosa, seis largos bancos en filas apretadas, ocupados por los cuerpos inmóviles de los reos y frente a ellos la pared limpia como una pantalla de cinematógrafo. Ni las productoras de todo el mundo han podido rodar tantos films como los proyectados por los ojos de los reos sobre el muro, mientras esperaban un nuevo interrogatorio, o la tortura, o la muerte. Los films de la vida entera y no los de los pequeños detalles de la vida; los de la madre, de la mujer, de los hijos, del hogar destruido, de la existencia perdida; el film de un camarada valiente y de la traición; el film de ése a quien yo di aquel volante, de la sangre que correrá aún, de un fuerte apretón de manos, garantía de fidelidad. Films colmados de terror y de resolución de odio y de amor, de angustia y de esperanza. Cada uno de espaldas a la vida. muere aquí ante sus propios ojos. Pero no todos renacen.
He visto cien veces mi propio film, mil veces sus detalles. Ahora trataré de contarlo. Si el nudo corredizo aprieta mi cuello antes de llegar al final, aún quedarán millones para terminar este film con un happy end.[1]
Veinticuatro horas
Dentro de cinco minutos el péndulo del reloj marcará las diez: es una fresca y hermosa noche de primavera, exactamente el 24 de abril de 1942.
Me apuro adentro de los límites de mis posibilidades —las de un señor de edad que cojea— para llegar a casa de los Jelinek, antes de que cierren la puerta de calle. Mi ayudante, Mirek, me espera. Sé que no tiene nada importante que decirme, ni tampoco yo a él. Pero faltar a una cita podría provocar pánico y, precisamente, es necesario evitar inquietudes inútiles a las dos buenas almas que nos acogen.
Me reciben con una taza de té. Mirek ya espera; además, está el matrimonio Fried. Una imprudencia más.
—Tengo mucho gusto de verlos, camaradas, pero no así, juntos. Este es el camino más seguro para la prisión y la muerte. O respetan las reglas de la conspiración o dejan de trabajar, porque se exponen y exponen a los demás, ¿comprenden?
—Comprendido.
—¿Qué me han traído?
—El número del 1ª de Mayo de Ruge Pravo.
—Muy bien. ¿Y tú, Mirek?
—Bien, nada nuevo, el trabajo marcha.
—Listo, nos volveremos a encontrar después del 19 de Mayo: les dejaré algo dicho. ¡Hasta la vista!
—Otra taza de té, patrón.
—Pero no, no, señora Jelinek. ¡somos demasiados!
—Al menos una tacita, se lo ruego.
El vapor se eleva del té recién servido. Alguien llama.
¿De noche, a esta hora? ¿Quién podrá ser?
Los visitantes son impacientes. Golpes en la puerta.
—¡Abran!, policía
—¡Rápido, a las ventanas, huyan! ¡Tengo revólveres, protegeré su huida!
Demasiado tarde. La Gestapo ya está bajo las ventanas apuntándonos con las pistolas. Forzando las puertas; atravesando el pasillo, los esbirros entran rápidamente a la cocina y de allí al cuarto. Uno, dos, tres, nueve hombres. No me ven, porque estoy a sus espaldas, detrás de la puerta que han abierto. Puedo, pues, disparar a gusto, pero sus nueve pistolas apuntan a dos mujeres y a tres hombres desarmados. Si tiro primero, caerán antes que yo, y hasta si tirara contra mí mismo comenzaría el tiroteo y serían las primeras víctimas.
Si no tiro, se les encerrará por seis meses, por un año tal vez, y la revolución los liberará. Sólo Mirek y yo estamos condenados: nos torturarán. De mi no sacarán nada. ¿Y de Mirek? El hombre que combatió en la España republicana, que vivió dos años en un campo de concentración en Francia y que ......................